Tomado de nodal.am
6-10-2020
Plan Cóndor 2.0
El escándalo de Cambridge Analytica y su manipulación hipersegmentada
de la campaña de Donald Trump conmocionó al sistema político. La
manipulación a través de redes sociales que ya se había visto en otros
países, golpeó también el corazón de la nación más poderosa del mundo.
Pero, ¿alcanzó con cerrar a Cambridge Analytica y multar a Facebook para
resolver el problema? No: sociedades de todo el planeta viven la
polarización más grande de su historia; incluso, países centrales con
instituciones supuestamente fuertes parecen coquetear con una guerra
civil. En el resto del mundo, las cosas no van mejor aunque atraen menos
atención en los medios internacionales.
Quien viene publicando detalles sobre las operaciones de una densa
trama de servicios de inteligencia, think tanks, empresas de
comunicación y otros personajes es Julián Macías Tovar, coordinador del
sitio Pandemia Digital, un observatorio contra la desinformación
digital. Desde operaciones destituyentes en Bolivia hasta la más reciente #NadieConAxel,
Tovar analiza las campañas 2.0 que develan mecanismos diseñados para
soliviantar a la población y generar climas hostiles. Sus estudios se
centran en Twitter, una red que por ser más transparente es más
accesible para su análisis que Facebook, que no permite llegar a algunos
segmentos de sus publicaciones. Esta plataforma acaba de publicar un informe sobre “actividad inauténtica”, donde apunta a CLS Strategies, una empresa de “comunicaciones” vinculada al centro del poder estadounidense.
–¿Qué significa que Facebook señale a CLS Strategies y un puñado
de cuentas cuando hay muchas otras compañías haciendo un trabajo
similar?
–Lo primero que salta a la vista es que esa empresa era dirigida
–aunque ahora lo borraron– por Mark Feierstein, que fue el director de
la USAID (United States Agency for International Development). También
estuvo involucrada en los golpes de Estado de Honduras, en 2009, y Paraguay, en 2012, entre otras cosas. Pero además trabajó para el gobierno de los Estados Unidos, en vinculación con Obama y los demócratas.
–¿Qué lectura hace de este reporte de Facebook en este contexto?
–Mi primera lectura es que este anuncio de Facebook es la punta del
iceberg. Es como cuando a un narcotraficante lo detienen por un alijo
que no representa ni el 0,1% de la droga que ha movido. En segundo
lugar, apunta a una empresa concreta, muy relacionada con las acciones
de política exterior de los Estados Unidos. Ese anuncio aporta dos
elementos: la actuación de esta empresa en varios golpes de Estado y, al
mismo tiempo, el hecho de que miembros directivos de esa empresa hayan
tenido cargos directivos en organismos públicos. Otro elemento es que,
por un lado, Facebook está haciendo lo que debía hacer, sobre todo por
las presiones surgidas a partir de la crisis de Cambridge Analytica. De
alguna manera se vieron forzados a tener ayuda de fact checkers
que detectan estos fraudes. En este caso, recibió la ayuda del
Observatorio de la Universidad de Stanford. También han salido
fundaciones de gente que trabajaba en Facebook protestando contra esto.
Facebook y Twitter nunca hicieron nada para parar esto, pero ahora
hacen lavado de imagen porque hay mucha presión. De vez en cuando tienen
que mostrar algo.
–Facebook es reconocida por muchos por su acercamiento a los republicanos y Twitter, en cambio, es tildada de ser demócrata.
–Sí, eso se dice, pero también está claro que la política exterior de
los Estados Unidos, sobre todo hacia América Latina, no es muy distinta
si gobierna un partido político u otro, más allá del tono o la forma.
Esto prueba por qué, en la política exterior norteamericana, tiene más
peso el sector formado por la CIA y el Pentágono, junto a organismos
como la Usaid o NDI, que hacen lo que antes hacía la CIA. Estas agencias
en el exterior intentan llevar adelante las políticas que interesan a
los Estados Unidos. Aquí no cabe hacer una lectura lineal. En CLS
Strategies trabajaba también Roger Noriega, quien fuera subsecretario de
Estado durante el gobierno de George Bush y, anteriormente, estuvo con
Reagan y fue, además, directivo de la Usaid y representante de los
Estados Unidos en la Organización de Estados Americanos (OEA). Hay un
tuit en el que Noriega aparece con Feierstein juntos yendo a ver un
partido de béisbol. Uno es demócrata y el otro, republicano; ambos ganan
mucho dinero trabajando para Estados Unidos. Nunca se sabe si es un
cliente local o el Estado o el presidente de Estados Unidos el que
realiza este tipo de pedidos. Con respecto a la pregunta, por ahí es una
jugada del propio Facebook para demostrar que están todos en lo mismo,
como si dijera “siempre nos acusan a los republicanos, pero los
demócratas también hacen este tipo de trabajo”. No lo sé, es una teoría
un poco loca pero podría ser.
–¿Cómo actúan las “asesorías” en comunicación como la que realiza CLS Strategies?
–Bueno: en primer lugar, gastan millones de euros para crear cuentas
falsas parametrizadas para emitir noticias falsas y mensajes de odio.
¿Cómo? Por ejemplo, detecté un montón de cuentas falsas que no solo
actúan en Bolivia –con gran fuerza durante el golpe de Estado– y en
México, sino además en otros países; eso muestra que esta empresa actúa a
través de Facebook, de Twitter y de otras plataformas de manera
coordinada. Por los análisis que realicé, es más que evidente que operan
siempre con las mismas técnicas: cuentas falsas y mensajes de odio.
Ellos o alguien que subcontratan genera miles de cuentas con un sistema
automatizado. Eso se nota, entre otras cosas, porque son miles de
cuentas con una palabra y ocho dígitos. Al revisar la base de datos de
cuentas falsas creadas en Bolivia durante el golpe de estado,
aparecieron de manera masiva este tipo de cuentas.
–¿Es una única empresa la que trabaja en esto?
–No, es una red. Siempre aparecen los mismos personajes, las mismas
instituciones. Por ejemplo, uno de ellos es José María Aznar, director
de Atlantic Council, un think tank asociado a la OTAN que es el principal partner
de Facebook para analizar injerencias y campañas de desinformación en
la plataforma. Curiosamente, uno de los fundadores de CLS Strategies,
Peter Schechter, es el director de Atlantic Council para América Latina.
También aparece siempre Atlas Network,
una red de organizaciones que “defienden el libre mercado”. Entre los
argentinos están Agustín Laje, Javier Milei y todo este entorno
neoliberal que no le hace asco a Jorge Rafael Videla, por ejemplo.
–¿Cuál es su objetivo con esta actuación en las redes sociales?
–Su principal objetivo es desbancar a gobiernos que no están
alineados con los intereses geopolíticos de los Estados Unidos y poner a
los que sí lo están. Para ello usan un método científico que funciona.
Cambridge Analytica –que trabajó para que ganase Macri en 2015, como
declaró Alexander Nix, CEO de la compañía, en el Parlamento británico– a
pesar de ser más conocida, es mucho más pequeña que su matriz SCL Group
o que Palantir, una empresa financiada por la CIA. Ambas llevan
trabajando durante décadas con los ejércitos de Estados Unidos y Reino
Unido, así como con la CIA, el Pentágono y con la colaboración de todas
las plataformas digitales para investigar qué procesos comunicacionales
interfieren en la conducta de sus usuarios. La estrategia digital que
usan es crear una matriz de opinión donde participan periodistas y
medios de comunicación alineados o comprados, políticos como Mauricio
Macri o Patricia Bullrich del PRO, el sector más de derecha como el
partido NOS, y espacios más liberales como Espert, influencers y
economistas más asociados a fundaciones de Atlas Network y a la batalla
cultural, como el incendiario “El Presto”, el economista Milei con un
discurso antiprogresista y social, o Agustín Laje, entrenado en Estados
Unidos en “contraterrorismo” con un discurso antifeminista y
“anticomunista” más acorde a la guerra fría. También hay espacio para
cuentas anónimas que yo denomino “trolstars”, como chauoperetaK o
GordoMonstruo.
–¿Quiénes los contratan?
–Por ejemplo, sabemos que esta empresa firmó contratos con el gobierno de facto de Bolivia
el mismo mes que dieron el golpe. También con el gobierno golpista de
Honduras y el gobierno fraudulento de Peña Nieto, en 2012. Los contratos
son públicos porque en Estados Unidos tienen la obligación de
publicarlos cuando se hacen contratos con extranjeros que tienen alguna
actividad política. Por supuesto, no dicen “vamos a hacer no sé cuántas
cuentas falsas” aunque sí admiten frases del tipo “para mejorar la
imagen…”; estos datos sí se publican.
–¿Es posible establecer similitudes y diferencias con las campañas de desestabilización de otras épocas?
–Yo encuentro similitudes con las estrategias de los años 70’, solo
que ahora el escenario son las redes sociales. Si vamos para atrás y
recordamos la operación Cóndor, encontramos coincidencias. Encontramos
el uso de los medios de comunicación, el cabildeo, lo que hacen estas
empresas de relaciones públicas. Claramente lo que buscan es comprar
influenciadores para que salgan notas informativas en la misma línea y
que ello dé fuerza y consistencia a su discurso. La compra de medios por
parte de grupos de inversión es una estrategia histórica. En paralelo,
forman cuadros. Por ejemplo, los Chicago Boys que en los 70’ ocuparon
los ministerios de hacienda en muchos países, se habían formado en
Estados Unidos. Ahora, Agustín Laje, por poner otro caso, se formó en
contraterrorismo en la National Defense University. Pero no solo Agustín
Laje o los cuadros de la fundación Atlas Network fueron entrenados en
los Estados Unidos en neurolingüística, en anticomunismo (que ellos
llaman antiterrorismo). También hay personajes como Carlos Vecchio, en
Venezuela. Parte de su formación consiste en promover movimientos
ciudadanos no violentos. Por eso lo denomino “Plan Cóndor 2.0”.
–¿Cuál fue, concretamente, la estrategia digital en Bolivia?
–La campaña del golpe de Estado en Bolivia fue muy evidente, sobre
todo porque en Bolivia casi nadie usaba Twitter, apenas el tres o cuatro
por ciento de la población. Y en un solo mes más que se duplicó la
cantidad de cuentas existentes hasta entonces. Yo tengo una base de
noventa y dos mil que siguieron a Añez y a Camacho. Y esas cuentas
participaron muy activamente en los hashtags #NoFueGolpeFueFraude,
#EvoAsesino y otras etiquetas de ese estilo. Hay dos o tres
comportamientos bastante curiosos; todas las figuras que participaron
del golpe, como Jeanine Añes, Fernando Camacho, Marco Pumari, Oscar
Ortiz, multiplicaron sus seguidores al mismo tiempo. Pumari, por
ejemplo, tenía una cuenta con treinta y ocho seguidores y en dos semanas
pasó a más de 100.000; lo mismo ocurrió con Tuto Quiroga, Carlos
Valverde… todos crecieron en cien mil seguidores. Ese mismo día también
las cuentas de Twitter influyentes en México crecieron en cien mil
seguidores.
–¿Cuál es el costo de generar tanta agitación y odio en la
población incluso para los que terminan tomando el poder? ¿No encuentran
todo el sistema quebrado?
-Creo que tener el control del poder de los gobiernos es importante
para tomar decisiones que luego se transforman en ganancias o pérdidas
económicas. Por muy loca que parezca esta manera de actuar, puede servir
para tomar decisiones que los beneficien. El mensaje sería: “Yo te
pongo en el gobierno pero seguís mis instrucciones”. Es peligroso porque
estas campañas tienen altos niveles de delirio. Cambridge Analytica no
era nueva, era la filial estadounidense de SCL Group, una empresa de
inteligencia militar que lleva veinte años trabajando con el Ejército de
los Estados Unidos, con el Pentágono, con la CIA y con todas las
empresas y plataformas digitales. Se especializan en cambiar la conducta
humana de acuerdo a los estímulos y mensajes que se dan a la población
para usar golpes blandos en lugar de golpes de Estado.
–¿Cómo ve este tipo de comportamiento en la Argentina?
–Se dice que fue con Macri la primera experiencia en la cual
Cambridge Analytica hizo una campaña de odio y de noticias falsas en un
país tan importante. El tema de la emoción es clave y según la teoría de
la posverdad, una vez que has conectado emocionalmente con alguien, a
esa persona puedes enviarle cualquier mentira que refuerce esa emoción.
Por ejemplo, si logras que una persona odie a las feministas, cualquier
contenido de odio, aunque sea mentira, lo va a compartir sin comparar si
es cierto o falso. En la serie The loudest Voice se cuenta el
caso Roger Ailes y de Fox News. Ailes decía “la gente no quiere
informarse; quiere sentirse informada. Quiero que la gente se quede
embelesada mirando. Hay que llamar la atención, hay que hacer un reality
show”. Puedo decir algo delirante y, de esa forma, lograr que me
presten atención a mí y no a los otros. Otra estrategia es provocar al
rival para que el otro venga y hable de lo que yo quiero; marcar la
agenda del otro. Así logro ponerlos detrás de mí, incluso si se habla de
mi locura. Esto se construyó durante muchos años en los que los
programas con más audiencia fueron los reality show donde lo que
más se premiaba era el insulto, el ataque. Se hizo un barrido ético de
lo que está bien. Tiene éxito alguien que se queda por encima, el que no
tiene sentimientos, el machote, el prepotente. Eso se va instalando con
muchos programas y ellos están copiando ese estilo. Necesitan alguien
que llame la atención, por muy loco que parezca; en ese delirio dicen
alguno de los mantras que les sirven.
–¿Cree que este tipo de estrategias puede afectar la democracia?
–Estas empresas no solo vulneran las democracias de estos países,
sino además los derechos de la ciudadanía al usar sus datos. Nos
“hackean” los sentimientos con sus algoritmos. Toda esa tecnología puso a
Donald Trump en la Casa Blanca. Muchos decían “este es un loco”, pero
después empezaron a utilizar las mismas técnicas en todo el mundo porque
resultaba efectiva.
–¿Cree que las empresas de plataformas deberían hacer algo al respecto?
–En Twitter han tocado del algoritmo para lograr más transparencia en las elecciones y darle contexto a los trending topics. Los relaciona, creo, con el lenguaje que usan las cuentas que participan en ese hashtag: si muchas cuentas de las que tuitean ese hashtag
hablan de Donald Trump, el algoritmo entiende que son parte de la
política estadounidense. Por ejemplo, aquí en España el efecto ha sido
bastante curioso: los tuits de Vox, que es el partido de la ultraderecha española, se relacionaron con Hitler. Eso es bastante curioso y bastante gracioso.
–¿Cree que este escenario que describe puede empeorar en los niveles de odio que genere?
–Creo que esto es como una campana de Gauss, tendrá mucho éxito y
luego bajará a medida que en la ciudadanía se aclare quiénes son los
generadores de contenidos que lanzan mentiras. Es la razón por la que
hice el sitio Pandemia Digital, a través del canal de Telegram.
Ahí puse herramientas para que quien quiera haga sus análisis, para que
la gente vea que quien está detrás de una página de odio es uno de tal
partido. Esto es como un rompecabezas de quinientas piezas y yo llego a
ver algo porque tengo años juntando las piezas, pero si alguien me
escucha pensará “este tipo está majareta” (persona que ha perdido el
juicio). Este entramado es tan complejo y estos actores llevan tantos
años haciéndolo, que es muy difícil encontrarle un sentido. Esto es
igual que una pandemia digital. Es algo que mata sin que lo veas, mata
la democracia y llegará a todos los países. Mientras no haya vacuna
puede seguir matando. Creo que es la sociedad la que debe ponerse a
investigar para encontrar la mejor vacuna que pueda parar esta pandemia.