sábado, diciembre 16, 2006

BOLIVIA: 6 AÑOS DE GUERRA

La prensa de Bolivia me censura. Le ruego difundir esta nota si lo cree conveniente. Muchas gracias. Los Indios de Washington Arturo von Vacano Circula en Washington, la capital del Imperio, la siguiente invitación: Invitación - Bolivia 6 años de Guerra

Estimados Hermanas y amig@s Nuestra Organización Indígena Jach'a Uru se place en invitarles al evento de cierre de actividades del 2006. Donde y Cuando: 16 de Diciembre de 3:00 pm a 6:00 pm. Cecilias Club @ 2610 Columbia Pike, Arlington VA.

Ciclo de Videos Documentales BOLIVIA: 6 AÑOS DE GUERRA para un conocimiento y análisis crítico de las acciones de los Movimientos Sociales.

Este evento es el primero de un ciclo de exhibiciones de Videos Documentales sobre los movimientos sociales de los últimos 6 años en Bolivia, lo que condujo a la posesión como Presidente de la República de Bolivia a nuestro hermano Evo Morales Ayma.

En este primer evento presentaremos el Video Documental, *Evo Morales - Una Esperanza* su historia, su lucha y su llegada al gobierno.

Por la seriedad histórica que éste hecho representa para nosotros los Indígenas, hemos invitado que sea parte de nuestro programa, al Sr. Embajador de Bolivia en Estados Unidos, Gustavo Guzmán.

En este mismo programa se hará la presentación del Libro *Asamblea Constituyente y Pueblos originarios, Es el primer aporte de una serie de edición de libros que Jach'a Uru está trabajando. En este libro contribuyen los analistas y lideres sociales Julio Aliaga L. María Eugenia Choque, Simón Yampara, Pedro Portugal, Pablo Mamani, Liborio Uño A, Marina Ari M, Anselmo Martínez y Raúl Prada.

Favor confirmar su asistencia a Info@jachauru, con sus datos. La admisión es libre. mas info (703) 778 2888 Para mas Información adjuntamos afiche del evento Elmer Herrera Jach'a Uru Organización Indígena

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Mi deber me lleva a declarar que estoy de acuerdo con todo lo que dice esta invitación, excepto una palabra que me asusta: Guerra.

La guerra es el final del diálogo civilizado y, en este caso, sería una guerra de exterminio en Bolivia. O indios, o “culitos blancos”, como nos llaman a los carápalidas en el Alto. Si hay guerra, esa guerra deberá terminar en el exterminio del 60% de los bolivianos, los indios, o del 40$ de los bolivianos, los que no se consideran indios o no lo son, así tengan antepasados indios. Yo soy un “culito blanco” y un carapálida. Como tal, conozco mi lugar en el caso de una “guerra” y por eso ruego a los dioses de conquistados y conquistadores que no la permitan.

Uno de los problemas de los bolivianos es que damos vueltas sobre las mismas crisis hasta aburrirnos sin hallar soluciones inteligentes y prácticas.

En el caso de esta “guerra”, hay que decir que es posible, como ha sido posible la guerra civil de Irak, donde nadie es iraquí y todos son sunis, shiitas o kurdos. No hay país, sino sólo identidades raciales y religiosas. Desgraciadamente, parece que lo mismo está sucediendo en Bolivia, donde parece que sólo hay identidades étnicas y culturales.

Pero odio repetirme, y por ello me permito reproducir un articulo que escribí hace años ya durante una “polémica” que sostuve con Marina Ari, a quien no conozco pero admiro, una de las autoras del libro arriba mencionado.

Este es mi articulo de 2004. No he cambiado de idea desde entonces.

¡Nada menos pero nada más, Marina!

Arturo von Vacano

Veo que la levedad con que traté el tema que apasiona a Marina Ari le ha provocado un ataque de ira mayúsculo y llevado a lanzar una nueva andanada contra los k’aras, esta vez con alientos de marina de guerra… cosa siempre grata en la juventud, sin duda alguna.

Sin ánimo de debatir nada – yo creo que estoy del mismo lado que Marina; sólo nos diferencian mis escasas ganas de lanzar granadas de mano periodísticas porque he aprendido que son inútiles – quisiera decir, apenas pueda salir de debajo de los pedrones verbales con los que Marina me ha enterrado, que mi principal objetivo al escribir sobre el Problema del Indio fue el de subrayar y afirmar que es justo apoyar al indio en su lucha por sobrevivir como individuo, como clase, como tribu, como mayoría parlamentaria y, si se quiere, como equipo de fútbol, y que todo boliviano de buena conciencia debe colaborar con el indio para que el indio (y todos los indios actuales y los que nacerán desde hoy hasta el Día del Juicio) ocupen el lugar que les corresponde en la sociedad boliviana, NADA MENOS, PERO NADA MAS.

En otras palabras: todo boliviano de buena conciencia tiene el deber de condenar el feroz y brutal genocidio cometido contra los indios desde hace por lo menos 600 años, pero debe combatir con el mismo entusiasmo toda ambición india de cambiar la historia del país hasta convertirla en un genocidio de k’aras a manos de los indios, “solución” que a ratos parece estar buscando nuestra Marina, más peleadora que la de los rusos.

Todo lo que Marina dice es verdad; no lo niego por un minuto ni defiendo por un solo segundo a los k’aras. Pero nadie puede borrar 179 años de tragedia. Por el lado de mi papá (hijo de alemán) soy inocente de tanta maldad y estupidez k’ara; por el lado de mi mamá (ella siempre decía: “Oruro, París y Londres”) soy en parte verdugo y en parte víctima: estoy seguro de que, de hurgar un poco, también yo hallaré mis antepasados indios… Una de mis más antiguas bromas es la de ponderar mi nariz, que parece una papa orureña de media libra. Por eso es que he combatido desde que nací por los humildes y los pobres y he sido crítico cruel del Colegio Alemán (al que personalmente debo mucho) porque creaba k’aras con ambiciones de junker. Por eso, y porque vi algo del trato inhumano que los indios sufrían cuando yo andaba con chupón.

Claro que también vi lo que pasó cuando el Mono hizo cisco del ejército y los compañeros indios de la mina y el campo se armaron para formar bandas de asesinos y ladrones y vivir de la pistola. Si así se hace patria, debo decir que tal modalidad no me parece muy aconsejable, porque entonces sí que cada k’ara con dos dedos de frente buscaría la aniquilación del indio y no pararía hasta lograrlo. Mire usted lo que pasó al acabarse nuestra Revolución.

El otro aspecto que Marina no parece querer ver en mi nota es aquel que se refiere al continuo aniquilamiento del indio… Lo que yo anotaba como historia sabida o hecho actual conocido (la liquidación del indio brasileño, la del indio argentino, la del chileno, ecuatoriano, canadiense y piel roja) aparece para Marina como una amenaza de mi parte.

Lo que escribí proviene de las guerras libradas contra el indio en otros lugares de esta América sufrida. Son hechos contra los que se puede decir todo y maldecir mil veces, pero hechos que no pueden deshacerse ni cambiar: los 179 años de errores que hemos cometido los bolivianos se vienen pagando con penas grandes y pequeñas, y el que el Inca viera en Pizarro un dios que venía a castigar sus pecados fue otro error, origen de otros muchos. Tanto k’aras como indios pagamos y pagaremos cada uno de esos errores… ¿Qué tal si mañana mismo se entran los chilenos a los Andes y nos vemos obligados a cumplir al pie de la letra aquello que cantamos tan sueltos de cuerpo, eso de “morir antes que esclavos vivir”? ¿Por cuál lado lucharían Marina y los suyos?

Por eso es necesario criticar a los caciques o dirigentes indios que quieren retornar al Siglo XII para implantar una utopía que es más imposible hoy de lo que fue hace medio milenio. El cuento ese de que los indios hicieron de estos parajes un paraíso terrenal de paz y concordia se asemeja a los de las Mil Noches y Una. Quien enseña a los jóvenes que ese camino es posible hoy en lugar de enseñarles a hacerse ciudadanos universales del Tercer Milenio para los que las razas son cosa del pasado miente y engaña a esos jóvenes. El que los k’aras sean estúpidos de mala fe no significa que los indios estúpidos de mala fe tienen razón. Ningún crimen k’ara justifica un crimen indio.

Mientras algunos indios creen hallar la ruta hacia la justicia en la venganza, el mundo todo (todo, hasta Moscú) se halla en trance de declarar la desaparición de las razas porque todas se han mezclado hasta hacerse una. Es decir, la especie humana ha descubierto que el final del racismo como plaga social está en la mezcla de las razas. Ya no hay razas puras. A ello iba yo en mi nota anterior.

Tal vez sería mejor tomar el ejemplo de los pieles rojas actuales para ilustrar el camino que el indio del Ande debe seguir para participar de la historia del futuro.

Cansados de ser perseguidos o abandonados en reservas indias donde sólo podían dedicarse a beber o pelear, los indios norteamericanos actuales se metieron con grandes sacrificios en las escuelas de negocios de los gringos, esos enemigos de la humanidad, y no pararon hasta abrir una serie de casinos enormes que les han hecho ricos. Hoy son y andan como les da la buena gana porque tienen los dólares para comprarse esos derechos.

No volvieron a la vieja costumbre de andar a caballo y coleccionar cabelleras, sino que aprendieron la nueva costumbre de coleccionar dólares y usarlos para su propio beneficio.

Eso es lo que el indio del Ande debe hacer y no hay vuelta que darle: debe hacerse un ciudadano del Tercer Milenio, debe educarse hasta fabricar computadoras y cohetes espaciales y debe ocupar por esfuerzo propio y con todo derecho su legítimo lugar en Bolivia y en la sociedad mundial de las naciones.

(Sobre esa Nación Aymara de que habla usted con tanto entusiasmo, déjeme decirle que los k’aras, así malvados como son, son abundantes: hacen la población del Continente y son un incordio para el gringo, que quiere estrenar ya su imperio mundial. ¿Qué, aparece usted con sus utopías aymaras a la hora nona? Si seguimos de mala suerte, no serán los k’aras criollos los que le combatan, sino Bush).

Decirles a los jóvenes que deben fundar la república de Achacachi y retornar a los tiempos en que se hacía justicia matando a patadas y pedradas a cualquier ratero es un crimen sin nombre, un crimen por el que pagarán tarde o temprano quienes usan esas mentiras gloriosas como bandera.

O sea que sí, Marina. Yo haré todo lo que esté en mi poder para que usted y yo compartamos algún día una mesa de igual a igual. Nada menos, pero nada más. Pero si lo que quiere es vengarse y busca una matanza de mis familiares y mis amigos, lo que quiere usted es una guerra. Es decir, otro capítulo de la misma guerra que los indios vienen perdiendo desde Pizarro. Yo odio cualquier guerra, pero veo como mi deber el de luchar contra quienes declaran que quieren cometer un genocidio contra los míos.

Usted, que ha estudiado y sabe de genocidios, me entiende, ¿verdad?

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