Agresión contra Venezuela
Miami-Cúcuta: el eje terrorista de la gusanería y los paracos
29-02-2019
Qué pueden tener en
común Miami y Cúcuta, dos ciudades distantes entre sí por unos 2.200
kilómetros y que además tienen enormes diferencias en cuanto a nivel de
vida, desarrollo arquitectónico, potencial económico y riqueza? A
primera vista nada, porque en efecto las diferencias son abrumadoras,
como lo indican unos datos de tipo general de la capital de Norte de
Santander. En Cúcuta, con 750 mil habitantes, 40 de cada 100 no pueden
cubrir sus gastos básicos; la tasa de informalidad es del 70%; el 40% de
sus habitantes son pobres, 281 mil personas, y el 8.5% vive en la
pobreza absoluta, unas 60 mil personas; es la ciudad con mayor exclusión
de todo el país; el 1% de la población se desempeña en actividades
ilícitas relacionadas con el contrabando de mercancías venezolanas, como
gasolina, alimentos y medicamentos; sólo el 25,32% de la población
tiene acceso al agua potable, y el 74,68% recurre a fuentes hídricas de
origen ilegal; existe un déficit habitacional de 60 mil viviendas y el
90% de los pobres se apiñan en cinco barrios de tugurios; el desempleo
reconocido es del 17% y en las calles laboran diariamente 15 mil niños…
En contraste, Miami es un emporio capitalista de riqueza y despilfarro, con 5 millones y medio de habitantes y un ingreso per cápita
de 16 mil dólares; es sede de empresas multinacionales, grandes bancos y
de compañías de televisión y epicentro de la cultura de masas que
domina a América Latina; cuenta con más de 800 edificios de Art Deco;
tiene el mayor puerto de cruceros del planeta; por allí salen el 40% de
las exportaciones de Estados Unidos hacia el resto del mundo; en ese
lugar viven multimillonarios de muchos países del mundo; pero también y
como expresión de la desigualdad es la tercera ciudad con más pobres de
los Estados Unidos, solo superada por Detroit y El Paso, en Texas.
En
conclusión, aparte de los pobres Cúcuta y Miami son dos universos
distintos, uno es la meca del despilfarro capitalista de los Estados
Unidos y la otra es un desvencijado villorrio, lleno de pobres y huecos.
Sin embargo, en las últimas semanas se ha construido un verdadero eje del terror que ha conectado a Miami con Cúcuta.
MIAMI Y LA GUSANERA
Miami
después de 1959, tras el triunfo de la Revolución Cubana, se convirtió
en la capital de la gusanería, nombre que se utiliza en Cuba para
referirse a los contra-revolucionarios y criminales que salieron de la
Isla y se refugiaron en Miami, hoy el lugar del mundo donde se concentra
la mayor cantidad por metro cuadrado de torturadores, terroristas,
mercenarios y criminales estatales y paraestatales, bajo el cobijo de
las autoridades del Estado de la Florida y del gobierno federal. Allí
residen y muchos de ellos conspiran contra diversos países de América
Latina. En ese lugar cohabitan contra-revolucionarios de Cuba,
torturadores de Haití (desde los tiempos de Bébé Doc), guarimberos
venezolanos, paramilitares de Colombia, ex militares fugitivos de las
dictaduras del cono sur y otras malas yerbas del pantano de la
criminalidad.
Por ejemplo, en Miami se refugió uno de los
militares que torturó y asesino al cantante chileno Víctor Jara y
también allí ha residido el militar argentino Roberto Guillermo Bravo,
uno de los responsables de la masacre de Trelew de 1972, cuando remató
él mismo a 16 de las víctimas de esa masacre cometida por el Ejército
argentino. Luego de su refugio en Miami se convirtió en un próspero
empresario que vende “servicios” a la US Army y es contribuyente del
Partido Republicano. También Miami fue la guarida de los terroristas y
asesinos internacionales, agentes de la CIA y protegido por los Estados
Unidos, Luis Posada Carriles y Orlando Bosch, entre cuyo palmarés
criminal sobresalía el asesinato de 73 pasajeros que viajaban en un
avión de Cuba en 1976, derribado por una bomba. Estos datos, entre
miles, indican que Miami es un refugio de asesinos, los cuales son
respaldados e impulsados por la mafia cubano-estadounidense, a la cabeza
de la cual se encuentran congresistas como Marco Rubio y Mario
Díaz-Balart, no por casualidad los que encabezan la andanada de terror
contra Venezuela.
Aparte de todo, Miami se ha convertido en el
emporio del negocio de la música, encabezado por la “gusanería cultural”
del clan Estefan, alrededor del cual y de otros mafiosos por el estilo
se ha constituido un mercado de mercenarios de la música de diversos
países del mundo, entre los que sobresalen muchos de los que
participaron en el concierto del odio y de la muerte, que se celebró en
Cúcuta el viernes 22 de febrero.
Para no ir más lejos, en 2006 se estableció una especie de Grammy Paramilitar,
concedido a cantantes y compositores vallenatos de Colombia de dudosa
ortografía, como fue el caso de su primer ganador, Poncho Zuleta. De
este individuo circuló una grabación en la que, tras una ráfaga de
ametralladora, remata diciendo “Nojoda, viva la tierra paramilitar,
vivan los paracos”.
Esa zaga la ha continuado en el día de hoy
Silvestre Dangond, denominado como “el paramilitar del vallenato” No
extraña que haya sido una de las “estrellas” del concierto en la
frontera del 22 de febrero. Sobre el mismo dice un comentario de prensa:
“Uno de los cantantes más populares de la música vallenata […] es Silvestre Francisco Dangond Corrales. El máximo representante de la nueva ola del vallenato […] muestra una de sus caras más nefastas ante un público que llena estadios, coliseos y parques alrededor del país: la de militar frustrado […] [al] que le queda perfecto el de ‘paraco’. Basta con ver detenidamente los detalles de su álbum lanzado en 2013, La IX Batalla, en el que parece [ser] uno de los discípulos pródigos de Carlos Castaño”1.
Estos
dos aspectos de gusanería predominantes en Miami, la política y la
musical, han sido trasladados a Cúcuta, por unos pocos días, lo que dio
la falsa impresión de que esta destartalada ciudad se había convertido
en Miami. Soñar es barato, el problema es que al despertar el guayabo
(la resaca) es intensa y frustrante.
CUCUTA Y LA PARAQUERA
Así
como Miami va más allá de sus rascacielos, playas y cruceros, en
Cúcuta, para completar su desgracia, reina el poder paramilitar, hasta
el punto que se le conoce como la “República Independiente de los
Paracos”. En efecto esta ciudad y sus habitantes han sido asolados por
el paramilitarismo desde hace varias décadas, y estos se han convertido
en el verdadero poder de la región, en estrecha alianza con políticos
locales y regionales, mafiosos, miembros de las fuerzas armadas e
incluso sectores de la iglesia católica. Desde Cúcuta se planearon y
organizaron terribles masacres contra campesinos de Norte de Santander, y
entre lo más infame que se ha realizado allí y en todo el país se
encuentran la utilización de hornos crematorios –que revivieron las
prácticas del nazismo en Alemania- para incinerar a campesinos y
guerrilleros:
“Esto no ocurrió en 1943 en la Alemania nazi. Sus
métodos fueron similares, pero la época y el lugar de los hechos esta
fuera del contexto de la Gran Guerra. Lejos de ser detenidos por las
autoridades de la ciudad de Cúcuta, pero sí a tan solo 30 minutos de
esta, se registraron estos degradantes relatos que la humanidad creía ya
superados luego del horror que fue la aparición del Tercer Reich. Para
vergüenza internacional, paramilitares en Colombia acondicionaron como
crematorios unas ladrilleras para desaparecer seres humanos”2.
El
dominio paramilitar en la ciudad es casi absoluto, ellos son los que
gobiernan la ciudad e incluso uno de sus ex alcaldes desde una cárcel de
Bogotá ha seguido gobernando. Un buen número de los taxis que circulan
por la ciudad exhiben calcomanías de Pablo Escobar y la figura de este
capo adorna la principal discoteca. En ese lugar han sido asesinados
estudiantes, profesores, jueces independientes, defensores de derechos
humanos, dirigentes sindicales y campesinos. No extraña que allí mismo
se haya fraguado un atentado contra un candidato presidencial en 2018.
La iglesia católica no se escapa a esa influencia y se sabe de un
sacerdote que se robó el dinero de los restaurantes escolares de los
barrios más pobres. En pocas palabras,
“Es la misma ciudad que
irradia decadencia con decenas de personas durmiendo en la calle
mientras un BMW último modelo pasa despacio para no estropearse con los
huecos del asfalto. O donde la gente del común, ya comenzó a validar en
sus discursos la necesidad de la “limpieza social” incluso con las
personas venezolanas que llegaron huyendo.
Esta es la ciudad que
se quedó sin brisa y sin pamplonita, hasta el río se secó porque lo
desviaron para una multinacional. […] Una ciudad sin industria pero con
personas que humillan a los demás con sus enormes riquezas mafiosas. Un
régimen enquistado como un tumor canceroso heredado a bala, coca,
masacres contrabando, hornos crematorios”3
.
DE MIAMI A CUCUTA: AFINIDADES CRIMINALES
Tanto
la gusanería de Miami como la paraqueria de Cúcuta tienen afinidades
criminales, las cuales son exaltadas y aprovechadas por los poderes
políticos, económicos mediáticos de Estados Unidos y Colombia. La
oportunidad de juntar esos intereses criminales, a la luz pública porque
por supuesto tienen nexos anteriores, se ha dado ahora cuando el
gobierno de Donald Trump, cuyas relaciones exteriores están en manos de
la gusanería, ha decidido derrocar a Nicolás Maduro, contando con el
apoyo irrestricto del gobierno colombiano de Uribe-Duque, con una larga
cadena de nexos comprobados con los paramilitares.
La ocasión de
desplegar esa santa y criminal alianza se ha dado en los meses
recientes, en la medida en que Cúcuta por su ubicación estratégica en la
frontera con Venezuela, ha sido designada como el epicentro de la
agresión contra el gobierno bolivariano.
Eso explica
acontecimientos que se encuentran encadenados, tales como la frecuencia
con que merodean por Cúcuta criminales de toda laya (institucionales y
para-institucionales) de los Estados Unidos (Usaid, la CIA y otras
agencias secretas), y sus halcones más sanguinarios (como el criminal
Elliot Abrans) el secretario de la OEA, los congresistas republicanos de
la gusanería, presidentes derechistas del continente (como Sebastián
Piñera, de Chile, y Mario Abdo Benítez, de Paraguay), mercenarios,
tropas de los Estados Unidos y de seguro un sinnúmero de chacales de la
muerte, prestos a lanzarse sobre territorio venezolano. Es decir, parte
significativa del entable criminal de Miami y sus alrededores se ha
trasladado a Cúcuta.
Y eso mismo ha sucedió en el terreno de la
música, puesto que por 24 horas Cúcuta se convirtió en el escenario de
los cantantes que se han hecho en Miami o son patrocinados por los
clanes mafiosos del espectáculo musical. Y, como se sabe, eso no ha sido
casualidad, es un complemento de la agresión contra Venezuela, para
darle un respaldo aparentemente artístico a la acción imperialista. Eso
explica el concierto “Aid Live” del 22 de febrero, pocas horas del Día D
del 23, cuando llegaron a Cúcuta, algunos en sus jets privados, unos 30
artistas Made in Miami. En ese concierto, de odio y de guerra,
desfilaron cadáveres vivientes, mejor sería decir muertos en vida, como
José Luís Rodríguez, “El Puma”, admiradores de los paramilitares
(Silvestre Dangond), individuos que en su juventud flirtearon con
Pinochet (Miguel Bosé), simpatizantes de las “camisas negras” (Juanes),
cristianos de éxito (Juan Luis Guerra), entre otros. El mensaje fue
claro: hay que ayudar a los “libertadores” de Estados Unidos y Colombia
en su arremetida contra Venezuela, y sobre todo darle impulso y ánimo
para la agresión que se preparaba para el día siguiente. Algunos
intentaron disimular su papel de cruzados de la guerra y la muerte con
mensajes de “paz”, diciendo por ejemplo que las guarimberos que iban a
desfilar al día siguiente llevaron rosas y se las entregaran a los
miembros de la Guardia Nacional para que los dejaran pasar con la “ayuda
humanitaria”, y así Juan Guaidó entraría como el nuevo libertador a
Caracas. Eso fue pura apariencia, porque en el fondo todos están
convencidos, como El Puma –que ya ni aruña– quien dijo sin rodeos: “Es
tan simple y sencillo pedir libertad después de 20 años de dictadura que
ya tiende acabar en toda América Latina, no es mucho pedir. Basta ya de
dictaduras de izquierda en América Latina". Miguel Bosé no se quedó
atrás y con un logo en la mano que decía “Paz en Venezuela”, aseguró con
un lenguaje propio de la alcantarilla de la gusanería: “Venezuela no es
tuya ni de tu compañía de narcos”, refiriéndose al presidente Maduro. Y
así, con ese tono tan profundo y poético, fueron los mensajes de la
mayor parte de los cantantes que aparecieron en Cúcuta como adalides de
la “pax estadounidense”, es decir, la del terror y la muerte.
Lo
significativo es el tono verdaderamente artificial de lo que dicen esos
cantantes, si se les compara con su vida de derroche, cuando nunca se
han preocupado por los pobres, los trabajadores, los perseguidos de sus
propios países ni de ningún lugar del orbe. Cuándo Miguel Bosé ha
actuado para denunciar los crímenes que comente el reino de España,
entre ellos contra los ejemplo en solidaridad de los miles de africanos
que mueren en alta mar tratando de llegar a la península Ibérica. Cuándo
Juanes ha hablado de los miles de dirigentes sindicales asesinados en
Colombia. Cuándo ese “genio poético” de la misoginia que es Maluma se ha
preocupado por los miles de asesinados del paramilitarismo en Antioquía
y Colombia y así sucesivamente.
El objetivo era claro: ablandar a
través de la música los corazones de millones de personas, sobre todo
en Colombia, para que acepten como normal una agresión imperialista
(gestionada a través del territorio colombiano y por el régimen de
Uribe-Duque), dizque en nombre de una pretendida ayuda humanitaria.
Al
otro día, el sábado 23 de febrero, quedaron al desnudo las pretensiones
de “paz” de estos cantantes de pacotilla, cuando las guarimbas fueron
traídas por Guaidó, Duque, Piñera y compañía a actuar directamente en la
frontera, como lo hicieron, tratando de penetrar en territorio
venezolano, sin conseguirlo, y fueron conducidos por la Policía Nacional
de Colombia. Y por eso recurrieron a la violencia, al terror,
esgrimiendo su odio y rencor, para lo cual contaron con el respaldo de
los sicarios con micrófono de los grandes medios de desinformación. Todo
eso forma parte de la ilusión de que Cúcuta sea el Miami de Colombia,
una vana ilusión de pocas horas, inflada con la venida de miles de
turistas que llenaron todos los hoteles del lugar y consumieron hasta el
hartazgo. Pero, luego de que terminó el concierto, y los discursos
falsos y banales sobre la Paz en Venezuela ya ni se oían, porque los
aullidos de las fieras del espectáculo se habían apagado, los turistas
de ocasión se fueron y Cúcuta despertó con su miseria eterna, con los
mismos criminales de siempre dominando la vida cotidiana, solo que ahora
ese círculo de odio se ha ampliado con los gusanos provenientes de
Miami, expertos en matar y torturar, junto con los marines y los
servicios secretos de los Estados Unidos, y algunos presidentes
derechistas del continente, y el lacayo del Ministerio de Colonias, Luis
Almagro. Al fin y al cabo, se acabó la fiesta de la música y se abrió
paso a la acción violenta de las guarimbas en los puentes que unen a
Colombia con Venezuela. Como en la canción de J. Manuel Serrat: “Y con
la resaca a cuestas/ vuelve el pobre a su pobreza,/ vuelve el rico a su
riqueza/ y el señor cura a sus misas.// Se despertó el bien y el mal/ la
zorra pobre al portal, / la zorra rica al rosal,/ y el avaro a las
divisas. // Se acabó,/ el sol nos dice que llegó el final,/ por una
noche se olvidó/ que cada uno es cada cual”.
1 . Fabio Andrés Olarte Artunduaga , Silvestre Dangond: el paramilitar del vallenato, julio 14 de 2005. https://www.las2orillas.co/silvestre-dangond-el-paramilitar-del-vallenato/
2 . Disponible en: https://diariodelhuila.com/judicial/las-historias-detras-de-los-hornos-crematorios-de-los-%E2%80%98paras%E2%80%99-cdgint20151114221327112
3 . Chrarly Spansky, “Cúcuta y su régimen paramilitar”, El Espectador, marzo 10 de 2018. Disponible en: https://colombia2020.elespectador.com/opinion/cucuta-y-su-regimen-paramilitar
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.