viernes, septiembre 28, 2007

Anatomía del discurso neoliberal

Hipocresía

Rafael Bautista S.

“Si Yo digo al malvado ‘vas a morir’ y tu no le amonestares para retraerle de sus perversos caminos para que viva él, el malvado morirá en su iniquidad, pero te demandaré a ti su sangre” Ezequiel 3:18
Cuando la oligarquía dice “defender la democracia”, hay que precisar qué hay detrás de esa consigna. Porque las palabras no siempre dicen lo que dicen, más aun cuando se encubren en un discurso democrático para justificar precisamente lo contrario. Las apariencias no sólo cubren sino que ocultan; es el lobo que se viste con piel de cordero. Pero cuando la apariencia es la propia bandera de lucha, entonces asistimos no a una simple sustracción sino a un rapto. Pero el rapto, en este caso, no es cualquier rapto. En la historia de los raptos, sucede una instancia paradigmática, donde se percibe la naturaleza de la enajenación: cuando el precio del rescate no es en ningún modo una transacción, sino la estrategia para tenerlo todo. Algo similar sucede cuando se raptan las banderas de lucha. El precio es impagable. Supone renunciar a todo, es decir, dejarse morir. El que se deja morir ya no es sujeto. Se es sujeto desde la vida y si la vida es lo que se pide a cambio, entonces el precio del rescate es impagable. Es la misma lógica de la deuda: la deuda es impagable y, precisamente, porque lo es, debe pagarse. “Fiat iustitia pereat mundis”: que se cumpla la ley aunque se caiga el mundo. El discurso neoliberal es un discurso del rapto, porque toma como rehén a la propia democracia y, como rescate, nos pide renunciar a ella.

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