viernes, febrero 22, 2019

Caballo de Troya en la frontera

22-02-2019


Hay un Caballo de Troya, escondido en la sonrisa de los niños bien y la hienas que miran a la Suramérica como si fuera su playa privada, con sillitas donde sentar sus grandes culos mientras miran celulares y piden ayuda humanitaria para comprarse otro Mercedes.

Hay un Caballo de Troya que cabalga por la América de acá abajo, lleno de farsantes que juegan a la guerra como si fuera un videojuego, con vidas prestadas por la muerte, mientras miran las batallas y piden papel higiénico para jugar su pellejo en la pantalla.

Hay un Caballo de Troya en la mirada de los que creen que nunca van a morir porque el papel higiénico y la ayuda humanitaria los salvará del desprecio de los dioses. Y tal vez se salven, pero no podrán huir del asco o la nausea de la memoria que es mucho peor: viviendo de muerte natural toda la vida.

Amiguitos y amiguitas, enemiguitos y enemiguitas: ¿en qué lugar del Caballo de Troya van a estar ustedes? ¿En la playa mirando su celular hasta que se abra el caballo y disparen las primeras balas o bombas o lo que sea? ¿En la última frontera de la paz hasta que el caballo se ahogue y el mar le pase por arriba con toda la furia de Poseidón?

Muchachitos y muchachitas, hay un Caballo de Troya gordo de tanto que ha comido a lo largo de su vida. Así no lo hayan visto o no lo recuerden, así no sepan de Ulises ni de Ítaca, hay un Caballo de Troya en la frontera. Hay fronteras grandes y pequeña, muros pequeños y grandes en las fronteras, pero también hay fronteras entre el mar y la arena de la playa. Hay fronteras grandes como esas que separan la vida y la muerte del mundo, hay fronteras pequeñas como la sonrisa de las hienas y los niños bien. Pero, sobre todo hay un Caballo de Troya en la frontera de la Suramérica.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.