Pablo Stefanoni
Algo es claro: Bolivia no se jodió con Evo, parafraseando al autor de Conversación en la Catedral -hoy en el centro de la escena-, y el actual proceso de cambio, con muchos problemas, representa avances significativos que en su ceguera, los antipopulistas, a menudo antipopulares, no pueden ver.
Ahora estos análisis conservadores/revanchistas, que esperan que el “derrumbe del régimen” reemplace la incapacidad completa de la derecha conservadora para ofrecer algo a la sociedad que no sea volver a al viejo régimen, creen que cada traspié del gobierno les dará aire a una oposición que en 2009 no tuvo mejor candidato que… Manfred Reyes Villa. Y que durante dos días creyó que poner a Leopoldo Fernández de vice era una genialidad política. ¿Acaso se creen que aunque “el régimen” se derrumbe la gente los va a elegir a ellos?
Si algo cambió en Bolivia desde 2009 es la posibilidad de que se fortalezca una oposición democrática, alejada de los delirios golpistas de quienes jamás entendieron –ni entienden- lo que expresa Evo Morales en un país como Bolivia. No pueden entender que el terreno fértil para el populismo es la falta de dignidad para las mayorías...
La virulencia de los términos parece directamente proporcional a la incapacidad para construir alternativas políticas, como si por gritar más fuerte la gente fuera a escucharlos mejor. No deja de tener cierto aire chistoso que muchos hablen de la democracia y las instituciones como si Evo Morales hubiera llegado al gobierno en Suecia, y no de un país en el que el supuesto “cuento” del cambio fue apoyado justamente por la situación de exclusión crónica y desprecio al propio país que mostraron las élites republicanas desde 1825, con algunas primaveras populares que fueron la excepción que confirma la regla. Y donde el gobierno electo inmediatamente anterior no dudó en ametrallar a su propio pueblo.
Bajo este optimismo de que cuanto peor mejor leí varias notas que interpretan cada crítica mía al gobierno como un abandono del barco cuando este se estaría por hundir. Una mirada estrecha, por decir lo menos. Ahora el sr. Gabriel Tamayo en Aula Libre –que se presenta, nobleza obliga, como una víctima de la dictadura de los 70 y 80- se sorprende de mi columna de la semana pasada en este diario porque al parecer jamás leyó lo que en este medio y en otros espacios como Le Monde Diplomatique veníamos proponiéndonos: apoyar el proceso de cambio fortaleciendo el pensamiento crítico. En una catarata de descalificaciones a diestra y siniestra, sin dejar de lado su cuota de homofobia, Tamayo se dedica a criticar las sandeces que encubre el “proceso de cambio”.Y a regocijarse de fracasos que deberían entristecernos a todos.
Sí, pese a quien le pese, Bolivia está cambiando. La trillada denuncia del racismo al revés no es a menudo más que una queja de unas élites endogámicas, parasitarias y en muchas casos bastante inútiles que vivieron al calor de los privilegios de casta que les garantizaba el Estado. Hoy Bolivia se reconcilió consigo misma, la autoestima popular y nacional ha revertido una serie de estigmas de larga data y el ambivalente cambio actual será un nuevo piso para pensar transformaciones futuras, en las cuales el MAS no será el único actor.
Los que apoyan acríticamente suelen decepcionarse con la misma pasión con la que “creyeron”. Los que apoyamos críticamente desde el principio no nos “decepcionamos” de esa manera. La crítica no es huída, es compromiso con el cambio y con el país.
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