lunes, octubre 19, 2020

EL ALIADO DE CARLOS MESA (UN ENGENDRO DE EEUU)

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Del vientre del imperio y en sus provincias coloniales sólo pueden nacer monstruos rapaces. Eso le ocurrió a Nicaragua con Somoza, a Haití con Duvalier, a República Dominicana con Rafael Leónidas Trujillo, a Chile con Augusto Pinochet, a la Argentina con Juan Carlos Onganía o Rafael Videla a Bolivia con Hugo Banzer y Luis García Mesa, todos ellos, hijos putativos de Washington.

Cada régimen, parido de las entrañas del monstruo mayor, sólo sembró terror y cosechó escarnio, miedo y dolor. Desolación y miseria fue la marca común que dejaron a su paso los generales serviles o los políticos prefabricados.

Ninguno habría ascendido al poder o sobrevivido un solo día sin la ayuda de los EEUU. Ya sean por sus dólares manchados de sangre, sus asesores políticos o sus agencias de seguridad o por la suma de todos estos factores cada régimen rindió tributo a la casa matriz ya sea asesinando opositores, privatizando sus recursos naturales o entregando su territorio a las huestes transnacionales norteamericanas.

EEUU creó verdaderas satrapías en América Latina en cuyos países la vida no valía un penique o la muerte rondaba las calles infestadas de pacos y milicos de gatillo fácil.

Las tiranías civiles o militares no la gestan los pueblos como nos quiere hacer creer la historia oficiosa sino aquella potencia hegemónica y sus clases encomenderas criollas que requieren domesticar, saquear y destruir naciones enteras para subsistir como mandamases.

La metrópoli se toma su tiempo para encontrar al tipo ideal o al régimen necesario para gobernar su patio trasero. De tanto en tanto el útero imperial procrea asesinos en serie, genocidas, psicópatas, políticos dementes empresarios codiciosos, generales ruines, narcos o terroristas. Noriega en Panamá fue uno de ellos que no es distinto de Bolsonaro en Brasil o Piñera en Chile o Fujimori en Perú. Les sirve todo aquello que pueda sumar o multiplicar su necesidad de poder perpetuo. No están para fijarse en escrúpulos ni en baratijas morales.  La democracia, la defensa de los DDHH, la lucha contra el narcotráfico o el terrorismo es el maquillaje perfecto para sus crímenes atroces.

Después de la II Guerra Mundial, George Kennan, asesor de seguridad de Harry Truman (1945-1953), repetía a menudo como seguramente lo hacía Bolton a Trump señalando que no había que fijarse en pequeñeces: “Los EEUU poseen el 50% de la riqueza del mundo, pero solo el 6% de su población. Nuestra auténtica tarea consiste en mantener esa posición de disparidad sin detrimento de nuestra seguridad nacional. Para lograrlo tenemos que desprendernos de sentimentalismos y tonterías. Hemos de dejarnos de objetivos vagos y poco realistas como los derechos humanos, la mejora de los niveles de vida y la democratización. Cuantas menos bobadas idealistas dificulten nuestra tarea será mejor”.

Dejando de lado estas boberías para consumo de idiotas, los EEUU se dedicaron a entrenar a milicos latinoamericanos en sus institutos o escuelas para convertirlos en títeres criminales de sus apetencias y saciar su hambre de estaño, petróleo, cobre o litio al precio que sea. De igual manera ocuparon buena parte de su tiempo en dejar de hablar de justicia para formar policías en sus lupanares con el objetivo de que operen en tareas inmundas, a su servicio, que pagan las propias víctimas.

En este antro de monstruos rapaces fue parido Arturo Murillo bajo el cuidado de sus matronas: la CIA y la DEA. Por cierto, no fue adoptado orgánicamente por el imperio mismo sino por algún órgano periférico de esta maquinaria criminal globalizada. Con olfato profético sabían que en algún momento lo necesitarían ya sea como carnicero o como sicario, pero siempre como un rufián a sueldo. Lo conocieron en el Chapare en faenas ilegales y criminales camufladas de emprendimiento hotelero y allí lo reclutaron. Incursionó en la política para mandatos rastreros. La DEA conocía sus antecedentes como la palma de su mano y por ello lo arrojó al ruedo del parlamento para cumplir sus planes nefastos.

Lo formaron primero como un bocón irrefrenable entrenándolo en pequeñas tareas propias del mundillo de la infamia como lo hacen hoy con el diputado Barral, el indígena renegado de Rafael Quispe o la impresentable senadora Carmen Eva Gonzales que adopta pose de doncella cada vez que tiene que cumplir tareas malsanas. Santa María, el Viceministro de gobierno dio un paso adelante como Murillo. Estos, forman parte de la escuadrilla de sicarios políticos de segunda con sueldos de primera que salen de la embajada yanqui.

De todos estos, sin duda, Murillo es el engendro mayor de la colonia criolla colocado en el lugar clave y en el momento preciso por orden de sus agencias tutelares.

Como ministro de Gobierno con mando sobre la policía convirtió esta pobre institución enteca en una verdadera cloaca de sus fechorías, muchas de ellas por encargo directo y otras por voluntad propia. Hizo matar, ordenó masacrar, compró lealtades para delinquir, extorsionó a jueces y fiscales, pagó para difamar y cuando alguien resistía sus nefastas disposiciones mandaba a perseguirlo, intimidarlo y golpearlo hasta el límite de la muerte.

Murillo no conoce fronteras, lo amaestraron para odiar y matar al mismo tiempo sin sentimiento de culpa como lo hicieron con Somoza, Pinochet o Videla. Con puntería certera la CIA no se equivocó con Murillo y menos con el régimen ratero de Jeanine Añez al que lo sostiene tapándose la nariz.

Convirtió a generales en piezas de circo y a coroneles en criminales de uniforme con la promesa de recibir parte del botín. Murillo fue la ficha perfecta que encajó en un cuerpo policial enfermo, especializado y formado para el delito, con algunas excepciones.

Los crímenes de Murillo y sus cómplices asombrarán al mundo entero por su rapacidad, crueldad y insania, pero todos o casi todos serán producto de su pacto criminal con sus patrones del norte. Nada de lo hecho por este siniestro personaje escapa de la responsabilidad yanqui.

Murillo retrata de cuerpo entero aquello que es capaz de hacer una maquinaria demencial como la CIA o la DEA en nuestras patrias ocupadas. No sólo nos recuerda las bastardas torturas y persecución de Claudio San Román durante el MNR (1952-1964) o a Luis Arce Gómez (1980-1981) en la dictadura militar del narcotráfico, sino también las aberrantes actuaciones de Carlos Valverde (1989-1993) durante el gobierno del MIR-ADN.

Murillo ha convertido al país en un campamento de violencia despiadada, gatillada por el rencor y el odio enfermizo que lleva adentro pero que también está alimentado desde afuera por los gendarmes del orden global.

Sin el mandato de EEUU Murillo no existiría como un monstruo feliz en la comarca de sus miserias.

Para dotarle de la aureola de un poder sin límite, Washington pidió que Murillo viajara a los EEUU de la mano de uno de sus agentes de cuarta categoría a reunirse con sus patrones, contratando para el efecto a una empresa lobista CLS: se reunió con el director de USAID, los senadores gusanos de Miami, algún subsecretario del departamento de Estado y agentes de la CIA y la DEA.

Los dos viajes de Murillo a la metrópoli imperial constituyen la prueba capital de que no hay crimen despiadado en Bolivia que no tenga la responsabilidad histórica de los EEUU.

Nadie podrá comprender en el futuro esta breve pero intensa historia de latrocinio, despojo y corrupción en Bolivia sin dejar de asociar al imperio yanqui como el partero protagónico de nuestra tragedia nacional.

Una vez más, el papel de EEUU destacará en el largo historial de crímenes de lesa humanidad contra nuestros pueblos de la mano de bufones entrenados para el oprobio y el escarmiento. La sombra siniestra que proyectará Murillo en nuestra historia tendrá el mismo valor que la huella nefasta que deja a su paso el imperio norteamericano.

Finalmente, no cabe la menor duda que EEUU será la cueva privilegiada o el santuario elegido por Murillo y sus secuaces para esconderse y vivir bajo el imperio de la impunidad como lo hicieron a su turno Branko Marincovic luego de su intento fallido de balcanizar el país o Gonzalo Sanchez de Lozada, Sanchez Berzaín o Manfred Reyes Villa, responsables de la masacre sangrienta de octubre negro en la ciudad de El Alto.

¿Hay todavía alguna duda sobre la autoría intelectual y material del golpe de Estado que parió un régimen asesino y cleptómano?