domingo, octubre 23, 2011

La conspiración y la salsa pequeñoburguesa

Marcha indígena hacia La Paz-Bolivia

Periódico Cambio

La campaña mediática y política que los políticos opositores emprendieron contra las elecciones judiciales responde, en el fondo, a la sistemática oposición a la transformación de la justicia boliviana. ¿Por qué será?

Marcos Domich


Desde un comienzo, desde el 15 de agosto —cuando comenzó la marcha de indígenas en contra del proyecto de construcción de la carreta de Villa Tunari (Cochabamba) a San Ignacio de Moxos (Beni)— estaba claro que los que fungen de dirigentes (A. Chávez, F. Vargas, Quispe y otros) no querían ningún acuerdo con el gobierno.

Su plan conspirativo marcaba una meta: llegar a La Paz e ingresar a la plaza Murillo. ¿Cuál el propósito final? Ningún otro que causar un estado de desorden, de conmoción social y tentar la posibilidad de un asalto al Palacio Quemado y proclamar el derrocamiento del gobierno de Evo Morales.

Esto, dicho de una manera tan directa y hasta brutal, no es el producto de algún servicio de inteligencia, es una deducción que se recoge de la historia de nuestro país, de la práctica política, de la experiencia en los avatares de la política boliviana; una conclusión al ver cómo evolucionó el presente conflicto. Pero es, sobre todo, tomar en cuenta y conocimiento de la política y de los objetivos del imperialismo. Éste no acepta que nadie ose poner en duda su fuerza y su dominación; su “liderazgo”, como a ellos les gusta decir.

El conflicto actual (la marcha y la polémica en torno a la carretera) forma parte y acaso es apenas una variante de los planes hace tiempo diseñados para perturbar al gobierno de Evo Morales, “desgastarlo”, mellar su reputación y su prestigio; cuestionar sus planes y sus acciones de gobierno; devaluar sus logros; minimizar y hasta ridiculizar sus proyectos.

El sistemático rechazo a las propuestas de análisis, de diálogo sobre el Tramo II de la carretera por los dirigentes de la marcha, ha puesto en absoluta evidencia que no quieren llegar a ningún acuerdo. Hasta acuden a pretextos ridículos, además de falsos, como aquel de que fueron invitados al Palacio de Gobierno, sede de la presidencia y, por tanto, se niegan a ir a encontrarse con el Presidente en el edificio de la Vicepresidencia.

Todo esto sería imposible de hacer “aceptables” estos desplantes, si no existiera una poderosa batería de medios —televisión, radio y periódicos de derecha— que concertadamente aplauden, difunden y hasta agregan de su cosecha exigencias y conductas que se saben inaceptables. No vamos a agregar detalles sobre este asunto que está ridiculizando, degradando la imagen de Bolivia, en su conjunto, ante la gente sensata y ante la opinión pública internacional. El dislate nos está convirtiendo en un país de opereta, en una republiqueta absurda, en un Estado fallido. Está echando por la borda las gloriosas y pioneras tradiciones de la luchas de la resistencia indígena y mestiza al yugo extranjero; a la guerra por la independencia nacional; a las épicas jornadas en las que se ha derrocado a tiranos y dictadores; a la lucha por la liberación nacional y social y a la lucha contra el neoliberalismo. Hasta segmentos de la clase obrera —que ha sido la portadora de la conciencia política más avanzada de la sociedad boliviana— hoy parecen confundidos y desorientados frente a los acontecimientos. Su más alta dirección, la burocracia de la COB, se ha sumado de manera detestable y oportunista al coro de la reacción nativa y del imperialismo. La base indígena y campesina muestra fisuras muy serias. Con banderas radicalmente indigenistas se apartan de la conducción de un gobierno que tiene un indígena a la cabeza. En este ambiente hasta un movimiento contrarrevolucionario podría imponerse, aunque sea momentáneamente. Decimos momentáneamente porque de inmediato quedaría al descubierto su carácter políticamente falaz, sus vínculos con el imperialismo que lo sustenta y con la derecha más reaccionaria y antidemocrática del país, con la oligarquía. No faltarían elementos infiltrados en el gobierno que facilitarían el movimiento contrarrevolucionario.

Como en todo movimiento de este tipo, está presente el aderezo “izquierdista” y ultraizquierdista.

Desvergonzadamente los trotskistas, los anarquistas y anarcosindicalistas, ex socialistas, indigenistas anticomunistas y otra larga gama de disidentes y “decepcionados”, de “desairados”, son los principales fogoneros de esta máquina contrarrevolucionaria.

Es evidente que el gobierno ha cometido errores, antes y ahora; errores de procedimiento y también de confusión en la claridad política e ideológica que debe guiar su accionar. Sin embargo, nada está perdido. Hay que tomar medidas urgentes para reagrupar fuerzas que verazmente están por el cambio revolucionario de larga proyección, aunque sin precipitaciones o radicalismos que pueden ser igualmente dañinos.

El proceso no carece de reservas sociales y de la posibilidad de recuperar la correlación de fuerzas necesarias para seguir avanzando.

Superada esta compleja, pero no insoluble coyuntura, hay que realizar una decidida lucha contra las desviaciones de carácter pequeñoburgués que, en su apariencia principista, lo único que logran es perjudicar a los procesos de cambio y a los procesos revolucionarios. Su misión parece ser darle un barniz que haga aceptable la contrarrevolución y aceptable hasta la injerencia imperialista.

Es difícil explicar, en cada persona, los vericuetos ideológicos o psicológicos que se apoderan de su cabeza, pero hay rasgos que se repiten en su conjunto.

Esto permite hablar de parcialidades de la conciencia social, podríamos decir, afectadas por el trastorno cognitivo y emocional que guía sus acciones en la práctica política concreta. Pero lo más importante es determinar las circunstancias y condiciones de donde surgen sus ideas y su práctica.

La pequeña burguesía es la clase de los pequeños propietarios. Engels, gran observador de la práctica política de la gente, decía que las ideas y la actuación de los pequeñoburgueses tienen la dimensión de sus negocios.

Todo ese conjunto humano que por costumbre se denomina “clase media” está constituido en gran medida por la pequeña burguesía.

Sus aspiraciones, su mentalidad y sus acciones llevan el sello de aquella “pequeña” dimensión. Pero también su situación topográfica en la sociedad determina su conducta, sobre todo su práctica política: Estar entre la “clase alta” y la “clase baja” y siempre bregando por “ascender y no caer”. Particularmente a estos últimos pertenece cierto sector social al que pasamos a referirnos.

Se trata de un estrato social muy peculiar y que, en general, se lo asigna a la “clase media”: la intelectualidad. Es un grupo humano interesante, estudiado desde distintos ángulos, sobre todo desde la psicología personal hasta la psicología colectiva. Es un sector que, junto a los estudiantes y los profesionales, hay que trabajar para “ganarlo” permanentemente a las causas justas, a la causa revolucionaria y expresada particularmente en la conducta política diaria. Es un sector creativo y necesario para avanzar. Pero tiene un defecto. Es presa de sus ambiciones personales, que no siempre las explicita; de su psicología compleja que torna inexplicables sus actitudes cambiantes e imprevisibles. Muchos de ellos, prisioneros de su afanes personales y de sus apetitos, caen en lo que ahora han caído varios. Combatiendo sus desvíos y sus inconsecuencias, hay que neutralizarlos y si se da el caso recuperarlos. Pero lo importante es luchar contra el origen de sus desviaciones: su variopinta ideología pequeñoburguesa.

jueves, octubre 13, 2011

Más de medio millón brinda espaldarazo a Morales que pide defender proceso de cambio

Evo: 12 de octubre de 2011

La Paz, 12 oct (ABI).- El presidente Evo Morales proclamó el apoyo de más de medio millón en las calles de La Paz, de acuerdo con estimaciones oficiales y privadas, al proceso de cambio que lidera desde 2006 y que llamó a defender a rajatabla, durante un multitudinario mitin verificado el miércoles a 4 días de las primeras elecciones judiciales en Bolivia y en el Día de la Descolonización.

"Ahora me doy cuenta, hermanos y hermanos, no estoy solo; hermano (vicepresidente) Alvaro (García Linera) no estamos solos, hermanos ministros no estamos solos. Está el pueblo que va a defender este proceso de cambio", afirmó ante la multitudinaria concentración en una plaza pública de La Paz y en un encendido discurso en que pidió reflexionar sobre los alcances de su política de descolonización, en la conmemoración de los 519 años del desembarco del navegante genovés Cristóforo Colón, a cuenta del imperio español en América.

El gobernante indígena de izquierdas que mostró la densidad política que apuntala su segundo mandato consecutivo, de 2010 a 2015, recibió el apoyo mayoritario de campesinos, mineros, organizaciones sociales y universitarios que horas después de su alocución desfilaban aún por las calles de La Paz.

El mandatario, que enfrenta la campaña negativa de la oposición emplazada contra las elecciones judiciales del domingo, las primeras en la historia de Bolivia, llamó a defender el proceso boliviano instaurado en 2006, en el amanecer de su primer mandato y repeler intentos de desestabilización provenientes de la derecha criolla.

"Y todos a defender", instó, y a plantar cara contra "quienes provocan a este proceso de cambio", dijo en momentos en que un millar y poco más de indígenas de tierras bajas caminan hacia La Paz en oposición a que su proyecto de vertebración caminera, entre el centro subandino y el nordeste amazónico, implique la reserva natural Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS).

Los pedidos de Morales se escucharon dos semanas después que una brutal represión policial recayera sobre los marchistas indígenas en la localidad de Yucumo, en el departamento Beni.

"Intentan dividirnos, hermanos y hermanos, como siempre dividieron antes ¿Para qué? Quieren dividirnos para que vuelta el Estado colonial, el modelo neoliberal" que su gobierno socialista puso, en los últimos 5 años, fuera de cuadrilátero.

El mandatario, que admitió haber incurrido en errores y que, para enmendarlos, llamó a la concertación de un nuevo pacto de desarrollo nacional, desde diciembre en la configuración de una nueva agenda de gobierno, pidió asimismo conformar una unidad monolítica entorno a su revolución democrática y cultural.

"Este proceso no es del Evo, este proceso de cambio no es del Alvaro, incluso, me animo a decir, este proceso de cambio no es del gobierno es del pueblo boliviano", afirmó al destacar el "cambio de mentalidad" que impera en las estructuras del Estado y que sus opositores quieren impactar.

Ante más de 100.000 apostados en la hectárea de la paceña Plaza Villarroel y varias veces más en la avenida de dos vías y km y medio de longitud que la conecta con la salida a la zona sur de La Paz, Morales se dijo convencido que "el pueblo siempre estará para defender esta revolución democrática cultural, una revolución con voto y no con bala, una revolución la consecuencia del pueblo boliviano".

El mandatario, que destacó a los miles de "mineros, soldados del cambio" que llegaron para respaldarle, invocó también la "conciencia del pueblo" en la elección judicial del domingo, en clara alusión a la campaña en contra preconizada por la oposición y que podría dejar una medida del actual correlato de fuerzas en la siempre itinerante política boliviana.

Al menos 5,3 millones de electores bolivianos han sido convocados a las urnas el domingo.

Mientras se tendían las líneas de la inédita elección tendente a la reforma del sistema judicial boliviano, signado por la corrupción, los marchistas indígenas caminan a La Paz en medio de temores de que su llegada a la sede del poder político boliviano pueda enturbiar el domingo de urnas.
Cc/ ABI


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miércoles, octubre 05, 2011

Haití, país ocupado

Toussaint Louverture

Eduardo Galeano (tomado de Telesur)

Consulte usted cualquier enciclopedia. Pregunte cuál fue el primer país libre en América. Recibirá siempre la misma respuesta: Estados Unidos. Pero Estados Unidos declararon su independencia cuando eran una nación con 650 mil esclavos, que siguieron siendo esclavos durante un siglo, y en su primera Constitución establecieron que un negro equivalía a las tres quintas partes de una persona.

Y si a cualquier enciclopedia pregunta usted cuál fue el primer país que abolió la esclavitud, recibirá siempre la misma respuesta: Inglaterra. Pero el primer país que abolió la esclavitud no fue Inglaterra sino Haití, que todavía sigue expiando el pecado de su dignidad.

Los negros esclavos de Haití habían derrotado al glorioso ejército de Napoleón Bonaparte, y Europa nunca perdonó esa humillación. Haití pagó a Francia, durante un siglo y medio, una indemnización gigantesca por ser culpable de su libertad, pero ni eso alcanzó. Aquella insolencia negra sigue doliendo a los blancos amos del mundo.

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De todo eso, sabemos poco o nada.

Haití es un país invisible.

Sólo cobró fama cuando el terremoto de 2010 mató más de 200 mil haitianos.

La tragedia hizo que el país ocupara, fugazmente, el primer plano de los medios de comunicación.

Haití no se conoce por el talento de sus artistas, magos de la chatarra capaces de convertir la basura en hermosura, ni por sus hazañas históricas en la guerra contra la esclavitud y la opresión colonial.

Vale la pena repetirlo una vez más, para que los sordos escuchen: Haití fue el país fundador de la independencia de América y el primero que derrotó a la esclavitud en el mundo.

Merece mucho más que la notoriedad nacida de sus desgracias.

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Actualmente, los ejércitos de varios países, incluyendo el mío, continúan ocupando Haití. ¿Cómo se justifica esta invasión militar? Pues alegando que Haití pone en peligro la seguridad internacional.

Nada de nuevo.

Todo a lo largo del siglo XIX, el ejemplo de Haití constituyó una amenaza para la seguridad de los países que continuaban practicando la esclavitud. Ya lo había dicho Thomas Jefferson: de Haití provenía la peste de la rebelión. En Carolina del Sur, por ejemplo, la ley permitía encarcelar a cualquier marinero negro, mientras su barco estuviera en puerto, por el riesgo de que pudiera contagiar la peste antiesclavista. Y en Brasil, esa peste se llamaba haitianismo.

Ya en el siglo XX, Haití fue invadido por los marines, por ser un país inseguro para sus acreedores extranjeros. Los invasores empezaron por apoderarse de las aduanas y entregaron el Banco Nacional al City Bank de Nueva York. Y ya que estaban, se quedaron 19 años.

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El cruce de la frontera entre la República Dominicana y Haití se llama El mal paso.

Quizás el nombre es una señal de alarma: está usted entrando en el mundo negro, la magia negra, la brujería...

El vudú, la religión que los esclavos trajeron de África y se nacionalizó en Haití, no merece llamarse religión. Desde el punto de vista de los propietarios de la Civilización, el vudú es cosa de negros, ignorancia, atraso, pura superstición. La Iglesia católica, donde no faltan fieles capaces de vender uñas de los santos y plumas del arcángel Gabriel, logró que esta superstición fuera oficialmente prohibida en 1845, 1860, 1896, 1915 y 1942, sin que el pueblo se diera por enterado.

Pero desde hace ya algunos años, las sectas evangélicas se encargan de la guerra contra la superstición en Haití. Esas sectas vienen de los Estados Unidos, un país que no tiene piso 13 en sus edificios, ni fila 13 en sus aviones, habitado por civilizados cristianos que creen que Dios hizo el mundo en una semana.

En ese país, el predicador evangélico Pat Robertson explicó en la televisión el terremoto de 2010. Este pastor de almas reveló que los negros haitianos habían conquistado la independencia de Francia a partir de una ceremonia vudú, invocando la ayuda del Diablo desde lo hondo de la selva haitiana. El Diablo, que les dio la libertad, envió al terremoto para pasarles la cuenta.

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¿Hasta cuándo seguirán los soldados extranjeros en Haití? Ellos llegaron para estabilizar y ayudar, pero llevan siete años desayudando y desestabilizando a este país que no los quiere.

La ocupación militar de Haití está costando a las Naciones Unidas más de 800 millones de dólares por año.

Si las Naciones Unidas destinaran esos fondos a la cooperación técnica y la solidaridad social, Haití podría recibir un buen impulso al desarrollo de su energía creadora. Y así se salvaría de sus salvadores armados, que tienen cierta tendencia a violar, matar y regalar enfermedades fatales.

Haití no necesita que nadie venga a multiplicar sus calamidades. Tampoco necesita la caridad de nadie. Como bien dice un antiguo proverbio africano, la mano que da está siempre arriba de la mano que recibe.

Pero Haití sí necesita solidaridad, médicos, escuelas, hospitales, y una colaboración verdadera que haga posible el renacimiento de su soberanía alimentaria, asesinada por el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y otras sociedades filantrópicas.

Para nosotros, latinoamericanos, esa solidaridad es un deber de gratitud: será la mejor manera de decir gracias a esta pequeña gran nación que en 1804 nos abrió, con su contagioso ejemplo, las puertas de la libertad.

(Este artículo está dedicado a Guillermo Chifflet, que fue obligado a renunciar a la Cámara de Diputados de Uruguay por haber votado contra el envío de soldados a Haití.)

Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2011/10/04/opinion/010a1pol