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Los autores del documental de RT 'La fábrica de noticias
falsas de Ucrania' señalan cuatro objetivos principales de esta campaña
de desinformación: asustar a Rusia, tranquilizar a Ucrania, inquietar a
Occidente y ganar dinero.
Actualmente en Ucrania se están
creando constantemente bulos, con miles de reportes falsos en las redes
sociales sobre la operación especial de las Fuerzas Armadas rusas,
advierten los autores del documental de RT 'La fábrica de noticias
falsas de Ucrania'.
Según Alexánder Malkévich, primer
vicepresidente de la Comisión para el Desarrollo de la Sociedad de la
Información, Medios y Comunicaciones Masivas de la Cámara Social de la
Federación de Rusia, ya se han invertido casi 8.500 millones de rublos (78,667 millones de dólares) en esta campaña de desinformación para la creación y difusión de ese tipo de contenidos en redes.
Entre las noticias falsas que se viralizaron se puede destacarlos
reportes de medios ucranianos que afirmaban que el personal de la
Guardia Fronteriza e Infantería de Marina de Ucrania que defendía la
isla de las Serpientes (isla Zmeíny), en el mar Negro, había fallecido
"heroicamente" y antes de morir contactó con un buque militar ruso y
dijo a su tripulación que se fuera "a la mierda".
No obstante, varios días después, Ucrania reconoció
que sus militares estaban vivos y habían sido tomados como prisioneros
por las fuerzas rusas. Asimismo, los guardias fronterizos confirmaron
que no habían contactado con ningún barco ruso.
Ígor Ashmánov,
presidente de la empresa de investigación Cribrum y miembro del Consejo
de Derechos Humanos bajo la presidencia de la Federación de Rusia,
explica que muchas noticias falsas se crean fácilmente en cuestión de minutos a través de simple fotomontaje, por ejemplo, utilizando videos del año 2014 y agregando una nueva descripción falsa a conveniencia.
Sin embargo, existen también falsificaciones más sofisticadas, como los llamados 'deepfakes',
es decir, videos alterados digitalmente que permiten poner en boca de
personas famosas cosas que nunca han dicho. Un ejemplo de 'deepfake' que
se difundió en redes es un video falso del presidente ruso Vladímir
Putin anunciando la "restauración de la independencia de Crimea como
república dentro de Ucrania".
Así, el documental expone cuatro objetivos principales de la campaña de desinformación sobre el operativo ruso: asustar a Rusia, tranquilizar a Ucrania, inquietar a Occidente y ganar dinero.
Asustar a Rusia
Principalmente, las noticias falsas buscan desmoralizar a la población rusa de diferentes maneras. "El objetivo es desestabilizar a la sociedad por completo", señala Malkévich.
Entre
otras cosas, se están creando capturas de pantalla falsificadas de
supuestas noticias publicadas en medios de comunicación rusos como RT o
RBC, en las que se informa sobre la congelación de las cuentas bancarias
de los ciudadanos de Rusia o de una falta de liquidez para pagar los
salarios.
Asimismo, una de las direcciones principales de la guerra de información contra Rusia son los llamamientos a los disturbios
en el país, con la difusión de exhortaciones no solamente a salir a las
calles de las principales ciudades, sino también a enfrentarse con la
Policía.
Tranquilizar a Ucrania
Al mismo tiempo, la campaña busca hacer creer a la población ucraniana que su país está combatiendo exitosamente a los militares de Rusia.
A menudo se publican informes sobre equipos militares rusos destruidos
en los que utilizan videos del año 2014 o en los que se dibuja sobre
imágenes de equipos ucranianos la letra Z que distingue a las fuerzas
rusas.
En particular, se difundió el bulo de que las Fuerzas
Armadas de Ucrania habían derribado un avión ruso en una batalla aérea
en la provincia de Jersón, cuando en realidad sucedió justo lo
contrario: la aeronave abatida, un Su-25, era ucraniana.
Inquietar a Occidente
Los frutos de la campaña de desinformación de Ucrania también se están difundiendo en los medios occidentales.
Así, recientemente apareció en varios diarios una foto de una mujer
ucraniana supuestamente herida y ensangrentada que resultó ser una
empleada del Centro de Operaciones de Información y Psicología número 72
de Kiev y que no estaba lesionada en realidad.
Ganar dinero
Entre
otras cosas, la campaña de desinformación también busca ganar dinero.
Con este fin, se están difundiendo archivos de 'phishing' con nombres
como 'Información sobre sabotaje' con los que se puede robar datos personales y contraseñas.
Lucha contra la desinformación
No tiene sentido "tratar en detalle todas las falsificaciones",
sostiene Ashmánov, quien agrega que el regulador ruso de
telecomunicaciones Roskomnadzor y la Fiscalía General de Rusia están
luchando contra la desinformación, restringiendo el acceso a las
plataformas que difunden noticias falsas y "no quieren cooperar".
A su vez, Malkévich defiende que Rusia tiene que crear sus propias plataformas
para la distribución de información, una tarea en la que ya se está
trabajando. Hasta el momento, se han creado la organización sin ánimo de
lucro 'Diálogo', el portal sobre la situación socioeconómica
rusa 'Explicamos' y el canal en Telegram 'Guerra contra las noticias
falsas'.
El lunes 7 de marzo las fuerzas militares rusas localizaron una red
de seis laboratorios en la zona del Donbas. Las instalaciones halladas,
algunas parcialmente desmanteladas, corresponden a laboratorios de
investigación militar gestionados por investigadores estadounidenses y
ucranianos en forma conjunta. Los documentos encontrados en los
laboratorios se vinculan con la contratista Southern Research Institute,
adscripta a la Agencia de Reducción de Amenazas de Defensa (DTRA), una dependencia del Pentágono.
En una investigación de 2018 sobre el desarrollo de armamento biotecnológico, titulada “Las armas biológicas del Pentágono”,
se detallan los contratos de esa empresa con el Ministerio de Defensa
estadounidense para generación y propagación de bioagentes. Un día
después de los hallazgos, la subsecretaria de Estado Victoria Nuland
aceptó la existencia de esos laboratorios conjuntos y se mostró
alarmada ante la posibilidad de que dichas instalaciones puedan ser
utilizadas en el futuro por Moscú.
La tarea conjunta de guerra biológica implementada con Kiev es parte
de un programa desarrollado por Washington para empoderar a los sectores
nacionalistas ucranianos e incitarlos a una confrontación con Rusia.
Según la historiadora estadounidense Mary Elise Sarotte, autora de Ni una pulgada más: Estados Unidos, Rusia y el estancamiento de la posguerra fría,
el rechazo norteamericano a la pacificación europea se debe a que la
cooperación en seguridad dentro de ese continente fue vista por Wall
Street y los think tanks estadounidenses como una posibilidad cierta de pérdida de influencia en la región. Una de las fuentes
consultadas para su investigación –un importante funcionario del
Departamento de Estado– manifestó que una integración entre Rusia y
Europa “sería peligrosa (…) Si los europeos unen sus fuerzas y
construyen un sistema de seguridad común, nosotros nos quedamos fuera y
eso no es deseable. Hay que fortalecer la OTAN para que eso no ocurra”.
El 21 de noviembre de 1990 se celebró en París la Conferencia sobre la Seguridad y Cooperación en Europa (CSCE).
Durante ese evento se firmó la Carta para la Seguridad Europea,
suscrita por los Estados de Europa, Estados Unidos y Canadá. En el
apartado titulado “Relaciones amistosas entre estados participantes”, se
consignaba: “La seguridad es indivisible. La seguridad de cada uno de
los Estados participantes está inseparablemente vinculada con la
seguridad de los demás”. También se advertía que los firmantes –entre
los que se hallaban Rusia, los integrantes de la Unión Europea y Estados
Unidos– “no fortalecerán su seguridad a expensas de la seguridad de
otros Estados”.
Ese mismo año, ocho meses antes de la rúbrica de la Carta de la Seguridad Europea, el entonces jefe del Departamento de Estado, James Baker,
le garantizó a Mijail Gorbachov que la Alemania reunificada se
convertiría en el último país en ser integrado a la OTAN: “Entendemos la
necesidad de garantías para los países del Este. Si tenemos presencia
en una Alemania que es parte de la OTAN, no habría extensión de la
jurisdicción de la OTAN para las fuerzas de la OTAN, ni una pulgada
hacia el este”. El entonces embajador de Estados Unidos en Moscú, Jack Matlock
certificó, tiempo después, que se le otorgaron “garantías categóricas” a
la Unión Soviética de que la OTAN no se expandiría hacia el este.
Los documentos oficiales desclasificados en 2017 por el gobierno de
los Estados Unidos, referidos a los compromisos asumidos ante Rusia,
fueron digitalizados por el National Security Archive.
En el informe se detalla la lista de los funcionarios gubernamentales
que se comprometieron en las dos décadas posteriores a la reunificación
alemana a no expandirse militarmente hacia el Este. Entre los citados
aparecen el secretario de Estado norteamericano James Baker, el
Presidente George Bush, el ministro de Exteriores alemán Hans-Dietrich
Genscher, el canciller Helmuth Kohl, el director de la CIA Robert Gates,
el Presidente francés François Mitterrand, la primera ministra
británica Margaret Thatcher y su sucesor John Major, el secretario de
Exteriores de ambos, Douglas Hurd, y el secretario general de la OTAN,
Manfred Wörner.
Un lustro más tarde del
establecimiento de esos compromisos se llevaron a cabo las primeras
maniobras militares conjuntas de la OTAN con Ucrania. Mientras se
realizaban los ejercicios bélicos en la frontera de Rusia, el ministro
de Exteriores británico, Malcom Rifkind, afirmaba que el verdadero
objetivo consistía en impedir que Rusia se consolidase como una potencia
similar a la que fue la URSS medio siglo atrás. En 1999 se integraron a
esa organización atlantista tres países: Polonia, Hungría y la
República Checa. En 1996, cuando aparecía como evidente la defección a
los compromisos asumidos por Washington y los países europeos, Gorbachov
concedió una entrevista en la que señaló: “Hoy se pueden ignorar los
intereses de Rusia, sus críticas a la ampliación [de la OTAN], pero la
debilidad de Rusia no será eterna. ¿Es que no se dan cuenta para quién
trabajan con esa política? Si la OTAN avanza en esa dirección aquí habrá
una reacción”.
Advertencia y presagios
En 1997, George Kennan, uno de los pensadores estadounidenses más
influyentes de la Guerra Fría, señaló en una entrevista en el New York
Times que “ampliar la OTAN sería el error más fatídico de la política
estadounidense en toda la era de posguerra fría”. Detalló además que
dicha expansión “inflamaría las tendencias nacionalistas y militaristas
de Rusia” y que eso llevaría a “restaurar el clima de la Guerra Fría a
las relaciones este-oeste, e impulsará una política exterior rusa en
direcciones opuesta a nuestros intereses”.
Un año después, ante la nueva expansión de la OTAN promovida por Bill
Clinton en 1998, Kennan puntualizó que “esto es el inicio de una nueva
Guerra Fría… creo que es un error trágico. No hay ninguna razón para
esto. Nadie estaba amenazando a nadie”. Algo similar opinó Henry Kissinger
en un artículo que escribió para el Washington Post en 2014: Ucrania
“no debería de ser la avanzada de cualquiera contra el otro, debería de
funcionar como un puente entre ellos”. Y recomendó: “Estados Unidos
necesita evitar tratar a Rusia como un ente aberrante al cual se le
tienen que enseñar reglas de conducta establecidas por Washington”.
William Perry, el secretario de
Defensa de Bill Clinton, declaró un lustro atrás que Estados Unidos es
el responsable del deterioro en las relaciones con Rusia. El actual jefe
de la CIA de Joe Biden, William Burns, advirtió en una autobiografía,
hace dos años, que invitar a Ucrania a la OTAN es percibido por todos
los partidos políticos de Rusia como “nada menos que un reto directo a
los intereses rusos”. Ted Galen Carpenter,
especialista en relaciones internacionales del conservador Cato
Institute, señaló en 2018 que los partidarios del atlantismo belicista
habían desencadenado una segunda Guerra Fría al extenderse hacia el
Este: “Era completamente pronosticable que la expansión de la OTAN
llevaría a una ruptura trágica, posiblemente violenta, de relaciones con
Moscú… las advertencias fueron ignoradas. Ahora estamos pagando el
precio por la miopía y arrogancia de la política exterior de Estados
Unidos”.
Dos semanas atrás, cuando Vladimir Putin ordenó la operación militar en Ucrania, el coronel Douglas McGregor,
ex asesor de Seguridad del gobierno de Donald Trump, aseguró que la
decisión del Putin no sólo era previsible, sino justificada, dado el
acoso producido por la OTAN durante los últimos veinte años. Todos los
analistas internacionales e incluso los encargados del seguimiento
geopolítico militar sabían que la creciente amenaza de la OTAN –junto a
la persecución de ruso-hablantes en Ucrania– garantizaba un conflicto
armado.
Una esvástica por ahí
Primerísimo primer plano de una manifestación en Kiev.
En febrero de 2014 se produjo en Ucrania un Golpe de Estado inscripto
en la seguidilla de la revolución de colores promovida por diplomáticos
de Estados Unidos, agencias de inteligencias y corporaciones
mediáticas.
La revolución del Maidán tuvo como protagonista a la actual
subsecretaria de Estado, Victoria Nuland, que en 2014 era la jefa para
Asuntos Europeos del gobierno de Barack Obama. Mientras se sucedían los
disturbios en Kiev, se filtró una conversación telefónica
de Nuland con el entonces embajador de Estados Unidos en Ucrania,
Geoffrey Pyatt. En ese diálogo se explicitaban los tres objetivos
centrales de la operación del Maidán: digitar a los próximos dirigentes
que debían hacerse cargo del gobierno ucraniano, impedir la continuidad
de los vínculos pacíficos entre la Unión Europea y Rusia, y envalentonar
a los sectores neonazis rusofóbicos. El historiador alemán Herwig Roggemann
–uno de los máximos cronistas de los acontecimientos europeos
contemporáneos– consideró que “aquella ‘victoria’ occidental en Kiev, el
Maidán de 2014, fue el mayor fracaso de la historia europea tras el
histórico cambio de 1990”.
Gracias a la injerencia y colaboración estadounidense, los grupos
neonazis que lideraron la revuelta del Maidán se transformaron en batallones paramilitares.
El banquero Ígor Kolomoiski, gobernador de la región de Dnipropetrovsk,
fue el primero en financiar a los batallones territoriales (terbats) Azov, Dnipro 1, Dnipro 2, Aidar y Donbas, encargados de hostigar y asesinar a activistas de Lugansk y Donetsk que pretendían seguir hablando su idioma. El informe de 2016
de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los
Derechos Humanos (OCHA), acusó al regimiento Azov de violar el derecho
internacional humanitario.
En junio de 2015, tanto Canadá como Estados Unidos anunciaron –luego
de entrenar a los grupos paramilitares por dos años– que sus fuerzas no
apoyarían más al regimiento Azov, dadas sus tendencias neonazis. En 2016
el Pentágono desoyó las recomendaciones del los organismos de derechos
humanos, que monitoreaban el Donbas, y levantó la prohibición.
Dos años después, en octubre de 2019, 40 miembros del Congreso de los
Estados Unidos, encabezados por el representante Max Rose, firmaron sin
éxito una carta en la que pedían al Departamento de Estado el
etiquetamiento de Azov como una “organización terrorista extranjera”
(FTO, por sus siglas en inglés).
El logotipo del grupo –que fue premiado con la incorporación oficial a la Guardia Nacional ucraniana– exhibe el Wolfsangel,
uno de los símbolos utilizados por el ejército nazi durante la Segunda
Guerra Mundial. Según el oficial retirado de la Agencia Central de
Inteligencia (CIA), Philip Giraldi,
el entrenamiento de estos grupos por parte de instructores
estadounidenses empoderó a los sectores más rusofóbicos y habilitó la
respuesta de Moscú: los signos hitleristas son las distintivos que los
rusos no pueden soportar.
El primer acuerdo de Minsk, rubricado el 5 de septiembre de 2014,
garantizaba la autonomía para los habitantes del Este ucraniano. Fue
refrendado por representantes de Ucrania, la Federación Rusa, la
República Popular de Donetsk (DNR) y la República Popular de Lugansk
(LNR). Tres meses después, el 2 de diciembre, el parlamento ucraniano
modificó unilateralmente la “ley sobre el estatuto especial” estipulado
en el protocolo. Según la revista estadounidense Army Times,
el Comando de Operaciones Especiales de los Estados Unidos ha trabajado
desde 2014, en forma oculta, para desarrollar un concepto operativo
militar en conjunto con las fuerzas armadas de Kiev.
El 1º de septiembre de 2020 se prohibió por ley el uso de cualquier
otra lengua que no sea el ucraniano en la administración, en los
servicios públicos y en la enseñanza. A pesar de que el 20% de la
población no habla ucraniano, las escuelas donde se enseñaba ruso y
húngaro fueron cerradas. Un año después, el 21 de julio de 2021, el
actual Presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, promulgó la Ley sobre
los Pueblos Autóctonos, en la que se estipula que sólo los ucranianos de
origen escandinavo, los de origen tártaro y los caraitas tienen
“derecho a gozar plenamente de todos los Derechos Humanos y de todas
las libertades fundamentales”. Ante la requisitoria de los
ruso-hablantes de por qué no figuraban con los mismos derechos
ciudadanos, el ministro de Asuntos Exteriores de Ucrania, Dmitri Kuleba, adujo que “tienen un estado propio [por la Federación Rusa] por lo que no pueden considerarse autóctonos”.
Cerco y contención
La promulgación de la Ley de los Pueblos Autóctonos se aprobó
mientras se llevaba a cabo la cumbre de la OTAN en Budapest, donde
Estados Unidos propuso sumar a Ucrania. Los dos temas centrales de
debate fueron “las políticas y acciones agresivas de Rusia” y “los
desafíos que plantea la República Popular de China” a la seguridad de
los países del organismo. A fines de 2021 Joe Biden promulgó la Ley de Autorización de la Defensa Nacional de 2022,
en la que se profundiza la “teoría del cerco y la contención” de todos
los países que no aceptan el liderazgo de Washington. En el documento se
deja claro que sólo alcanza –para ser considerado agresor, o enemigo–
la voluntad de un país para defender sus fronteras, su identidad, su
seguridad territorial y/o su soberanía.
Los cuatro objetivos actuales de Estados Unidos en Eurasia son:
Demonizar a Rusia y a China para evitar su ascenso como potencias;
Generar malestar interno en dichos países para impedir su consolidación como potencias;
Separar a Rusia de la Unión Europea tanto en términos comerciales
como energéticos y suplir a Moscú como proveedor de gas, en formato
licuado; y
Desplegar una nueva carrera armamentista orientada a revitalizar la economía atlantista.
Rusia es en la actualidad el segundo productor de hidrocarburos del
planeta. El 40% del gas que consume Europa llega por gasoductos
gestionados por Gazprom. El gas licuado –que Washington pretende
exportar para suplir las exportaciones rusas– costaba 8 dólares el
millón de BTU el año pasado, y hoy cotiza a 55 dólares. Europa se sumó a
la ofensiva de Washington y se prepara para un duro invierno después de
congelar el proyecto del gasoducto Nord Stream II.
Washington se siente parcialmente victoriosa porque arrastró a la
Unión Europea hacia la rusofobia. Ahora necesita que Rusia pierda la
guerra en el formato de desprestigio y descrédito. Mientras azuzan a los
ucranianos a resistir frente a uno de los ejércitos más poderosos del
planeta, planean la venta de armas y la futura reconstrucción de
Ucrania. Para Washington, una victoria rusa plena conlleva el peligro de
un nuevo orden mundial con un eje Moscú-Beijín. Después de fabricar las
condiciones para la guerra, el Departamento de Estado se concentra en
la necesidad de imponer una narrativa demonizadora de Putin, capaz de
obviar el despliegue de la OTAN y el genocidio en el Donbas.
Su credibilidad, sin embargo, quedó expuesta el último 5 de marzo
cuando funcionarios de Biden visitaron Caracas para tramitar la compra
de petróleo con quien desconocen como Presidente, Nicolás Maduro. Como
consignó el marxista de la tendencia Groucho: “Estos son mis principios,
y si no le gustan, tengo otros”.
Juan Guaidó se mostró contrariado con la petición hecha por Estados Unidos a Nicolás Maduro.
El
reconocido sociólogo portugués analiza cómo se llegó al conflicto y la
incapacidad de los dirigentes europeos para desarmar una guerra
largamente preparada. El papel de Estados Unidos y lo que le espera a la
política y la economía internacional.
Debido
a que Europa no ha sido capaz de hacer frente a las causas de la
crisis, está condenada a hacer frente a sus consecuencias. El polvo de
la tragedia está lejos de haberse asentado, pero, aun así, nos vemos
obligados a concluir que los líderes europeos no estaban ni están a la altura de la situación que estamos viviendo. Pasarán a la historia como los líderes más mediocres que Europa ha tenido desde el final de la Segunda Guerra Mundial.
Ahora
están haciendo todo lo posible en la ayuda humanitaria, y no se puede
cuestionar el mérito de dicho esfuerzo. Pero lo hacen para salvar las
apariencias ante el mayor escándalo de este tiempo. Gobiernan los
pueblos que, en los últimos setenta años, más se han organizado y
manifestado contra la guerra en cualquier parte del mundo donde sea que
esta se haya producido. Y no fueron capaces de defenderlos de la guerra
que, al menos desde 2014, se venía gestando en casa.
Las democracias europeas acaban de demostrar que gobiernan sin el pueblo. Hay muchas razones que nos llevan a esta conclusión.
Una guerra preparada hace mucho
Esta guerra estaba siendo preparada hace mucho tiempo tanto por Rusia como por Estados Unidos.
En el caso de Rusia, la acumulación de inmensas reservas de oro en los
últimos años y la prioridad otorgada a la asociación estratégica con
China, concretamente en el ámbito financiero, con miras a la fusión
bancaria y la creación de una nueva moneda internacional, y en el
comercio, donde hay enormes posibilidades de expansión con la iniciativa
Belt and Road en Eurasia.
En las relaciones con los
socios europeos, Rusia ha demostrado ser un socio creíble, dejando
claras sus preocupaciones de seguridad. Preocupaciones legítimas, si por
un momento pensamos que en el mundo de las superpotencias no hay buenos ni malos, hay intereses estratégicos que hay que acomodar.
Este fue el caso en la crisis de los misiles de 1962 con la línea roja
de Estados Unidos, que no quería misiles de mediano alcance instalados a
70 km de su frontera. Que no se piense que fue solo la Unión Soviética
la que cedió. Estados Unidos también desistió de los misiles de mediano
alcance que tenía en Turquía. Cedieron de manera recíproca, se
acomodaron, y tuvieron un acuerdo duradero. ¿Por qué no fue posible lo
mismo en el caso de Ucrania? Veamos la preparación en el lado
estadounidense.
La democracia es solo la pantalla de EE.UU.
Ante
el declive del dominio global que ha tenido desde 1945, EE.UU. busca
consolidar a toda costa zonas de influencia, que garanticen facilidades
comerciales para sus empresas y acceso a materias primas. Lo que escribo
a continuación se puede leer en documentos oficiales y think tanks, por lo que se prescinde de teorías conspirativas. La política del regime change no está dirigida a crear democracias, solo gobiernos que sean fieles a los intereses de Estados Unidos.
No fueron estados democráticos los que surgieron de las sangrientas intervenciones en Vietnam, Afganistán, Iraq, Siria, y Libia. No
fue para promover la democracia que alentaron golpes de Estado que
depusieron a presidentes elegidos democráticamente en Honduras (2009),
Paraguay (2012), Brasil (2016), Bolivia (2019), sin mencionar el golpe
de 2014 en Ucrania.
Desde hace algún tiempo, el principal
rival es China. En el caso de Europa, la estrategia estadounidense tiene
dos pilares: provocar a Rusia y neutralizar a Europa (especialmente a
Alemania). La Rand Corporation, una conocida organización de
investigación estratégica, publicó en 2019 un informe preparado a
petición del Pentágono, titulado "Extendiendo Rusia. Competir desde terreno ventajoso". En él se analiza cómo impactar a los países para que la provocación pueda ser explotada por Estados Unidos.
Cómo desestabilizar a Rusia
Con
respecto a Rusia, dice: "Hemos analizado una serie de medidas no
violentas capaces de explotar las vulnerabilidades y ansiedades reales
de Rusia como un medio para presionar al ejército y la economía de Rusia
y el estatus político del régimen en el país y en el extranjero. Los
pasos que hemos examinado no tendrían la defensa ni la disuasión como
objetivo principal, aunque podrían contribuir a ambos. Por el contrario,
tales pasos se consideran elementos de una campaña diseñada para
desestabilizar al adversario, obligando a Rusia a competir en campos o
regiones donde Estados Unidos tiene una ventaja competitiva, llevando a
Rusia a expandirse militar o económicamente, o haciendo que el régimen
pierda prestigio e influencia a nivel nacional y/o internacional".
¿Necesitamos saber más para entender lo que está sucediendo en Ucrania? Rusia fue provocada a expandirse para luego ser criticada por hacerlo. La
expansión de la OTAN hacia el este, en contra de lo que se había
acordado con Gorbachov en 1990, fue la pieza clave inicial de la
provocación. La violación de los acuerdos de Minsk fue otra pieza. Cabe
señalar que Rusia comenzó por no apoyar el reclamo de independencia de
Donetsk y Lugansk después del golpe de 2014. Prefería una fuerte
autonomía dentro de Ucrania, como está establecido en los acuerdos de
Minsk. Estos acuerdos fueron rotos por Ucrania con el apoyo de Estados
Unidos, no por Rusia.
El papel destinado a Europa
En
cuanto a Europa, el principio es consolidar la condición de socio menor
que no se atreva a perturbar la política de las zonas de influencia. Europa debe ser un socio fiable, pero no puede esperar reciprocidad.
Por eso la UE, ante la ignorante sorpresa de sus líderes, fue excluida
del AUKUS, el tratado de seguridad para la región del Índico y el
Pacífico entre EE.UU., Australia e Inglaterra.
La estrategia
del socio menor requiere que se profundice la dependencia europea, no
solo en el ámbito militar (ya garantizado por la OTAN) sino también en
el económico, es decir, en términos energéticos. La política
exterior (y la democracia) de EE. UU. está dominada por tres oligarquías
(no solo hay oligarcas en Rusia y Ucrania): el complejo
militar-industrial; el complejo gasífero, petrolero y minero; y el
complejo bancario-inmobiliario. Estos complejos tienen ganancias
fabulosas gracias a las llamadas rentas monopólicas, situaciones
privilegiadas de mercado que les permiten inflar los precios.
El
objetivo de estos complejos es mantener al mundo en guerra y crear una
mayor dependencia de los suministros de armas estadounidenses. La
dependencia energética de Europa en relación con Rusia era inaceptable.
Desde el punto de vista de Europa, no se trataba de dependencia, se
trataba de racionalidad económica y diversidad de socios.
Con la invasión de Ucrania y las sanciones, todo se consumó como estaba previsto, y la apreciación inmediata de los precios de las acciones de los tres complejos tenía champán esperándolos. Una Europa mediocre, ignorante y sin visión estratégica cae impotente en manos de estos complejos,
que ahora les dirán los precios a cobrar. Europa está empobrecida y
desestabilizada por no haber tenido líderes a la altura del momento.
Además
de eso, se apresura a armar a los nazis. Tampoco recuerda que, en
diciembre de 2021, la Asamblea General de la ONU adoptó, a propuesta de
Rusia, una resolución contra la "glorificación del nazismo, el
neonazismo y otras prácticas que promuevan el racismo, la xenofobia y la
intolerancia". Dos países votaron en contra, Estados Unidos y Ucrania.
¿Para qué sirve la OTAN?
Las
negociaciones de paz en curso son una equivocación. No tiene sentido
que sean entre Rusia y Ucrania. Deberían ser entre Rusia y
EE.UU./OTAN/Unión Europea. La crisis de los misiles de 1962 se resolvió
entre la URSS y Estados Unidos. ¿Alguien se acordó de llamar a Fidel
Castro para las negociaciones?
Es una cruel ilusión pensar que habrá una paz duradera en Europa sin compromiso real por parte de Occidente. Ucrania, cuya independencia todos queremos, no debería unirse a la OTAN. ¿Finlandia, Suecia, Suiza o Austria han necesitado hasta ahora la OTAN para sentirse seguros y desarrollarse?
De
hecho, la OTAN debería haber sido desmantelada tan pronto como acabó el
Pacto de Varsovia. Solo entonces la UE podría haber creado una política
y una fuerza de defensa militar que respondiera a sus intereses, no a
los intereses estadounidenses. ¿Qué amenaza había para la seguridad de
Europa que justificara las intervenciones de la OTAN en Serbia (1999),
Afganistán (2001), Irak (2004), y Libia (2011)? Después de todo esto,
¿es posible seguir considerando a la OTAN como una organización
defensiva?
*Del diario español Público, especial para Página/12.Traducción de Bryan Vargas Reyes
Occidente
está jugando al póker geopolítico con la vida de millones de
ucranianos. Un perverso juego en el que cuantos más ucranianos
fallezcan, mayores serán los éxitos geopolíticos de Occidente. Es más,
en estos momentos, la única carta de Occidente en esta partida
geopolítica, salvo giro inesperado, es la muerte de los ucranianos. Y
cuanto más perezcan, mejor. Basta con analizar someramente las
posibilidades para el fin de la confrontación para corroborarlo y lo que
sucederá en cuanto el tiempo avance.
Los muertos benefician a Occidente
Antes
de comenzar con el análisis, hay que reseñar dos cuestiones. En primer
lugar, Rusia ha tenido un comportamiento cuidadoso en extremo con los
habitantes de Ucrania, aun cuando se hayan podido producir errores.
Baste señalar que, incluso, avisa por anticipado de sus objetivos para
evitar bajas civiles, lo que, evidentemente, es cuanto menos inusual.
Ello
se debe a que, al contrario que Occidente, un país al que cuanto mayor
sea el número de muertos ucranianos, mayores serán sus réditos
geopolíticos, en el caso de Rusia sucede lo contrario: cada
ucraniano fallecido supone una merma considerable, no solo a nivel
geopolítico, sino también a nivel político. Incluso sentimental.
Y es que cada ucraniano fallecido, especialmente civil, no solo supone
munición mediática para el Occidente, sino que también causa una merma
interna para Rusia, pues no olvidemos que muchos rusos sienten que los
ucranianos en su totalidad, no solo los ocho millones de ucranianos de
origen ruso, forman parte de su propio pueblo. O, cuanto menos, tienen
unos lazos sentimentales tejidos por siglos de convivencia histórica.
Occidente ha abandonado militarmente a Ucrania
En segundo lugar, salvo viraje muy improbable, Occidente no va a participar directamente de la confrontación con Ucrania y lo único que están haciendo a nivel militar es armarlos hasta los dientes,
incluyendo a civiles y personas sin experiencia previa alguna. Una
opción que, dada la superioridad rusa, a lo único que conduce es a
aumentar el número de ucranianos muertos. No obstante, los civiles
armados no solo no cambian por sí mismos el escenario actual a medio o
largo plazo.
Sin embargo, esto no es problema para Occidente,
pues, a más muertos, más botín occidental. ¿Acaso existe algún analista
serio que espere que los ucranianos resistan ante tanta superioridad? Y
de hacerlo, ¿cuál será el precio en vidas humanas?
Luis Gonzalo Segura, exteniente del Ejército de Tierra de España.
Para desgracia de los ucranianos, a más muertos, mayor
beneficio occidental. Por ello, Occidente jalea. Lo hace, no tanto con
la creencia de que los ucranianos conseguirán resistir o vencer, lo que,
en estos momentos, se antoja una quimera, sino para que cada día haya
más muertos.
Porque, seamos honestos, sin
una intervención militar directa de Occidente –y ya se intuye la forma
en la que puede terminar para todos–, las posibilidades reales de Ucrania son, salvo milagro histórico, casi inexistentes. Tan improbables que tan solo pueden aspirar a retrasar lo inevitable.
Por lo tanto, de no mediar intervención militar de Occidente a riesgo de apocalipsis nuclear, hay:
Tres finales posibles: victoria total de Rusia, fin de la confrontación en una negociación o estancamiento temporal del conflicto.
Un final improbable: abandono de Rusia.
Un final absurdo: victoria total de Ucrania.
Pero,
como ya he comentado, para desgracia de los ucranianos, a más muertos,
mayor beneficio occidental. Por ello, Occidente jalea. Lo hace, no tanto
con la creencia de que los ucranianos conseguirán resistir o vencer, lo
que, en estos momentos, se antoja una quimera, sino para que cada día
haya más muertos. Sin embargo, a más muertos, más tiempo y, si la
tendencia no se invierte, más espacio ganado por Rusia. Y a más espacio
ganado por Rusia, menores opciones para Ucrania en una negociación.
Escenario 1: victoria total de Rusia
La
victoria rusa total no está tan lejos como muchos pudieran pensar, pues
el avance ruso es lento, pero constante. Mayor en el sur que en el
resto de Ucrania, pero a medida que vayan cayendo frentes y las tropas
rusas se vayan uniendo, el cerco aumentará y la presión militar crecerá
de forma exponencial. En unos días puede haber un colapso ucraniano,
puede que incluso antes. Por lo tanto, es probable que los ucranianos
estén perdiendo un tiempo valioso. Quizás, solo les queden unos días
para negociar.
No olvidemos que, en el caso de victoria rusa total, Ucrania no tendrá ninguna carta con la que negociar y solo podrá admitir lo que Rusia decida.
Escenario 2: negociación
Esta
es la segunda salida posible a la confrontación en Ucrania, un acuerdo.
Una salida para la que, de nuevo, el tiempo corre en contra de Ucrania y
a favor de Occidente. Cuanto más tiempo pase, al menos si no hay intervención militar occidental, mayor terreno perderá Ucrania y, por tanto, peores serán sus opciones de negociación.
Sin embargo, como en el anterior escenario, cuanto más dure la
confrontación, mayores serán las bajas, tanto militares como civiles, y,
por tanto, mayores serán las posibilidades occidentales de usarlas
contra Rusia.
Escenario 3: estancamiento temporal del conflicto
En
estos momentos, Rusia ya está cerca de controlar todo el sur y el este
de Ucrania, su principal objetivo antes de comenzar la confrontación.
Por lo que, otro escenario que podría producirse sería el alargamiento
del conflicto, ya sea este estancamiento en la situación actual o en
escenarios en los que Rusia controle mayor territorio todavía –pues
plantear en la situación actual que Ucrania pueda recuperar terreno, no
parece muy razonable–. En este contexto, se podrían producir movimientos
militares de ambos, avances y retrocesos, si se produjera una
improbable situación de equilibrio militar; o, sencillamente, se
produciría un estancamiento con dominio ruso –lo que podría ocurrir por
múltiples factores–.
Luis Gonzalo Segura, exteniente del Ejército de Tierra de España.
Luis Gonzalo Segura, exteniente del Ejército de Tierra de España.
Lo peor de todo es el olvido en el que, más pronto que
tarde, los ucranianos caerán. Pues, aunque ahora la atención mediática
sobre ellos es enorme, la experiencia nos recuerda que, poco a poco, el
conflicto generará menor interés hasta que, un día, más cercano de lo
que muchos piensan, lo que acontece en Ucrania se convertirá en un
reporte de escasa relevancia.
Sin ninguna duda, esta situación sería la más beneficiosa para Occidente: Rusia viviría un 'Afganistán' en su frontera,
casi en el corazón de su país. Un conflicto sin final cercano que
provocaría años y años de desgaste militar, económico, político y
geopolítico y costaría la vida de miles y miles de ucranianos y rusos,
quizás cientos de miles.
Escenario 4: victoria total de Ucrania
Considerando
las circunstancias actuales, y salvo intervención occidental, la
victoria total de Ucrania se trata de una quimera. Pero, de producirse,
es decir, de conseguir Ucrania revertir la situación, ¿cuántas vidas serían necesarias? Y, de nuevo: a más muertos, mayor beneficio occidental.
Escenario 5: abandono de Rusia
Que
Rusia abandonase Ucrania sin negociación, sin más, es otro escenario
que podría producirse, aunque se trata, a la luz de la información
actual, muy improbable. En principio, solo sería posible en el caso de una combinación de factores que no parece factible que confluyan, aunque no es descartable por completo.
Podría ser un abandono súbito, por algún tipo de colapso interno, o un
abandono después de semanas, meses o años de confrontación, ya fuera por
un colapso, un cambio de gobierno o una decisión geopolítica tras un
estancamiento del conflicto. A corto plazo, podría deberse a la presión
internacional, a las medidas económicas o una quiebra interna. O quizás
una combinación de todos estos factores e, incluso, algunos más.
Más pronto que tarde, los ucranianos dejarán de importar
Ocurra
lo que ocurra, el perverso juego geopolítico de Occidente no es ni
mucho menos lo peor de la dramática situación. Lo peor de todo es el
olvido en el que, más pronto que tarde, los ucranianos caerán. Pues,
aunque ahora la atención mediática sobre ellos es enorme, la experiencia
nos recuerda que, poco a poco, el conflicto generará menor interés
hasta que, un día, más cercano de lo que muchos piensan, lo que acontece
en Ucrania se convertirá en un reporte de escasa relevancia. Sus minutos irán, poco a poco, disminuyendo en la escaleta de los telediarios,
y estos serán más marginales, y cada vez ocuparán menos espacio en los
medios de comunicación, siempre ávidos de nuevas y más excitantes
noticias con las que entretener al insaciable público occidental.
Así pues, Occidente olvidará a los ucranianos, como olvidó a los iraquíes y a los afganos, y a los sirios y a los libios.
Como a los pocos días de la fotografía de Aylan, ya no recordaba a los
refugiados, que después fueron vendidos a Turquía en la mayor
transacción de personas de la historia sin que casi nadie se acordara de
ellos. Como las afganas son historia hace mucho, tras ser portada tras
la bochornosa caída de Afganistán hace solo unos meses. Portada que
fueron, precisamente, para desviar la atención del ridículo de
Occidente. Como hoy Occidente no solo no recuerda la libertad de
expresión, sino que, incluso, clausuran medios de comunicación, cuando
hace no tanto tiempo, millones salían a la calle para decir que
Occidente era sinónimo de libertad. Recuerdan, aquello fue tras el
ataque a Charlie Hebdo...
Entonces sucederá que los ucranianos
seguirán muriendo, o no, como murieron durante ocho años los ucranianos
del Donbass, o como mueren hoy los palestinos, o los subsaharianos o los
yemeníes. O tantos otros. Pero ya poco importarán, bien porque habrá
otros muriendo en otro sitio o porque la Champions League se estará
acercando a sus rondas finales. Y, para esto, aunque muchos ni lo
imaginen, no queda tanto. Solo hace falta recordar. Pero, para ello,
hace falta memoria.
Y para entonces, si Rusia ha obtenido una victoria total o parcial, dará igual, porque Occidente y Rusia tendrán que volver a relacionarse, pues lo contrario sería un 'Muro de Berlín' en pleno siglo XXI.
Y, aunque así fuera, ese muro, antes o después caería. Y para entonces,
para cuando Occidente quiera restablecer sus relaciones con Rusia,
Ucrania, la tan jaleada Ucrania, solo será una gran molestia para
Occidente. O quizás un cromo que intercambiar. O tal vez ni eso. Pero
poco más. Y sus ciudadanos, sus ciudadanos entonces no serán ni tan
siquiera cartas en una perversa partida de póker geopolítico. Serán
historia. Es el ser humano. Es Occidente, amigos.
Apéndice: La realidad de Occidente y la OTAN
Los
países de la OTAN han suministrado el 98 % de las armas que ha comprado
Arabia Saudí para causar más de 377.000 víctimas en Yemen. A pesar de
ello, los medios de comunicación han logrado convencer a la mayoría de
la necesidad de reforzar la OTAN, una organización militar, y aumentar
el gasto militar, para alcanzar la paz. No deja de ser muy chocante que un 'No a la guerra' implique aumentar el gato militar y potenciar una organización militar,
máxime cuando Europa posee 500.000 militares más que Rusia y su gasto
militar triplica el ruso (198.000 millones de euros por algo más de
60.000 millones). Europa necesita independencia y unidad, y mucha más
humanidad, pero difícilmente más militares o mayor gasto militar.
Aunque, seguro que las empresas armamentistas que han ganado más de
24.000 millones de euros en bolsa durante la última semana no piensan
igual.
Las declaraciones y opiniones expresadas en este
artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan
necesariamente el punto de vista de RT.
Primero
fue Napoleón, luego Hitler, pero las potencias occidentales siguen
subestimando la capacidad de resistencia de Rusia. El ex embajador de
Nicaragua en España ofrece un panorama del conflicto con Ucrania
completamente opuesto al que se lee por estos días en casi todos los
medios.
Vladimir Putin en una antigua visita al Museo de la Victoria.. Imagen: DPA
El
Gran Emperador, harto de la "desobediencia" de Alejandro I, Zar de
Todas las Rusias, en su guerra con el Imperio Británico, decidió cortar
por lo sano. Dentro de su prepotencia como amo de la Europa Occidental,
organizó un ejército de 690.000 soldados, reclutados en media Europa
para invadir Rusia. Los números le cuadraban. Rusia era, entonces, una gran potencia, pero pobre en recursos, atrasada y sin aliados en Europa, es decir, sería incapaz de resistir el brío y empuje de la Grande Armée,
un ejército descomunal, invencible hasta entonces y el más fogueado y
armado de la península euroasiática. Seguro de su victoria, pues los
números no mentían, Napoleón invadió el Imperio Ruso. Su contraparte
oficial era lo opuesto a él.
El general y príncipe Mijáil Kutúzov era un hombre mayor, sobre todo para su época (67 años), y tuerto, por enfermedad.
Consciente de la superioridad francesa, Kutúzov evitó el enfrentamiento
directo. Diseñó una estrategia de tierra quemada y repliegue que
resultó mortal para el invasor francés. En la célebre batalla de
Borodinó (inmortalizada por Tchaikosvky en su Obertura de 1812, y por Tolstoi en Guerra y paz).
Se enfrentaron 300.000 soldados casi en partes iguales. La Grande Armée
sufrió 28.000 bajas por 44.000 los rusos. Kutúzov no ganó, pero ganó.
No ganó en lo táctico; ganó en lo estratégico. Golpeada militarmente,
privada de suministros, mermada por el hambre y las enfermedades, falta
de municiones, la Grande Armée se vio obligada a iniciar una de las más
trágicas retiradas de la historia, hostigada duramente por el ejército
ruso. En la batalla de Maloyaroslávets, Kutúzov asestó el golpe
definitivo. Regresaron apenas 30.000 soldados. Clausewitz dijo de él,
refiriéndose a su estrategia contra Napoleón: "Estos esfuerzos le
otorgan la mayor gloria al príncipe Kutúzov". Napoleón nunca se repondrá de la descomunal derrota. Al final, los números fueron eso, números.
El turno de Hitler
Siglo y pico después, otro occidental llamado Adolph Hitler hizo cálculos similares a los de Napoleón.
Calculó que su ejército de cuatro millones de soldados, fogueados y
armados hasta los dientes, podría conquistar en cuatro meses la Unión
Soviética, el país heredero del Imperio Ruso que Lenin había
transformado en república socialista. La "Operación Barbarroja",
iniciada en junio de 1941, siguió, casi exactamente, el mismo camino que
la Grande Armée, aunque se prolongara más en el tiempo. Casi dos tercios de los ejércitos nazis fueron destruidos por el Ejército Rojo.
Aquello
significó el fin del delirio de los Mil años del Reich y el asalto de
Berlín por las tropas del mariscal de la Unión Soviética y general
Gueorgui Zúkov, el gran artífice de la derrota nazi. Detrás de aquellas
terminales derrotas estuvieron dos elementos. Uno, la prepotencia sobre
la propia capacidad frente a la de Rusia. Dos, el menosprecio a la
capacidad de lucha, resistencia e inteligencia de Rusia y de los
militares rusos. De Kutúzov a Zúkov.
Hay
otro episodio. El asalto a Leningrado. Ante su fracaso, Hitler decidió
imponer el sitio atroz de la ciudad fundada por Pedro el Grande, llamada
originalmente Petrogrado. Hitler reunió a un grupo selecto de
personajes para diseñar una estrategia brutal para rendir Leningrado por
hambre. Bloqueada por los nazis por todas partes, salvo el pequeño lago
Ladoga, era imposible enviar provisiones suficientes para los
habitantes de la ciudad sitiada. El sitio produjo una de las mayores
tragedias humanas de un conflicto lleno de ellas. Casi un millón de personas falleció de hambre en Leningrado. Un millón. Pero Leningrado no se rindió y resistió el sitio nazi que duró 872 días.
La hora de las sanciones
Ver
a los gobiernos del gallinero europeo siguiendo las órdenes de sus
jefes gringos, diseñando con placer perverso e infinito -que envidiarían
los asesores de Hitler- las sanciones comerciales, económicas y
financieras contra Rusia, buscando con goce perverso de qué manera se
puede provocar el mayor y más doloroso daño posible, no es muy diferente
de la estrategia nazi de rendir Leningrado por hambre.
A
fin de cuentas, antaño y hogaño, los dos equipos de tecnócratas hacían
lo mismo: hurgar en todos los resquicios para ver dónde, cómo y de qué
forma se podía destruir a Rusia y su espíritu de resistencia, para que
los sitiados, en su desesperación extrema, rindieran Leningrado.
En
el patológico y demencial delirio de aniquilar todo lo ruso en este
Occidente dizque "civilizado", se ha llegado a niveles tan grotescos y
absurdos como excluir a los gatos de origen ruso de concursos felinos; a
prohibir que un árbol ruso compita como árbol europeo del año; a
despedir al director de una orquesta sinfónica por ser ruso; a prohibir
un seminario sobre Dostoievski por ruso; a cancelar óperas en Moscú y a
excluir a los deportistas rusos, incluidos los paralímpicos, de todos
los torneos habidos y por haber. Si no salen a matar rusos en masa es
porque no pueden. Hitler se les ha quedado corto.
Otras medidas
dan para descojonarse de risa. Rolls Royce ya no venderá sus autos
(¡aaarg!, con la cantidad que compraban los rusos). Ikea cierra
(¡debacle! En Rusia la gente no tendrá en qué sentarse). Airbind los
bloquea (uuuy, ya no saldrán a turistear a países del gallinero). Uber
cierra (los taxistas rusos están de fiesta)… ¿Se da cuenta alguien del
ridículo que están haciendo? Más bajo se puede caer, pero más idiota no.
Superar a los occidentales en estos trances resultará absolutamente
imposible. Pero, ojito, el gobierno francés ha dicho a sus empresas que
no se den prisa en salir de Rusia. Danone y Leroy Merlin se quedan. Y
Nestlé. Se quedan también Coca Cola y Burger King (los rusos están
salvados). Apple dejó de vender sus teléfonos sólo un día...
Corea del Sur, India y China aprovechan
Corea
del Sur demandó a EEUU una carta de exención y sigue comerciando con
Rusia al margen de todo. La ocasión es de oro para colocar automóviles,
teléfonos, chips y etc., en Rusia, ocupando los espacios abandonados por
las empresas del gallinero. India está en lo mismo, como China,
Paquistán, Irán y los países del Golfo. Ningún país del Sudeste Asiático
se ha sumado a las sanciones, salvo Japón y Singapur. Tampoco México,
Brasil y Argentina. No se ha oído de ningún africano. Turquía tampoco.
Ni Serbia. Pero el periodismo fecal que nos inunda dice que Rusia está
aislada.
Las preguntas que nos hacemos desde este palco en la
Luna son: ¿A dónde lleva esta espiral paranoica, abusiva, delirante,
ridícula, contra Rusia y lo ruso? ¿Dónde, en qué sitio, quedaron las
cuatro neuronas que poseen, de general, los políticos, cuando son
medianamente inteligentes? No sabemos qué nube tóxica inhalan los que
impulsan esas políticas, porque, si creen que por esas vías rendirán a
Rusia, les decimos que esperen sentados.
No
inició Rusia operaciones militares en Ucrania porque a Putin, ese día,
le sirvieron el desayuno equivocado y, para no despedir al cocinero,
mandó los tanques a Ucrania. Sí, como chiste no es bueno, pero bastante
peor es lo que chorrean, como tubería de aguas negras, todos los días,
los medios de comunicación propiedad de oligarcas occidentales que, por
ser occidentales, no son oligarcas, sino empresarios. Que sean
dueños de casi todo –medios informativos incluidos- no importa si son
occidentales. Y, en estos días, en el proceso de blanqueo de la miasma
ucraniana, si, además, son ucranianos, menos aún. Porque en la Ucrania
de fantasía que pintan los retretes informativos, Ucrania es una
democracia perfecta, sin corruptos ni oligarcas. En esa fantasía, ya no
son oligarcas y corruptos. Son adalides de la libertad, dignos de
estatuas como la de Nueva York.
Las razones de Rusia
Rusia
invadió Ucrania porque los gobiernos ucranios, desde 2014, declararon a
Rusia el Estado enemigo. A partir de ese año, el ejército ucraniano fue
"limpiado" de oficiales formados en la Unión Soviética, por poco
fiables y fue reformado de pies a cabeza. Para garantizar su objetivo de
construir unas fuerzas armadas ultranacionalistas y neonazis, sus
oficiales y soldados fueron reclutados entre las organizaciones
nacionalistas y neofascistas ucranianas. La doctrina militar impartida
en las academias ucranianas era un lavado de cerebro, dirigido por
asesores estadounidenses y del gallinero, para crear una maquinaria de
matar rusos, porque los rusos, decían y repetían, eran los enemigos
mortales de Ucrania y Ucrania, con sus aliados de la OTAN, debía
prepararse para su exterminio.
Esa es la explicación de por
qué, hoy, Rusia exige la desmilitarización y desnazificación de Ucrania.
Porque nadie quiere dormir con una organización de asesinos al lado.
Rusia no dejará Ucrania hasta desmantelar al ejército neonazi. También
debe admitirse la soberanía de Rusia sobre Crimea. Esa península ha sido
y seguirá siendo rusa y debe darse el reconocimiento mundial de un
hecho irreversible.
La clase dominante ucrania, formada por
oligarcas putrefactos y políticos corruptos, se creyó a pie justillas y a
cerebro vaciado los cantos de cisne de los atlantistas. Que no tuvieran
miedo ni respeto con Rusia, que buscaran joder a Rusia, que se
declararan enemigos de Rusia, porque si Rusia intentaba algo contra
ellos –contra ellos, no contra el pueblo de Ucrania, que ignoraba lo que
estaban haciendo en su país-, allí estaría la OTAN para defenderlos y
hacerle pagar a Rusia su osadía.
Los muy pendejos se creyeron el cuento y así están ahora. Llorando porque la OTAN acuda en su auxilio y la OTAN les dice que tururú. Que meterse con Rusia es la tercera guerra mundial y que se las arreglen solos.
Que, para cubrir las vergüenzas –más bien las desvergüenzas- les
mandarán armas de desecho y mucha, mucha, alharaca desinformativa, pero
que, en el campo de batalla, la carne de cañón la pone Ucrania.
Así que, ¡ucranianos, los oligarcas putrefactos y los políticos
corruptos los llamamos a las armas! ¡Deben acudir ustedes! (Porque
nosotros tenemos nuestro capital fuera y ahora somos los héroes de la
OTAN).
Los tres escenarios de salida
Puestos aquí, el
gallinero atlantista tiene únicamente tres caminos. Escalar el conflicto
y llevarnos a una guerra mundial. Enviar armas a Ucrania, con lo cual
prolongarán semanas y meses, inútilmente, el sufrimiento de la
población, pues ese armamento no infligirá daños mayores ni cambiará el
rumbo de la guerra. O poner en un psiquiátrico a los chiflados que
quieren sangre (la ajena, la propia no) y sentarse a negociar un acuerdo
de seguridad integral con Rusia.
Putin ha calificado la postura
del gallinero de "teatro del absurdo". Lo es. También ha avisado que "Si
ellos [las autoridades ucranianas] continúan haciendo lo que hacen
ponen en duda el futuro de la organización política de Ucrania", es
decir, Ucrania puede esfumarse como país. Ahí están los botones. Uno
verde, de paz. Otro rojo, de guerra.
Sobre rendir a Rusia por hambre, verán. Es la segunda mayor potencia energética del planeta, la primera exportadora mundial de trigo y la segunda de cereales.
La producción cerealera de 2021 fue de 123 millones de toneladas, de
las cuales 77 millones son de trigo. Además, exportaron 35.000 millones
en productos agropecuarios (leche, aceites y grasas, carnes, pescados).
En suma, que padecerán de algunas limitaciones, pero en temas
agroalimentarios están más que bien servidos.
En este panorama, de
enfrentar la OTAN a una superpotencia nuclear, superpotencia
agroalimentaria, superpotencia energética y superpotencia espacial, ¿qué
van a hacer? Fuera de ese teatro del absurdo en que se han instalado sólo queda declarar la guerra total (nuclear) o, sencillamente, sentarse a negociar y
aceptar las condiciones de Rusia. Cualquier cosa que se diga en
contrario es perverso uso de la población ucraniana para, únicamente,
posponer lo inevitable, que es aceptar el marco de negociación de Rusia.
Lo cierto es que la humanidad quiere la paz. La OTAN es el problema. Un
grave problema. Y no lo olviden. No se rindió Leningrado. No se rendirá
Rusia. No se rendirá.
*Exembajador de Nicaragua en España.
Exprofesor de Derecho internacional público y Relaciones internacionales
en la Universidad Autónoma de Madrid. Del diario español Público, especial para Página/12.