¡Warak'azo! es una revista de noticias, artículos periodísticos y literarios que tiene como objetivos, difundir temas de Bolivia, Latinoamérica y del mundo. Al mismo tiempo, dar a conocer las actividades de las organizaciones indígenas.
Alberto Rodríguez García, periodista especializado en Oriente Medio, propaganda y terrorismo.
Tomado de RT en español
Aunque el siglo XXI se considera
un siglo multipolar tras el trauma que supuso la disolución de la Unión
Soviética, lo cierto es que siempre ha habido un único líder: EE.UU. con su
perro de ataque la OTAN. ¿Foro de Sao Paulo? ¿Eje de Resistencia? ¿BRICS? La
realidad es que estas asociaciones a la hora de la verdad siempre han tenido un
poder limitado, y eso siendo optimistas. Lo cierto es que las últimas décadas
el mundo han girado en torno a los intereses de la Commonwealth, de la UE y de
la OTAN. El enemigo de estas estructuras criminales parecía no tener opciones
de supervivencia. El poder de decisión y de acción estaba concentrado en unos
pocos, al menos hasta ahora. El capitalismo existente se ha agotado enredado en
contradicciones, y las democracias occidentales atraviesan profundas crisis
internas que se han convertido en oportunidades para viejos y nuevos actores.
La pasada semana Vladímir
Putin ofreció uno de sus discursos más importantes en el Club de Debates
Valdái, en Sochi. Y que su discurso es histórico para Rusia no es una
percepción porque sea Putin y esto RT; sino que es un hecho objetivo en tanto a
que es una clara declaración de intenciones del Gobierno ruso y una llamada de
atención a todo el bloque atlantista.
La clave del discurso se podría
resumir en la siguiente frase: "¿Dónde están los principios humanistas
del pensamiento político occidental? Resulta que no hay nada, solo
charlatanería", en referencia a las brutales sanciones impuestas por
EE.UU. y la UE a países padeciendo crisis humanitarias; sanciones que no se han
detenido ni durante el Covid. Y es que el bloque atlantista es el bloque de
la hipocresía. Es el único que se llena el pecho hablando de tolerancia, de
democracia y de respeto, mientras impone por la fuerza su visión obtusa del
mundo, mientras quita y pone gobiernos a su conveniencia, mientras es incapaz
de entender, aceptar o permitir sistemas y modos de vida ajenos a los valores
liberal-occidentales que, dicho sea de paso, son tan decadentes que solo
generan problemas sociales, raciales… identitarios.
La
dominación del bloque occidental, muy acomodado en el mundo unipolar, ni
entiende ni acepta la re-distribución del poder, pero este proceso de cambio ya
es inevitable, y el cómo llegue, dependerá de la capacidad diplomática de los
dirigentes.
Resulta
ridículo, más bien patético, ver cómo la UE amenaza a Polonia por anteponer su
Constitución al turbo-globalismo europeísta. Resulta ridículo, más bien
patético, ver cómo no hay ningún tipo de reparo a la hora de presionar al
Gobierno húngaro para que fuerce un cambio socio-cultural-ideológico amenazando
con castigos colectivos a la población. Resulta ridículo, más bien patético,
ver cómo en Bruselas hablan de soberanía y de injerencias externas, pero son
los belgas y alemanes quienes interfieren en la Justicia española. No hay lazos
de hermandad, porque la democracia occidental es la imposición –a veces más y
otras veces menos– violenta, de los ideales de unos pocos. Es la destrucción de
toda particularidad, de toda tradición, para que el mundo pierda matices y sea
gris: mismo sistema económico, misma doctrina política, mismas costumbres,
misma ideología… y es que el centrismo liberal es una ideología tan
totalitaria, tan sectaria, que se ha convertido –para muchos– en una religión
secular.
Lo perverso del liberalismo, sin embargo, es que ideológicamente es algo tan abstracto, tan
adaptativo, tan pobre y tan obsceno, que termina siendo una maquinaria del caos,
que primero intenta imponer, y luego termina arrasando con todo. La dominación
del bloque occidental, muy acomodado en el mundo unipolar, ni entiende ni
acepta la re-distribución del poder, pero este proceso de cambio ya es
inevitable, y el cómo llegue, dependerá de la capacidad diplomática de los
dirigentes.
En este punto de hecho se
encuentra el mensaje más duro del presidente ruso: "La historia no tiene
ejemplos de un orden mundial estable que se imponga sin una gran guerra o sus
resultados como base (…) tenemos la oportunidad de sentar un precedente
extremadamente favorable. El intento de crearlo después del final de la Guerra
Fría sobre la base de la dominación occidental fracasó (…) el estado actual de
los asuntos internacionales es producto de ese mismo fracaso, y debemos
aprender de ello".
El discurso llega además con el
fracaso de la intervención norteamericana en Afganistán; una guerra heredada de
la misma Guerra Fría. ¿Cuántas guerras se han financiado para derrocar
gobiernos incómodos? ¿Cuántas vidas se han condenado con sanciones que provocan
hambrunas, epidemias y muerte? ¿Qué ideología vale más que la vida? Si el
precio a pagar es el exterminio de la población, qué tiránica parece la
democracia.
El
Viejo Continente no aprende de sus errores; sus petulantes mandatarios no están
dispuestos a aceptar el nuevo orden mundial que se está creando, donde una
minoría dentro de los pocos ya no puede concentrar el poder. Crisis social,
crisis económica, desigualdad… problemas a los que ni la UE ni EE.UU. saben
hacer frente.
Y es
que Occidente, más concretamente países como Francia y Reino Unido con sus
hijos –los perfectos criminales– Israel y EE.UU., no ha superado la
descolonización. Las guerras ya no se ganan. La derrota del uno ya no significa
la victoria del otro, y hemos llegado a un punto en el que la guerra
nunca se detiene. Primero intervienen, luego sancionan, después mantienen
una insurgencia eterna, y esas dinámicas se tienen que acabar. Porque la UE y
EE.UU. tienen una falsa sensación de seguridad, de que pueden arrasar el mundo
sin consecuencias, pero quien siembra vientos…
Y ya
se están cosechando esas tempestades. ¿Acaso es casualidad la crisis energética
que amenaza a Europa? Claro, es muy bonito vender discursos progresistas de
ecologismo, de ciudades verdes y modernas, mientras tenemos que nutrirnos de la
energía importada desde terceros países que no pierden tanto el tiempo con
discursitos con los que brindar en suntuosas galas únicamente para las élites
millonarias preocupadas por banalidades o –en el mejor caso– cuestiones
secundarias. Si además, mientras, maltratas a esos países, no hay que ser un
prestigioso politólogo para saber que sin lazos de hermandad, el caos es
inevitable. Es decir, la gente se indigna porque Rusia trata el gas como un
negocio y no atiende a los lloros humanitarios del centro de Europa. Entendible
hasta cierto punto, si no fuere porque la UE ha sancionado duramente a Rusia
con el objetivo de someter su economía. ¿En qué cabeza cabría esperar otra
reacción?
Es
triste que el discurso de Vladímir Putin en Valdái sea noticia, no por el
discurso en sí, sino por todo lo que significa. Significa que el Viejo
Continente no aprende de sus errores, que sus petulantes mandatarios no están
dispuestos a aceptar el nuevo orden mundial que se está creando, donde una
minoría dentro de los pocos ya no puede concentrar el poder. Crisis social,
crisis económica, desigualdad… problemas a los que ni la UE ni EE.UU. saben
hacer frente, porque solo saben exportar el horror de un sistema perverso.
"El mundo ha llegado a una época de cambios drásticos", concluía Putin, y si estos
sistemas –porque los gobiernos solo son piezas de una misma máquina– basados en
la caduca jerarquía del supremacismo occidental no cambian, cada día será un
clavo más en el ataúd.
El fin del supremacismo occidental: el discurso de Putin que ni la UE ni
EE.UU. quieren escuchar
Alberto Rodríguez García, periodista especializado en Oriente Medio, propaganda y terrorismo.
Tomado de RT en español
Aunque el siglo XXI se considera
un siglo multipolar tras el trauma que supuso la disolución de la Unión
Soviética, lo cierto es que siempre ha habido un único líder: EE.UU. con su
perro de ataque la OTAN. ¿Foro de Sao Paulo? ¿Eje de Resistencia? ¿BRICS? La
realidad es que estas asociaciones a la hora de la verdad siempre han tenido un
poder limitado, y eso siendo optimistas. Lo cierto es que las últimas décadas
el mundo han girado en torno a los intereses de la Commonwealth, de la UE y de
la OTAN. El enemigo de estas estructuras criminales parecía no tener opciones
de supervivencia. El poder de decisión y de acción estaba concentrado en unos
pocos, al menos hasta ahora. El capitalismo existente se ha agotado enredado en
contradicciones, y las democracias occidentales atraviesan profundas crisis
internas que se han convertido en oportunidades para viejos y nuevos actores.
La pasada semana Vladímir
Putin ofreció uno de sus discursos más importantes en el Club de Debates
Valdái, en Sochi. Y que su discurso es histórico para Rusia no es una
percepción porque sea Putin y esto RT; sino que es un hecho objetivo en tanto a
que es una clara declaración de intenciones del Gobierno ruso y una llamada de
atención a todo el bloque atlantista.
La clave del discurso se podría
resumir en la siguiente frase: "¿Dónde están los principios humanistas
del pensamiento político occidental? Resulta que no hay nada, solo
charlatanería", en referencia a las brutales sanciones impuestas por
EE.UU. y la UE a países padeciendo crisis humanitarias; sanciones que no se han
detenido ni durante el Covid. Y es que el bloque atlantista es el bloque de
la hipocresía. Es el único que se llena el pecho hablando de tolerancia, de
democracia y de respeto, mientras impone por la fuerza su visión obtusa del
mundo, mientras quita y pone gobiernos a su conveniencia, mientras es incapaz
de entender, aceptar o permitir sistemas y modos de vida ajenos a los valores
liberal-occidentales que, dicho sea de paso, son tan decadentes que solo
generan problemas sociales, raciales… identitarios.
La
dominación del bloque occidental, muy acomodado en el mundo unipolar, ni
entiende ni acepta la re-distribución del poder, pero este proceso de cambio ya
es inevitable, y el cómo llegue, dependerá de la capacidad diplomática de los
dirigentes.
Resulta
ridículo, más bien patético, ver cómo la UE amenaza a Polonia por anteponer su
Constitución al turbo-globalismo europeísta. Resulta ridículo, más bien
patético, ver cómo no hay ningún tipo de reparo a la hora de presionar al
Gobierno húngaro para que fuerce un cambio socio-cultural-ideológico amenazando
con castigos colectivos a la población. Resulta ridículo, más bien patético,
ver cómo en Bruselas hablan de soberanía y de injerencias externas, pero son
los belgas y alemanes quienes interfieren en la Justicia española. No hay lazos
de hermandad, porque la democracia occidental es la imposición –a veces más y
otras veces menos– violenta, de los ideales de unos pocos. Es la destrucción de
toda particularidad, de toda tradición, para que el mundo pierda matices y sea
gris: mismo sistema económico, misma doctrina política, mismas costumbres,
misma ideología… y es que el centrismo liberal es una ideología tan
totalitaria, tan sectaria, que se ha convertido –para muchos– en una religión
secular.
Lo perverso del liberalismo, sin embargo, es que ideológicamente es algo tan abstracto, tan
adaptativo, tan pobre y tan obsceno, que termina siendo una maquinaria del caos,
que primero intenta imponer, y luego termina arrasando con todo. La dominación
del bloque occidental, muy acomodado en el mundo unipolar, ni entiende ni
acepta la re-distribución del poder, pero este proceso de cambio ya es
inevitable, y el cómo llegue, dependerá de la capacidad diplomática de los
dirigentes.
En este punto de hecho se
encuentra el mensaje más duro del presidente ruso: "La historia no tiene
ejemplos de un orden mundial estable que se imponga sin una gran guerra o sus
resultados como base (…) tenemos la oportunidad de sentar un precedente
extremadamente favorable. El intento de crearlo después del final de la Guerra
Fría sobre la base de la dominación occidental fracasó (…) el estado actual de
los asuntos internacionales es producto de ese mismo fracaso, y debemos
aprender de ello".
El discurso llega además con el
fracaso de la intervención norteamericana en Afganistán; una guerra heredada de
la misma Guerra Fría. ¿Cuántas guerras se han financiado para derrocar
gobiernos incómodos? ¿Cuántas vidas se han condenado con sanciones que provocan
hambrunas, epidemias y muerte? ¿Qué ideología vale más que la vida? Si el
precio a pagar es el exterminio de la población, qué tiránica parece la
democracia.
El
Viejo Continente no aprende de sus errores; sus petulantes mandatarios no están
dispuestos a aceptar el nuevo orden mundial que se está creando, donde una
minoría dentro de los pocos ya no puede concentrar el poder. Crisis social,
crisis económica, desigualdad… problemas a los que ni la UE ni EE.UU. saben
hacer frente.
Y es
que Occidente, más concretamente países como Francia y Reino Unido con sus
hijos –los perfectos criminales– Israel y EE.UU., no ha superado la
descolonización. Las guerras ya no se ganan. La derrota del uno ya no significa
la victoria del otro, y hemos llegado a un punto en el que la guerra
nunca se detiene. Primero intervienen, luego sancionan, después mantienen
una insurgencia eterna, y esas dinámicas se tienen que acabar. Porque la UE y
EE.UU. tienen una falsa sensación de seguridad, de que pueden arrasar el mundo
sin consecuencias, pero quien siembra vientos…
Y ya
se están cosechando esas tempestades. ¿Acaso es casualidad la crisis energética
que amenaza a Europa? Claro, es muy bonito vender discursos progresistas de
ecologismo, de ciudades verdes y modernas, mientras tenemos que nutrirnos de la
energía importada desde terceros países que no pierden tanto el tiempo con
discursitos con los que brindar en suntuosas galas únicamente para las élites
millonarias preocupadas por banalidades o –en el mejor caso– cuestiones
secundarias. Si además, mientras, maltratas a esos países, no hay que ser un
prestigioso politólogo para saber que sin lazos de hermandad, el caos es
inevitable. Es decir, la gente se indigna porque Rusia trata el gas como un
negocio y no atiende a los lloros humanitarios del centro de Europa. Entendible
hasta cierto punto, si no fuere porque la UE ha sancionado duramente a Rusia
con el objetivo de someter su economía. ¿En qué cabeza cabría esperar otra
reacción?
Es
triste que el discurso de Vladímir Putin en Valdái sea noticia, no por el
discurso en sí, sino por todo lo que significa. Significa que el Viejo
Continente no aprende de sus errores, que sus petulantes mandatarios no están
dispuestos a aceptar el nuevo orden mundial que se está creando, donde una
minoría dentro de los pocos ya no puede concentrar el poder. Crisis social,
crisis económica, desigualdad… problemas a los que ni la UE ni EE.UU. saben
hacer frente, porque solo saben exportar el horror de un sistema perverso.
"El mundo ha llegado a una época de cambios drásticos", concluía Putin, y si estos
sistemas –porque los gobiernos solo son piezas de una misma máquina– basados en
la caduca jerarquía del supremacismo occidental no cambian, cada día será un
clavo más en el ataúd.
En materia de política exterior, otra historia interesante de contar
es la relacionada con el rescate y protección del expresidente de
Bolivia Evo Morales. En este asunto, desde luego, nos inspiró siempre el
ejemplo de solidaridad con los pueblos y las enseñanzas del presidente
general Lázaro Cárdenas del Río y otros gobernantes revolucionarios para
proteger la vida de perseguidos del mundo mediante el otorgamiento de
asilo.
No conocía a Evo. Lo vi por primera vez cuando asistió a mi toma de
posesión el primero de diciembre de 2018; pero, sin haberlo tratado, me
parecía un hombre congruente, echado para adelante y, sobre todo,
valoraba el que hubiera surgido de abajo en un país donde los indígenas
son mayoría y sin embargo eran tratados como ciudadanos de segunda.
Hasta que llegó Evo, ningún indígena había estado nunca en la
Presidencia y, por el contrario, padecían y padecen de racismo y
discriminación
Eso fue lo que afloró en el golpe de Estado organizado por los
conservadores de ese país, con el apoyo de organizaciones y gobiernos
extranjeros. Claro está que tanto Evo como los dirigentes del Movimiento
al Socialismo (MAS) cometieron errores, pues no debieron insistir
tantas veces en la reelección; un dirigente no debe, en ninguna
circunstancia, profesar demasiado apego al poder. Pero desde luego, eso
no borra lo mucho que hizo el Gobierno de Evo por su pueblo, ni
justifica el golpe de Estado llevado a cabo no por demócratas sino por
ambiciosos y corruptos, defensores de intereses de grupo o de
corporaciones del extranjero.
Es importante aclarar en este punto que la política exterior no está
motivada por la ideología, sino por los principios de justicia,
igualdad, democracia, soberanía y fraternidad. Además, cuando fuimos
oposición en México, la actitud de Evo, como la de casi todos los
gobernantes de izquierda en América Latina, no fue precisamente cercana.
Existía todavía entonces en nuestra América cierta devoción por el
Partido Revolucionario Institucional (PRI), que en algún tiempo tuvo
aspectos progresistas y que mantuvo una política exterior de lo más
avanzada en el concierto de las naciones.
Éramos una especie de candil de la calle y oscuridad de la casa. A
eso atribuyo el distanciamiento hacia nosotros, el hecho de que
visitaran México y ni siquiera nos dedicaran una llamada telefónica, y
cosas más desagradables y de fondo. En el trato de entonces hacia
nosotros solo se distinguió por su apoyo solidario el comandante Fidel
Castro Ruz. Nunca nos conocimos, pero siempre lo consideré un hombre
grande por sus ideales independentistas. Podemos estar a favor o en
contra de su persona y de su liderazgo, pero conociendo la larga
historia de invasiones y de dominio colonial que padeció Cuba en el
marco de la política estadounidense del destino, manifiesto y de la
consigna “América para los americanos”, podemos valorar la hazaña que
representa la persistencia, a menos de 100 km de la superpotencia, de
una isla independiente habitada por un pueblo sencillo y humilde, pero
alegre, creativo y sobre todo digno.
A diferencia de otros dirigentes, Fidel fue el único que supo lo que
nosotros representábamos. En 2000, cuando era jefe de gobierno de la
Ciudad de México, manifesté en una conferencia de prensa matutina mi
inconformidad porque en Cuba se había ido a refugiar Carlos Ahumada,
quién se había filmado entregando dinero a dirigentes de nuestro
movimiento, ya había invitado a Las Vegas a Gustavo Ponce, secretario de
finanzas, para grabarlo apostando. Por este reprobable acto de
corrupción lo mantuvieron 10 años en la cárcel no solo como sanción al
delito que cometió, sino también como venganza por haber sido el
acusador, en su carácter de subsecretario de la Contraloría Federal
durante el gobierno del presidente Zedillo, de Raúl Salinas, hermano del
expresidente Carlos Salinas de Gortari. El caso es que las imágenes de
Ponce jugando en Las Vegas, transmitidas en Televisa, provocaron un
tremendo escándalo en mi contra, pues ese era el propósito, como lo
confesó el mismo Carlos Ahumada, quién sostuvo que el video lo entrego a
Carlos Salinas y a Diego Fernández de Cevallos, mis eternos
adversarios, cambio de dinero y protección en Cuba. Debo decir que la
relación del gobierno de la Isla con Salinas era entonces bastante
buena. Inclusive Luego de terminar su mandato, cuando fue traicionado
por el presidente Ernesto Zedillo, a quién le había impulsado. Salinas
se fue a vivir a Cuba y a Irlanda. Al principio, cuando Ahumada fue
denunciado penalmente y se dictó orden de aprehensión, no se conocía su
paradero; pero poco a poco se fue sabiendo que estaba en Cuba. De ahí
que me reclamó abierto y fuerte: denuncie que consideraba una
inmoralidad del gobierno de Cuba el proteger a Ahumada solo por los
intereses de Salinas en ese país. La respuesta no se hizo esperar: las
autoridades de Cuba enviaron a Ahumada a México con un expediente anexo
que incluía videos con las confesiones en las cuales Ahumada hablaba de
la complicidad con Salinas y Diego para afectarme políticamente. La
ruptura definitiva de Fidel con Salinas se produce cuando publiqué el
libro La Mafia (…) Expliqué el funcionamiento político del grupo
Compacto creado por Salinas desde que entregó a sus allegados bancos,
fresas, goma minas y otros bienes que eran del pueblo y de la nación. En
dos de sus reflexiones o escritos que publicaba periódicamente, ya
retirado, titulados El gigante de las siete lenguas, parte 1 y parte 2,
Fidel abordó el tema y se deslindó por completo de Salinas exponiendo lo
siguiente: Cuándo fue presidente de México, había sido Cuauhtémoc
Cárdenas, con quién por razones obvias manteníamos excelentes
relaciones. Todos los grandes y pequeños Estados lo habían reconocido.
Cuba fue el último. No me constaba si había habido o no fraude. Era el
candidato del PRI, partido por el que siempre botaron durante décadas
los electores mexicanos. Solo el corazón me hacía creer que le robaron a
Cuauhtémoc la elección.
Además, miró lejos y tuvo la visión de escribir como profeta lo
siguiente: López Obrador será la persona de más autoridad moral y
política de México cuando el sistema se derrumbe y, con él, el Imperio.
Hoy me honro en compartir los puntos de vista de Manuel López Obrador, y
no albergo la menor duda que mucho más pronto que lo que el imagina
todo cambiaría en México.
Por eso, cuando estaba de gira por Colima y me enteré de la muerte
del comandante Castro, declaré algo que sentía y sostengo: Qué había
muerto un gigante como Mandela. Recuerdo que los conservadores puros se
pusieron furiosos y los conservadores moderados, siempre más despiertos,
pero más simuladores, me cuestionaron el haberme atrevido a comparar al
Gran Mandela con Fidel.
Esta postura, según mi ver y entender, obedece más que a Mandela a su
enorme legado, congruencia y a haber recorrido el largo camino hacia la
libertad. Mantuvo una mayor aceptación de los gobiernos occidentales y
Fidel nunca fue aceptado por los potentados del mundo, sin embargo, el
gran Mandela siempre le guardó un gran respeto a Fidel. Véase en las
redes un video hasta chistoso de cuando el dirigente sudafricano visita a
Cuba e invita a Fidel a Sudáfrica. Está Fidel sentado y Mandela parado,
le insiste con que cuándo irá a Sudáfrica, pues todos iban y el, qué
los había ayudado tanto, no los visitaba y así insistió e insistió sin
sentarse, hasta que se oyó a Fidel decir: Creo que va a tener que ser
hoy mismo, voy a tener que volar contigo y todo ese diálogo terminó con
sonrisas por la entrañable simpatía que siempre existió entre estos dos
gigantes. Por cierto, la visita solicitada a la postre se realizó;
coincidió con una caída de la bolsa de Nueva York, un lunes negro, y
Fidel, en su discurso en el parlamento de Sudáfrica, pregunto: No sé por
qué lo llaman negro, realmente ha sido lunes blanco, con lo que provocó
el aplauso de todos. En fin, luego de la posguerra, en el panteón de
los grandes hombres de nación o de estado se encuentran, cuando menos,
Churchill, Roosevelt, Cárdenas, Allende, Mandela, Fidel y apunten otros.
Ahora regreso a contar cómo fue que decidimos ir por Evo a Bolivia.
Era un domingo, estaba de gira en Bacalar, Quintana Roo, cuando me
enteré de la renuncia de Evo y de la violencia y del racismo de los
golpistas. Por la tarde, casi a punto de abordar el avión en Cancún para
regresar a la Ciudad de México, me comuniqué por teléfono con Marcelo
Ebrard y le dije que buscara hablar con Evo y los dirigentes de Bolivia
para ofrecerles asilo; al mismo tiempo, le di la instrucción de ponerse
en comunicación con el general secretario de la Defensa Nacional, Luis
Cresencio Sandoval González, para preparar la misión del traslado aéreo a
nuestro país. Sobre esta misión y su contexto se sabe poco, la verdad
es que es una gran historia de traición, pero también de heroísmo y
dignidad del pueblo boliviano. Evo decía que le habíamos salvado la
vida; yo pensaba que esa expresión era solo un gesto de agradecimiento
por nuestra solidaridad, pero cuando el Secretario de la Defensa me
entregó el informe sobre los pormenores del operativo, caí en la cuenta
del gran riesgo que había corrido. Les invito a leer la relatoría sobre
la misión Bolivia, hecha por la Secretaría de la Defensa y ustedes
juzguen:
El domingo 10 de noviembre de 2019, aproximadamente a las seis de la
tarde, el comandante de la Unidad Especial de Transporte Aéreo (ETA) de
la Secretaría de la Defensa Nacional recibió una llamada telefónica del
general de brigada diplomado de Estado Mayor Homero Mendoza Ruiz, jefe
del Estado Mayor de la Defensa Nacional.
El diálogo comenzó con una pregunta del general Homero:
—¿Cuánto tiempo necesitas para preparar una misión a Bolivia y
requieres para ejecutarla? Considera que hay que realizarla lo más
pronto posible, es un traslado de urgencia.
Al tratarse de una interlocución entre dos experimentados militares,
no fue necesario que quien preguntaba aclarara los aspectos que por
doctrina se incluyen metodológicamente al emitir una orden: quién,
cuándo, dónde, cómo y por qué o para qué.
La respuesta del subordinado fue breve y casi inmediata.
—Solamente tres cosas, mi general: un avión capaz de realizar un
vuelo directo al destino, hacer las coordinaciones necesarias y la orden
para ejecutar la operación.
El equipo idóneo para realizar un vuelo de largo alcance era el
Gulfstream G550, un avión de transporte corporativo capaz de volar más
de doce horas a una velocidad de Mach -84 (casi 900 km/h) a altitudes
superiores a los 45.000 pies, pudiendo recorrer una distancia de hasta
6.750 millas náuticas, equivalentes a 12.500 kilómetros, transportando
hasta 18 pasajeros. Material de vuelo que por sus características es
utilizado por diversas fuerzas aéreas del mundo como plataforma de
vigilancia aérea, aeronave de investigación de gran altitud y gran
alcance, plataforma de inteligencia de señales y guerra electrónica,
sistema aerotransportado de detección y alerta temprana, ambulancia
aérea y centro de mando y control aerotransportado, entre otras
variantes, además de la función para la que fue diseñado, transporte
ejecutivo. Un avión de este tipo, operado por la Fuerza Aérea Mexicana
con la matrícula 3916, se encontraba disponible en las instalaciones del
Escuadrón Aéreo 501 del 6° Grupo Aéreo, ubicadas en el mismo lugar que
la UETA, configurado como transporte de pasajeros, sin tener instalado
ningún tipo de dispositivo de detección remota, antenas de
comunicaciones especiales, sensores electrónicos o térmicos, o alguna
clase de armamento.
También, al tratarse de una aeronave de Estado, para la cual no
aplican las Libertades del Aire establecidas en el Convenio de Chicago
de 1944 y en la doctrina del Derecho Aeronáutico, era necesario realizar
diversas coordinaciones previas al vuelo para contar con los permisos
de sobrevuelo de los países de Centroamérica y Sudamérica por los que
pasaría la ruta de vuelo más segura; sin embargo, bajo las
circunstancias existentes es en ese momento, la única solución viable
para realizar la operación a la mayor brevedad posible sin tener que
esperar los plazos normales de trámite de ese tipo de autorizaciones,
las cuales podrían demorar mucho más tiempo del normal considerando que
era un domingo por la tarde, era planificar una ruta de vuelo que no
requiera atravesar el espacio aéreo de ningún país, sino que se
dirigiera, volando sobre aguas internacionales en mar abierto y donde no
se aplica la soberanía de ningún Estado (por lo que se considera
espacio aéreo internacional) hasta llegar a Perú, único país que sería
necesario sobrevolar para llegar al aeropuerto de destino en Bolivia.
El reglamento para el Servicio Interior de la Unidades, Dependencias e
Instalaciones de Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos establece en su
artículo sexto: “Las ordenes se transmitirán por los conductos
regulares, salvo que sean urgentes, en cuyo caso se darán directamente a
quien deba ejecutarlas. Cuando esto ocurra, se pondrán en conocimiento
del superior que corresponda, tanto por quien las dicte como para quien
las recibe. Si la orden es reservada, se seguirá el mismo procedimiento
sin incurrir en explicaciones o detalles de la ejecución”; en este caso,
dada la urgencia del asunto, se aplicaban textualmente previstas en ese
ordenamiento, por lo que el propio jefe del Estado Mayor de la Defensa
Nacional, haciendo uso de la facultad que la ley le confiera, le
comunicaba la orden en forma verbal directamente a quien ejecutaría la
misión.
Confirmada la orden de preparar y planificar la operación, se dio
inicio a los preparativos para cumplir la misión; la tripulación sería
integrada por el general de grupo piloto aviador diplomado de Estado
Mayor Aéreo Miguel Eduardo Hernández Velásquez, oriundo del Distrito
Federal, ahora ciudad de México, quien a sus 57 años de edad y con una
antigüedad de 43 años en el servicio militar sería el piloto al mando y
el responsable de la misión; para esa fecha había volado más de 6.000
horas en diferentes tipos de aeronaves, curtido con una gran experiencia
acumulada en una amplia gama de operaciones aéreas, al haberse
desempeñado por más de 30 años como instructor de vuelo y asesor,
ejecutando y enseñando desde maniobras tácticas de combate aéreo en
aeronaves militares de entrenamiento T-33 y acrobáticas PC-7, hasta
procedimientos de vuelo de alta precisión en aeronaves pesadas de
rendimiento superior Boeing 737-300, pasando por vuelos en la cierra con
aterrizajes y despegues desde pistas de tierra en condiciones
marginales en aviones Cessna 206 y 210, complicadas y prologadas
misiones de vigilancia aérea y seguimiento de blancos aéreos, marítimos y
terrestres en condiciones meteorológicas adversas y fuera de espacio
aéreo controlado en aviones Embraer 145MC y vuelos en toda América y
rutas a Asia y Europa en aviones G550, habituado a efectuar vuelos
prolongados sobre el mar y cruces del Atlántico del Norte y del
Pacifico. Contaba con la confianza y la capacidad necesaria para
conducir la misión.
El teniente coronel de fuerza aérea piloto aviador diplomado de
Estado Mayor Aéreo Felipe Jarquin Hernández se desempeñaría como
copiloto. De 45 años de edad y con una antigüedad de 28 años en el
servicio militar, era un veterano piloto con más de 3.000 horas de
vuelo, con una sobresaliente experiencia acumulada como instructor de
aviones Commander, y una gran destreza desarrollada mientras realizaba
una gran cantidad de misiones de vigilancia aérea, en muchas ocasiones
volando sobre el mar de día y de noche y en condiciones atmosféricas
adversas, al mando de aviones C-26, además del conocimiento que le
proporcionaron múltiples vuelos de larga distancia en el propio
Gulfstream G550, lo que lo hacía disponer de los conocimientos y la
destreza que se requerían para esa misión.
El capitán segundo de fuerza aérea especialista en Mantenimiento de
Aviación Julio Cesar Sánchez Ruperto, nacido en la Base Aérea Militar de
Santa Lucía sería el experimentado mecánico de a bordo, de 45 años de
edad y con una antigüedad de 28 años en el servicio militar, tiempo en
el cual, gracias a sus cualidades y excelente desempeño, se caracterizó
por ser un aerotécnico diestro y confiable, el indicado para la misión.
A cada uno de ellos se les transmitió por vía telefónica su
designación y se les instruyo acudir lo más pronto posible a las
instalaciones de la UETA, donde a las 18:30 horas, media hora después de
la comunicación inicial y haciendo evidente la disciplina inculcada
durante el proceso de formación militar al que se someten todos los
integrantes de las Fuerzas Armadas mexicanas durante sus estudios en un
plantel militar, ya todos se encontraban presentes y listos para lo que
se les ordenara.
El personal de aerotécnicos que ese domingo se encontraban de
servicio en la UETA auxilió a la tripulación en la preparación de la
aeronave 3916, que pertenecía al Escuadrón Aéreo 501 y fue comisionada
en la Unidad Especial de Transporte Aéreo para la materialización de esa
misión; efectuaron la carga de combustible a su máxima capacidad,
introduciendo en los depósitos de sus alas 41.300 libras de turbosina,
equivalentes a 19.772 litros, con un peso de casi 19 toneladas.
Intuyendo la peculiar naturaleza de la misión que realizarían y las
complicaciones que podrían presentarse, los tres tripulantes llevaron a
cabo una escrupulosa revisión interior y exterior de la aeronave,
procurando comprobar hasta en el más mínimo detalle el buen
funcionamiento de todos los sistemas, apegándose minuciosa y
estrictamente a las listas de verificación, incluyendo los aspectos
específicos que se tienen que considerar en forma particular para llevar
a cabo lo que en aeronáutica se conoce como operaciones extendidas
(ETOPS), ya que en esta ocasión se encontrarían durante la mayor parte
de la ruta, a más de 240 minutos de vuelo de cualquier aeródromo en el
que pudieran aterrizar en caso de una emergencia, por lo que era
menester poner especial atención en el estado y condición de las balsas,
chalecos salvavidas, botiquines y el resto de los artículos que forman
parte del equipo de supervivencia en el mar y que por norma deben
encontrarse a bordo de una aeronave que se internará en espacio aéreo
oceánico.
A las 19:15 horas, teniéndose conocimiento de que la República de
Perú permitiría el aterrizaje de la aeronave en su territorio, en la
Sala de Planes de Operaciones de la Unidad Especial de Transporte Aéreo
se dio inicio a la planificación detallada del vuelo, revisándose las
cartas de aerovías y haciéndose cálculos acuciosos con objeto de
efectuar una ruta de traslado directo desde el Aeropuerto Internacional
de la Ciudad de México al Aeropuerto Internacional Jorge Chávez de la
Ciudad de Lima, Perú; ruta que fue diseñada considerando evitar el
ingreso al espacio aéreo de los países que se sobrevuelan en los
trayectos de las rutas regulares que emplean los aviones de aerolíneas
que vuelan hacia y desde Centro y Sudamérica, por lo que sería necesario
volar apartados del sistema de aerovías continentales y en un área
distinta a la cubierta por el sistema de rutas del océano Pacifico,
abandonando el territorio continental con un rumbo sur–sureste y
posteriormente regresar al continente en una trayectoria directa hacia
el espacio aéreo comprendido dentro de la región de información de vuelo
de Lima, para arribar al aeropuerto peruano, evitando el ingreso al
espacio aéreo ecuatoriano.
La tripulación analizó detenidamente la información disponible
respecto a las condiciones meteorológicas existentes a lo largo de la
ruta de vuelo proyectada, concluyendo que a pesar del mal tiempo que se
presenta sí sería posible efectuarla, aprovechando las singulares
características y el alto rendimiento de la aeronave, cuya potencia y
techo de servicio le permitirían volar sobre las zonas de tormenta
localizadas mar adentro,
A las 22:30 horas, arribó a la UETA el licenciado Froylán Gámez
Gamboa, economista de profesión, asignado a la Dirección de Asuntos
Especiales de la Subsecretaria para América Latina y el Caribe de la
Secretaría de Relaciones Exteriores; la experiencia profesional y sus
abundantes conocimientos sobre los asuntos de la región fueron los
factores clave para ser designado por esa dependencia para viajar a
bordo de la aeronave, con objeto de apoyar a la tripulación en la
realización de las gestiones y coordinaciones diplomáticas que fueron
requeridas durante la operación para llevarla hasta a buen fin, llevando
sobre sus hombros el gran compromiso de representar la diplomacia de
nuestro país.
Al recibirse la confirmación de la orden para proceder con la
operación, ésta dio inicio con el despegue de la aeronave desde la pista
05 derecha del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, a las
00.36 horas del día 11: “Fuerza Aérea Mexicana, 3916 autorizado a
despegar, pista 05 derecha, viento de los 060 grados con ocho nudos, en
el aire comunique con salidas México”.
Durante el ascenso inicial, contando con la oscuridad del horizonte, a
los ocupantes de la aeronave les fue posible observar el espectacular
paisaje que a esa hora ofrece el valle de México; a pesar de la
nubosidad que habitualmente se encuentra en el área, la intensa
iluminación de la ciudad y su zona conurbana, rodeada por los magníficos
volcanes, permite al observador comprender la razón por la que se ha
llamado a esta “la región más transparente”.
Al pasar los 10.000 pies de altitud, y aprovechando la escasa
afluencia del tráfico aéreo a esa hora, con la autorización del Centro
de Control de Tráfico Aéreo de México, la aeronave enfiló directamente
hacia el océano Pacifico; al pasar sobre el puerto de Acapulco el compás
magnético se orientó al rumbo 225, buscando obtener la mejor velocidad y
régimen de ascenso. Teniendo la certeza de que al llegar a Lima se
dispondría de combustible para recargar los depósitos, en ese momento la
prioridad era volar a la mayor velocidad que se pudiera alcanzar.
Al llegar al límite sur del espacio aéreo correspondiente al Centro
de Control México, abandonando el espacio aéreo mexicano, fue
establecida la última comunicación con la dependencia de control de
tráfico aéreo: “Fuerza Aérea Mexicana 396, abandonando el área,
ingresamos a espacio oceánico, muchas gracias por todo, que tenga usted
un buen día”.
Es bien sabido para algunos pilotos, particularmente para los pilotos
militares, que cuando se vuela fuera de espacio aéreo controlado, sin
estar sujetos a la obligación de emitir un reporte de posición y
situación cada determinado tiempo, el que normalmente es respondido por
una voz al otro extremo de la frecuencia la cual, aunque proviene de un
desconocido, siempre proporciona una relativa tranquilidad al confirmar
que no se está en completa soledad, dentro de la cabina se experimenta
una sensación de soledad difícilmente comparable a cualquier situación
que se pueda vivir.
A pesar de la gran amplitud del espectro electromagnético, el saber
que no se dispone de ninguna frecuencia en la cual se pueda hacer
contacto con alguna dependencia del control de tráfico aéreo,
manteniéndose en completo silencio porque no hay a quien llamar, volando
sobre la inmensidad del mar abierto y envueltos en la oscuridad de la
noche, pueden llegar a la mente una infinidad de pensamientos, de toda
clase, especialmente durante trayectos largos y estables en los que se
cuenta con el tiempo suficiente para reflexionar sobre las vivencias
acumuladas, las decisiones tomadas, los errores cometidos, las alegrías y
las tristezas vividas, las satisfacciones y los sinsabores que han
iluminado u oscurecido nuestros días y toda esa infinidad de cosas y
detalles que van configurando los recuerdos en la existencia de cada
persona.
Esa noche, todos los que viajaban en el FAM 3916 tenían mucho en que
pensar a pesar de la escasez de información, podrían deducir que se
encontraban cumpliendo una misión importante, en la que podría estar de
por medio, inclusive, el prestigio de México. Como servidores públicos,
integrantes de dependencias oficiales del Estado mexicano, sabían que
tenían un serio compromiso, en cuyo cumplimiento tendrían que empeñar
toda su inteligencia, su voluntad, su experiencia, sus conocimientos y,
quizás, hasta su imaginación y capacidad de improvisación para llevar a
buen término su delicada encomienda.
Había una misión que cumplir, una misión en la que no existía ningún
margen posible de error, la orden fue clara y concisa: traer a salvo a
México al señor Evo Morales.
Esa sencilla disposición significaba extraerlo sin ningún daño del
entorno en el que se encontrara, introducirlo a la aeronave y
trasladarlo desde América del Sur hasta México, asegurándose de
mantenerlo con vida, lo que implicaba hacer lo que fuera necesario para
salvaguardar su integridad física, así como la de la propia tripulación,
preservando también la integridad del medio de transporte, manteniendo
en un estado óptimo la operatividad del vehículo que haría posible
trasladarlo esa gran distancia.
En forma instintiva, automáticamente, sin pensarlo, la tripulación
seguía al pie de la letra lo que establece para los miembros del
Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos el Reglamento General de Deberes
Militares en su artículo tercero: “Las órdenes deben ser cumplidas con
exactitud e inteligencia, sin demoras… El que las recibe… podrá pedir le
sean aclaradas cuando le parezcan confusas, o que se le den por escrito
cuando por su índole así lo ameriten… Para no entorpecer la iniciativa
del inferior, las órdenes solo expresaran, generalmente, el objeto por
alcanzar, sin entrar en detalles de ejecución”.
Durante el viaje de ida, ambos pilotos conversaron ampliamente,
revisaron minuciosamente la información disponible, examinaron a detalle
las posibilidades que aparecían como más probables de permitir lograr
el éxito, analizaron con detenimiento algunas de las muchas variables
que podrían afectar tanto negativa como positivamente la misión,
dialogaron abiertamente sobre algunas de las alternativas más atractivas
y consideraron también otras menos atrayentes; después, como resultado
del análisis y con toda la objetividad con que era posible hacerlo,
determinaron varios cursos de acción y seleccionaron como viables los
que aparentaban tener las mejores posibilidades de éxito en su
aplicación, aun a sabiendas de que al momento de enfrentarse con la
realidad en el terreno todo lo previsto podría no servirles de nada.
Había muchos aspectos de la misión que generaban incertidumbre, y que
durante el vuelo y mientras transcurría el tiempo, en tierra podía
estar sucediendo cosas que podrían cambiar el panorama general que se
apreciaba al momento de partir, modificando la situación tanto en México
como en Perú o en Bolivia.
Como resultado lógico (y deseado) del proceso educativo al que
estuvieron sometidos durante la formación militar, así como del intenso
entrenamiento al que como militares profesionales se sujetan en forma
permanente, el resto de los asuntos que podían ocupar sus pensamientos
pasaba a un segundo término; la prioridad era cumplir con la misión
asignada, y en eso se concentraban al tratar de llenar los vacíos de
información existentes respecto al probable desarrollo de la misión,
mediante deducciones basadas en los escasos datos de que previamente
disponían y de los hechos que en los medios de comunicación se habían
mencionado respecto a la situación que en esos días se estaba viviendo
en Bolivia.
También, por su parte, el licenciado Gámez tenía mucho en que pensar:
aunque aparentemente la misión sería fácil y sin complicaciones, muchas
cosas podían pasar, muchas eventualidades podrían presentarse, a pesar
de que desde México los funcionarios del servicio exterior estaban
colaborando para la ejecución de la misión, efectuando múltiples
coordinaciones diplomáticas con diferentes países de América del Sur; en
todo caso, él debería tener la capacidad de decidir rápidamente a quién
debería acudir en el caso de que sucediera algún requerimiento, qué
hacer o qué decir y, de acuerdo con el nivel de responsabilidad y
autoridad de la persona con quien interactuara, la actitud que debería
asumir. Él tenía claro el papel que debería desempeñar y se le había
explicado con claridad el alcance de su participación, que sería amplio y
sin restricciones, pero, aun así, existía una gran cantidad de
contingencias que podrían presentarse y también múltiples formas de
darles solución, algunas de las cuales podrían no ser las más
apropiadas.
Después de seis horas de un vuelo con algunos tramos turbulentos y
tormentosos, la tripulación entró en contacto con el Centro de Control
de Lima, que autorizó iniciar el descenso y la aproximación,
efectuándose el aterrizaje en el aeropuerto de Lima media hora después, a
las 7:06 horas (tiempo local de México), estacionando el avión en la
plataforma militar, donde se estableció comunicación con la empresa
proveedora de combustible y se efectuó la recarga de turbosina
nuevamente a la capacidad total de la aeronave.
El licenciado Gámez descendió para hacer contacto con las autoridades
que se encontraban a la espera del avión; entre tanto, la tripulación
esperaba a bordo de la aeronave, evitando descender para prescindir de
los tramites de migración y aduana, y en espera de la autorización para
ingresar al espacio aéreo boliviano y del permiso de aterrizaje en el
aeropuerto de Chimoré, en Cochabamba, Bolivia.
A las 10:50 horas (tiempo local de México), el señor Gámez Gamboa
recibió la autorización de sobrevuelo transmitiéndosela a la
tripulación, por lo que a las 11:16 horas (tiempo local de México) se
efectuó el despegue hacia Bolivia; sin embargo, al arribar al límite del
espacio aéreo peruano con el de Bolivia, el Centro de Control de
Tráfico Aéreo boliviano le comunicó al avión mexicano que el ingreso a
su espacio estaba denegado, por lo que el general Hernández decidió
establecerse en un patrón de espera en las inmediaciones de la frontera
de los dos países en tanto se recibía la autorización.
Después de una hora de espera, en razón de respuesta negativa a las
solicitudes para sobrevolar el territorio boliviano, y ante la
posibilidad de ser interceptados por una aeronave de combate de ese país
en caso de ingresar o acercarse más a su espacio aéreo, se tomó la
decisión de regresar a Lima, donde nuevamente aterrizaron a las 14:26
horas (tiempo local de México) después de mantenerse en el aire por tres
horas con diez minutos.
Al arribar nuevamente a la plataforma militar del aeropuerto Jorge
Chávez, después de estacionarse en la misma posición que había ocupado
en la ocasión anterior, frente a las instalaciones del Grupo Aéreo
número 8, una oficial de la Fuerza Aérea del Perú, acompañada de
soldados armados, se acercó a la aeronave para comunicarle al comandante
que tenía prohibido permanecer en esa plataforma, invitándolo a
retirarse, por lo que la tripulación echó a andar uno de los motores y
retiró de esa posición la aeronave, rodándola hasta estacionarla en una
posición ubicada al límite de esa plataforma y la calle de rodaje del
aeropuerto, procurando no interferir con las maniobras de otros aviones.
Durante la permanencia por segunda ocasión en el aeropuerto de Lima,
la tripulación estableció contacto con la empresa proveedora contratada
por la Secretaría de la Defensa Nacional para suministrar el
abastecimiento de combustible, solicitándole una carga de turbosina, la
cual fue negada por el representante, aduciendo que únicamente habían
acordado proveer el hidrocarburo por una sola vez, y que para esa hora
del día no disponían de personal para proporcionar el servicio, razón
por la cual se contaba únicamente con carburante suficiente para volar
por un tiempo de entre siete y ocho horas.
Aproximadamente a las 16:15 horas (tiempo local de México), el señor
Gámez Gamboa le informó al general Hernández que se había obtenido la
autorización para volar al aeropuerto de Chimoré, en Cochabamba,
Bolivia, por lo que a las 17:00 horas (tiempo local de México) volvieron
a despegar con destino a esa localidad, para aterrizar dos horas
después, a las 19:00 horas (tiempo en México) en la pista de la
instalación que hasta el año 2006 funcionaba como una base militar de
los Estados Unidos y que en el años 2015 fue inaugurada como aeropuerto.
Al aterrizar, durante el rodaje sobre la pista y también a ambos
lados de la calle de rodaje por la que se desalojó hacia la plataforma
de servicio, se advertía una abundante presencia de personal militar y
civiles armados que observaban la aeronave. En ese momento y ante tal
panorama, los tres tripulantes recordaron una importante premisa que
rige el proceder que, por propia convicción, invariablemente practican
en su día a día los militares mexicanos: “El servicio de las ramas exige
que el militar lleve el cumplimiento del deber hasta el sacrificio y
que anteponga al interés personal el respeto de la Constitución Política
de los Estados Unidos Mexicanos, la soberanía de la Nación, la lealtad a
las instituciones y el honor del Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos”.
Los tres miraron y, con la certeza de coincidir en el pensamiento, el
único comentario que se pronunció fue “hagamos lo mejor que podamos para
que todo salga bien”.
Al estacionar la aeronave en la plataforma de servicio y después de
apagar los motores, el piloto instruyó a sus tripulantes para que
planificaran el vuelo de regreso a Lima y le pidió al señor Gámez Gamboa
que hiciera lo posible por obtener la autorización para realizarlo,
indicándoles que, pasara lo que pasara, permanecieran a bordo.
Dejando su pistola Colt Government calibre 0.45 en el compartimiento
junto a su asiento, consciente de que, además de serle de muy poca
utilidad ante la abrumadora desventaja, el hecho de pisar territorio
extranjero en su condición de militar en el servicio activo portando una
arma podría prestarse a malas interpretaciones, sería inapropiado y
quizás hasta peligroso, además de tener consecuencias muy negativas,
descendió desarmado de la aeronave con la intención de indagar con quien
fuera posible para obtener información sobre la ubicación de Evo
Morales, poder localizarlo y conducirlo a salvo al avión.
Cuarenta y cinco minutos después logró localizar e identificar en el
edificio terminal del aeropuerto al señor Evo Morales, quien estaba
acompañado por otras dos personas, el vicepresidente Álvaro García
Linera y la ministra de Salud, Gabriela Montaño, quienes ya se dirigían
hacia la plataforma donde se encontraba la aeronave; los saludó y les
pidió que los siguieran; guiándolos hasta el avión, les indicó que lo
abordaran, subió detrás de ellos y cerró la puerta interior.
En ese momento, los mexicanos sintieron alivio, ya estaba hecha la
mitad del trabajo; lo que ignoraban era que esa había sido la mitad
fácil, ahora faltaba completar la parte más difícil y complicada de la
misión, llevar a México al señor Evo Morales y sus acompañantes
garantizando su seguridad.
Poco después de que los pasajeros abordaron la aeronave, pasadas las
20:00 horas (tiempo local de México), el licenciado Gámez recibió por
vía telefónica la autorización para volar al aeropuerto de Lima, por lo
que a las 20:20 horas (tiempo de México) la tripulación puso en marcha
los motores y estableció contacto con la torre de control para solicitar
las instrucciones del rodaje y hacer de su conocimiento el plan de
vuelo hacia Lima, adonde volarían para intentar obtener el combustible
suficiente para llegar a México, recibiendo la autorización para rodar a
la posición de despegue.
Encontrándose en la cabecera de la pista, habiendo repasado las
listas de verificación y estando listos para efectuar el despegue, la
torre de control les comunicó que carecían de la autorización para
ingresar al espacio aéreo peruano, indicándoles que deberían regresar a
la plataforma por instrucciones del personal militar que se encontraba
en el aeropuerto, por lo que procedieron a ejecutar las instrucciones
recibidas, percatándose de una mayor actividad de personal armado y
vehículos artillados a ambos lados de la pista, así como en las
inmediaciones de la calle de rodaje.
Al encontrarse en la plataforma de servicios del aeropuerto de
Chimoré, el piloto descendió de la aeronave para intentar encontrar un
área en la que se recibiera la señal de telefonía celular, hallándola en
el extremo norte de la plataforma de servicios, donde intentó en
repetidas ocasiones comunicarse con el jefe del estado Mayor de la
Defensa Nacional, así como con el propio secretario del ramo, logrando
establecer una breve comunicación con el general Luis Cresencio Sandoval
Gonzales; sin embargo, la inestabilidad en la señal impidió al general
Hernández Velázquez transmitirle a su superior un informe completo sobre
la situación existente en Chimoré.
Aproximadamente a las 20:25 horas (tiempo local de México), un grupo
de tres personas armadas, portando el uniforme del Ejército boliviano,
se dirigieron desde el extremo norte de la plataforma hacia la aeronave,
encontrándose con el piloto, ordenándole uno de ellos levantar los
brazos, diciéndole que bajarían a Evo Morales de su avión, en ese
momento, otro de los individuos se le aproximó por detrás y lo golpeó en
la espalda baja con la culata de una arma larga tipo Garand, por lo que
el piloto giró hacia la izquierda para enfrentarlo, momento en el cual
otro de los individuos, también uniformado, le golpeo en el abdomen con
el rompeflamas de un fusil automático ligero, cargando su arma y
apuntándole al pecho sin ninguna razón aparente que motivara tal acción;
ante esa situación, el general se dirigió hacia quien le apuntaba
diciéndole en tono sereno pero firme: “Joven soldado, los valientes no
asesinan”, a lo cual el soldado bajo su mirada y apuntó hacia el suelo
el cañón de su arma, apartándose unos pasos hacia atrás; pasado el
momento de tensión, en absoluto silencio y sin ninguna interferencia, el
piloto caminó hacia el avión.
Después de ese encuentro, aproximadamente a las 20:35 horas (tiempo
local de México), se aproximaron a la aeronave entre seis y ocho
individuos, algunos portando el uniforme del Ejército boliviano y otros
vistiendo de civil, quienes portaban armas cortas y largas; el piloto
descendió de la aeronave para intentar dialogar con ellos, instruyendo a
la tripulación para que cerraran las persianas de las ventanillas de la
cabina de pasajeros y mantuvieran cerradas la puerta de acceso al
avión; se colocó de pie en la escalera de acceso y al encontrarse frente
a una persona que vestía de civil y que parecía comandar el grupo,
pretendiendo ingresar a la aeronave, nuevamente se le ordenó levantar
los brazos.
Al no percibir una amenaza inmediata como la que se presentó momentos
antes, probablemente con una gran carga de adrenalina circulando por
sus venas, el piloto increpó al grupo de personas señalándoles sus
insignias, mencionando sus jerarquías e indicándoles que, además de
encontrarse desarmado, no tenía ninguna intención hostil en su contra y
explicándoles que la aeronave a su mando, a pesar de ser militar, no
portaba armamento, cámaras, sensores remotos ni algún otro equipo o
dispositivo con el que se pudiera amenazar su seguridad ni vulnerar la
soberanía de su país sobre su territorio y su espacio aéreo; también
argumentó a su favor las circunstancias de que en nuestros países
hablamos el mismo idioma y tenemos el mismo color de piel, así como el
hecho de que Bolivia y México son naciones hermanas con una añeja
tradición de amistad, logrando serenarlos.
Al encontrarse en esa situación, aunque ya apaciguados los ánimos de
las personas que rodeaban el avión, el individuo que mostraba tener
autoridad sobre los demás, al parecer un oficial, insistió en sus
intenciones de ingresar a la aeronave para extraer a las tres personas
de nacionalidad boliviana que se encontraban a bordo, ante lo cual el
piloto volvió a colocarse de pues en la escalera de acceso y le expresó
que, conforme al derecho internacional, toda aeronave, incluyendo la
cabina de pasajeros, al ostentar una identificación reconocible mediante
los distintivos consistentes en la leyenda Fuerza Aérea Mexicana a
ambos lados del fuselaje junto con los triángulos concéntricos con los
colores de la bandera mexicana en las alas, debería ser considerada como
territorio mexicano, razón por la cual lamentablemente no le sería
posible consentir que pasaran a su interior reiterándole que no se los
permitiría. Afortunadamente, a pesar de que para acceder a la aeronave
solamente tenían que neutralizar la débil resistencia que podía ofrecer
una sola persona desarmada, los miembros del grupo no insistieron en sus
pretensiones y permanecieron en su sitio.
Poco después arribó al pie de la aeronave una persona que se
identificó como capitán, con quien el piloto se identificó mostrándole
su identificación militar, estableciendo a continuación un diálogo
directo con él, solicitándoles que otra persona que se encontraba en la
parte oriental de la plataforma, a unos ciento cincuenta metros de la
aeronave, dejara de apuntarle al avión con el dispositivo lanzador RPG
que portaba, solicitud que ignoró; sin embargo, posteriormente logró
persuadirlo para que le facilitara un medio de comunicación para
establecer enlace con sus superiores, permitiéndole hablar por radio con
una persona que se identificó como coronel, quien a su vez lo comunicó
con un general al que, después de darle otra explicación sobre la
situación y la misión humanitaria que se encontraba realizando, le
indicó que esperara una llamada en el teléfono del capitán. Tras algunos
minutos de espera, se recibió una llamada de una persona que se
identificó como el general Terceros Lara, comandante de la Fuerza Aérea
Boliviana, con quien habló aproximadamente cinco minutos, dándole la
misma explicación y reiterándole que su presencia no tenía ninguna
intención hostil en contra de su país, indicándole que solamente estaban
intentando llevar a buen término una misión humanitaria en cumplimiento
a una orden.
Con un serio lenguaje castrense, usando expresiones formales de uso
universal para los militares de cualquier parte del mundo, el general
Hernández Velázquez le solicito respetuosamente su colaboración para
cumplir con su misión humanitaria, asegurándole que en el caso de que él
se encontrara en la misma situación, con seguridad, recibiría su apoyo o
el de cualquier otro militar profesional que, al tener una formación
ética con principios y valores morales comunes a las profesión de las
armas, pudiera otorgárselo; después de algunos segundos, el general
respondió, aunque con un tono molesto, que a partir de ese momento tenía
treinta minutos para abandonar el espacio aéreo de su país, indicándole
con énfasis que él no respondería por la seguridad de los ocupantes ni
por la integridad de la aeronave si no se cumplía con esa instrucción, a
lo que el piloto le solicitó que le transmitiera la autorización al
personal que se encontraba rodeando la aeronave, haciéndolo en cuanto le
devolvió el teléfono al capitán, a quien le solicito nuevamente que el
individuo que apuntaba el dispositivo lanzador dejara de hacerlo.
El capitán del Ejército boliviano instruyó al personal uniformado y
al que vestía de civil para que se alejaran del avión, indicándole a
quien apuntaba a la aeronave que dejara de hacerlo.
Después de concluir la llamada y habiendo verificado que la periferia
de la aeronave se encontraba despejada, el piloto se despidió con
circunspección del capitán y del personal ahí presente, agradeciéndoles a
todos su gentileza y transmitiéndoles los saludos y los buenos deseos
de sus camaradas mexicanos, después de lo cual abordó el avión; al
ingresar a la aeronave, el señor Gámez Gamboa le indicó que disponían de
una autorización, pero que esta era para ingresar al espacio aéreo de
Paraguay y para aterrizar en el aeropuerto de Asunción, por lo que
mientras ponían en marcha los motores ambos pilotos efectuaron la
planificación del vuelo, definieron el procedimiento de salida e
iniciaron el rodaje, precisando la ruta más directa y expedita hacia la
frontera con Paraguay para poder abandonar el espacio aéreo boliviano
dentro del plazo de los treinta minutos otorgados por el general
Terceros Lara.
Habiendo iniciado el rodaje a las 20:55 horas (tiempo local de
México), despegaron a las 21:01 (tiempo local de México); durante el
ascenso inicial el piloto alcanzó a observar, desde el lado izquierdo de
la cabina de mando y cuando casi alcanzaban 1.500 pies sobre el
terreno, una estela luminosa similar a la característica de un cohete en
la posición de las siete (atrás y a la izquierda de la trayectoria del
avión) por debajo del horizonte, estimando el piloto que, en caso de
tratarse de un proyectil, el punto desde donde fue lanzado podría estar
ubicado en las inmediaciones del aeropuerto de Cochabamba, por lo que
efectuó un viaje ceñido hacia el lado contrario de la trayectoria del
proyectil (lado derecho) incrementando el régimen de ascenso para evitar
el impacto, observando que la traza, muy por debajo de la aeronave,
efectuaba una parábola hacia el terreno sin haber alcanzado la altura
que en ese momento ya tenían, aproximadamente, de 3.000 pies sobre el
terreno, concluyendo su apreciación que el posible cohete podría haber
provenido del lanzador RPG que observó en el aeropuerto; respecto a esta
situación, decidió abstenerse de comunicar a la tripulación para evitar
incrementar la tensión y poder mantenerse concentrado en el ya de por
sí complicado vuelo.
Después de esto, ajustaron la potencia de los motores para obtener la
máxima velocidad posible y buscaron el mejor régimen de ascenso,
dirigiéndose directamente a la posición geográfica denominada como fijo
“MOMDI”, ubicada en la frontera entre Bolivia y Paraguay, logrando
arribar a esa ubicación justo a los treinta minutos que se les habían
concedido.
Ya dentro del espacio aéreo paraguayo, ajustaron la potencia y
redujeron la velocidad para optimizar el combustible disponible, volando
a 37.000 pies por una hora con 45 minutos, después de lo cual arribaron
al Aeropuerto Internacional de Asunción, Paraguay, solicitándole al
Control Terrestre que les permitiera dirigirse a la plataforma militar,
solicitud que les fue autorizada, dirigiéndose a esa ubicación, donde
estacionaron la aeronave.
Después de apagar los motores, el piloto instruyó a la tripulación y a
los pasajeros a que evitaran descender hasta que comprobara la
seguridad que ofrecía el área y se los indicara; al bajar del avión se
encontró con el embajador de México en aquel país, quien después de
identificarse le solicitó pasar al interior del avión, permitiéndoselo.
En tanto el embajador conversaba con los pasajeros y a pesar de que
durante el vuelo no se percibió alguna anormalidad en el funcionamiento
de la aeronave y sus sistemas, la tripulación realizó una inspección al
exterior, con objeto de verificar que no tuviera algún daño ocasionado
por una ojiva disparada por algún arma de fuego u otra clase de
proyectil, sin que se encontrara ningún daño evidente.
Después de unos momentos de charla entre los pasajeros y el embajador
de México en Paraguay, el licenciado Gámez Gamboa informó a la
tripulación que se les proporcionaría combustible, por lo que
procedieron a coordinar la recarga y a llenar los depósitos a la
capacidad total de la aeronave, realizando también la planificación para
efectuar el vuelo a nuestro país. El general Hernández Velázquez pidió
al licenciado Gámez Gamboa, con objeto de que realizara las gestiones
necesarias para obtener las autorizaciones correspondientes, que la ruta
más conveniente sería volar desde su actual ubicación hacia el norte,
para ingresar al espacio aéreo brasileño y sobrevolar el territorio de
ese país hasta llegar a la frontera con Perú, para de ahí volar hacia
Guayaquil, prosiguiendo hacia el oeste por unas ochocientas millas
náuticas con objeto de llegar a aguas internacionales y ya sobre estas
dirigirse hacia el norte, directamente a México.
En cuanto el licenciado Gámez les indicó que se habían realizado con
éxito las gestiones para obtener los permisos de sobrevuelo,
aproximadamente a las 01:30 horas (tiempo local de México), la
tripulación puso en marcha los motores y repasó cuidadosamente cada
punto considerado en las listas de verificación, efectuando el despegue a
las 01:56 horas (tiempo local de México), siguiendo el itinerario
conforme a lo que habían planificado, saliendo del espacio aéreo de
Paraguay y volando sobre territorio brasileño.
Poco antes de llegar a la frontera de Perú con Ecuador, el Centro de
Control de Quito les indicó que tenían prohibido ingresar al espacio
aéreo de ese país, por lo que procedieron a enfilarse a la frontera
entre Perú y Ecuador, ajustando la potencia para obtener la máxima
velocidad posible y ascender a una altitud de 45.000 pies, logrando
mantener Mach. 84 (aproximadamente 850 km/h); en cuanto llegaron a la
zona limítrofe, se enfilaron hacia el oeste para volar hacia el mar,
manteniéndose sobre la virtual que define el límite fronterizo entre los
dos países, con objeto de volver a internarse en aguas internacionales,
volando por una distancia de ochocientas millas náuticas con rumbo 280°
para volar más allá de las Islas Galápagos y librar la jurisdicción
territorial de Ecuador; al arribar al punto limítrofe del espacio aéreo
ecuatoriano viraron hacia el norte franco, enfilándose directamente
hacia el espacio aéreo mexicano.
Fue en ese punto, al saber que ya habían completado con éxito la
parte más difícil de la misión, que los tripulantes sintieron algún
alivio, conscientes de que no deberían relajarse a tal grado que
pudieran cometer un error por descuido.
Durante el vuelo sobre el océano Pacífico, al arribar a aguas
internacionales y con objeto de diluir la tensión acumulada por los
pasajeros, circunstancia comprensible por la difícil situación vivida en
las últimas horas, el teniente coronel Jarquín y el capitán Sánchez se
mantuvieron pendientes de la condición de los pasajeros; verificaron
visualmente y mediante sencillas preguntas formuladas con amabilidad su
estado físico y, al constatar que se encontraban bien y que no requerían
alguna clase de auxilio, les ofrecieron bebidas y alimentos, así como
almohadas y cobertores para que tuvieran un adecuado descanso.
Cuando tuvieron la certeza de encontrarse en espacio aéreo
internacional, ambos pilotos y el mecánico de a bordo sintieron de lleno
el peso de la fatiga acumulada; hasta ese momento se habían mantenido
más de veinticuatro horas en vigilia y aún les faltaban más de siete
horas para llegar a México; sabían que el esfuerzo tenía que continuar y
se daban ánimo mutuamente, después de todo, también son seres humanos.
Acostumbrados a las fatigas, conocedores de los signos de agotamiento
que aparecen en misiones prolongadas y versados en la utilización de
los trucos para ahuyentar el sueño y el cansancio, establecieron una
charla sobre cosas triviales; a pesar de ostentar jerarquías diferentes
que hacía menester mantener el respeto y la subordinación que hacen
posible el funcionamiento de la estructura militar, las muchas misiones
realizadas como equipo y los años de convivencia continua en el servicio
habían formado entre esos hombres un vínculo de amistad, una especial
amistad que los soldados desarrollan, por lo que además de ser
tripulantes con una función específica, también eran compañeros de armas
que compartían la confianza y la sinceridad que se le permiten a un
amigo.
De esa forma, entre conversaciones amistosas, atención a la situación
y desarrollo del vuelo, revisiones periódicas a la condición de los
sistemas de la aeronave, vigilancia al entorno en el exterior del avión y
verificaciones periódicas al estado de los pasajeros, se cubrió el
trayecto de regreso a la patria.
Nueve horas con cuarenta minutos después de iniciado el vuelo de
retorno a México, con el pasajero principal y sus dos acompañantes sanos
y salvos, aterrizaron en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de
México, dirigiéndose hacia la plataforma de servicios del 6° Grupo
Aéreo, donde descendieron del avión el señor Evo Morales, la señora
Gabriela Montaño y el señor Álvaro García Linera, así como el licenciado
Gámez, siendo recibidos por el canciller Marcelo Ebrard considerándose
en ese momento como concluida la misión, encontrándose los pasajeros, la
tripulación y la aeronave en territorio mexicano y sin ninguna novedad.
Respondiendo en forma apropiada y con celeridad a un requerimiento
del Mando Supremo de las Fuerzas Armadas, la Secretaría de la Defensa
Nacional puso de manifiesto su vocación de servicio, su capacidad de
respuesta para dar solución a eventualidades y el profesionalismo de sus
integrantes. ¡Misión Cumplida!
…
A los cuatro integrantes de esta misión los consideramos militares,
ciudadanos, servidores públicos ejemplares y patriotas. El 20 de
noviembre de 2019, en la ceremonia de entrega de condecoraciones y
ascensos de las Fuerzas Armadas, tuve el honor de entregar las insignias
al ahora general de Ala dos estrellas piloto aviador diplomado del
Estado Mayor Aéreo Miguel Eduardo Hernández Velázquez, quien es el hijo
fallecido general de Ala P.A.D.E.M.A. Fernando Hernández Vega,
integrante del Escuadrón Aéreo 201, que luchó representando a México en
la Segunda Guerra Mundial. Actualmente el general Hernández
Velásquez se desempeña como director del Colegio del Aire en Zapopan,
Jalisco.
No hace falta subrayar el mal comportamiento de personas, militares y
gobernantes de países que como se indica en el reporte, no estuvieron a
la altura de las circunstancias. Más bien quiero dejar de manifiesto el
apoyo que recibimos para el buen cumplimiento de esta misión de
gobiernos de Paraguay y Brasil, así como la ayuda del entonces
presidente electo de Argentina, nuestro amigo Alberto Fernández.
Al pueblo de Bolivia, sobre todo, a los más pobres de ese gran país,
les repito lo que expresé cuando nos visitó su actual presidente, Luis
Arce Catacora.
Bolivia es el mejor ejemplo a seguir para hacer justicia a los
pueblos. En Bolivia, luego de las dictaduras y regímenes autoritarios
entreguistas, llego a la presidencia un indígena, Evo Morales, y en 14
años cambió la realidad que imperaba de oprobio y desprecio a la
población mayoritariamente indígena por una forma de vida fincada en la
igualdad, el respeto a la pluralidad cultural y el progreso con
justicia.
Usted, presidente Luis Arce, ha sido protagonista de esa
transformación, porque fue el encargado del manejo de la economía y supo
equilibrar crecimiento con bienestar. Ustedes han logrado en Bolivia
cosas espectaculares, han sido el país del continente con más
crecimiento económico en más de una década, recuperaron los recursos
naturales del país que estaban en manos de extranjeros, sacaron de la
marginación a millones de familias pobres y, por si fuera poco, acabaron
con el mito de que el pueblo es malagradecido, porque después del
reciente golpe de Estado, en medio de amenazas y persecuciones, la gente
humilde, los indígenas fueron a las urnas y votaron por usted, que ganó
en las elecciones desde la primera vuelta con mucha ventaja. Esa
lección de civismo y democracia es admirada por nosotros y por muchas
otras personas, mujeres y hombres libres de nuestra América y del mundo.
Gracias por su visita a México, digno presidente de Bolivia, Luis Arce
Catacora. Gracias de todo corazón. Y a Evo, un abrazo de compañero.