Germán F. Westphal
La respuesta es simple: Porque en Chile hasta lo bueno lo hacen mal en la medida que lo condicionan a intereses partidistas. PUNTO.
El Gobierno y los partidos políticos que lo apoyan han demostrado una ineptitud sin paralelo en su manejo con la oposición. Cuando se trata de un proyecto de Ley Orgánica Constitucional tan trascendente como el relativo al voto en el extranjero, no se improvisa; no se tira al hemiciclo de la Cámara de Diputados el proyecto de la noche a la mañana, sin estar seguro de que va a ser aprobado, a menos que se quiera utilizar políticamente su rechazo, como en los hechos ha sido el caso.
En efecto, se lanzó el proyecto a la Cåmara de Diputados sin tener acuerdo previo con la oposición para obtener los cuatro votos que se necesitaban para aprobar la idea de legislar. Bajo estas circunstancias, la Cámara postergó la discusión para dar lugar a algunas negociaciones que no prosperaron. Era demasiado tarde.
Simplemente es imposible negociar un proyecto como éste de la noche a la mañana, tratando de improvisar acuerdos con una oposición que se sabe que es retorcida. En otros términos, ni el gobierno ni los diputados concertacionistas, especialmente los diputados patrocinantes, hicieron su tarea de comprometer anticipadamente los cuatro votos que necesitaban.
Peor aún, sabiendo que no contaban con dichos votos, sabiendo que la idea de legislar no iba a prosperar, no retiraron el proyecto y lo terminaron enviando al purgatorio por un año, haciendo imposible su presentación antes de que se cumpla dicho plazo.
¿Es que el gobierno y los diputados que lo apoyan son imbéciles?
Aunque hay quienes se inclinan por una respuesta afirmativa, en este caso el hecho es que sabían perfectamente lo que estaban haciendo y las consecuencias que ello tendría para las aspiraciones de los chilenos en el extranjero.
Sin embargo, de manera aún más importante, también sabían que podrían usar la coyuntura para criticar fuertemente a la oposición, lo que por lo visto les resultó más importante que mantener la posibilidad de volver a presentar el proyecto en los próximos meses, una vez que hubiera sido adecuadamente consensuado con la oposición.
Así, hoy rasgan vestiduras culpando a la oposición --lo que era previsible-- y una buena parte de los chilenos en el extranjero les hace coro, sin siquiera darse cuenta que se hizo un uso meramente político de sus legítimas aspiraciones, sin importar en nada el fondo de ellas, excepto en las palabras, en el discurso cínico, inmoral e hipócrita de quienes calculadamente sacrificaron por un año tales aspiraciones para poder criticar a la oposición.
Algo similar ya había ocurrido antes pues ésta es la tercera vez que el texto del proyecto es debatido con los mismos resultados.
Por lo visto, el resultado paga dividendos, especialmente en circunstancias en que el gobierno recibe fuertes críticas a su gestión no sólo de la oposición sino que de manera mucho más importante, de la ciudadanía, la cual se expresa a través de las encuestas.
Así, ayer, a las 11:34 horas, escuchábamos a la Presidenta afirmar categóricamente que no abandonará su promesa del derecho a voto en el extranjero, aunque la señora sabe perfectamente que no tiene los votos necesarios y que después de antagonizar a la oposición de la manera en que se la ha antagonizado, se hace incluso más difícil obtener los cuatro votos necesarios.
Sin embargo, no es eso lo que importa.
No es el voto en el extranjero lo que importa.
Lo que importa es montar un tinglado que permita fustigar a la oposición, especialmente con vistas a las próximas elecciones, si es del todo posible.
Como chileno en el extranjero, espero poco o nada de la oposición, pero lo del gobierno y los partidos que lo apoyan resulta absolutamente inexcusable. Bajo estas circunstancias, expreso mi repudio y repugnancia al uso que han hecho y están haciendo de las legítimas aspiraciones que comparto con la gran mayoría de mis compatriotas fuera del país.
Germán F. Westphal
Baltimore, EE.UU.
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