domingo, enero 25, 2009

Evo Morales: Antes de liberarse de sus opresores, un pueblo debe liberarse de sus mentiras y sus engaños.

Carlos Moldiz/ foto
La Epoca

“Ser cultos es la única forma de ser libres” (Martí)

Es durante las crisis cuando un individuo y un pueblo pueden reafirmar o cambiar su identidad. En el caso de Bolivia, la actual crisis es una oportunidad de transformar la conciencia colectiva para borrarle sus viejos miedos y prejuicios, para devolverle su rostro digno, anti colonial y antiimperialista.

El jueves 22 de enero, el presidente Evo Morales Ayma se presentó ante el Congreso Nacional de la Republica para informar sobre sus tres años de gestión y aprovechando la oportunidad para dirigirse al pueblo boliviano puso el dedo en la llaga: “antes de liberarse de sus opresores, un pueblo debe liberarse de sus mentiras y sus engaños”. A pocos días del referendo por la nueva Constitución, cuyos resultados los ricos temen por su impacto favorable en la confianza de los pueblos oprimidos de Bolivia, estas palabras adquieren un valor histórico.

La campaña de los medios de información privados en contra de la nueva Constitución Política del Estado que será sometida a votación este domingo 25 de enero se caracterizó por un uso cruel, cínico e insultante de los miedos más profundos de un pueblo que apenas está recordando como andar con pies propios.

La llegada de los españoles a nuestra América, es bien sabido, tomó como uno de sus primeros objetivos borrar la identidad, memoria y creencias de la población indígena que luego sería utilizada para alimentar al naciente capitalismo europeo que, al igual que ahora, necesitaba de brazos fuertes y mentes débiles para explotar a disposición lo que quedara de los que sobrevivieron a los primeros encuentros con los conquistadores.

Está demás decir que el papel de la religión fue fundamental para moldear esas conciencias a gusto de los explotadores, que utilizaron a Jesús y al resto de su familia para legitimar el desprecio y uso de los indios latinoamericanos, antes, por supuesto, teniendo que matar a los dioses que pudieran despertar cualquier ocurrencia de libertad, dignidad o justicia.