Sadam Husein es inocente
Santiago Alba Rico
Rebelión
El día del Aid-al-Adha, el día en que Alá perdonó la vida a Ismail, el día en que los dictadores musulmanes indultan a los condenados, los estadounidenses ejecutaron a Sadam Huseín; el día en que Dios sustituyó la víctima humana por un cordero, liberando así a los hombres del círculo interminable del sacrificio, EEUU restableció la maldición sacrificial.
A las seis de la madrugada Sadam Huseín subió al cadalso, firme y sereno, según todas las noticias; rechazó la capucha de reo y tranquilizó al verdugo; su dignidad no demuestra ni su superior moralidad ni la justicia de su gobierno, pero rebaja a los ejecutores un peldaño por debajo de su propia abyección. Todo el que se entristezca por su muerte sin ser pariente suyo está loco; todo el que se alegre sin haber sufrido daño de su mano es un criminal. Todo el que no se escandalice está legitimando, y reclamando de nuevo, las decapitaciones en directo de los salafitas, el atentado de las Torres Gemelas, el dolor de los proletarios e inmigrantes de Madrid, el horror del metro de Londres, la sangre de los turistas de Bali y los siniestros abusos de todas las dictaduras, incluyendo a aquellos por los que se condenó al propio Sadam Huseín.
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