sábado, junio 17, 2006

Sobre la Ley y el Racismo

Arturo von Vacano

La tragedia boliviana puede definirse en términos sencillos como el fracaso de la sociedad boliviana en el cumplimiento del vital deber de incorporar a su población indígena y transformarla en un segmento educado, libre, dinámico y efectivo en la conquista del futuro del país. Eramos un país en el que, de cada diez seres humanos, seis eran fantasmas sin derecho alguno.

Este fracaso es culpa de todos, pero no por igual; La culpa es proporcional al poder ostentado por cada segmento durante los feroces 200 años de vida que ha sufrido Bolivia. Quienes mayor poder tuvieron más culpable son hoy de semejante fracaso. Quienes sufrieron porque no tuvieron poder alguno son tal vez inocentes de ese fracaso.

El que los explotados de Bolivia jamás aceptaran ese horrendo destino es un homenaje a todo ser humano y ello les hace merecedores no sólo de la admiración y la simpatía del mundo, sino también de su apoyo. Tal ha sido la reacción mundial desde que Evo salió a cumplir su primer milagro, el de poner a Bolivia en el mapa del universo.

Pero los enemigos de Evo no están, por lo menos no todavía, fuera de nuestras fronteras. Es cierto que acechan desde el Paraguay, país invadido, y ese horrible Chile (lo que sería Bolivia sin Evo), y espían desde el Brasil, que desenmascaró ya a Lula, pero el mundo ha decidido dar pausa a Evo porque la brutal miseria de Bolivia es harto evidente. Ese apoyo pasivo podría continuar si Evo y sus enemigos no convierten a Bolivia en el Irak de América.

Evo y sus enemigos locales, se entiende, porque tiene dos enemigos criollos que pueden hacer arder el país como no ardiera en la década de los 50, cuyos peores años fueron el castigo para una Revolución Traicionada.

Uno de esos enemigos es la Ley boliviana. Redactada por los enemigos de la bolivianidad, ha sido hecha para servir a esos enemigos, para protegerlos, para darles armas despreciables contra el país, para permitir su impunidad perenne. Del uso y abuso de tales leyes malas no existe mejor ejemplo, tal vez, que ese profesional del cinismo, la pillería y el desprecio por la conciencia del hombre que el actual senador que fuera ministro de Educación del tirano.

Por supuesto, es sólo un ejemplo. La legión de la que este ente forma parte incluye a millonarios más hábiles y más ricos que nunca han visto ni su cara ni su apellido en una denuncia publicada de sus "operaciones", pero todos son producto de esa Ley boliviana que ha permitido el triste registro de 30 años de historia hechos de crímenes, canalladas y abusos increíbles sin ningún culpable castigado ni siquiera por la opinión pública. Tales son los extremos a que lleva la corrupción institucionalizada.

Esa Ley y su producto, esos "políticos" sin patria ni dios a no ser el dólar, amenazan hoy más que nunca las esperanzas de un futuro que alientan los humildes de nuestra tierra. ¿Es posible concebir una Bolivia del futuro que pudiera sobrevivir a semejante Ley? Hecha para explotarla antes de asesinar a la patria, excluye toda posibilidad de futuro digno de tal nombre.

Un otro enemigo, tal vez más feroz, es el racismo boliviano. Los bolivianos somos racistas desde siempre, desde antes de ser bolivianos. Los mitómanos del día, tanto occidentales como orientales, inventan historias idiotas basadas en ese racismo y dirigidas a preservarlo.

El Altiplano inventa un "imperio socialista" y cobrizo que jamás existió y los ricachos de Santa Cruz pagan pequeñas fortunas para inventar una Atenas oriental que pueda reemplazar en la imaginación de los ignorantes a la Santa Cruz real, hecha de bellezas desnudas, carnavales orgiásticos pero diminutos y horrorosas diferencias sociales. Como en el Brasil, en Santa Cruz los pobres no existen, no se ven ni se escuchan. O, si existen, existen sólo para comprarlos y convertirlos en asesinos y degolladores.

Ambos vicios nacen en nuestro racismo. Ambas mentiras excluyen a quienes son diferentes porque no son de la misma raza, como si hablar de razas puras fuera posible hoy por hoy. Ambos extremos harán la pira que terminará por quemar al país si no aprendemos a tiempo que todos somos bolivianos primero y mestizos después. Porque todos somos mestizos. Todos, por blancos o indios como aparecemos, somos mestizos tanto por dentro como por fuera. A ello se debe el hecho cotidiano de que todos ejercitamos el salvajismo de nuestra política, el desprecio por los más débiles, el uso y abuso del cinismo como "instrumento de trabajo".

Saludé en su momento el triunfo de Morales como el único "paso adelante" que pudieron dar los bolivianos en su intento de construir un país, y ello es evidente: ¿quién puede imaginar a Morales refugiado en Washington después de cometer crímenes y pillerías contra su pueblo? Habrá tarugos que hablen de La Habana o Caracas, pero ni sus peores enemigos han pensado en Insultarlo de esa manera.

Dije también que, si sus enemigos triunfan, Evo (que por ser Evo no puede ser otro que Evo) sufrirá el sangriento y bárbaro fin que los enemigos del país diseñaron para Busch El Suicida y Villarroel El Colgado. La diferencia, tal vez, estriba en que las fuerzas opuestas están tan equilibradas hoy que un final tan terrible para Evo significa para todos una pesadilla de sangre larga y feroz, anunciada ya por los peores años de la Revolución Traicionada.

A diferencia de otras, esta es una lucha que se libra en la conciencia de cada boliviano. No es como aquellas que permitían a los necios la cobarde afirmación de que "la política es para los sucios; yo no me meto", disculpa con la que entregaron el país todo a esos "sucios".

Hoy, cada boliviano debe ponerse la mano al pecho, debe reconocer a la Ley boliviana y al racismo boliviano como los enemigos mortales que son de nuestra patria, y debe combatirlos sin pena ni pausa porque si tales enemigos triunfan no habrá futuro para Bolivia.

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