domingo, agosto 27, 2006

¡Que Hable Cuando Aprenda Español!


Bien hermano Jubenal. Muy buen artículo. Ahora es cuando debemos manifestar nuestro pensamiento liberador. Ahora es cuando debemos pensar en la Bolivia completa, sin racismos ni diferencias odiosas ni exclusivas. Una nueva patria para todos los bolivianos, menos para los racistas sin cuento. Aunque les cueste comprender, la Bolivia profunda tiene mayoría indígena y a ella vamos privilegiando. Primero los humildes y excluidos de la patria, posteriormente vendrá también la inclusión de los profesionales de pensamiento occidental que se sienten postergados innecesariamente.. Muy buenos pensamientos Estoy contigo hermano Recibe mis afectos y abrazos a Isabel Dominguez, reproche para la oriental. Por lo menos que estudie guaraní. Gastón Cornejo Bascopé


Jubenal Quispe escribió:

¡Que Hable Cuando Aprenda Español!

Quienes por ciencia o por conciencia asumimos que el presente y el futuro de Bolivia como país posible pasa necesariamente por una identidad intercultural, repudiamos la actitud racista de la constituyente Beatriz Capobianco del partido PODEMOS. Esta señora agredió a la constituyente quechua cochabambina Isabel Domínguez, simplemente porque la auténtica diversidad cultural de Domínguez desnudó su lacerante ignorancia. La exacerbación de Capobianco: ¡QUE HABLE CUANDO APRENDA ESPAÑOL!, refiriéndose a la legítima intervención en quechua de nuestra hermana Isabel, indigna y ofende a los quechuas que representamos a más del 31% de la población nacional y a quienes apostamos por la democracia como una forma de vida. ¿Qué culpa tenemos los indígenas de la incapacidad lingüística de los enajenados mentales y culturales, hoy, electos constituyentes? ¿Acaso es culpa nuestra la esquizofrenia mental, moral y cultural que padecen las y los xenófobos? ¿Seguirán soñando con el mito de que los y las indígenas estamos predestinados a ser sus bestias de carga y sirvientas? La reacción instintiva de la mencionada constituyente expresa una carencia más profunda que su simple limitación idiomática. Exterioriza el sentimiento compartido de las oligarquías que amasaron fortuna, estatus y apellido gracias a la etnofagia que practicaron sus ancestros. Élites que padecen de una aguda anomia de identidad, y que para sentirse algo o alguien necesitan negar, destruir y aniquilar al otro u otra que sí tiene una auténtica identidad. Oligarquías que hoy, como nunca antes, son corroídas por una inseguridad existencial, porque el amanecer de las identidades originarias pone al descubierto el rotundo fracaso de sus proyecciones sociales, políticas, culturales, económicas y religiosas. Élites acostumbradas a imitar y plagiar ideas, sistemas y paradigmas de sociedades europeas o norteamericanas. Incapaces de pensar y de proyectar una Bolivia auténtica y digna, porque de tanto imitar y fracasar han terminado atrofiando su creatividad. La violencia arremetida contra una constituyente originaria simboliza la resistencia al carácter originario y fundacional del proceso de la Asamblea Constituyente. Las oligarquías, quienes ayer resistieron a la Asamblea Constituyente, y hoy, gracias a las permisiones de las reglas de juego de la democracia, son constituyentes, padecen de un raquitismo intelectual, moral y espiritual. Por eso son incapaces de idear, debatir y consensuar la refundación del país. Por eso le tienen miedo, en el escenario del debate, a los originarios que fecundaron una Constituyente Soberana y Originaria. Son constituyentes sólo para defender sus intereses y prerrogativas mal habidas. Son constituyentes para mantener “democráticamente” la servidumbre doméstica a la que tienen sometidas a nuestras madres y hermanas indígenas. Están en la Asamblea porque quieren retrasar la sepultura del abortado proyecto de Estado y sociedad que plagiaron, porque si estos plagios mueren también ellos correrán la misma suerte. Ahora es cuando requerimos de pensadores y activistas, de filósofos y pragmáticos, de sabios y revolucionarios, de profetas y religiosos para aplicarle la eutanasia al moribundo Estado boliviano excluyente y a la sociedad a la que representa. Es necesario que muera el Estado monocultural para que emerja un Estado multinacional, expresión del pluralismo boliviano. Ahora más que nunca urge bolivianos y bolivianas dispuestos y dispuestas a apresurar la muerte del colonialismo interno y de sus promotores, porque Bolivia sólo es y será un país posible si asume la interculturalidad como su filosofía de vida, país en el que nadie esté sentenciado al silencio.

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