Jorge Mansilla Torres *
En la saga de libelos que la revista electrónica "Pukara" está publicando contra lo que denomina "la diplomacia del MAS", Hugo Rodas ha elaborado un texto infundioso acerca de mi gestión en la embajada boliviana en México; el desaguisado se titula "¿Indigenistas de izquierda, ciudadanos de ´clase mundial´?".
El número anterior de ese mensuario escarneció el trabajo del ex embajador en Estados Unidos, el digno periodista Gustavo Guzmán, y salpicó de insultos a casi todos los representantes diplomáticos del gobierno de Evo Morales; aludió a la artista Luzmila Carpio por ser cantante, al pastor evangélico Eugenio Poma por ser protestante y a mí por ser poeta.
Es la guerra sucia. Ya rueda el rodillo opositor contra el gobierno del cambio estructural republicano para evitar, entre sus otros objetivos, la reelección de Evo en los comicios de diciembre.
Presa literal de un estado de ira, producto de vaya uno a saber qué frustraciones personales, Hugo Rodas se subió a un ladrillo de dómine intolerante y esgrimió una palmeta de justicia por mano propia para golpear a los que no encajamos en sus veleidades y prejuicios de supuesta ética política.
Todos los que nombra en su kilométrico artículo salimos raspados: los argentinos Piero y Zivac; el líder mexicano López Obrador, los partidos PRD (izquierda) y PAN (derechista), el diario "la Jornada", Venezuela, el MAS, el presidente Lula y, cómo no, Evo, García Linera y el canciller Choquehuanca. Del rapto de cólera de Rodas no se salva ni el actual pasaporte boliviano y su gráficas interiores: el Cristo de Cochabamba ("privilegios a la religión católica"), la "cholita tarijeña" y los "Tobas" que aparecen bailando en una página.
Muestra rodante del "ck'aickeo", es decir el abrupto y violento desahogo verbal de alguien que, bajo los efectos del alcohol o de un rencor largamente mascullado, se desbarata con voz altisonante y rajada, palabras de una vez, ante quienes lo tenían por amigo, familiar o pareja sentimental, el tal Rodas exuda, de una vez y de corridito, su reserva visceral y biliosa guardada para mí.
En tal cometido, recurrió al fácil y perverso recurso de seleccionar frases de discursos o conferencias de prensa que di en Morelia, Michoacán; las mutiló a discreción y sonsacó contenidos para exhibirme como un portador modelo de incoherencias.
Ha de resultar farragoso ponerme a rebatir o aclarar palabra tras palabra lo que la idiotez rodante del escriba me hace decir en su texto atrabiliario. Hacerlo supondría dejarme arrastrar a lo que busca la generalidad de los "analistas" opositores de Evo: meterme en diatribas de nunca acabar.
¿Qué sacaría, además, con un capataz del idioma que escribe "en base a" cuando lo correcto es con base en?
Me tiene sin cuidado el ánimo beligerante de este escarbador de textos. Yo sé lo que digo en mis declaraciones y discursos acerca de la obra del gobierno más definido y claridoso que tiene Bolivia. No necesito inventar vocabularios ideológicos ni atenerme temblorosamente a los cánones de una izquierda dogmática.
El año pasado participé en no menos de 120 eventos políticos y culturales en todos los foros que se me ofrecieron, desde sencillas plazuelas campiranas hasta sacros auditorios de academia. Los públicos son siempre los mismos: gente ávida de saber del avatar democrático boliviano, pueblos que amarran su solidaridad a nuestro destino revolucionario.
Sin embargo, porque sé que nada sale más caro que un enemigo gratuito, me detendré en el trauma rodiano de apostillar con "sic" y "sic", ad nauseam, incluso las pausas de cuando hablo. En 2007, por ejemplo, expliqué en Morelia lo esencial de la campaña internacional de revalorización de la hoja de coca y la lucha contra el narcotráfico lanzada por el gobierno de Evo Morales. Al interpretar aquellas mis declaraciones a la prensa, Rodas elaboró un menjurje, un jach'u intragable, un bodrio, vamos.
Con su moralina de ayatola descontinuado Rodas descalifica mis expresiones a favor de la hoja de coca y, al referirse a otro hecho, otro discurso ocurrido en el DF, censura que el Comité Mexicano de Solidaridad con Bolivia hubiese celebrado el triunfo electoral del 10 de agosto, que ratificó a Evo en la Presidencia, con una creativa frase inscrita en mil pancartas: ¡Viva la dEvocracia!
Tampoco le gustó que el diario "La Jornada" haya comentado al día siguiente aquel memorable mitin de mexicanos y latinoamericanos y menos aún que la Embajada hubiese invitado mates de coca a los concurrentes.
A propósito, léase esta parrafada digna de un "sic": "La incontinencia verbal de un embajador, añade así la equívoca noción de que la democracia reemplazaría a los electores por el candidato triunfante, fijando en un nombre la lucha obrera y popular desde fines de los años ‘70".
Inaugura Rodas una nueva historia: las luchas obrero-populares comenzaron en Bolivia "desde fines de los años ‘70". En su galopante fiebre de neohistoriador establece, además, que "una de las modalidades de cooptación neoliberal" sucedió "durante la crisis energética del sistema capitalista de 1973." Los bolivianos sabemos que en los años setenta no hubo ninguna crisis del sistema porque, al contrario, los pueblos estábamos sometidos a la brutalidad capitalista de la Doctrina de la Seguridad Nacional, bajo Banzer, Pinochet, Videla y otros sátrapas fascistas.
En su amargo escrito, Rodas se presenta como defensor de la alcaldesa racista de Sucre, distorsionando mi texto testimonial "No soy el embajador del racismo" acerca del desventurado encuentro que tuve con Nava en el DF. Pero, como para equilibrar su balanza de filiaciones, el libelista se autoproclama adherente del movimiento indígena zapatista y recrimina a Evo por usar la frase "mandar obedeciendo" del Subcomandante Marcos.
La oscura raíz del resentimiento
De falacias e insultos se trata la guerra sucia de los viejos y nuevos reaccionarios contra la irreversible revolución democrática, socialista y comunitaria que comanda Evo. Junto a los ya conocidos voceros del anti indigenismo que lucran en la prensa y la TV, pasarán a jugar su rol confundidor los "indigenistas" que recalen en Pu-k'ara. No les faltará financiamiento ni cinismo.
Pero, ¿quién es este Rodas? ¿Por qué suda estas fiebres? Vino a México hará unos ocho años con un libro, "Huanchaca", bajo el brazo, afirmando, pollito huyendo del zorro, que la mafia lo tenía a tiro. Pidió ayuda y la recibió en todo el horizonte de la solidaridad.
Receptor de favores y contactos claves los usó todos; se hizo de un presupuesto de profesor en alguna universidad y desapareció de la escena amical. No se dejó ver por años. Una vez le pregunté al filósofo Mario Miranda Pacheco qué sabía de Rodas. "No me hables de ese carajete", repuso el sabio. No quise saber por qué.
Otro día trascendió que aquel "su" libro no era más que el extracto adocenado de una tenaz, valiente y documentada investigación de los diputados Roger Cortez y Edmundo Salazar sobre el siniestro episodio ocurrido en Huanchaca. Por ese trabajo esclarecedor, la mafia transnacional acribilló a balazos en Santa Cruz al diputado Salazar.
¿Quién perseguía a Rodas si en ese volumen no agregaba nada a lo ya dicho por otros? No hay una sola línea que testimonie su involucramiento en esa investigación. Frente a esa impostura, está el ejemplo del periodista Wilson García Mérida que desenmascaró con pruebas y valentía a los mafiosos de la droga. Por eso lo acuchillaron en Cochabamba y por eso está salvando la vida en otros atentados.
¿Quién es Rodas? Ya nos dirán los que lo trataron a tiempo y en su tiempo. Por ahora, quisiera reproducir lo dicho por Martha, mi compañera: "tanto odio destilado contra vos, ¿qué favores le hicimos?".
"Boliviano clase mundial"
El falaz compilador de textos ajenos, incluidos los míos, suscribe un alegato extenuante porque en el año 2003 recibí en Santa Cruz una nominación llamada "boliviano clase mundial".
Fue a propuesta unánime de la Federación de Trabajadores de la Prensa, co organizadora de ese evento, que se me confirió esa presea en presencia de los secretarios generales de los sindicatos de periodistas de los nueve departamentos.
Junto a mí fueron galardonados el genial matemático Jaime Escalante, el concertista de guitarra Piraí Vaca, el director de la orquesta y coro Urubichá, Rubén Darío Suárez, las deportistas Geovana Irusta y Fernanda Alvarez, el audaz empresario agroindustrial Cristóbal Roda y la Academia de Futbol Tahuichi.
Según Rodas, por haber recibido un trofeo de la empresa Transredes -una zampoña con tubitos de fierro abrillantado- fui "cooptado por el neoliberalismo" tras haber "extraviado" mi "conciencia clasista" (resic).
A ver, a ver. Unos años antes de ese acontecimiento, la Asociación de Periodistas de La Paz me designó Premio Dignidad de la Prensa "Luis Espinal" y la bella placa creada por la artista señora Ostermann me fue entregada, en ceremonia pública, por el Presidente Sánchez de Lozada.
Pregunto a Rodas si por haber aceptado ese trofeo de manos de Goni podrá él catalogarme de bastardo capitalizador de los recursos naturales de mi patria y, al final del día, de coautor de las matanzas de octubre de 2003 en El Alto.
Ahora deseo confesar que en ese junio de 2003 viajé a Santa Cruz para ver mis cenizas en la Plaza 24 de Septiembre donde, 32 años antes, fui quemado por una enardecida multitud cívico-separatista.
Va la historia: en 1971, los comiteístas de Melchor Pinto Parada y la juventud cruceñista de Carlos Valverde Barbery se pronunciaron contra el gobierno "comunista" del general Juan José Torres y pidieron su renuncia. Para ello reflotaron la amenaza de la guerra civil con el viejo truco-cruco del separatismo.
Ante tamaña amenaza, el gobierno revolucionario, la COB, las universidades, la Asamblea Popular y especialmente las radios y la prensa de Occidente denunciamos el exceso de querer partirnos la madre geografía si a la oligarquía camba no se le cumplía el capricho de más dinero presupuestal, más negocios exclusivos con los recursos naturales y más favoritismo fiscal.
Por entonces, era yo el director suicida del programa radial de humor político "Olla de Grillos" (iniciado en 1965 para hacer frente a la dictadura de Barrientos) y mi amigo Pepe Luque dirigía la revista satírica "Cascabel". Contra aquel amago separatista publiqué el "Manifiesto Cunumista" y los cascabeleros Luque, Rifrico, Rulo Vali y otros caricaturistas se mandaron unos cartones de filoso humor. Yo no hacía ni hago caricaturas, como afirma el sibilino Rodas. Ojalá hubiese tenido esa bendita gracia.
La reacción de los cívicos melchoristas llegó puntual con la ferocidad valverdiana de reglamento. En junio de ese año, hordas bien pagadas asaltaron, destruyeron y quemaron las sucursales de los diarios "Presencia", "Hoy" y "El Diario" en Santa Cruz y en una concentración realizada en la Plaza 24 prendieron fuego a dos muñecos de paja que tenían letreros con estas leyendas: Pepe Luque y Coco Manto.
Los muñecos ardimos, además, bajo la grita de "comunijtaj collajemierda".
Por eso, digo, que cuando en 2003 regresé a Anta Cru, lo primero que hice fue ir a la hermosa plaza cruceña para imaginar el sitio de mi inmolación de paja en la pira inquisitorial de los cívicos de entonces.
Ese pesado tramo de historia boliviana culminó, como se sabe, con el golpe fascista. Torres fue derrocado sangrientamente el 21 de agosto de 1971, día en que murieron 74 patriotas en las calles. A su turno, los golpistas collas, generales Rogelio Miranda y Humberto Cayoja, entre otros, tuvieron que ceder posiciones a la coerción camba de "nos dan todo el gobierno o nos acogemos al Protectorado brasileño". Por eso Banzer fue presidente, Gutiérrez canciller, Selich mingobierno, Valverde Barbery salud y venganza anticomunista. Bah.
Escribo testimonios. No especulo sobre textos ajenos. No hablo de oídas ni acomodo mis orejas para escuchar sólo lo que me conviene. Sepa Rodas que aquél día de la derrota popular fui uno de los periodistas que resistió al fascismo en Radio Illimani, emisora del Estado. Allí estuve con el pellejo jugado hasta la hora en que los tanques golpistas llegaron a la Plaza Murillo.
Derrota igual de trágica a la que padecí con los mineros de Colquiri el 23 de mayo de 1965 en la pampa Hilbo. Director fundador de radio Vanguardia -"labor empírica", cierto, porque para sufrir la muerte de los proletarios no se estudia masterado alguno-, narré en esa desolación altiplánica la muerte por ametrallamiento de 26 trabajadores que a, su heroico modo, luchaban por una Bolivia más justa con ellos, patria dueña soberana de sus recursos naturales y pueblo beneficiario, al fin, de la democracia ejercida con soberanía y libertad. Como está ocurriendo ahora.
* Embajador de Bolivia en México.