Guillermo Almeyra - LA JORNADA (Mexico)
Una tregua, incluso prolongada, es siempre posible si ninguno de los dos contendientes cree estar en condiciones de vencer. Lo que, en cambio, es imposible en la Bolivia actual es la conciliación entre, por una parte, el gobierno legítimo y constitucional de los pobres, los indígenas, los trabajadores del campo y de la ciudad y, por la otra, sus explotadores y opresores que, además, son racistas y consideran inferiores a sus enemigos. Bolivia vela las armas aunque, por ahora, todo sean escaramuzas, incidentes graves o no, pero localizados y, de parte de la derecha, sabotajes de todo tipo a un gobierno que cuenta con amplio apoyo popular pero no con el control indiscutido ni de la economía ni de la fuerza.
Por ejemplo: la supuesta mediadora –la Iglesia católica– que, en realidad, tiene lazos seculares con las fuerzas más conservadoras del país, dice ahora que no podrá cumplir siquiera con su papel de mediación antes del 4 de mayo, fecha en la que los cruceños harán su referéndum escisionista y desconocerán una vez más la Constitución recién aprobada. Consagra así un hecho consumado escisionista. Por su parte, el instrumento político del gobierno, la alianza de organizaciones y grupos sociales llamada Movimiento al Socialismo, declara que no intentará aplastar por la fuerza el referéndum de los cruceños y de la derecha, pero que el mismo es nulo y anticonstitucional, lo cual deja la iniciativa en manos de los escisionistas pero, al mismo tiempo, deja entre la derecha y la izquierda social una vasta zona donde no impera la ley y que tarde o temprano todos tratarán de ocupar.
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