CELAG
10-08-2019
Ni los unos ni los
otros logran entender la política exterior de Bolivia. Todos están
sorprendidos por tanta eficacia, pero no acaban de descifrar cómo se
hace lo de compatibilizar tantas relaciones aparentemente
contradictorias entre sí. La razón de tanto desconcierto es bien
sencilla: se siguen analizando las relaciones exteriores desde un
paradigma obsoleto, basado en la idea de que “el enemigo de tu amigo ha
de ser tu enemigo”. Y eso ya es agua pasada.
El
presidente de Bolivia, Evo Morales, y el vicepresidente, Álvaro García
Linera, en un acto por el 194 aniversario de las Fuerzas Armadas
bolivianas, en El Alto (Bolivia). EFE/Stringer
La
transición geopolítica sigue su curso. El mundo jamás se detiene y
mucho menos en lo que concierne a las relaciones entre países. El
contexto geoeconómico global marca y condiciona el devenir de la forma
en la que se relacionan los países. En época de “vacas flacas” el
proteccionismo resurge con más fuerza. Véase, por ejemplo, lo que hace
el mismo Trump. La contracción del comercio mundial en la última década
es un hecho irrefutable que empuja hacia un mayor “darwinismo” como
premisa básica para la inserción económica de los países en el mundo.
Cada quien se lo busca como puede.
Pero no todo es
geoeconómico. Existe, también, una nueva época de relaciones
geopolíticas en la que los bloques cada día son más débiles. Son menos
homogéneos. Y un buen ejemplo es lo que sucede al interior de la Unión
Europea, donde se observa cómo hay grandes diferencias en muchos temas
claves, como así ocurre con el acuerdo comercial con Mercosur. Si nos
aproximamos a América Latina también advertimos cómo cada día hay una
mayor dificultad para tratar homogéneamente cualquier asunto
internacional al interior de cada bloque. Esto ocurre tanto en un lado
como en el otro, tanto en la Alianza del Pacífico como en el ALBA.
Estamos en un nuevo tiempo geopolítico en el que cada país busca su hoja
de ruta internacional unilateralmente, sin que ello signifique
renunciar a alianzas con socios preferentes.
Es justamente esto
lo que debemos entender. Sería un error garrafal tratar de explicar las
relaciones internacionales con los principios de la Guerra Fría,
amparados en un marco lógico dicotómico; estás en este bando o en el
otro y, por supuesto, siempre excluyentes entre sí. No. Ya no estamos
bajo ese viejo paradigma. Y quien mejor lo demuestra es Bolivia, que
mantiene relaciones efectivas con todo el mundo, con diferentes
tonalidades e intensidades. Adapta cada relación con el otro según cada
necesidad, sin ninguna renuncia a sus propios principios. Tiene claridad
absoluta sobre su línea roja en base a la soberanía, pero no necesita
recordarla cada vez que se sienta en una mesa de negociación.
Seguramente, por haber entendido muy bien qué es lo que toca hacer en
estos nuevos tiempos históricos, Bolivia es el país con “menos rechazo”
por parte del resto de países de la región latinoamericana.
Evo
Morales puede sentarse en la misma mesa con Duque (Colombia), Abdo
(Paraguay), Vizcarra (Perú) y Macri (Argentina), al mismo tiempo que va a
visitar a Maduro (Venezuela) o Diaz Canel (Cuba); puede recibir la
visita de Almagro (OEA) de la misma manera que es recibido por Putin
(Rusia). Es respetado en la Unión Europea y también en Oriente Medio,
Turquía e India. Es capaz de acordar financiación con la CAF y el BID en
paralelo a sus convenios con China.
Esta gran variedad de
relaciones no son equidistantes entre sí. Es decir, no con todos se
tiene el mismo grado de sintonía y lealtad; ni mucho menos. Existen
infinidad de matices en cada relacionamiento. Hay prioridades
diferentes, tipologías distintas. No es lo mismo la relación comercial
que Bolivia debe tener con Brasil y Argentina, más allá de las
afinidades ideológicas, que la relación más política que pueda tener con
otros socios. No es lo mismo la relación de conveniencia que pueda
tener con instituciones supranacionales de las que requiere el aval en
vísperas de elecciones, que las que tenga en base a otras alianzas
ideológicas.
Bolivia ha logrado tejer virtuosamente una gran
matriz de relaciones con el mundo. Compleja y heterodoxa. Donde caben
todos sin ceder soberanía. La política exterior de Bolivia en estos años
ha logrado una gran amplitud, sin exclusiones,
pero sí con prioridades, haciendo compatible lo que parecería imposible.
Evo Morales demuestra, una vez más, que sí hay alternativa, también en lo que atañe a las relaciones exteriores.
Alfredo Serrano Mancilla, Director Celag.
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