BOLIVIA: El peridista Walter Chávez, fue el blanco de algunos medios de comunicación ligados a los sectores más reaccionarios del país.
El nuevo ataque a Walter Chávez confirma que la CIA desarrolla un plan de Operaciones Sicológicas.
Por :Wilson García Mérida La Paz, 31 de julio.- (Datos & Análisis).- El Comando de Operaciones Sicológicas del Pentágono, que opera en Venezuela a través de una empresa mercenaria de comunicación, ligada a la CIA, viene expandiendo sus métodos en Bolivia. Prueba de ello es el reciente ataque mediático sufrido por el periodista libertario Walter Chávez, cuya presencia en la última reunión del gabinete de Evo Morales causó un insulso escándalo nacional. Con la misma mala fe, este emergente periodismo separatista continúa haciendo apología de la frustrada tentativa balcanizadora del mercenario Eduardo Rozsa y desinforma cínicamente sobre los inobjetables avances de la revolución agraria en Pando. Anualmente y de manera muy selectiva, el Servicio de Informaciones del Gobierno Norteamericano más conocido por sus siglas en inglés, USIS, “invita” a periodistas que por lo general trabajan en medios masivos de comunicación, preferentemente jefes de prensa, editorialistas, conductores de TV o reporteros “estrella”, con la finalidad de formatear no solo el estilo sino también, sobretodo, los contenidos que se diseñarán en el trabajo cotidiano de estos informadores “privilegiados” por las gentilezas de la embajada de Estados Unidos.
Prácticamente todos los periodistas bolivianos, con raras excepciones, que hoy ocupan puestos “decisivos” en los grupos y redes empresariales de la comunicación, han sido favorecidos por lo menos con un viaje a ciudades norteamericanas, a invitación de USIS, de donde retornan convencidos que el indio que gobierna a Bolivia es un terrorista. Son viajes de placer con hospedajes en hoteles de cinco estrellas para participar en “seminarios” y “visitas guiadas” a importantes medios norteamericanos. Una vez que retornan de esos viajes, estos colegas se ponen a órdenes de políticos fascistas directamente ligados a los dueños de los medios.
Esta forma de “cooptación” que es parte de las estrategias de la CIA para ejercer control sobre los sistemas informativos en Latinoamérica, se intensificó y amplió vorazmente desde los atentados del 2001 que derribaron las torres gemelas. Y está hoy intensificándose en Bolivia.
Soldados de la falacia
Tras la crisis del golfo Pérsico, la guerra contra Irak y el ataque del 11 de Septiembre, Estados Unidos descubrió que el control de la información y de todo el aparato tecnológico inherente a este ámbito, son las más eficaces armas de guerra. El periodista es conceptuado como una pieza clave en esas batallas invisibles pero de letales efectos sociales llamadas “Operaciones Sicológicas” (OpSic), cuyo objetivo es evitar que “el enemigo” (en este caso el gobierno de Evo Morales) pueda tener una opinión pública favorable a su gestión. La moderna concepción bélica de Estados Unidos opta por disparar mentiras, previamente a las balas o junto con ellas, produciendo efectos igual de devastadores.
Federico Montanari, citado por Joám Evans, afirma que hoy “es la comunicación misma la que puede convertirse en continuación de la guerra por otros medios”, a través de una “continua reversibilidad entre política y guerra, entre guerra y política convertida en comunicación”. Y esto nos lleva a la guerra psicológica en si, entendida como “el uso planificado de la propaganda y otras acciones orientadas a generar opiniones, emociones, actitudes y comportamientos en grupos foráneos, sean enemigos, neutrales o amigos, para que apoyen la consecución de los objetivos nacionales (de EE.UU. ndr)” (Daugherty).
Y no son precisamente sicólogos los profesionales llamados a ejecutar estas “Operaciones Sicológicas”, sino ante todo periodistas, comunicadores y publicistas.
América Latina, como en su momento lo fueron el Golfo Pérsico, el Medio Oriente y los Balcanes, es hoy el escenario donde se está librando una guerra informativa con todo su vigor, y tal es así que el Pentágono, en el afán de deshacerse de la incómoda presencia del presidente venezolano Hugo Chávez en el escenario mundial, ha reforzado su “Unidad de Operaciones Sicológicas”, con sede en Fort Bragg, desde donde operan 1.200 especialistas encargados de crear “mensajes fiables” para apoyar las políticas intervencionistas de Estados Unidos. En los hechos es un flamante apéndice de la CIA.
Según Rodrigo Guevara, el Comando OpSic del Pentágono se encarga de “empaquetar” discursos y lecturas de coyuntura “pre-fabricados” para su “consumo” en las poblaciones-objetivo. Durante la invasión a Irak y Afganistán, según informaba el Times, USAID (la agencia de cooperación norteamericana de la que depende USIS), elaboró y distribuyó decenas de miles de dispositivos de audio del tipo iPod (reproductor de música digital con disco duro o memoria flash) en los cuales transmiten mensajes cívicos empaquetados, “pero lo hacen por intermedio de una empresa contratista que asegura que no habrá ‘huellas’ del Pentágono o del gobierno de los EE.UU. en los mensajes”.
Rodrigo Guevara explica que además de la contratación de empresas mercenarias de comunicación, el Pentágono apela también al soborno de periodistas en los países ocupados o asediados. O se los copta mediante los placenteros viajes organizados por USIS.
En su guerra contra Hugo Chávez y el pueblo venezolano, el Comando OpSic del Pentágono contrató a una empresa mercenaria de comunicación, la Rendon Group, que es la encargada de “empaquetar” la línea informativa que guía el accionar de los periodistas venezolanos subordinados a esta forma belicosa de tergiversar la información. Tales métodos ya están en Bolivia.
Todo vale contra el peruano
El mercenarismo informativo que imponen la CIA y el Pentágono, está generando en Bolivia el surgimiento de un periodismo separatista, prejuicioso y abiertamente racista por la manera en que busca enfatizar las debilidades del presidente Evo Morales. En Bolivia, la famosa “objetividad periodística”, la ética informativa y la imparcialidad en el manejo del hecho noticioso son reliquias de un lejano pasado. Hoy pesa más la capacidad de convencer que el enemigo está a la otra vereda, que es indio y terrorista, aunque en ello se tenga que difamar y desinformar en detrimento del derecho ciudadano a conocer la verdad de las cosas.
Los ejemplos abruman; pero el caso reciente del periodista peruano Walter Chávez, que fue “sorprendido” por las cámaras ingresando al gabinete de Evo Morales durante una reunión celebrada en el municipio de Huajchilla, y que fue motivo de escandalosos titulares en primera plana, muestra en carne viva el modo en que el periodismo boliviano dominante desde los grandes medios de comunicación, se ha convertido en un vergonzoso apéndice de las estrategias separatistas y racistas que aún están en marcha. “Acusado de terrorista vuelve al gabinete de Evo”, es uno de los titulares mentirosos con que se busca intimidar a la opinión pública en el afán, alentado por la CIA, de minar la confianza ciudadana en el actual Gobierno indígena.
Walter Chávez, como todos sabemos en nuestro país, es un intelectual formado en la Universidad San Marcos, Perú, y se encuentra en Bolivia desde 1992 como refugiado político al ser perseguido por la dictadura de Fijumori. Se desempeñó como periodista durante más de diez años, fundando al comenzar la década de los 2000 el semanario independiente “El Juguete Rabioso”, que allanó el camino de Evo a la Presidencia. A mediados del 2008, el fascismo “desempolvó” la vieja calumnia de Fujimori sobre supuestos vínculos, nunca probados, con el MRTA y se promovió su “extradición” al Perú con el único afán de desacreditar al gobierno boliviano. Chávez fue periodista de La Razón y otros medios tradicionales durante los gobiernos neoliberales de Paz Zamora, Sánchez de Lozada, Banzer, Tuto Quiroga y Carlos Mesa, que lo consideraban “un buen periodista”, y a ninguno de ellos se le ocurrió extraditarlo al Perú cuando ejercían el poder. Pero cuando se lo vio junto a Evo Morales, resultó ser un “peligroso terrorista” al cual había que expulsar del país, sin considerar que además de gozar derechos de refugiado bajo el amparo de la ONU, Walter Chávez tiene un hogar formado en Bolivia, una hija nacida en La Paz, y en muchos aspectos es más y mejor boliviano que muchos políticos y potentados locales que buscan balcanizar a su país contratando a verdaderos terroristas como fue el mercenario húngaro-croata Rozsa.
En mayo del 2008, la Corte Suprema de Justicia emitió una sentencia inapelable asegurando que Walter Chávez no puede ser de ningún modo echado de Bolivia, menos extraditado, pues goza de estatus de Refugiado Político con todas las prerrogativas consagradas por la ONU. Y aunque se logró su destitución como asesor del Presidente, Chávez no perdió sus vínculos con los entornos de Evo Morales y tampoco tenía por qué andar oculto. Su “aparición” en el gabinete de Huajchilla no fue tal. Walter ingresa regularmente al Palacio para reunirse con Evo Morales, Álvaro García Linera o Juan Ramón Quintana, coordinando una serie de trabajos investigativos como aquel que, por ejemplo, viene realizando junto con el Servicio Informativo Datos & Análisis en relación al caso Rozsa.
Walter Chávez versus Rozsa Flores
“Oposición ve preocupada el retorno de Chávez al entorno de Evo”, dice un titular claramente insidioso, en el marco de la “operación sicológica” para minar la gobernabilidad del régimen. Walter Chávez es el chivo expiatorio que la CIA utiliza para que el periodismo separatista haga de las suyas.
Se miente con idéntica mala fe y perversa capacidad manipuladora cuando se pretende convertir la revolución agraria de Pando en una simple jugarreta electoral, y se busca impedir la migración de campesinos sin tierra del Ande a la Amazonía, estigmatizando ese hecho histórico como un “genocidio en potencia”.
Este mismo periodismo separatista que hace escarnio del derecho a la libre circulación que le asiste, como refugiado político, al periodista Walter Chávez, pretende convertir a Eduardo Rozsa Flores, el balcanizador contratado por los latifundistas del oriente, en una inocente víctima del “régimen terrorista” de Evo Morales. Fue inmoral la manera en que estos periodistas lograron amedrentar y desacreditar al colega español Julio César Alonso, quien llegó al país para informar sobre los antecedentes de Rozsa como un criminal de guerra investigado por la ONU. Ninguno de los detractores de Alonso se tomó la molestia de verificar los expedientes de la ONU con relación a los Balcanes, donde Rozsa efectivamente es acusado de varios asesinatos. He aquí lo que informó la Comisión de Derechos Humanos, en febrero de 1994, a través de un documento titulado “Carta de fecha 10 de febrero de 1994 dirigida al Presidente de la Comisión de Derechos Humanos en su 50º período de sesiones por la Misión Permanente de la República Federativa de Yugoslavia ante la Oficina de las Naciones Unidas en Ginebra”, donde se hace alusión explícita a las pillerías de Rozsa con un leve error en su apellido:
“A fines de 1991, la zona de operaciones de Osijek del Ejército croata contaba con una brigada internacional creada por Eduardo Rosses Flores (sic), el corresponsal del periódico catalán "La Vanguardia" en Zagreb. La brigada estaba compuesta de ex combatientes de la Legión francesa y mercenarios de las guerras en el Oriente Medio y América Latina. Solía operar por propia iniciativa en la región de Eslavonia oriental y participó en matanzas de civiles serbios en las aldeas de Divos, Ernestinovo, Tenjski Antunovac y otras”.
El mismo Relator de Naciones Unidas denunció que el gobierno de Croacia protegía a Rozsa Flores para impedir su enjuiciamiento en el Tribunal Penal Internacional de La Haya. Según el informe de la ONU, el gobierno croata lo encubrió con el argumento de que al ser ciudadano croata, no era mercenario:
“Con respecto a la octava acusación sobre una brigada internacional, de hecho se refiere a voluntarios. No hay datos que demuestren que fueran autores de asesinatos. Su comandante en jefe, el Sr. Eduardo Jorge Rosses Flores, nacido en 1960, es un ciudadano croata”.
Pese a esta contundencia del dato histórico que pudimos conocer gracias a JC Alonso, para los desubicados periodistas bolivianos que dominan la gran audiencia, nuestro colega español era el malo de la película sólo por decirnos que Rozsa fue un mercenario químicamente puro y que bien merecido tiene un lugar en el infierno.
El modelo más acabado de este inédito periodismo mercenario y separatista que está tomando cuerpo en Bolivia, es aquel que “maneja” en Santa Cruz el ex socialista Cayetano Llobet, empleado del empresario croata Branco Marinkovic, quien hace pocos días se compró todas las acciones del periódico El Día, cuyas páginas bañadas de frivolidad se imprimen ahora con las pólvoras empaquetadas del Comando OpSic del Pentágono. Y La Razón no se queda atrás. Ni qué decir de las grandes cadenas televisivas cuyos propietarios son aquellos latifundistas orientales que creen que el saneamiento de tierras y su distribución a los desposeídos del país es un “acto terrorista”.
La estrategia básica del genuino terrorista consiste en acusar de terroristas a sus propias víctimas. Fue algo elemental durante los sombríos días del Plan Cóndor. Y cuando el periodismo se presta a ese juego vil, significa que algo está fallando en las conciencias de estos colegas que deben estar aguardando, ansiosos, la próxima invitacioncita de USIS para viajar a EE.UU.