Bolivia
Marzo, 16, 2006
Nadie podrá creer, seriamente, que el gobierno del Presidente Evo Morales tiene la culpa por la firma del TLC entre Colombia y Estados Unidos. Sin embargo la derecha, huérfana de argumentos, endilga al Presidente y al Ministro de Relaciones Exteriores, David Choquehuanca, el acuerdo por el que Bogotá comprará soya a Estados Unidos, con lo cual Bolivia perderá el mercado colombiano.
Los hechos se han concatenado desde que aparecieron, en el mercado mundial y en el regional también, nuevos proveedores de este producto. El Pacto Andino, basado en el intercambio comercial preferente entre los países que lo forman, comenzó a hacer aguas desde hace dos años por efecto de las leyes del mercado que se manejan en los centros del poder mundial.
La ofensiva lanzada por Washington para obligar a los países latinoamericanos a firmar un tratado de libre comercio, está socavando la economía de los países que no se alinean en su política de copamiento del mercado latinoamericano. Fracasado el intento de conformar el ALCA, el gobierno de Bush cambió de táctica. Firmó un Tratado de Libre Comercio con los países centroamericanos; luego, buscó imponer un acuerdo similar con el Pacto Andino (Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia) que, hasta ahora, no ha tenido resultados. Solamente Perú y Colombia se han sometido a ese trato; Venezuela lo rechazó de plano, Ecuador no lo firma por la mayoritaria oposición del pueblo y Bolivia, por las mismas razones, tampoco lo ha hecho.
Empero, la táctica de llegar a acuerdos país por país busca producir un efecto dominó que termine con las resistencias que hay en la región.
El pecado del TLC
ALCA o TLC tienen el mismo propósito: obligar a nuestros países a establecer un comercio de una sola vía con USA. Con subsidios a su producción agrícola, reclamando sometimiento a las marcas registradas de sus productos farmacéuticos, obligando a pagar derechos sobre el software de computación y otras prebendas. A cambio, Estados Unidos mantendría los cupos de compra que se dan por el ATPDEA y los aumentaría con otros productos en los que, mayormente, los países de la región no tienen posibilidades de competitividad. Graciosamente, Washington mantendría el apoyo económico que proporciona anualmente.
Si esta es la inmensa desproporción en términos económicos, el TLC tiene mayores desniveles en el plano político. Está la imposición de la inmunidad para sus tropas y funcionarios que actúan en nuestros países, el libre tránsito de sus efectivos militares y la adecuación de las normas jurídicas a las leyes de Estados Unidos.
Con tales acuerdos, las posibilidades de desarrollo nacional son imposibles y la integración regional no podría intentarse.
Un TLC para Bolivia
En las conversaciones alrededor del TLC Andino, Bolivia actuó como observador. Desde que se inició ese proceso, se sucedieron en la presidencia del país: Jorge Quiroga Ramírez, Gonzalo Sánchez de Lozada, Carlos Mesa Gisbert y Eduardo Rodríguez Veltzé. Estos gobiernos fueron, todos ellos, partidarios de la inclusión de Bolivia en el tratado con Estados Unidos. Claro para se enfrentaban a una cerrada oposición de los sectores sociales aunque, por cierto, contaban con el apoyo de los grupos empresariales.
En tales circunstancias, tales gobiernos debieron asumir una conducta indefinida: mantener una mínima delegación en las conversaciones, pero sólo en calidad de observadores. Al mismo tiempo, realizaban una intensa campaña interna en pro del tratado. El mejor recurso para esto, ha sido sembrar los temores de que se cierre el mercado de textiles y joyas que se ha establecido en Estados Unidos para Bolivia, a través de otro tratado llamado ATPDEA. Este acuerdo comercial termina a fines de este año.
Joyeros, que en un 90% son extranjeros, y textileros que mantienen costos reducidos pagando bajos salarios a obreros eventuales, fueron la punta de lanza de esa campaña. Como no ha sido suficiente para obligar a la firma del tratado, ahora arremeten contra la soya, cuya producción ha sido el centro del movimiento económico, durante los últimos años, en la región oriental del país.
Los empresarios de esa producción agro industrial, que apoyaron al grupo liderado por Jorge “Tuto” Quiroga, sintieron el impacto de las elecciones de diciembre pasado, pero nada pudieron decir, ante el arrollador triunfo del ahora Presidente Evo Morales.
Nuevos usos de la soya
Vendida como grano, como torta, extraído su aceite, la soya tiene múltiples usos: los vegetarianos comen bistecks de soya, toman leche de soya; la lista culinaria es infinita. La derecha ha encontrado un nuevo uso: arma política.
Durante veinte años, este grupo ha proclamado su vocación por el modelo neoliberal: libertad de comercio, libertad de contratación, liberación de impuestos para importación de maquinaria y subvención para su combustible. Los agricultores orientales transitaron de la siembra de caña a la de algodón, ensayaron con el ricino y otros cultivos exóticos y se dedicaron a la soya cuando encontraron un mercado favorable. Mientras campeaba el modelo, estaban dispuestos a otros ensayos de plantación, si pasaba el auge de la soya. Ahora, en cambio, son usados por la derecha como arma para atacar al gobierno.
Evo Morales, que les advirtió sobre la poca probabilidad de revertir el acuerdo de Álvaro Uribe con George Bush, se avino a entrevistarse con el presidente colombiano y plantearle las preocupaciones respecto al mercado de la soya. Que no haya logrado tal propósito, sólo confirma las previsiones que había al respecto. Para la derecha, no es esa la preocupación sino desacreditar al gobierno que les infligió la derrota electoral de diciembre.
Aún así, más adelante tendrán que arrepentirse de sus reacciones violentas, cuando el gobierno del presidente Morales encuentre nuevos mercados para la soya boliviana. En esta nueva realidad, los empresarios deberán cumplir con ciertas normas que beneficien al país y, por supuesto, a sus trabajadores.
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