lunes, septiembre 07, 2020

Militares y policías en Bolivia

 

Compartimos a continuación un escrito que nos llega desde La Paz en donde se analiza el papel de la Policía y las Fuerzas Armadas en el Golpe de Estado. El texto es muy esclarecedor y no sólo recomiendo que se lo lea sino también que se colabore en su difusión. Uno de los problemas más graves con que se enfrenta hoy la resistencia al golpe «militar-policial-supremacista» es el formidable blindaje informativo que ofrece la oligarquía mediática boliviana y mundial. ¡Ayudemos a romper esa coraza de mentiras, difamaciones y «posverdades!!

Tomado de https://atilioboron.com.ar/

 Por Ernesto E. Telmo

 

 

Rencor histórico en las entrañas del aparato político fascista.

 

Bolivia vive un momento más de desgarramiento social y político en su larga historia de inestabilidad y golpismo cívico-policial-militar. Lo que le ocurre, más allá de la tragedia que vive este pueblo heroico, tiene demasiadas paradojas como para dejarlas pasar por alto. La primera de ellas es la hasta ahora incomprensible aventura destructiva de un país que enfilaba al siglo XXI por la ruta inédita de ser ella misma. Nunca como ahora el país había logrado lo que muchos otros envidian para sí mismos: crecimiento económico sostenido, estabilidad política, unidad nacional en construcción e inserción internacional respetable, amén de los logros sociales y la derrota secular de las dos maldiciones del subdesarrollo: extrema pobreza y analfabetismo. 

 La segunda paradoja es sostener que hubo sucesión constitucional cuando en realidad de lo que ocurrió fue un asalto planificado al poder. Desde la realización de cabildos sucesivos en el país como simulación democrática hasta el motín policial lo que hubo fue un manejo del tablero político arteramente orquestado, desde tiempo atrás,en las entrañas del imperio con la complicidad de las élites regionales racistas que se enfundan en una religiosidad casi macabra. Yanine Añez, autodenominada “Presidenta Constitucional”, explica una ascensión ilegal e ilegítima al poder que no es más que el corolario del diseño golpista tejido finamente durante los últimos 3 o 4 años. Este remate fascista estuvo precedido por un conjunto de operaciones encubiertas que se desplegaron sistemáticamente y que los órganos de inteligencia fueron incapaces de advertir o que los encubrieron.  

La terceraparadoja es el penoso papel de los medios de comunicación que cuando se les antoja se llaman democráticos, transparentes e independientes. Hoy, apenas son un manojo inescrupuloso y ruin de información sesgada o para decirlo brevemente constituyen una maquinaria de manipulación vergonzosa al servicio de los intereses empresariales monopólicos. Junto a la planoplia de la mentira sistemática, dirigida desde la diplomacia pública norteamericana, las redes sociales cumplieron el perverso papel de filtrar desproporcionadamente, en contenido como en alcance, sólo la supuesta “maldad masista, incluido el fraude descomunal”, encubriendo al mismo tiempo la brutalidad y la violencia del paramilitarismo comiteísta cruceño, de las bandas armadas cochalas o del sicariato paceño.  

 La cuarta paradoja tiene que ver con el papel de la estructura monopólica de la violencia legítima destinada a proteger el Estado y al ciudadano cuando en la realidad lo que ahora produce es violencia, muerte y terror estatal para sostener un régimen ilegítimo contra la voluntad popular mayoritaria.  Nunca como ahora policías y militares enfundados en la supuesta defensa de la democracia y el control de la protesta callejera llevaron tan lejos sus armas represivas comandados desde “cuartos de guerra”. 

Cobijados por el nuevo régimen violento militares y policías conviven hermanados por la sangre y el luto de decenas de bolivianos en medio de sus odios ancestrales con un mando político transitorio que ignora su controversial pasado.  

¿Cómo entender que militares y policías, cuyo rencor recíproco a lo largo de más de un siglo, que marcó a fuego sus distantes historias institucionales, soporten hoy la estructura gelatinosa de un régimen que solo ha producido muertos y heridos? 

 Más allá del surrealismo que nos envuelve, policías y militares libran en medio del golpe de Estado una guerra silenciosa que no parece cesar a pesar de la cantidad de muertos que lleva el sello de sus armas letales. El encono que envuelve a ambas instituciones cuya historia no termina de despejarse en el siglo XXI tiende a constituirse en el límitereal del régimen golpista. 

Los síntomas del encono empiezan a salir a flote en medio de las turbulentas manifestaciones sociales. Ambos frentes represivos se acusan mutuamente de haber disparado contra civiles indefensos responsabilizándose en medio de la convulsión social. Policías acusando a militares y militares acusando a policías es una constante que tiende a profundizarse a medida que pasan las horas.  

El tragicómico papel de la Fiscalía General del Estado apareciendo en escena tratando de calmar el pánico corporativo con el argumento de que las muertes se produjeron por “armas largas” es ya un síntoma de la crisis que se anuncia irreversible. Por su parte, para evitar más conflicto entre ambos y para distraer la atención de la opinión pública el sector radical del gobierno, asesorado por agencias norteamericanas, apela al fácil expediente de culpar a extranjeros armados como las FARC, cubanos, colombianos y venezolanos, por las muertes que dejan a su paso las fuerzas represivas oficiales.   

La disputa perenne por preservar la cercanía al poder político desde ambas instituciones empieza a producir sus propios cismas internos con las consecuencias de una posible debacle del gobierno golpista y fascista sustentado en el poder de las bayonetas, los gases y el plomo.  

 Los militares por dentro 

Después de 16 años de haber ejecutado una de las mayores masacres sangrientas contra el pueblo de El Alto que supuso sanciones penales y encarcelamiento para los mandos de la época, las FFAA retornaron a las calles vestidos con su inconfundible kaki norteamericano con la misión de enfrentar la escalada de conflictos sociales en todo el país. El domingo 10 de noviembre, el Comandante en Jefe de las FFAA, Gral. EjtoKalimán, aparentemente desconcertado y con voz trémula dispuso la salida de las FFAA a las calles cuyo resultado trágico hasta hoy supera los 20 muertos. La mitad de las víctimas, mayoritariamente jóvenes, corresponde a la “Masacre de Sacaba” del último fin de semana. Nada hace prever que esta decisión conduzca a Kalimány sus comandantes sayonesal mismo lugar donde cumplen sentencia sus antecesores responsables de la masacre sangrienta de El Alto en octubre del 2003. 

La decisión de Kalimán que contrastó radicalmente con la del presidente Morales constituye una de las expresiones mayúsculas del fracaso educativo y pedagógico de las FFAA en situaciones de crisis política. Evo Morales renunció precisamente para evitar muertes innecesarias a contrapelo de Kalimán que dispuso la salida de los militares con las consecuencias conocidas.¿Quién le impuso a Kalimán la orden para la salida de los soldados a la calle? ¿Qué motivó que esta decisión sea modificada 24 horas después, cuando le comprometió a su Capitán General que no movería ninguna unidad militar pretextando falta de equipo, munición y agentes químicos? 

La autonomía política del GralKalimán en el momento de mayor crisis social y política que precipita el golpe definitivo retrata de alguna manera no solo el fracaso del mando político sobre la milicia sino la incomprensión de sus ethos profesional, su cultura e ideología corporativa conservadora, pragmática, oportunista e inmediatista. Ni siquiera el funcionamiento autista de la Escuela Antiimperialista sirvió para moderar la decisión de Kalimán en circunstancias que requerían un mínimo de fidelidad estatal.  

El Alto Mando jugó su carta más crítica apoyado en conversaciones previas con Luis Fernando Camacho y funcionarios de la embajada de los EEUU. No hay que olvidar que Kalimán fue agregado militar en Washington durante un par de años y que una parte de su familia permanecía en los EEUU. 

Actualmente, el personal militar que ocupa la cadena de mandos medios se encuentra en el dilema de salir a las calles para seguir reprimiendo a la gente o mantenerse en sus cuarteles debido a las funestas consecuencias derivadas de su intervención callejera. Pero la duda más fuerte surge de la responsabilidad militar o policial una vez retorne la calma al país. Muchos de los oficiales consideran que la Policía echará bajo los hombros de las FFAA toda la responsabilidad de los muertos y heridos puesto que solo ellos usan armas de grueso calibre. El cálculo postconflicto está empezando a minar la confianza de las bases en sus mandos a los que consideran irresponsables e inoportunos. 

La valoración sobre la gestión de Evo Morales recorre los pasillos de los cuarteles. Sostienen que Evo los mantuvo fuera de todo conflicto social durante 13 años,situación que permitió que se incrementara su legitimidad institucional ante la opinión pública frente al descrédito de la Policía por sus evidentes actos de corrupción e indisciplina. Los oficiales admiten que su nivel salarial y su calidad de vida cambió sustantivamente con el “proceso de cambio” al mismo tiempo que su incursión en tareas sociales permitió ser considerados por el gobierno como“soldados de la patria”. El pago del bono “Juancito Pinto” o de la “Renta Dignidad” o su papel en la gestión de los desastres naturales encomendada a las FFAA permitió un acercamiento sensible a la sociedad. Además de lo anterior la valoración acerca del incremento del presupuesto de defensa, compra de activos y mejoramiento de la calidad de vida del soldado forma parte de sumemoria inmediata. 

Empero hoy, y a menos de una semana, un régimen de facto, comandado por un grupo político radical y dirigentes religiosos fanáticos está conduciendo a las FFAA a enfrentar el desprecio mayúsculo de la sociedad y la condena internacional cuyos efectos difícilmente será superados en las próximas décadas. 

Al grito colectivo de ¡militares asesinos¡en las calles los mandos medios temen sufrir consecuencias como las siguientes: 1) deserción de soldados en medio del conflicto, lo que significa una derrota moral sin precedentes, 2) Pérdida de poder en espacios que Evo Morales había logrado construir para garantizar su fidelidad como es el caso de la Seguridad Presidencial (USDE), acceso a cargos públicos de alto nivel (gerentes de empresas estatales) e inclusive a cargos diplomáticos, 3) Desprestigio institucional que derivaría en la disminución dramática de conscriptos para el servicio militar obligatorio que en realidad es la que justifica su existencia institucional, 4) Repudio popular permanente en las calles, 5) Procesos penales. 

La desazón militar frente a los acontecimientos y el elevado número de víctimas fatales producto de la represión está conduciendo al cuestionamiento de sus altos mandos y a un nivel de desconfianza interna sin precedentes. En un radiograma enviado a las unidades militares de la 8va División del Ejército desde el Comando en Jefe de las FFAA del 14 de noviembre del 2019 se dispone que el cuerpo de oficiales “vigile la conducta de los cadetes, alumnos y soldados originarios de la región del Chapare dentro de todas las actividades que se desarrollen en las unidades”. Disposición de esta naturaleza solo expresa un temor casi visceral sobre sus propios soldados ratificando una vez más su condición de fuerzacivilizatoria y de ocupación colonial.  

Este radiograma expresa el miedo atroz al mundo indígena pero a su vez el desprecio y la desconfianza que le genera su presencia en las FFAA. Una verdadera aberración cultural y corporativa después de más de 35 años de democracia y 13 años de una aparente inclusión indígena en las FFAA. Este es el mejor ejemplo del fracaso de la presunta democratización militar y de la convivencia plurinacional e intercultural en el mundo uniformado. 

Muchos oficiales sensibles al conflicto histórico con la Policía cuestionan la decisión desacertada e inoportuna de Kaliman porque habría “salvado” a la Policía en un momento clave de su crisis operativa. La quema de la whipalapor efectivos de la Policía y el retiro de ese símbolo de su uniforme produjo un profundo malestar social que motivó ataques contrasus instalaciones obligándolas a clamar apoyo militar para ser salvados de la ira popular. El agravio contra la bandera reconocida constitucionalmente produjo un quiebre entre Policía y población rural e indígena.  

Lo cierto es que el odio proverbial entre militares y policías no deja de fluir en medio de un golpe grotesco que se sostiene en el uso irracional de la fuerza y en la conducta racista del gobierno que tiene mucho parecido a las añejas dictaduras militares guiadas por consignas ultramontanas extranjeras. 

El golpe de Estado contra el proceso democrático liderado por Evo Morales tiene el sello inconfundible de las FFAA como actor protagónico aunque fue la Policía Nacional quien encabezó el golpe desde la ciudad de Cochabamba el día viernes 8 de noviembre.  Al parecer, el domingo 10 de noviembre del 2019 pasará a la historia como uno de esos días tragicómicos en el que un general mediocre y oportunista como Kalimán, con un Estado Mayor pusilánime y envilecido, decidieron resignarse a servir los intereses de una Policía éticamente descompuesta, moralmente destruida y patéticamente circense que usó la biblia como escudo religioso para legitimar su sobrevivencia. 

Algunos sectores de las FFAA consideraban que el asedio popular contra la Policía constituía el mejor momento para saldar cuentas por los hechos ocurridos en febrero del 2003. En aquella ocasión policías francotiradores, entrenados por los EEUU, asesinaron cobardemente a varios soldados del Regimiento Escolta Presidencial cuando una muchedumbre pretendía ingresar al Palacio de Gobierno en reacción a una medida económica antipopular. Según muchos oficiales, Kalimánse convirtió en un héroe proverbialde las vergonzosas jornadas golpistas policiales, un hecho jamás imaginado por las FFAA. 

Triste papel político el de los militares que tuvieron que salvarle la vida a su histórico enemigo acérrimo cuando éste estaba al límite de su colapso represivo. El Comandante Departamental de la Policía de La Paz imploraba con lágrimas en los ojos ayuda a las FFAA para sostener el asedio de los movimientos sociales que pugnaban por la destitución de la presidenta autonombrada.  

El apoyo militar a una policía languideciente en un escenario de disputa política fue un episodio excepcional. En 1952 el Ejército había sido derrotado por el movimiento obrero que dio lugar a que la Policía se montara en la espuma revolucionaria para vengarse del mal trato que los militares otorgaban a los carabineros de la época. 

Normalmente la Policía Nacional se alineaba a los golpes militares en condición de furgón de cola y con el rabo entre las piernas en procura de lograr algún festín burocrático. El 10 de noviembre ocurrió todo lo contrario. 

La Policía por dentro 

El golpe de Estado promovido por las fuerzas policiales desde la ciudad de Cochabamba contra el gobierno de Evo Morales era un secreto a voces que fue maliciosamente ignorado por el Ministro de Gobierno, hábilmente manejado por el Comandante General de la Policía y eficientemente articulado por las fuerzas opositoras de derecha que sabían desde años previos que la Policía Nacional constituía un aliado formidable para sus planes desestabilizadores. La oposición, asesorada por agentes externos, hizo trabajo de relojería dentro de la Policía mientras el gobierno las ignoraba o solamente apelaba a ellas en casos de conflictividad social 

 No cabe duda que en la cadena geográfica de control y mando de la estructura policial el departamento de Santa Cruz y en particular la ciudad de Santa Cruz constituía el eslabón más débil en el que se construyó una suerte de pacto de complicidad entre Ministerio de Gobierno y fuerzas policiales comandadas por mandos vinculados a la constelación delictiva regional. Paradójicamente, el lugar en el que el delito había adquirido dimensiones transnacionales y transfronterizas era precisamente en el que se construyó una arquitectura de regulación policial del delito como en el caso de la cárcel de Palmasola. De igual manera, esta red de complicidad político-policial alcanzaba a circuitos mafiosos del narcotráfico,tráfico de armas, casas de juego o tráfico de tierras en favor de extranjeros cuyo funcionamiento era operado por policías patrocinados políticamente. 

 Santa Cruz constituía una suerte de territorio autónomo policial que fue hábilmente usado por las fuerzas de oposición que vieron en sus márgenes de autonomía estatal las mejores condiciones para la conspiración sediciosa armada. 

Durante los 13 años del gobierno de Evo Morales no se tuvo la capacidad de generar una política de institucionalización, modernización ni disciplinamiento profesional de las fuerzas policiales. Contrariamente, los mandos policiales, favorecidos por las rotaciones continuas, se beneficiaron de privilegios inimaginables a lo que se sumó una cultura de corrupción escandalosa, torpe o deliberadamente desatendida. 

Solo al final del mandato de Morales la Policía fue beneficiada por un moderno sistema de control territorial en el marco de la seguridad ciudadana denominada BOL 110 que en buenas cuentas sólo incrementaba la capacidad de producción de información para fines informales. El soporte tecnológico sirvió como una concesión graciosa y electoralista que la Policía lo recibió sin el entusiasmo esperado.  

La relación entre gobierno y policía en más de una década adoleció de fallas estructurales pero la peor de ellas fue encomendar a un funcionario de alto nivel una responsabilidad central cuando sus prioridades fueron  conducir equipos de fútbol.  

Morales enfrentó varios episodios de insubordinación, motines y sedición policial que fueron aplacados después de negociaciones complejas pero que nunca lograron resolverse de manera estructural. Las raíces del descontento policial fueron retroalimentadasinternamente manteniéndoseeste clima invariable y acumulativo a lo largo del tiempo. Simultáneamente, las descomunales prácticas de corrupción policial no recibieron el tratamiento adecuado ni proporcional desde el gobierno. 

Los privilegios policiales, las prácticas de corrupción así como los amplios márgenes delictivos de naturaleza corporativa solo operaban y funcionaban en los niveles de mando dejando a los subalternos apenas las migajas o “mordidas”, situación que potenció el malestar policial subalterno cuya responsabilidad apuntaba al gobierno nacional. 

Por otra parte, la privilegiada relación político-militar generó profundo resentimiento en la Policía Nacional. Los policías se veían como ciudadanos de segunda frente al trato considerado del gobierno a los militares tratados como ciudadanos de primera. La presencia del Presidente Evo Morales en los aniversarios militares, los discursos solícitos valorando el trabajo militar así como los privilegios y prerrogativas concedidas periódicamente constituyeron “golpes sistemáticos ofensivos” contra una Policía queoperaba cotidianamente en condiciones deplorables. 

El tratamiento inequitativo del gobierno nacional en favor de las FFAA -construcción de edificios, campos deportivos, compra de equipo y material militar, inversiones costosas en tecnología como radares etc – alimentó un fuerte rencor antimilitar y antigubernamental dentro de las fuerzas policiales. La parcialización explícita del gobierno de Morales en favor de las FFAA fue asumida como una humillación persistente que fue traducida en una narrativa antigubernamental por el cuerpo de oficiales sobre sus subalternos desamparados de información. 

 Además de la displicente relación entre Evo Morales y la Policía el gobierno nacional llevó a cabo una política de cercenamiento de sus principales fuentes institucionales de recaudación. Aunque las decisiones fueron correctas,dirigidas a eliminar la corrupción, ésta fueron interpretadas de modo distinto por la Policía en su afán de preservar nichos de privilegio burocrático.  

Morales fue mucho más lejos respecto al recorte de las prerrogativas policiales al asignar a las FFAA la tarea de lucha contra el contrabando. Las unidades policiales especializadas de lucha contra el contrabando fueron disueltas y reemplazadas por unidades militares. Los militares ocuparon la frontera logrando romper redes de ilegalidad y control territorial que significó una doble amputación: para los grupos delictivos civiles que vivían del fecundo negocio del contrabando y para los policías que vivían de la protección de las redes de ilegalidad a las que otorgaban protección e impunidad.  

Fue ésta la Policía sediciosa la que se enfrentó al gobierno de Evo Morales y la que produjo directa o indirectamente su renuncia. Nunca antes la Policía había logrado derrocar un gobierno democrático como lo hizo esta corporación indisciplinada y políticamente enferma. 

El golpe cívico-policial no sólo tuvo un componente político sino también de naturaleza reinvindicativa alimentada por una memoria de oprobio, privaciones y maltrato.  

Los motines policiales reflejaron un odio atroz contra el gobierno que estaba contenido y que estalló en sucesivas olas corporativas apoyadas por una clase media que se expresó en las calles dejando fluir su profundo malestar y desprecio contra un gobierno en plena retirada. 

El golpe policial apoyado e impulsado en las calles por las protestas clasemedieras dejó entrever su finalidad multifascética.  

En primer lugar sirvió como la mejor oportunidad para vengarse del gobierno por el conjunto de maltratos y desplazamientos institucionales, una suerte de catarsis corporativa inflamada en una retórica de odio y religiosidad que estalló sin que nadie se percatara de su potencial efecto. 

Los motines encarnaban la tarea de recuperar sus privilegios corporativos que habían sido cercenados por razones políticas y cedidos a las FFAA por el gobierno nacional. El primer objetivo que logró recuperar la Policía por sus efectos simbólicos fue la Unidad de Seguridad Presidencial (USDE) de manos del Ejército. Consumada la renuncia de Evo Morales la Policía Nacional no tardó ni un minuto en hacerse cargo del dispositivo de seguridad de la Casa Grande del Pueblo obligando al cuerpo de seguridad presidencial a su desalojo inmediato de dicho edificio. Los más de 70 miembros de este equipo especial que protegieron a Morales durante más de una década tuvieron que replegarse casi de manera humillante al Estado Mayor de las FFAA a recibir sus nuevos destinos. 

De igual manera y por asalto, la Policía Nacional restableció el control de los edificios del servicio de identificación personal (SEGIP) que había sido institucionalizado por el gobierno de Morales para cortar de raíz una de las mayores fuentes de corrupción policial. 

La retoma policial de instituciones, espacios y prerrogativas formó parte de las promesas del caudillo cruceño Luis Fernando Camacho para precipitarlas al golpe, objetivo que se cumplió casi quirúrgicamente. En unos de los cabildos realizados en Santa Cruz Camacho se comprometió a devolverles todas las instituciones “arrebatadas injustamente por el gobierno nacional” y otorgarles un tratamiento salarial y beneficios de jubilación similares a los de las FFAA, un incentivo sin duda irrefutable. 

Más allá de los complejos problemas que enfrenta el nuevo mando policial los efectivos están experimentando signos de un peligroso agotamiento físico después de más de 20 días de trabajo callejero y prácticas represivas. Empero, la autonomización policial en este contexto de crisis se traduce en una peligrosa actuación de pequeños grupos que operan con independencia del mando central. Este clima incierto, con un gobierno que apela al discurso recalcitrante y un ministro de gobierno impulsado por odios atroces contra funcionarios de gobierno está promoviendo la constitución de grupos policiales armados junto a bandas de paramilitares que trabajan bajo una lógica sicarial y vengativa.  

En medio del desconcierto político ha surgido un nuevo factor de malestar policial generado por la otorgación de 34 millones de bolivianos a las FFAA para cubrir los costos de la logística represiva. Los miembros de la Policía Nacional sospechan que estos recursos servirían para favorecer a los mandos militares traducidos en “bonos de lealtad”. Al mismo tiempo el malestar se agrava contra el gobierno golpista y contra las FFAA al haberse aprobado el DS 4078 cuyo objetivo es autorizar el uso de la fuerza militar, equipos y armas, otorgándoles para el efecto la inmunidad respectiva, condición de la que no goza el cuerpo policial. 

Conclusiones 

Está claro que militares y policías constituyen las cornisas en las que se asienta el poder del gobierno golpista. También parece claro que estas cornisas sostienen disputas históricamente irresueltas e irreconciliables que con el paso de los días ofrecerán escenarios de mayor fractura y polarización. Más allá de su carácter provisorio, un gobierno con sentido común debiera empezar a conocer aunque palmariamente las profundas fracturas corporativas para evitar ser derrotados por sus consecuencias. Afortunadamente, el gobierno golpista sólo mira la sombra y no el hueso y por ello su tiempo es tan breve como el estallido convulso de ambos cuerpos que empiezan a retorcerse para anularse o destruirse mutuamente. 

Que la sangre llegue al río no depende de los golpistas, depende en todo caso de las profundas heridas que han vuelto a ser abiertas bajo un mando político ignorante, arrogante, rabioso y suicida. El golpismo tiene sus límites paradójicamente en el uso de la fuerza policial y militar y dependerá de cómo se resuelve este duelo histórico en las entrañas del poder fascistoide. 

Con una Policía Nacional enajenada por sus múltiples contradicciones internas y unas FFAA desconcertadas por la dimensión del conflicto y sus futuras responsabilidades política, jurídicas e institucionales los bolivianos viven un panorama desolador

viernes, septiembre 04, 2020

MARCACIÓN HUMANA DEGRADANTE

 La marcación física a hierro vivo fue una práctica común en tiempos coloniales, pero durante la inquisición, la condena a la tortura y a...

 Por Juan Carlos Zambrana Marchetti

La marcación física a hierro vivo fue una práctica común en tiempos coloniales, pero durante la inquisición, la condena a la tortura y a la muerte era presidida por una marcación moral degradante: “hereje” o “bruja”, entre otras. Pero eso no es cosa de un pasado lejano, porque en pleno siglo XX, en la Alemania Nazi, se utilizó una doble marcación en los judíos. Primero la marcación moral con la expresión “judío puerco” para identificarlos y reducirlos instantáneamente, despojándolos de todos los valores y derechos inherentes al ser humano, y después se los marcó físicamente con una numeración antes de ser enviados a las cámaras de gas.

En estos casos la marcación fue perpetrada con impunidad por regímenes totalitarios, pero la historia nos muestra la existencia de nuevas formas de marcación, utilizadas por gobiernos que se suponen democráticos. Ese fue el caso, por ejemplo, de la marcación de “comunista” durante la segunda mitad del siglo XX en el hemisferio occidental, impulsada por la cruzada anticomunista del senador Joseph Mc’Carthty en Estados Unidos a partir del año 1950. Ante la imposibilidad de matar físicamente a personas que no habían cometido ningún crimen, se recurría a provocarles la muerte civil, asociándolas, sin razón alguna, con la criminalidad, y la “amenaza” que representaba el comunismo de Stalin para el pueblo estadounidense. Así se sometía a las víctimas primero a la condena social, luego al aislamiento, y a la miseria por falta de empleo y de crédito, antes de rematarlas con la persecución judicial y el encarcelamiento.

Suramérica también sufrió el azote de esas prácticas de marcación humana degradante contra grandes segmentos de la sociedad. Ese es el caso de la marcación de “indio” para reducir a las personas, y bajarlas del estatus social que puedan tener en el presente, para marcarlas con el estatus de subhumano que supuestamente tenían sus antepasados en tiempos de la colonia.

En Bolivia, por ejemplo, toda la carga degradante que durante siglos se le fue añadiendo a la palabra “indio”, ha sido transferida a la palabra “masista”, que significa afín al MAS (Movimiento al Socialismo), el partido político del “indio” Evo Morales. Esto, por supuesto, después de haber satanizado a ese partido político, con un supuesto fraude electoral que ya ha sido ampliamente desmentido.

En cuanto a la marcación personal con móviles políticos, la Derecha ha intentado marcar a Evo Morales de “indio”, de “hediondo”, de “ladrón”, de “raza maldita” y hasta de “bestia salvaje”, pero más allá de esas marcaciones de connotación racista, también se lo ha intentado marcar con crímenes como el “terrorismo”, el “narcotráfico”, y últimamente la “pedofilia”. Ninguno de estos crímenes, que deben ser juzgados con probidad y condenados con severidad, le han sido probados en corte, pero todos fueron, y siguen siendo, utilizados políticamente para destruir su proceso de cambio, postrar nuevamente al “indio” en general.

Por inverosímil que esto parezca en sociedades avanzadas, en Bolivia las cárceles están llenas de “presuntos” culpables de delitos que no les fueron probados en corte. Personas que están detenidas “preventivamente”, en procesos deliberadamente paralizados, que, además, fueron detenidas por simples acusaciones aberrantes de sus oponentes políticos. La marcación humana degradante, es otro delito que se suma a esta lista interminable de abusos de poder contra el ciudadano, que se cometen a diario en Bolivia. Este delito, por conllevar una falsa acusación, debiera ser severamente penalizado, más aún, cuando tiene móviles políticos orientados a cambiar el curso de la historia de todo un país.

¿Qué espera el Congreso para terminar de una vez con todo este infierno de abuso de poder y corrupción judicial? Lo puede hacer sancionando y promulgando dos leyes muy simples.  Una eliminando de raíz la figura aberrante del arresto “preventivo”, y otra imponiendo respeto al precepto jurídico de presunción de inocencia. En ambos casos las normas tendrían que estar blindadas. Por ejemplo, penalizando con 10 años de cárcel el delito de falsa acusación, aplicable a denunciantes, abogados, fiscales, y jueces que se atrevan a dar curso a juicios sin la debida presentación y valoración de la prueba material del delito. También debiera tipificarse, en un segundo nivel de falsa acusación, el delito de marcación humana degradante. Esto es, la acción de asociar, por cualquier medio, el nombre o la imagen de una persona, con calificativos degradantes, o con algún delito por el cual no haya sido legalmente hallada culpable.

Leyes como esas, tendrían que ser aprobadas por unanimidad en el Congreso boliviano, tanto por el 2/3 de representación parlamentaria que controla el MAS, cuyos líderes están siendo perseguidos en el presente, como por el 1/3 restante, cuyos líderes ahora gobiernan, pero después del 18 de octubre, serán acusados de crímenes, corrupción, y otros delitos.

Es hora de que la justicia boliviana salga de la edad media y se adhiera a la modernidad.

Ver otros textos de Zambrana aquí: http://juancarloszambrana.com/

jueves, julio 23, 2020

BOLIVIA, UN PAIS DEVASTADO




 Tomado de
  
primeralinea.info
 
Bolivia ha superado la barrera de las 60.000 personas contagiadas con el Covid-19 con más de 2.000 fallecidos en cuatro angustiantes meses de pandemia. Sin embargo, los datos oficiales solo muestran una partecita de la realidad, aquella que se usa para fines inescrutables. En medio de esta espiral de contagio que ataca los flancos sociales más débiles resulta que no hay gobierno nacional donde golpea el dolor irreparable. Ha desaparecido del escenario la entidad rectora de la sociedad y de las instituciones dejando en la orfandad a más de 11 millones de seres humanos que solo atinan a preguntarse sobre su futuro incierto y sombrío.

El país ha quedado librado a su suerte. No hay quien tome las riendas del poder para convertirlo en prevención sanitaria, evitar muertes masivas y tomar decisiones sobre la sobrevivencia nacional. Bolivia vive en la mayor deriva de toda su historia, sin gobierno nacional que asuma su responsabilidad social, económica ni política, pero lo que es peor, sin rumbo ni destino previsible a corto plazo. El mediano y largo plazo son chistes macabros en medio de un régimen que ha hecho del poder su festín de sangre y dinero fácil. Con una presidencia interina que decidió pasar a la acera de la candidatura presidencial, prima el interés en la continuidad sobre la urgencia inevitable de la contingencia sanitaria.

El ministerio de salud, absolutamente extraviado e inepto, con 3 ministros rotando en plena crisis y un ministro de defensa semianalfabeto como sustituto del tercer ministro convaleciente, solo atina a mostrar estadísticas frías, incompletas y carentes de credibilidad en las que solo prima el cálculo político artero. Ninguna voz amable que explique lo que ocurre en el país con el avance, la estabilización o retroceso de la pandemia. Pura impostura, pura parafernalia mediática que solo drena plata a los bolsillos de los poderosos empresarios de la comunicación para que incrementen el volumen del miedo y la culpa. En medio de este panorama desolador, solo se escucha el grito estridente y lúgubre del ministro más siniestro de la historia, amenazando a los cuatro vientos con imponer la ley que fluye grotescamente de sus entrañas intoxicadas por el odio y la venganza.

Los medios de comunicación no traen sino malas noticias o el eco de lo que el régimen desea que se escuche en canales, prensa digital o radios, matizado con episodios escalofriantes ante los que tiembla la simple morbosidad. Se transmite en vivo la muerte de una persona solo para saciar el apetito del rating que exige el gobierno para asignar pauta publicitaria. Los medios bucean en un portentoso mar de información escuálida, infestada de miseria moral que afortunadamente más del 70% de la población boliviana no cree. Empero, eso no cuenta cuando se trata de hacer negocios con la verdad. Todos en sintonía y con el mismo libreto de confundir hasta la enajenación, mentir hasta la saciedad, obliterar la realidad hasta el adormecimiento. No solo paga el silenciamiento o el cerco mediático, también la miseria manipuladora y estridente de quienes han decidido convertir la muerte en negocio burdo.

Después de más de 120 días de extravío sanitario nadie sabe de la existencia de algún Plan Nacional de Control de la Pandemia o de sus resultados, pero tampoco pregunta la prensa testaferra porque su silencio cómplice cotiza. Se sabe a medias que estamos frente a una Emergencia Sanitaria Nacional que ha servido para todo, menos, para garantizar la salud y la preservación de la vida de los bolivianos. Contrariamente, el decreto de emergencia ha catapultado los grandes y pequeños negociados que han hecho de la pandemia el pretexto para el enriquecimiento ilícito más cruel del que se tenga memoria. Compras en el extranjero con sobreprecio astronómico de respiradores que ingresarían al país como resucitadores en medio de donaciones dudosas. Ministerios que nada tienen que ver con la pandemia adquiriendo insumos sanitarios que nunca llegan o que se bloquean en pleno vuelo para evitar que se descubra la infamia del negociado. Empresas estatales que sirven de caja chica a los grandes trueques ilegales mientras la gente agoniza en las aceras. Ministros que se mofan de sí mismos, mienten sin rubor a la gente ingenua o gastan su tiempo en escenificaciones groseras y morbosas en medio de borracheras atroces. La corrupción es pavorosa por donde se la mire y es éste el indicador de la mayor abyección de un régimen convertido en una cleptocracia sobre un mar de cadáveres insepultos. La emergencia sanitaria opera como una daga filosa en la garganta del pueblo boliviano.

El país asiste a un escenario dantesco en el que sobran la desesperanza y el estupor en un horizonte de dolor y tragedia inenarrable. En medio del luto y llanto, el régimen decidió capitular ante la pandemia a cambio de continuar con los ritos diarios del saqueo nacional. Dejaron en manos de gobiernos regionales y locales una tragedia que los desbordó no por la ineptitud del sistema de salud sino por el desmesurado afán de robarse todo a su paso y de prisa reprimiendo cualquier gesto de rebelión o censura. Prefirieron declarar la guerra a los sediciosos o los presuntos terroristas que interrumpen el festín de su felonía ratera. Ni señas de la existencia del gobierno frente a la tragedia humana que no sea un mensaje electoralista o anuncios estériles de campaña política. Ningún informe científico, ningún dato sobre la evolución de las capacidades sanitarias nacionales, regionales o locales, ningún atisbo acerca de la distribución de medicamentos o tratamientos benignos para la gente más necesitada. Nada de nada. Silencio absoluto y solo cifras de espanto que echan más dolor sobre un pueblo aturdido entre tanta indolencia gubernamental y tanta desdicha. Farmacias especulando con aspirinas, inexistencia de pruebas rápidas, médicos o enfermeras sin equipos de bioseguridad, hospitales saturados al límite de la desesperación.

El panorama es desolador por donde se lo mire. Decenas de cadáveres en las calles, muertos sin enterrar en los domicilios esperando la llegada de algún servicio sanitario del municipio, comunidades indígenas a punto de desaparecer asediados por la enfermedad letal, miles de familias contagiadas en los barrios periféricos esperando el turno de su muerte lenta y sin atisbo de asistencia médica, decenas de patrullas médico-militares en rastrillaje inútil sin contar con ningún medicamento a la mano, hospitales saturados por enfermos y aterrados por el miedo, salas de terapia intensiva sin oxígeno y sin respiradores y clínicas privadas convirtiendo la tragedia en un negocio redondo.

Estamos en manos de una casta enferma y virulenta que en menos de 7 meses dinamitó el país para llevarlo al borde del abismo. Privilegió la masacre y la muerte violenta, la persecución y el sembrado de escenarios de presunta sedición y terrorismo. Inventa argucias, miente sin escrúpulo alguno, vomita odio por donde pasa e intenta desaforadamente poner a las organizaciones sociales y al MAS contra las cuerdas apoyados en una prensa miserable que ofende la dignidad humana. La “república pitita” que pretendía reemplazar el Estado Plurinacional quedó sumergido en un mar de violencia y estulticia y solo exhala desmoralización y desencanto. Creyeron que desterrar la presunta dictadura equivalía a instalar una quimérica democracia y quedaron con los crespos hechos. Los golpistas de noviembre asisten estupefactos al derrumbe de su sueño convertido cada día que pasa en una pesadilla multiforme que sangra por todo lado. Están desconcertados y no se explican que la transición que debía llevarlos en hombros a un nuevo tiempo, los traslada inmisericorde al tiempo de una nueva infamia. Hasta los fariseos de la democracia pitita que soplaban a los 4 vientos augurios de cambio hoy palidecen ante su futuro sombrío quejándose lastimeramente de la inexistencia de mística democrática, compromiso o militancia pitita. Dan lástima aquellos que creyeron que retornaba la república del culito blanco.

Las encuestas no cuadran con sus deseos sublimes de perpetuarse en el poder. Los números desafinan con la realidad que inventaron y muestran con ferocidad salvaje que matar no siempre es beneficioso para las mentes criminales. Matar mata diría algún filósofo de la tragedia criolla. Abunda el deseo irrefrenable de desatar la ira popular por tanto indecoro y humillación. Postergar elecciones es la nueva fórmula que preside la desazón de una derecha abyecta que le rinde culto al miedo atávico. Proscribir al MAS es otra opción y la última, un nuevo golpe de Estado con el apoyo de la policía y fuerzas armadas envilecidas hasta el tuétano. El objetivo es el mismo: impedir el retorno plebeyo de los indios insumisos y de sus veleidades plurinacionales que apuestan por la igualdad entre semejantes para derrotar la desigualdad del color y el mito de la supremacía del dinero o la superioridad de clase social.

Para cerrar el corchete, la presidenta transitoria ha decidido ascender a los militares por decreto en un acto de prepotencia estéril con el único ánimo de sumar generales donde hay un ejército dividido. No queda la menor duda que en cualquier batalla que se avecine, las primeras víctimas de este infierno desinstitucionalizado del Estado serán los propios militares y policías enfrentando sus viejos rencores en un duelo absurdo y recurrente. Entretanto, el país seguirá sangrando por las heridas de la miseria que se empieza a arrastrar en las calles con gente que solo ha reducido su dignidad al pedido de una cristiana sepultura.

En un intento desesperado de cercar políticamente a la Asamblea Legislativa Plurinacional y trasladar la responsabilidad de su homicidio culposo, Jeanine Añez ha prometido un bono de 500 bolivianos a cambio de que se aprueben créditos para hipotecar al país al Fondo Monetario Internacional (FMI) en su última estocada de muerte. Como preludio de su fracaso en todo, Añez todavía cree que colocar una pistola en la cabeza del Tribunal Supremo Electoral para proscribir al MAS por una presunta declaración violatoria de la Ley Electoral, le permitirá sobrevivir al simulacro final. Sus días están contados y la marea de la ira subterránea tensada por la tragedia colectiva y la soledad empiezan a dar la cara.

El régimen está en camino a sumarse a las sombras de los cadáveres que se entierran de noche para que la luz del día no los delate. La huida es su única medicina casera y antes de hacerlo les resta cumplir la tarea de seguir preñando el país de odio y latrocinio.

domingo, junio 28, 2020

Bolivia colapsada: único país que atraviesa la pandemia con una dictadura

Tomado de agendasur.com.ar

25 junio 2020

Verónica Zapata, periodista y psicóloga boliviana.
      
Bolivia, a 100 días de cuarentena, reporta hasta el 24 de junio 27.487 contagios, 876 muertes y un promedio de 1000 contagios por día. El sistema sanitario colapsó en Beni y Santa Cruz, y es inminente el colapso de Cochabamba y La Paz. Estos cuatro departamentos concentran el 92% de los contagios, y Santa Cruz con el 60% de contagios es el foco. Bolivia es el único país de la región que atraviesa la pandemia con una dictadura, y se dirige, sin una política de Estado de prevención y de contención del Covid-19, al colapso absoluto a nivel nacional. No se cuenta con un plan de contingencia coordinado ni con un comité científico idóneo, y hay demanda urgente de médicos especialistas, insumos y equipos de salud. Lo que la presidenta de facto Jeanine Áñez realiza es la mera administración de cifras oficiales de contagios y muertes.

Tres ministros de salud se han relevado durante la cuarentena, que presentaron su “plan estratégico” en base a promesas de adquisiciones de insumos y equipos de salud, que no se verifican en la realidad. Áñez no cumplió con el objetivo de la cuarentena de abastecer al sistema sanitario de insumos, equipos de salud, infraestructura, contratación de personal, para atender la gran demanda que se podía producir. No hay coordinación de acciones entre el nivel central y los niveles gubernamentales y municipales, tampoco con los diversos sectores de la sociedad, lo que hace imposible entablar un abordaje serio de contingencia.  El “comité científico” no posee idoneidad, porque de su composición se excluyó a seis sociedades científicas de medicina crítica, terapia intensiva, medicina interna, infectología, neumonología, pediatría y a la Universidad Mayor de San Andrés (U.M.S.A.) de Bolivia. Está conformado por ocho médicos sin experiencia en la materia, y cuyo presidente era el yerno de Añaez, Mohammed Mostajo, quien fungía de asesor, definía las acciones del plan contra el Covid-19 y la compra de insumos y equipos. Hoy implicado en el “caso de corrupción, respiradores”, se fugó a EE.UU. bajo el argumento que “su trabajo como asesor había terminado”, en pleno colapso sanitario.
Áñez no cumplió con el objetivo de la cuarentena de abastecer al sistema sanitario de insumos.
Desde el inicio de la cuarentena se registraron en el país numerosas marchas de médicos suplicando por insumos y equipos de bioseguridad, capacitación, contratación de personal. También los alcaldes reclamaron que se les gire el presupuesto correspondiente para abonar los sueldos atrasados de los médicos.

El departamento de Beni, de donde es oriunda Áñez, se encuentra colapsado y un 50% de sus médicos llegó a contagiarse, según Jorge Gómez, director del servicio departamental de salud (S.E.D.E.S.) debido a la falta de equipos de bioseguridad. Trinidad, su capital, es el foco. El 22 de mayo el gobernador de Beni declaró el desastre sanitario y tuvo que pedir ayuda a un distrito limítrofe con Brasil. Recién el 25 de mayo, una delegación de seis ministros integrado por la actual ministra de salud, Eidy Roca, arribaron a Beni con 10 ambulancias y donaciones de la O.N.G. “Mano a mano” de insumos de bioseguridad y tres avionetas ambulancias.
De tal forma, venden una imagen de una Bolivia “pobre” que sobrevive con donaciones. Añez acusa a Evo Morales por la “herencia recibida”. En Bolivia, el presupuesto en salud hasta el 2005 era de 362 millones de dólares. En 13 años, Evo lo multiplicó por siete a 2.600 millones de dólares. Entre 1825-2005, época republicana, había 2.870 hospitales en el país. Entre  el 2006-2018, Evo  construyó 1.061 hospitales. La contratación de personal de salud de 1825- 2005  era de 17.175 ítems,  se incrementó  del 2006-2018 con 18.550 ítems, llegando al total de 35.725. Sólo 579 ambulancias había en todo el país al 2005, Evo las incrementó a 2.076. Se implementó el Sistema Único de Salud (S.U.S.) garantizando la atención sanitaria universal y gratuita al 51% de las y los bolivianos que no poseían seguro de salud. Se realizó transferencia de tecnología del INVAP argentino a tres centros de oncología de Bolivia, algo inédito en la historia del país. Médicos bolivianos fueron becados a especializarse a Cuba, Rusia, Argentina, China. Estaba estipulado para el 2020 la creación del ministerio de Ciencia y Tecnología, que quedó trunco pos Golpe de Estado. Hay 20 hospitales de 2° y 3° niveles que Morales dejó próximos a inaugurar, que no son utilizados, lo mismo sucede con las avionetas ambulancias que se adquirieron.
 
El 10 de marzo se registró el primer caso en el país, y el 22 de marzo se declaró la cuarentena. El 1 de junio el país implementó la “cuarentena dinámica”, con el fin de abrir diversos sectores de la economía como ocurre en diferentes países que empezaron a flexibilizar su cuarentena, y en simultáneo controlan la curva de contagios. En Bolivia sucedió algo insólito, el Gobierno central, sin plan de salida gradual de la cuarentena rígida, se desligó de su responsabilidad de contención frente al Covid-19, y la trasladó a las gobernaciones y alcaldías. Diversas regiones se auto encapsularon al ver avanzar sus niveles de contagio. En La Paz y Cochabamba se cerraron varios hospitales, entre ellos el Tórax y el Viedma, por el contagio masivo de personal que no se reemplazó, y se volvió a endurecer la cuarentena esta semana.
“Estas muertes se deben a la imposibilidad de recibir atención médica ante la saturación de los hospitales”.
Resultado del desgobierno de Áñez: se reportaron 10 muertos en las calles, algunos de ellos en las puertas de los hospitales y otros en sus casas sin recibir atención médica. Las imágenes recuerdan la cruda realidad de Guayaquil., en Ecuador. Uno caso demoledor ocurrió en Cochabamba con el cadáver de un hombre en la calle que peregrinó por siete hospitales durante cinco horas solicitando asistencia, sin lograrlo. Otros casos se registraron en Beni, Santa Cruz y La Paz. El 24 de junio, un paciente con Covid-19 se suicidó al complicarse su cuadro a falta de medicamentos, y se lanzó del tercer piso del hospital Solomon Klein, en Cochabamba. Por otro lado, el 20 de junio el Instituto de Investigaciones Forenses reportó 50 muertes diarias en los domicilios por insuficiencia respiratoria en Santa Cruz, a la espera de confirmar si son positivos. En Cochabamba se reportaron 13 cuerpos en sus domicilios y se habilitaron fosas comunes por el colapso del horno crematorio para cuerpos no identificadas.El ministro de obras públicas Iván Arias afirmó que las muertes reportadas en las cales ocurrieron porque hay personas que “esperan hasta último momento para ir al hospital”. En contraposición, la C.I.D.H. sostuvo: “Estas muertes se deben a la imposibilidad de recibir atención médica ante la saturación de los hospitales”.
El país requiere insumos y equipos de salud.
Según la sociedad boliviana de medicina crítica y terapia intensiva (S.B.M.C.T.I.), en el país hay 210 médicos intensivistas y se precisa duplicar esta cifra. Sin embargo, Áñez no permite la entrada de médicos cubanos. Sólo se cuenta con 100 camas destinadas a Covid-19, cuando se requieren 700 en todo el país. Al respecto, el 16 de abril, Mohammed Mostajo, embajador de Ciencia y Tecnología, anunció la compra de 500 camas de unidades intensivas y 450 mil reactivos. Las camas nunca llegaron, y luego de casi dos meses, recién el 3 de junio, llegaron sólo 70 mil reactivos. Los ex ministros de salud Aníbal Cruz y Marcelo Navajas prometieron hace tres meses 500 respiradores, pero llegaron el 15 de mayo 170 respiradores con sobreprecios, e inservibles para pacientes críticos con Covid-19. El 22 de junio se conoció la compra de sólo 10 respiradores que desaparecieron, y otra vez con sobreprecios.

En el país hay faltante de reactivos desde el inicio de la cuarentena, y las pruebas se restringieron a pacientes con “toda la sintomatología activa”, de tal manera Bolivia pasó a ser el país de la región que menos pruebas realizan. Las insuficientes pruebas que se realizan, llegan pos mortem luego de más de una semana, porque deben ser trasladados por tierra a los laboratorios de Cochabamba, Santa Cruz y La Paz. Recién hace un mes, se pusieron en funcionamiento laboratorios en Tarija, Beni y Chuquisaca. El colapso en los laboratorios es inminente por falta de personal. El Centro Nacional de Enfermedades Tropicales (C.E.N.E.T.R.O.P.), el laboratorio más importante de Santa Cruz, se declaró en emergencia al no recibir los termocicladores requeridos para procesar las pruebas, y tiene cuatro mil análisis en espera. Lo llamativo es que en el país hay 33 laboratorios, según lo anunciado el 16 de abril por Mohammed Mostajo: 23 pertenecientes al programa H.I.V. y tuberculosis y 10 donados por el Programa de Desarrollo de Naciones Unidas (P.D.N.U.), lo que permitiría tener tres laboratorios en los nueve departamentos del país. Por otro lado, en las clínicas privadas las pruebas cuestan un promedio de 150 dólares, por lo que Bolivia es el segundo país de la región de mayor costo en los test.

Por si fuera poco, el 18 de junio Áñez, quien sostiene un falso discurso de preocupación por la salud, evitó la entrada de un avión de China, con una carga con sobreprecios de hasta el 400% de 1.600.000 insumos de bioseguridad: 800 mil barbijos, 500 mil barbijos N95, 200 guantes, 50 mil overoles, 5 mil termómetro, 20 mil gorros y 10 mil lentes, que tenían como destino a empresas privadas y al Ministerio de Energía que intervino en la compra. El vuelo se canceló para evitar otro escándalo de corrupción ante la filtración de la información.
Administración macabra de cifras epidemiológicas para evitar elecciones.
Al principio de la cuarentena, las cifras epidemiológicas del país eran bajas y se vendieron como un “éxito”. De repente, cuando el pueblo boliviano puso en agenda la demanda electoral, en simultáneo las cifras oficiales se dispararon, y Eidy Roca, actual ministra de Salud, proyectó más de 130 mil contagios para la fecha de las elecciones del 6 de septiembre, casi triplicando las proyecciones del ex ministro de salud Aníbal Cruz de 48 mil contagios. Nos encontramos con que el golpismo administra desde el principio de manera macabra las cifras epidemiológicas en función de intereses y cálculos electorales, con el fin de evitar las elecciones en el país. Si bien es real y esperable el aumento de los contagios que aún no han llegado a su pico en el país debido a la inacción del Gobierno de facto, se desconoce con exactitud las cifras epidemiológicas, no sólo porque no se realizan las pruebas masivas y hay muchas a la espera de los resultados, también porque Áñez oculta y manipula sistemáticamente información al respecto.