Editorial de El Nacional
Al litio de Uyuni se le está imprimiendo el sello nacional. Aunque aún con contradicciones internas, hoy se reporta una valiosa iniciativa en curso anunciada esta vez por el viceministro de Ciencia y Tecnología, quien, bajo el lema “los recursos humanos tienen que ser bolivianos”, ha anunciado gestiones para que las universidades de San Andrés (La Paz) y San Simón (Cochabamba), se sumen a los esfuerzos de la Tomás Frías (Potosí) y capaciten más técnicos y científicos bolivianos.
Y es que, si bien la iniciativa es valiosa, deja un sabor a insondable ingenuidad de parte de la autoridad, quien, junto a su anuncio, es reiterativo en afirmar que el programa de capacitación e "intercambio" de conocimientos contará con la participación (¿desinteresada?) de empresas, universidades, comités de investigación y desarrollo tecnológico de 11 países, entre éstos Corea, Japón, China, Rusia, Francia, Brasil, Estados Unidos, Argentina y Chile.
Ningún país, empresa e incluso universidad del exterior, que responden a su vez a intereses concretos propios de los países donde se desenvuelven, transmitirán conocimientos tecnológicos a título de "cooperación", como sugieren las declaraciones del viceministro del rubro. La legislación internacional sobre "patentes" de invención es sólo una de las armas que esos países utilizan para controlar el flujo y utilización de información tecnológica.
El asunto del litio, las tecnologías más apropiadas para explotarlo, su industrialización y, finalmente la comercialización vía productos acabados (baterías u otros), debe ser enfocado estrictamente como un negocio boliviano. Este debe estar acotado por las políticas estratégicas de Bolivia al respecto, al tratarse no sólo para el país, sino para el mundo entero, de un recurso energético también estratégico.
Para ello, es imprescindible que, como ya varias veces se ha propuesto, se conforme una Corporación Boliviana del Litio, como empresa estatal estratégica, capaz de autofinanciarse, registrando en sus activos la portentosa riqueza que representan las reservas de Uyuni y los otros grandes salares que hay en nuestro territorio. Tal es la magnitud de esta riqueza, que podría fácilmente apalancar recursos para comprarse el 100% del negocio de Bolloré y el de las otras empresas interesadas de Korea o Japón, cuyo valor de mercado actual en conjunto no llega ni al 3% del valor de las reservas del litio. Esa compra incluye toda su existente tecnología para la fabricación de baterías y a sus propios equipos científicos que desarrollan avances cada vez mayores al respecto.
Por el contrario, cualquier pacto de "negocios" que concrete ahora Bolivia con alguna de esas empresas, las valorará especulativamente a ellas y disminuirá el negocio para los bolivianos. Esa la razón de la desesperación de las extranjeras para forzar cuanto antes un "compromiso".
La Corporación boliviana podría también, sin afectarle en lo más mínimo a su salud financiera (por el contrario, reforzaría su potencialidad), construir facilidades completas (viviendas comodísimas, laboratorios equipados con la última tecnología, pistas de aterrizaje, transporte aéreo, telecomunicaciones, etc.) para traer grupos de científicos completos a Bolivia (familias incluidas, si es necesario) para, trabajando para y por cuenta de nuestra Corporación, interactuar con nuestros propios científicos.
Ya el analista y experto en el tema, Juan Carlos Zuleta, alertó de la importancia de conformar un Comité Multidisciplinario que incluya a financistas y economistas que configuren el negocio, sumando variables que tienen que ver con la importancia que el litio reviste para países como China, Japón, Rusia, Estados Unidos y los de Europa, así como para el propio Brasil, que mira al ligero metal con ambición imperial y no con el ánimo de "cooperación". (Esto es lo último que hay en el voraz ánimo brasileño, cuyo presidente, Lula, ha confesado ya que gobierna aliado a los "judas" dentro de su propio país).
Hace poco se reportó el descubrimiento de procedimientos para obtener carbonato de litio descubierto por científicos nacionales. Las autoridades sectoriales anunciaron que para el 2010 (primer semestre) estará funcionando ya la Planta Piloto (40 toneladas mensuales de carbonato de litio) y, luego de perfeccionar los procesos industriales y tecnológicos, el 2014 estará funcionando una Planta Industrial enteramente boliviana, sin necesidad de socios extranjeros.
Valga la oportunidad para reflexionar a fondo en el rumbo a seguir respecto del litio. La intuitiva urgencia de formar recursos humanos bolivianos para el negocio del litio traduce, básicamente, la constatación, que ya no debe ser intuitiva, sino, por el contrario, consciente y explícita, de que sólo los bolivianos podrán concebir y ejecutar un negocio estratégico con sentido nacional en relación a ese recurso precioso.
Sólo así evitaremos que se repita la historia del gas y petróleo, cuyos últimos contratos de explotación han sido redactados por extranjeros, que trabajan y trabajaron para una de las empresas que continúa explotando gas (esta es una Cuenta Pendiente, de próximo tratamiento en la revista dominical Día D).
Y es que, si bien la iniciativa es valiosa, deja un sabor a insondable ingenuidad de parte de la autoridad, quien, junto a su anuncio, es reiterativo en afirmar que el programa de capacitación e "intercambio" de conocimientos contará con la participación (¿desinteresada?) de empresas, universidades, comités de investigación y desarrollo tecnológico de 11 países, entre éstos Corea, Japón, China, Rusia, Francia, Brasil, Estados Unidos, Argentina y Chile.
Ningún país, empresa e incluso universidad del exterior, que responden a su vez a intereses concretos propios de los países donde se desenvuelven, transmitirán conocimientos tecnológicos a título de "cooperación", como sugieren las declaraciones del viceministro del rubro. La legislación internacional sobre "patentes" de invención es sólo una de las armas que esos países utilizan para controlar el flujo y utilización de información tecnológica.
El asunto del litio, las tecnologías más apropiadas para explotarlo, su industrialización y, finalmente la comercialización vía productos acabados (baterías u otros), debe ser enfocado estrictamente como un negocio boliviano. Este debe estar acotado por las políticas estratégicas de Bolivia al respecto, al tratarse no sólo para el país, sino para el mundo entero, de un recurso energético también estratégico.
Para ello, es imprescindible que, como ya varias veces se ha propuesto, se conforme una Corporación Boliviana del Litio, como empresa estatal estratégica, capaz de autofinanciarse, registrando en sus activos la portentosa riqueza que representan las reservas de Uyuni y los otros grandes salares que hay en nuestro territorio. Tal es la magnitud de esta riqueza, que podría fácilmente apalancar recursos para comprarse el 100% del negocio de Bolloré y el de las otras empresas interesadas de Korea o Japón, cuyo valor de mercado actual en conjunto no llega ni al 3% del valor de las reservas del litio. Esa compra incluye toda su existente tecnología para la fabricación de baterías y a sus propios equipos científicos que desarrollan avances cada vez mayores al respecto.
Por el contrario, cualquier pacto de "negocios" que concrete ahora Bolivia con alguna de esas empresas, las valorará especulativamente a ellas y disminuirá el negocio para los bolivianos. Esa la razón de la desesperación de las extranjeras para forzar cuanto antes un "compromiso".
La Corporación boliviana podría también, sin afectarle en lo más mínimo a su salud financiera (por el contrario, reforzaría su potencialidad), construir facilidades completas (viviendas comodísimas, laboratorios equipados con la última tecnología, pistas de aterrizaje, transporte aéreo, telecomunicaciones, etc.) para traer grupos de científicos completos a Bolivia (familias incluidas, si es necesario) para, trabajando para y por cuenta de nuestra Corporación, interactuar con nuestros propios científicos.
Ya el analista y experto en el tema, Juan Carlos Zuleta, alertó de la importancia de conformar un Comité Multidisciplinario que incluya a financistas y economistas que configuren el negocio, sumando variables que tienen que ver con la importancia que el litio reviste para países como China, Japón, Rusia, Estados Unidos y los de Europa, así como para el propio Brasil, que mira al ligero metal con ambición imperial y no con el ánimo de "cooperación". (Esto es lo último que hay en el voraz ánimo brasileño, cuyo presidente, Lula, ha confesado ya que gobierna aliado a los "judas" dentro de su propio país).
Hace poco se reportó el descubrimiento de procedimientos para obtener carbonato de litio descubierto por científicos nacionales. Las autoridades sectoriales anunciaron que para el 2010 (primer semestre) estará funcionando ya la Planta Piloto (40 toneladas mensuales de carbonato de litio) y, luego de perfeccionar los procesos industriales y tecnológicos, el 2014 estará funcionando una Planta Industrial enteramente boliviana, sin necesidad de socios extranjeros.
Valga la oportunidad para reflexionar a fondo en el rumbo a seguir respecto del litio. La intuitiva urgencia de formar recursos humanos bolivianos para el negocio del litio traduce, básicamente, la constatación, que ya no debe ser intuitiva, sino, por el contrario, consciente y explícita, de que sólo los bolivianos podrán concebir y ejecutar un negocio estratégico con sentido nacional en relación a ese recurso precioso.
Sólo así evitaremos que se repita la historia del gas y petróleo, cuyos últimos contratos de explotación han sido redactados por extranjeros, que trabajan y trabajaron para una de las empresas que continúa explotando gas (esta es una Cuenta Pendiente, de próximo tratamiento en la revista dominical Día D).