jueves, julio 26, 2007

Evo Morales y sus “exóticas” indumentarias

Koldo Campos Sagaseta (Rebelión)

Y viene a cuento la anécdota por la insistencia de algunos medios de comunicación españoles en pretender ridiculizar a Evo Morales por los “exóticos” trajes que acostumbra el dignatario boliviano y que no son más que expresiones propias de su cultura aymara, tan dignas como cualquier otra.(...)

Ocurrió hace algunos años. Fidel Castro respondía preguntas durante una rueda de prensa celebrada en La Habana, con nutrida presencia de corresponsales extranjeros. Uno de ellos, un joven italiano, preguntó: “¿No le parece que ya va siendo hora de que se quite ese uniforme, de que ya los tiempos no están para vestir de verde-olivo, de que ese uniforme ya está pasao?”

La pregunta, formulada con el deliberado desparpajo por quien parecía encarnar todas las esencias de la antimilitarista y descreída Europa, que pasa de convencionalismos y apuesta por la modernidad, provocó un expectante silencio en la sala a la espera de la respuesta del presidente cubano.

Durante algunos minutos, Fidel, que no quiso dejar sin respuesta al intrépido periodista, fue desglosando, una tras otra, todas las razones por las que, ocasionalmente, viste de verde-olivo. Le habló de la consistencia de la tela, de la resistencia del tejido, de su bajo costo, del valor afectivo que ese uniforme tenía y tiene para él, hasta que agotadas todas las explicaciones pertinentes, quiso, a su vez, devolverle la pregunta al joven periodista. “Por curiosidad y ya que usted es italiano ¿le ha hecho alguna vez esta misma pregunta al Papa? ¿Aceptaría el periódico para el que trabaja que cuestionara al pontífice su insistencia en vestir su… tradicional uniforme?”

El joven periodista italiano fue encogiéndose en su silla, abochornado, ante la carcajada general que puso en evidencia su altanera prepotencia.

Evidentemente, nunca había cuestionado al sumo pontífice su larga batola blanca con festones dorados, ni sus zapatos rojos de Prada, ni su tradicional cono invertido incrustado en la cabeza, ni su capa de terciopelo rojo y demás prendas de su amplio y caro vestuario.

Si lo hubiera hecho, no sólo habría tenido que buscarse un nuevo empleo en otro periódico más tolerante con sus inquietudes sino, posiblemente, cambiar de oficio.

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