Nación cambade J. J. Cruz Medina
Semanario (de REBELION.ORG)
Es probable que el tercer cabildo convocado por el Comité Cívico pro Santa Cruz, denominado “Cabildo del Millón”, realizado el 15 de diciembre de 2006, hubiera marcado el momento de mayor triunfo de quienes, desde hace años, plantean la creación de la “Nación Camba”, sinónimo de la República Oriental de Santa Cruz de la Sierra. El evento fue importante no sólo por la multitudinaria participación ciudadana, sino también por el impulso que otorgó a los procesos autonómicos de Beni, Pando y Tarija, en los que también triunfó también el SI a la autonomía, en sendos referéndum, con los que la denominada “Media Luna” adquiría su máxima fortaleza. El referéndum de Santa Cruz fue convocado por el gobierno departamental y no por el Congreso Nacional, de acuerdo a ley. Fue conducido por la Corte Electoral de Santa Cruz y no por la Corte Nacional Electoral, según normas vigentes. Lo anterior, alentó a grupos violentos que, al parecer, dejaban a Evo Morales con problemas al parecer irresolubles en el contexto nacional. Hoy se recuerda como una pesadilla que el avión presidencial no podía aterrizar en cinco capitales de departamento, con la inclusión de Chuquisaca, después del triunfo de Sabina Cuellar en elecciones prefecturales, adelantadas por la renuncia del Prefecto Sánchez. La violencia de la Unión Juvenil Cruceñista (UJC) se tradujo en toma de instituciones, incendios y saqueos de oficinas públicas, agresiones a soldados, policías, oficiales y jefes de las instituciones armadas del país. Hablar de una dualidad de poderes, como hizo René Zavaleta Mercado con relación a la Asamblea Popular de 1970, no parece una exageración, si se tiene en cuenta que el Consejo Nacional Democrático (CONALDE), entidad que aglutinó a las autoridades de los departamentos nombrados, tenía casi el control de más de la mitad del país.
No pocos pensaban, en esos momentos, que la fractura de Bolivia en dos partes, como anuncio, de manera agorera, el alcalde de Santa Cruz, Percy Fernández, se produciría de manera irremediable. En la cúspide del civismo separatista campeaba con letras de molde estas recordadas palabras de Gabriel René Moreno, cuyo nombre lleva la Universidad más importante del oriente boliviano: “El indio incaico es sombrío, asqueroso, uraño, prosternado y sórdido” . Dos años antes, el 22 de junio de 2004, para ser exactos, el prefecto Rubén Costas, quien ya se hacía nombrar “Gobernador”, dijo en el denominado primer cabildo, de los tres que tuvieron lugar con motivo de los estatutos autonómicos: “Ha llegado la hora de gobernarnos a nosotros mismos, de elegir de manera directa y democrática a nuestras autoridades departamentales. De administrar nuestros recursos económicos. De manejar los recursos naturales que nos pertenecen… Vamos en pos de establecer de inmediato el Instituto Autónomo Agrario que preserve el porvenir de nuestros recursos forestales y de la tierra” . Lo concreto es que se había creado una Asamblea Legislativa Departamental encargada de promulgar leyes y de aprobar el presupuesto de la región. Asimismo, se estableció que la Corte Superior del distrito estaría constituida con vocales designados por esa Asamblea, cuyos fallos tendrían la autoridad de cosa juzgada, es decir eran inapelables.
De manera paralela, la Nación Camba había dirigido una carta abierta a la ONU en la que denunciaba la existencia de un supuesto colonialismo interno, razón por la que pedía el reconocimiento a la independencia de los departamentos de Santa Cruz, Beni, Pando y Tarija, con la incorporación de Chuquisaca, parte del territorio de Cochabamba y de la zona amazónica de La Paz. Varios de sus dirigentes viajaron a Europa a fin de lograr que la “Media Luna” se convierta en “protectorado” de naciones del viejo mundo, como ocurrió con zonas periféricas al término de la primera guerra mundial. Una de las personas que resumió con mayor claridad el pensamiento de la Nación Camba fue Gabriela Oviedo, candidata a miss universo, en el concurso del año 2004. Estas fueron sus palabras: “Quien no conoce Bolivia cree que somos todos indios del oeste. La Paz da esa imagen: gente pobre, de baja estatura e india… yo soy del otro lado del país del lado este que no es frío, es muy caliente nosotros somos altos, somos gente blanca y sabemos inglés”.
EL APOCALIPSIS DE LOS SEPARATISTAS
¿Qué ha ocurrido para que en menos de tres años el proyecto separatista quedara herido de muerte? ¿Cómo explicar que su vanguardia de choque, los jóvenes violentos de la UJC, hubieran abandonado su sede, llevándose inclusive los muebles e implementos de limpieza? ¿Qué pudo ocurrir para que dos de sus principales dirigentes, Ángelo Céspedes y Víctor Hugo Rojas, pidieran su ingreso al Movimiento al Socialismo (MAS), y que lo mismo ocurriera con los líderes de las “barras bravas” de Bloomin y Oriente Petrolero, Ángel “Chichi” Pérez e Israel Franz Medina? Si las deserciones hubieran afectado solo a los cabecillas de los grupos de choque la situación ya hubiera sido preocupante. Pero si ellas alcanzaban, como en efecto ocurrió, a funcionarios claves de la prefectura cruceña, como el Director de Seguridad Ciudadana, Jorge Aldunate Salvatierra, y al responsable del cuerpo de seguridad del prefecto Costas, Edmundo Arias, no resulta exagerado asegurar que los jerarcas regionales habían quedado con las espaldas desprotegidas. Para ratificar que la crisis del proyecto oligárquico había alcanzado niveles profundos, cientos de profesionales organizaron eventos sociales para proclamar la candidatura de Evo, lo que mostraba que las capas medias cruceñas habían resuelto desmarcarse de las viejas logias.
Tal vez el principal error coyuntural de la dirigencia oligárquica consistió en designar, el 26 de febrero de 2007, a Branco Marincovic, como Presidente del Comité Cívico. No cabe duda que fue una demostración de soberbia el nominar a la cabeza del movimiento cívico a un descendiente de croatas, banquero, ganadero y terrateniente, que no había vacilado en cercar con alambre de púas una enorme laguna a fin de utilizarla en forma exclusiva. La designación, decidida en forma corporativa, es decir por los grupos de poder económico, reflejaba, una vez más, el desprecio de las elites por profesionales que, desde hace años, trataban inútilmente de escalar posiciones en la sociedad cruceña. Hubo confianza exagerada en creer que el control de los medios de comunicación, la prepotencia de los grupos de choque y la persecución a intelectuales contestatarios, cuyos nombres fueron difundidos en carteles callejeros, como si fueran delincuentes prontuariados, eran suficientes para alcanzar sus delirios.
En el plano internacional, similar soberbia exhibió George W. Buch al designar a Philipp Golberg embajador en Bolivia. Los separatistas estaban convencidos de que ese respaldo seria decisivo en la consecución de sus metas. Golberg, entre 1994 y 1996, estuvo a cargo de la diplomacia norteamericana en Bosnia, desde donde coadyuvó a la fractura de Yugoslavia. Desde agosto de 2004, fue jefe de misión en Pristina, Kosovo, uno de los núcleos de la guerra de los Balcanes. Estos antecedentes hicieron que su expulsión ordenada por la diplomacia boliviana fuera justificada por la mayoría de los gobiernos latinoamericanos. El eslogan “quieren derrocar al indio” influyo también para que los países de UNASUR dieran su respaldo al oficialismo, en tanto las naciones vecinas, salvo la voz mas tenue de Perú, dieran su apoyo al régimen del MAS. Desde luego, que la condena al separatismo fue aun mas dura por parte de los presidentes Chávez de Venezuela y Correa del Ecuador. El húngaro-boliviano, Eduardo Rouzsa, difundió su discurso disgregador en un ambiente alienado contra Bolivia, lo que explica el por qué los oligarcas se hubieran sumado a una prédica descabellada que, sin embargo, pudo desatar enfrentamientos sangrientos. Como es lógico, los servicios de inteligencia del régimen vigente aprovecharon esta coyuntura para herir de muerte a las organizaciones racistas y anti indígenas.
LAS CAUSAS ESTRUCTURALES
Los errores anotados, si bien tienen enorme importancia, dejan de lado desatinos aun mayores, como el no tomar en cuenta las transformaciones estructurales generadas por la Revolución de 1952, uno de cuyos logros más notables fue la construcción de la carretera Cochabamba-Santa Cruz, lo que permitió que el traslado de migrantes collas al oriente del país tuviera alcances masivos. La mentalidad “cívica” no tuvo la capacidad de preguntarse qué había ocurrido para que una ciudad, como Santa Cruz, de apenas 40.000 habitantes, en 1952, hubiera crecido hasta millón 600 mil que tiene ahora. Este dato hizo que el escritor Jorge Suárez dijera que “Santa Cruz no es una ciudad cosmopolita sino cosmo collita”. Este entramado indo-mestizo dejó sin bases de sustentación a los delirios separatistas, cuyos voceros más estridentes fueron Enrique de Gandía y Carlos Valverde Barbery en el pasado y Sergio Antelo en el presente.
La soberbia oligárquica llevó a mirar de manera despectiva inclusive a destacados políticos e intelectuales cruceños que reclamaban una visión nacional desde el oriente boliviano, como Ñuflo Chávez Ortiz y los Hermanos Sandoval Morón, en la época del MNR, José Ortiz Mercado en el gobierno de Ovando, y Roger Ortiz Mercado, Jerjes Justiniano y Alejando Colanzi en el presente. Los peligros de ese aislamiento fueron advertidos por Carlos Hugo Molina, Susana Seleme, Reymi Ferreira y Ronald Méndez Alpire. El pecado del “pensamiento único, atribuido sólo al estalinismo, fue alegremente practicado por los cultores de la Nación Camba. No obstante, los hechos demostraron que el rascacielos separatista tenía cimientos de barro. La aguda confrontación hizo pensar que la oposición a las logias estaba reducida a los núcleos poblacionales del “Plan 3000”, en la capital del departaments, además de las colonias de “San Julián” y “Yapacaní”, donde núcleos de quechuas y aymaras y sus descendientes las poblaron desde hace décadas. Importantes escritores, como José Luis Roca o Hernando Sanabria, aceptaron el surgimiento del mestizaje entre la elite blancoide y los indígenas del oriente, pero se pusieron una venda sobre los ojos para no ver que los camba-collas eran un alud incontenible.
EL NEFASTO CENTRALISMO
Sin embargo, sería un error creer que la derrota de la Nación Camba ha solucionado los problemas de integración nacional. El centralismo es un mal heredado del colonialismo hispano, que se ha prolongado por obra y gracia de los barones de la plata y del estaño y que ha sido mantenido por sucesivos gobiernos. Los críticos del centralismo irracional tienen toda la razón al advertir el absurdo que significa viajar a La Paz desde todas las regiones del país para tramitar jubilaciones o ítems para caminos, salud o educación. La descentralización del aparto administrativo es una necesidad imperiosa que, al no ser viabilizada por los aparatos burocráticos, entregó a las oligarquías una bandera que fue utilizada con fines disgregadores. El centralismo se acentuó por la incapacidad de los regímenes de turno para desarrollar el mercado interno, que debió aglutinar a los bolivianos de todas las regiones. Si hasta mediados del siglo pasado, y aún ocurre ahora con Pando, la única forma de viajar de un departamento a otro era por vía aérea o mediante mulas, con la tardanza consiguiente, es obvio que nuestra integración espiritual se fue demorando por decenios. Es trágico recordar que collas, cambas, chapacos, mestizos y guarayos se conocieron en las trincheras de la guerra del Chaco. Estas personas primero mezclaron su sangre antes de conocer sus entonaciones de voz.
La historia de Bolivia es, en consecuencia, una suma de desconexiones y desarticulaciones. La primera de ellas se produjo al fundarse una república, en la que un puñado de terratenientes y dueños de minas se aprovechó de la lucha heroica y patriótica de los guerrilleros de la independencia y de las rebeliones indígenas que la precedieron. En el oriente, la oligarquía de Santa Cruz surgió con la explotación de la goma, tarea ejecutada por aborígenes tratados con desprecio y explotados sin misericordia. No obstante, sería injusto no tomar en cuenta el carácter contradictorio de estos pioneros. Si bien fueron explotadores a ultranza de los aborígenes, en determinado momento defendieron nuestras fronteras, con las armas en la mano, como ocurrió con Nicolas Suarez en la batalla de Bahía, que evitó que la ciudad de Cobija se convierta en territorio brasileño. La explotación de la goma era precedida por el establecimiento de barracas, cuyo funcionamiento estaba plagado de dificultades. F. Oviedo, en el “Diccionario Histórico de Bolivia”, coordinado por Joseph M. Barnadas, indica que instalar una barraca requiere, “además de buena dosis de coraje, de un importante capital de arranque; el acceso a la propiedad de los siringales era bastante oneroso, sobre todo cuando se la compraba a los rumberos (verdaderos especialistas en explotación forestal): su equipamiento básico y la apertura de estradas representaban otro gasto considerable; a todo ello había que sumar las herramientas necesarias para la producción (cuchillas, machetes, baldes y el célebre rifle ‘Winchister 44’. Finalmente, venían los impuestos al Estado y, sobre todo, el reclutamiento de mano de obra, que venía por medio del ‘enganche’. Habrá que decir que por este sistema de trabajo, los peones quedaban endeudados de por vida con los empresarios.
La ausencia de mercado interno fue originada, a su vez, por falta de vías de comunicación internas, lo que facilito a las oligarquías de países vecinos, empujadas por intereses imperialistas, apoderarse del Litoral, el Acre y parte del Chaco. La mentalidad anti nacional de los gobernantes de turno facilitó la construcción de ferrocarriles a Chile, Brasil y Argentina, pero fue incapaz de lograr que el oriente y el occidente del país estuvieran conectados por vía férrea. Lo mismo aconteció con nuestros gasoductos, que nos permiten vender gas a Argentina y Brasil, sin que existan conexiones interiores. Este es el trasfondo que usó la oligarquía camba para inventar una historia según la cual Santa Cruz de la Sierra tenía un origen diferente del resto del Alto Perú y que los indígenas chiquitanos habían impedido el avance de los ejércitos del Inca. Estos supuestos historiadores no se preguntaron, dice Alfredo Plata, si el Inca tenía en esa época interés de conquistar esos parajes. La mentira mayor de Sergio Antelo, desmentida inclusive por José Luís Roca, es que el oriente boliviano se desarrolló sin ayuda del Estado Central. Evidentemente, los recursos para ingenios azucareros, préstamos para la agroindustria, créditos bancarios e infraestructura no cayeron del cielo, sino que vinieron de COMIBOL, YPFB y del Tesoro General de la Nación.
LOS DESAFIOS DEL FUTURO
El enorme déficit del MAS es que derrotó a los separatistas no con los estandartes de la unidad e integración nacionales, sino con el equivocado postulado de inexistentes 36 naciones indígenas, inventadas con recursos de ONG, financiadas, a su vez, por centros de poder mundial. Esa falencia ha sido advertida por el propio Evo Morales, quien ha dispuesto que sea retirada la Whipala de todas sus proclamaciones en los departamentos de la “Media Luna”. El MAS obtuvo una victoria para la Nación boliviana no por sus aciertos, sino a pesar de sus errores. Ya fue un error el permitir linchamientos, asaltos a empresas y propiedades por parte de grupos exaltados, especialmente en Achacachi. Debe reconocerse, sin embargo, que el programa de gobierno del MAS, para la próxima gestión de gobierno, rectifica los errores más gruesos cometidos en la aprobación de la nueva Constitución Política del Estado.
Todos los departamentos de Bolivia han brindado valiosos aportes a la construcción de nuestra Bolivia. Y en esta materia, los aportes de Santa Cruz a la bolivianidad son inconmensurables. No sólo por su presencia en nuestras contiendas bélicas, sino, para poner algunos ejemplos, en el campo de del folklores, con Gladys Moreno, de Marco Antonio Echeverri en el fútbol o de Lorgio Vaca en las artes plásticas. El pueblo cruceño necesita de nuevos líderes, que, en lugar de partir de odios y antagonismo, arranque de postulados de unidad nacional. Y lo mismo debería ocurrir en el resto del país. El escritor francés Ernesto Renán afirmaba, con las limitaciones del darvinismo social de su época, que la primera condición para la existencia de una nación, es la voluntad de sus hijos para forjar un destino común, ya que la nación es, en esencia, un plebiscito cotidiano. La voluntad de existir no es algo lírico, ya que se traduce en la defensa racional y consecuente de la soberanía, del capital humano y de los recursos naturales estratégicos, como el litio, el gas y el hierro, los que deben ser explotados e industrializados en beneficio del país y no de grupos oligárquicos, aliados a intereses foráneos, que pululan a lo largo y ancho de la geografía patria.