Imagen: Pablo Añali
Autor:
Baltazar
Garzón
Artculo tomado dePagina 12, 5-12-19)
En estos días se celebra en la prensa el significativo
avance de Bolivia en el proceso de pacificación social. “El Congreso
aprueba nuevas elecciones”. “Bolivia nombra su primer embajador en Estados
Unidos”; son las noticias que dominan los titulares en todo el
mundo.
Sin embargo, esta es una mirada sesgada que
deliberadamente pretende desubicar al lector a través de un relato abstracto,
sin sujeto, deshumanizado, que ignora y desprecia el sufrimiento de
miles de bolivianas y bolivianos y que los estigmatiza pretendiendo atacar al
presidente Evo Morales a quien presentan como un tirano, causante de todos
los males de Bolivia.
Lo que esta ocurriendo ahora en Bolivia no es ejemplo
de una solución a una crisis constitucional, sino una perversión misma
de la democracia, de sus normas, principios y valores fundamentales.
Ya no hace falta, como antaño, dar golpes de Estado
con tanques y aviones que bombardean el palacio de gobierno. Ahora
basta con sembrar la duda respecto del recuento rápido (preliminar) de votos en
unas elecciones, regar de incertidumbre su resultado con interpretaciones
parciales que no se basan en hechos contrastados, para generar un estallido
social. Y para que policías y militares salgan a la calle, cuales
garantes de la democracia, a reprimir severamente a tan sólo uno de los dos
bandos y presionar al presidente para que renuncie, por el bien del país, a fin
de evitar un derramamiento de sangre, que de todos modos se ha producido,
provocado por ellos mismos, por cierto.
Ya son dos informes internacionales los que aseguran
que en Bolivia no hubo fraude electoral. Uno es del profesor del Departamento
de Ciencias Políticas y del Departamento de Estadísticas de la Universidad de
Michigan, Walter
Mebane . El
otro es del Center for Economic and Policy Research (CEPR ).
Ambos informes contrastan con la actitud precipitada y poco fundamentada del
informe preliminar de los observadores
de la OEA , que en todo caso sospecha del sistema de conteo rápido, pero no del
recuento oficial efectuado por el Tribunal Supremo Electoral.
Pero, como bien ha apuntado Boaventura de Sousa : “Los
hechos muestran que en Bolivia se activó desde hace tiempo un plan golpista,
con diversos componentes bien sincronizados entre las elites locales y el
imperialismo norteamericano”. Tanto es así que – sigue de Sousa – el fantasma
del fraude fue “cimentado semanas antes de las elecciones” logrando que varios
cabildos departamentales anunciaran el desconocimiento del resultado electoral
si ganaba Evo.
NO HAY DEMOCRACIA
No hay democracia cuando se acusa de fraude
electoral al presidente, como hace Mario
Vargas Llosa explicitando su claro sectarismo anti Morales, arrinconando la verdad
de lo sucedido, asumiendo las fake news, con un discurso supuestamente
independiente, y tildando de racistas a quienes precisamente denuncian la
discriminación racial y étnica en Bolivia.
No hay democracia cuando las fuerzas armadas fuerzan
la renuncia del presidente y se le persigue sin dejarle otra alternativa que
huir de su propio país para salvar su vida y para evitar una segura
confrontación armada.
No hay democracia cuando la vicepresidenta segunda del
Senado, Jeanine Áñez, se autoproclama presidenta interina, bloqueando el acceso
al parlamento para que otros senadores con mejor derecho a ocupar dicho cargo,
tuvieran siquiera posibilidad de ocuparlo o se debatiera la renuncia del
presidente.
No hay democracia cuando la toma de posesión del cargo
de presidenta interina se realiza con la Biblia en alto mientras despotrica en
contra de las costumbres y creencias de una mayoría indígena, atentando contra
el Estado de Derecho laico y aconfesional.
No hay democracia cuando el nuevo ministro de Gobierno
(Interior) Arturo Murillo, apenas asumido en su cargo anuncia «la cacería de
Juan Ramón Quintana», exministro de la Presidencia de Evo Morales.
No hay democracia cuando el nuevo y autoproclamado
gobierno, tras el golpe de Estado, acusa de terrorista y sedicioso al propio
Evo Morales con pruebas falsas o manipuladas, pervirtiendo la realidad,
desinformando a la ciudadanía y generando con ello una clara persecución de los
opositores políticos.
No hay democracia cuando mediante Decreto
Supremo se garantizó la inmunidad y con ello la impunidad del Ejército, que
salió a la calle a reprimir las protestas, sin contención, acusando después a
los seguidores de Morales de estas acciones.
No hay democracia cuando se incumplen las convenciones
internacionales sobre asilo, negando el salvoconducto a quienes están
refugiados en la embajada de México para que puedan hacer abandono del país.
NADA QUE CELEBRAR
En fin, no puede ser considerada una victoria
democrática la instalación de una mesa de diálogo que, por cierto, fue sugerida
por el propio Evo Morales, para pacificar al país, definir los acuerdos para la
convocatoria de nuevas elecciones generales y alcanzar un consenso para elegir
un nuevo Tribunal Supremo Electoral. Que Evo haya renunciado a ser candidato en
las nuevas elecciones, indica que ha antepuesto el interés del país al suyo
propio y al de su partido.
Sólo gracias a ello la Asamblea Legislativa
promulgó una ley que establece las condiciones para la realización de unas
elecciones presidenciales y legislativas, conseguida a través de la
mediación de representantes de organizaciones internacionales y de la iglesia
católica y que sólo permite dos mandatos consecutivos con lo cual aquel queda
excluido de la cita electoral.
Por ello, no hay nada que celebrar, porque
la moneda de cambio para el eventual regreso a los cauces institucionales ha
sido la limpieza política del adversario, la eliminación del escenario político
de Evo Morales asilado en México, descabezando así al gobierno, al movimiento
indígena y al legítimo titular que no fue derrotado en las urnas, haciendo
añicos la dialéctica democrática.
Lo realmente grave, es que la situación de interinidad
hasta la nueva convocatoria electoral, puede ser utilizada, al más puro estilo
golpista, para destruir gran parte de los avances políticos y sociales logrados
en los últimos años por el pueblo boliviano, minando la dignidad y el
orgullo de ser indígena en un país mayoritariamente de población
indígena.
Aunque Vargas Llosa afirme lo contrario, lo cierto es
que, hasta antes de la llegada de Evo Morales al poder, Bolivia estuvo
gobernada exclusivamente por castas blancas y blanco-mestizas, en una fiel
reproducción criolla de la herencia supremacista colonial, plagada de
discriminación, racismo, explotación y desprecio de lo amerindio y
afroamericano.
TÓPICOS REACCIONARIOS
Basta con que se recorran varias de las poblaciones de
este gran país, de sus barrios más pobres como los últimos anillos de Santa
Cruz de la Sierra, los conurbados de La Paz, El Alto, Sucre, Potosí,
Cochabamba, Ouro y tantos otros, para comprobarlo. Quien niegue la realidad
de esta matriz racista que divide al país, aunque afirme conocer
Bolivia, demuestra no conocerlo lo suficiente, expresa el sectarismo que lleva
dentro, así como la falacia de los argumentos, tópicos y típicos de los
movimientos más extremos y reaccionarios de la derecha, que son los que ahora
se han impuesto en el país andino, al menos provisionalmente.
En sintonía con el resto del continente, entre
1964 y 1982 Bolivia tuvo sus propios gobiernos militares, que junto con la
racista y clasista burguesía local administraron el país en su propio
beneficio, como si les perteneciera sólo a ellos, donde se fueron sucediendo
unos militares y otros con pequeños intervalos de gobiernos civiles, pero todos
igualmente serviles a los intereses extranjeros, principalmente de la América
de Nixon y Kissinger.
Bolivia tuvo que esperar hasta enero de 2006 para
tener, por primera vez en su historia, un presidente indígena, aunque algunos
quieran negarle esa condición. ¡Hasta este extremo ha llegado la indignidad!
Desde entonces Evo Morales lideró, con aciertos y también con errores, la
construcción de un Estado Plurinacional de Bolivia y recuperó el orgullo de ser
indígena, lo que no agradó, ni agrada a las élites corporativas y políticas
tradicionales. De su mano, Bolivia ha vivido la década de prosperidad
económica, social y política más importante de su historia democrática. Dejó
atrás el sistema autocrático imperante que marginaba a las dos terceras partes
de la república, avanzando en el marco de una democracia participativa y no
solo representativa. Obtuvo un fuerte y sostenido crecimiento económico, con
una mejora significativa en la redistribución del ingreso, en buena medida
gracias a las expropiaciones y nacionalizaciones de compañías estratégicas que
explotan sobre todo las cuantiosas reservas mineras.
Prueba de estos logros políticos, económicos y
sociales es el público reconocimiento efectuado por la delegación de la
Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) liderada por el Comisionado
Francisco Eguiguren en su última
visita de
trabajo en agosto 2018.
MARCHA ATRÁS
Todos estos progresos democráticos, sociales y
culturales están dando marcha atrás. ¿Y en beneficio de quién? Ciertamente no de la
inmensa mayoría de los bolivianos y bolivianas que siguen manifestando su
dolor, indignación y desacuerdo por las calles de todo el país, mientras siguen
siendo severamente reprimidos, una represión que se salda ya con 34
muertos, 800 heridos y 624 detenidos.
La CIDH ha
denunciado el “uso desproporcionado de la fuerza” contra los manifestantes, por
la policía y las fuerzas armadas, la impunidad por estas acciones, la
preocupación por las limitaciones a la libertad de prensa, el odio racial
contra los pueblos indígenas, “la necesidad de instalar un proceso de diálogo
nacional público, representativo e inclusivo para nombrar los miembros de una
autoridad electoral renovada y organizar elecciones transparentes y creíbles en
un plazo de 90 días”, pero con cese previo de la violencia. En el mismo
sentido, la Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos,
junto con países como España, exigen una comisión investigadora independiente,
en especial para las muertes ocurridas en Cochabamba.
INTERESES ECONÓMICOS
Esto me hace pensar que hay otros intereses, una longa
manu que está barajando las cartas a su favor. Bolivia posee la
mayor reserva
de litio del mundo, un mineral esencial para la elaboración de baterías, esas
que usamos en los móviles y ordenadores portátiles, y esas mismas que cada vez
más se usarán en los automóviles eléctricos. Se trata de un mineral que, en
manos del pueblo y sus legítimos representantes, podría rápidamente convertir a
Bolivia en un país rico, pero que en manos de los de siempre, se enriquecerán
las élites político-empresariales de siempre, locales y extranjeras, en
particular las del gigante país del norte.
Por ello, no me sorprende que el nuevo gobierno
interino haya puesto entre sus prioridades la reconfiguración de sus
relaciones internacionales, nombrando, antes que nada, un nuevo
embajador en Estados Unidos, once años después de que ambos países expulsaran
mutuamente a sus diplomáticos.
No, Bolivia no está regresando alegremente a la
normalidad, sino todo lo contrario, se sigue desangrando. La escalada del uso
de la fuerza letal por parte de las fuerzas militares y de seguridad bolivianas
es extremamente preocupante, sobre todo si ya tienen previamente garantizada la
impunidad por Decreto presidencial, aunque fruto de los acuerdos de la mesa de
diálogo, ya se ha derogado el temido y aberrante Decreto
Supremo Nº 4078 .
Por mi parte, concuerdo y me sumo a la declaración firmada
por expertas y expertos en derecho internacional, y hago lo propio con el Grupo
de Puebla, como parte del CLAJUD , en
el que hemos pedido la adopción de medidas cautelares para miembros del
Gobierno de Evo Morales, así como de otros organismos y organizaciones que
instan tanto al gobierno como a las fuerzas de seguridad a respetar y cumplir
con sus obligaciones legales internacionales de proteger la libertad de
reunión y prohibir el uso excesivo de la fuerza contra los manifestantes
civiles.
Si, como afirma Boaventura de Sousa , “la
democracia liberal no tiene futuro y corre el riesgo de morir democráticamente
al elegir recurrentemente antidemócratas o gobiernos que rápidamente se separan
de sus bases sociales”, tenemos la obligación moral de colaborar con
Bolivia para que el país regrese a la senda de progreso e igualdad iniciada por
Evo Morales y que ha sido tan beneficiosa para la inmensa mayoría del
pueblo
Debemos seguir vigilantes, denunciar los abusos y
proponer caminos, porque en Bolivia, en América Latina, en España y en el mundo entero,
cuando se duerme la razón afloran las peores pesadillas y regresan los
fantasmas del pasado fascista que ya creíamos superado, o, como bien reza el
cuadro de Goya, porque “el sueño de la razón produce monstruos”.