sábado, octubre 18, 2008

Crimen (financiero) contra la humanidad

Los criminales son conocidos, tienen nombre y apellidos, se trasladan en limusinas cuando van a jugar al golf, y tan seguros están de sí mismos que ni siquiera piensan en esconderse. Son fáciles de sorprender. ¿Quién se atreve a llevar a este gang ante los tribunales? Todos le quedaríamos agradecidos. Sería la señal de que no todo está perdido para las personas honestas.(José Saramago Premio Nobel de Literatura)
Püblico (DE REBELION)


La historia es conocida, y, en aquellos tiempos antiguos en que la escuela se proclamaba educadora perfecta, se le enseñaba a los niños como ejemplo de la modestia y la discreción que siempre deberían acompañarnos cuando el demonio nos tentara para opinar sobre lo que no conocemos o conocemos poco y mal. Apeles podía consentir que el zapatero le apuntase un error en el calzado de la figura que había pintado, por aquello de que los zapatos eran su oficio, pero que nunca se atreviera a dar su parecer sobre, por ejemplo, la anatomía de la rodilla. En suma, un lugar para cada cosa y cada cosa en su lugar. A primera vista, Apeles tenía razón, el maestre era él, el pintor era él, la autoridad era él, mientras que el zapatero sería llamado cuando de ponerle medias suelas a un par de botas se tratase. Realmente, ¿hasta dónde vamos a llegar si cualquier persona, incluso la más ignorante de todas, se permite opinar sobre lo que no sabe? Si no tiene los estudios necesarios es preferible que se calle y deje a los sabedores la responsabilidad de tomar las decisiones más convenientes (¿para quién?).

Sí, a primera vista Apeles tenía razón, pero solo a primera vista. El pintor de Felipe y de Alejandro de Macedonia, considerado un genio en su época, ignoró un aspecto importante de la cuestión: el zapatero tenía rodillas, luego, por definición, era competente en estas articulaciones, aunque fuera solo para quejarse, si ese era el caso, de los dolores que sentía. A estas alturas, el lector atento ya habrá entendido que no es de Apeles ni del zapatero de lo que se trata en estas líneas. Se trata, sí, de la gravísima crisis económica y financiera que está convulsionando el mundo, hasta el punto de que no podemos escapar a la angustiosa sensación de que llegamos al final de una época sin que se consiga vislumbrar qué y cómo será lo que venga a continuación, tras un tiempo intermedio, imposible de predecir antes de que se levanten las ruinas y se abran nuevos caminos. ¿Cómo lo hacemos? ¿Una leyenda antigua para explicar los desastres de hoy? ¿Por qué no? El zapatero somos nosotros, todos nosotros, que presenciamos, impotentes, el avance aplastante de los grandes potentados económicos y financieros, locos por conquistar más y más dinero, más y más poder, con todos los medios legales o ilegales a su alcance, limpios o sucios, normalizados o criminales.