jueves, enero 29, 2009

BOLIVIA: La generocidad del sí


Por: Rafael Bautista S.

A pesar de la mentira, el Sí no sólo gana, sino que enseña a ganar: la verdadera victoria no consiste en aplastar a alguien.

La verdadera victoria consiste en no tener que aplastar a nadie. Porque una verdadera reivindicación no lucha sólo por los congregados sino por todos; y se hace más verdadera cuando más resistencia genera, cuando abraza otras luchas y toca la médula misma del problema: se hace verdadera porque se hace universal.

Ante ello, la mentira se reagrupa: la manipulación no acaba con el No. Las verdaderas cifras del referéndum se constatan en la negativa al latifundio; por eso la derecha enarbola el empate (el trasnochado "empate catastrófico") para ocultar su derrota, porque el peso real de las cifras dicen que la manipulación no puede ser perfecta: la sensatez no podía asumir posiciones maniqueas ante una pregunta directa. En este sentido, el No fue la constatación rotunda de una sociedad adicta a las apariencias, o sea, carente de criterio propio, o sea, de autonomía moral, o sea, nunca emancipada (de sus taras y prejuicios). Pero, además, el No reúne, en sí, la mezquindad propia del perro del hortelano. Por eso el Sí le enseña el verdadero sentido de ganar. Pues el voto de occidente hace posible ahora la autonomía tan reclamada (aparentemente) por los líderes orientales. Esa es la generosidad del Sí. Así como en 1825, quienes pelearon por la independencia, les regalaron ésta a quienes nunca habían luchado por ella; ahora, los despreciados de siempre, son quienes les regalan la autonomía al oriente (limpia ahora de los vicios de sus portavoces).

Es la más grande derrota del sector conservador. Porque pierden su bandera y el símbolo que encubría sus propósitos. Por eso quieren empatar, porque ya no pueden ganar. De nada les vale el porcentaje del No, porque aun así, la obtención de la autonomía tiene el sabor del occidente indio, aymara, quechua (y todos sus cucos). Su sueño autonómico se volvió pesadilla; la autonomía nació con tez india (no magnífica sino auténtica). Ahora oscilan entre concertar y desacatar. Lo primero ya es anacrónico, lo segundo insolente, y es propio del barbarismo demagógico que ha corrompido las ciudades (espacio colonial por excelencia).

La derecha quemó no sólo sus naves antes de llegar a Troya, sino sus dioses mismos. Lo cual manifiesta la fidelidad a la tradición que arrastran. Pues si Roma crucifica al Mesías y todos los imperios martirizan a los justos, la carnicería de víctimas y la calumnia mediática son lo mismo. En cada víctima atormentada se atormenta al Mesías: "Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, o sediento, o peregrino, o enfermo, o en prisión y no te socorrimos? Cuando dejaron de hacer justicia con uno de mis hermanos menores, conmigo dejaron de hacerlo". Por eso, el samaritano no es el sacerdote (el cardenal) o el escriba (los medios) y menos los doctores de la ley (corte suprema y políticos); estos más bien persiguen al samaritano por haber socorrido a la víctima. El samaritano es el rehén que toman los opresores para escarmentar a las víctimas. Por eso las infamias se dirigen a éste, porque éste toma la palabra de las víctimas y se enfrenta a los opresores. Por eso su palabra es propositiva y enciende la esperanza. Es generosa. Denuncia para transformar, no para vengar. Algo que no toleran los opresores, pues sólo saben de venganzas. Por eso dicen No. En ese No encierran su miseria.

La Paz, enero de 2009
Rafael Bautista S.
Autor de "OCTUBRE: EL LADO OSCURO DE LA LUNA" y
"LA MEMORIA OBSTINADA"
rafaelcorso@yahoo.com