viernes, octubre 22, 2010

Rebelión popular en Francia

Manif en Francia

Editorial de CAMBIO

Una revuelta popular que se mantiene desde hace al menos dos semanas en contra del proyecto de reforma de pensiones que impulsa el presidente Nicolás Sarkozy puso contra las cuerdas la pretensión de elevar la edad de jubilación de 60 a 62 años —y de 65 a 67 años para cobrar la pensión completa—, además de introducir una serie de modificaciones que los sindicatos y organizaciones sociales denuncian como un intento de cargar sobre los hombros de los sectores más desfavorecidos la creciente crisis financiera que sacude la economía gala.


En los últimos días, organizaciones sindicales, transportistas, estudiantes y movimientos de oposición han protagonizado protestas, tomas a refinerías, marchas y disturbios en rechazo a la reforma de pensiones que impulsa el Ejecutivo.

Reportes de la prensa internacional señalan que los manifestantes exigen cambios al proyecto de reforma, principalmente en los artículos que elevan la edad de jubilación y postergan el derecho a cobro de la pensión completa en dos años.

Por medio de movilizaciones, entre 1,1 y 3,5 millones de personas, según esos medios internacionales, han exigido con claridad que se mantengan los límites de edad actuales para el retiro: 60 años para la jubilación y 65 años para ejercer el derecho de cobrar pensión completa.

En tanto, el Gobierno francés insiste en continuar con su objetivo de reformar el sistema de pensiones y el 5 de octubre trasladó la propuesta de ley al Senado, aunque ese hecho sólo avivó la rebelión popular que sacude las principales ciudades galas.

“Esta reforma constituye la única vía para hacer frente al envejecimiento de la población”, ha argumentado en anteriores ocasiones el presidente Sarkozy. “Llevaré a término la reforma de las pensiones porque mi deber como jefe del Estado es garantizar a los franceses que tanto ellos como sus hijos podrán contar con su jubilación y que se mantendrá el nivel de las pensiones”, sentenció Jefe de Estado. Sin embargo, Catherin Marchais, vocera del comité de huelga de los empleados públicos de Francia, aseguró que la reforma legal que impulsa el Gobierno de Sarkozy en materia de jubilaciones busca fragilizar el sistema de pensiones en detrimento de los ciudadanos, por lo que anunció que el sector continuará las protestas en rechazo a la normativa.

“Nuestro sistema de pensiones está basado en la solidaridad entre las federaciones y lo que quieren es fragilizar este sistema para que después los asalariados tengan que cotizar en sistemas por capitalizaciones”, denunció Marchais. “Es decir, por un sistema con fondos de pensiones, y eso sabemos muy bien lo que quiere decir, un fondo de pensiones es la causa de toda la crisis económica que ya vimos en 2009”, explicó la dirigente en torno a los objetivos del Gobierno al impulsar el proyecto.

Pero lo que desnuda la movilización y rechazo popular a la reforma es que el Ejecutivo francés gobierna para los ricos, porque, en el fondo, la reforma de pensiones que impulsa es privatizar el derecho a las jubilaciones de los ciudadanos, y esto no es admisible para los sindicatos y otras organizaciones sociales.

A esto se suma que la nueva legislación sobre las jubilaciones no fue sometida a discusión alguna entre las partes concernidas y el incremento de los años de trabajo y de la edad de jubilación serán impuestos por la actual mayoría legislativa a espaldas de la opinión del pueblo, aunque del proyecto inicial presentado en junio la administración Sarkozy hizo algunas concesiones mínimas que de ninguna manera han satisfecho las demandas laborales.

Según un reporte del diario mexicano La Jornada desde París, la obcecación del Presidente francés —quien repite que no cederá—, el desprecio de las autoridades que disminuyen con insolencia las cifras de manifestantes, los escándalos financieros que salpican al partido en el poder y a integrantes del gobierno, los regalos financieros a las grandes fortunas —como la devolución de millones de euros de impuestos gracias al ‘escudo fiscal’, so pretexto de impedir la fuga de capitales—, frente a las exigencias a los trabajadores, no han hecho sino radicalizar la protesta.

Por eso se multiplica la movilización popular en contra de la reforma y se muestra con huelgas de transportes, de centrales de carburantes, escasez creciente de gasolina, operaciones de los camiones de carga para embotellar las carreteras, además de los paros de liceos y universidades.

En ese contexto, los sindicatos franceses confirmaron ayer la convocatoria a nuevas movilizaciones —que se realizarán el 28 de octubre y el 6 de noviembre—, mientras se hacen sentir fuerte los paros en diversos sectores de la economía, sobre todo el del abastecimiento de combustible. “Los violentos no tendrán la última palabra en una democracia”, respondió Sarkozy. No obstante, ¿acaso no es violencia estatal la que intenta imponer una reforma que afectará no sólo a los actuales jubilados, sino a los jóvenes que hoy se mantienen en las calles?

Francia es una de las naciones europeas más golpeadas por la crisis del capitalismo que se desató en 2008 y en lugar del debate exprés, que debía provocar la incomprensión de los jóvenes excluidos y de los trabajadores precarios (público), las consignas y la composición de las marchas, muy diversas en edades y oficios, demuestran que el debate ha calado. La sociedad no quiere la reforma de Sarkozy, por eso la combate con fuerza bajo el lema: El que no lucha por las pensiones es que ya está muerto.


Francia es una de las naciones europeas más golpeadas por la crisis del capitalismo que se desató en 2008. La sociedad no quiere la reforma de Sarkozy, por eso la combate con fuerza bajo el lema: El que no lucha por las pensiones es que ya está muerto.

El Gobierno apuesta por el litio con $us 902 millones

Plan de industrialización tendrá tres fases, la primera comenzará en 2011

(CAMBIO)

Con el objetivo de acelerar el proceso de explotación e industrialización del litio, el Gobierno presentó ayer su plan estratégico y garantizó recursos estatales por 902 millones de dólares para desarrollar el proyecto, cuya primera fase estará en marcha a principios de 2011.


El presidente Evo Morales, en una conferencia de prensa, informó ayer sobre el plan estatal que consiste en tres fases: la primera está orientada a la investigación y empezará el próximo año con una inversión de 17 millones de dólares.

Esta etapa incluye la investigación con científicos del país, quienes en 2009 obtuvieron el primer kilo de carbonato de litio con patentes bolivianos que protegen los pasos de elaboración del producto. Asimismo, se procesará el cloruro de potasio, los derivados del litio y el sulfato de potasio, entre otros.

En la segunda parte del proyecto, que empezará en 2013, se ampliará la actual planta piloto de Uyuni con 485 millones de dólares y también se privilegiará la investigación. Aquí se buscará mejorar la obtención de litio y potasio, además de iniciar el proceso de industrialización de otros recursos como el boro, magnesio, sulfato, y desarrollar la tecnología para fabricar baterías.

Una tercera fase tiene que ver, precisamente, con la implementación de una industria de baterías de litio, que demandará una inversión de 400 millones de dólares y estará en marcha en 2014.

Morales explicó que en esta última etapa Bolivia necesariamente requerirá un socio extranjero, debido a la moderna tecnología que se requiere para fabricar las baterías.

“(En esta fase) también estamos preparados para invertir el cien por ciento y sólo necesitamos socios para la tecnología de punta internacional”, dijo el Jefe de Estado.

Según Morales, el valor de la explotación del carbonato de litio llegará a más de 927 mil millones de dólares, mientras que en cloruro de potasio (agroquímico) la cifra será de más de 910 mil millones.

“En eso no se toma en cuenta la explotación de boro, magnesio y sulfato que también están en la salmuera”, apuntó el mandatario.


Bolivia, con 70% de la reserva mundial

Los avances de la exploración para cuantificar las reservas de litio indican que Bolivia tiene el 70 por ciento de la reserva mundial de este recurso que es utilizado, entre otros, para la fabricación de baterías para vehículos eléctricos, afirmó el presidente Evo Morales.

Agregó que, según los estudios, el territorio nacional alberga 100 millones de toneladas de litio, seguido por Chile con 30 millones, Argentina con 2 millones y el resto del mundo con 7 millones.

“Nuestras reservas de litio alcanzan para abastecer al mundo con el consumo actual durante cinco mil años”, destacó.

En opinión de Morales, una vez que el Estado industrialice el litio a través de su proyecto estatal, se garantizará su comercialización a un precio justo y sin especulación ni monopolio. Recalcó que Bolivia también garantiza el cambio de la matriz energética mundial.

miércoles, octubre 20, 2010

Evo Morales propone enjuiciar al FMI por descapitalizar la economía de Bolivia

Presidente Morales en la ONU


Este lunes el presidente de Bolivia, Evo Morales, afirmó en una rueda de prensa que se debería enjuiciar al Fondo Monetario Internacional (FMI) por causar daños a la economía del país mediante la imposición de políticas de privatización durante la década pasada. "Tarde o temprano debe resarcir los daños económicos que ocasionó", afirmó el mandatario. El presidente de Bolivia, Evo Morales, sugirió este lunes llevar a juicio al Fondo Monetario Internacional (FMI) por destrozar la economía boliviana mediante la aplicación de políticas de privatización en gobiernos anteriores.

Morales precisó que el organismo internacional implantó políticas de privatización que significaron un grave daño a la economía boliviana.

"En la gestión de Gonzalo Sánchez de Lozada (1993-1997/ 2002-2003) nos impusieron políticas económicas privatizadoras (...) Esas fueron sus recetas para descapitalizar al país", recalcó.

Reiteró que el FMI debe indemnizar a su país por los daños económicos que le causó con esas medidas, que terminaron "agudizando la pobreza de Bolivia".

"Eso (el FMI) nos perjudicó el crecimiento económico del país (...) en algún momento, tendrán que resarcir los daños que hicieron a Bolivia y a Latinoamérica con sus políticas económicas de privatización y saqueo de los recursos naturales", puntualizó.

Ratificó que desde que el país en su primer gobierno (en 2006), "no siguió las recetas del FMI" y se centralizó en "exportar políticas y programas económicos y sociales", se dio un repunte en la economía boliviana y las reservas internacionales aumentaron a 9 mil millones de dólares.

"Este es el mejor nivel que han tenido en la historia del país", destacó.

Las declaraciones surgieron como respuesta a los reclamos de la Asociación de Víctimas y Heridos de octubre de 2003, que denunció a Morales por no querer ir a declarar como testigo en contra de Gonzalo Sánchez de Lozada y sus ministros, quienes se encuentran residenciados en Estados Unidos (EE.UU.) y son acusados por la muerte de más de 60 personas y cerca de 500 heridos.

Ante la imputación, el mandatario expresó que si bien el llamado Octubre Negro, trajo luto y sangre al país, es también urgente el "nuevo amanecer" de Bolivia.

Las políticas económicas aplicadas por Morales han logrado la nacionalización de varias empresas importantes del país, incluidas las de los hidrocarburos, la riqueza gasífera y varias distribuidoras de gas y gasolina, así como de telecomunicaciones, electricidad y fundidoras de minerales.

Durante el 2009, la economía de Bolivia experimentó un aumento de cuatro por ciento y su inflación no superó el dos por ciento.

En abril de este año, el Presidente afirmó que la economía de su país era una de las que más se había fortalecido a pesar de la crisis financiera que afectó a gran parte de las economías mundiales.

Morales, destacó que para ese momento, Bolivia mostró el índice más alto en recuperación y crecimiento entre los países de Latinoamérica.

El 8 de octubre de 2003, en la ciudad de El Alto, (oeste de Bolivia), se inició un paro cívico decretado por la Federación de Juntas Vecinales (Fejuve), con el apoyo de la Central Obrera Regional (COR) y la Federación de Trabajadores Gremiales.

La protesta fue convocada para defender los recursos naturales en respuesta a un proyecto gubernamental de Sánchez de Lozada para la exportación de gas hacia Estados Unidos a través de puertos chilenos.

Por los sucesos, que dejaron un total de 68 muertos y más de 400 heridos a lo largo de varios días de protestas, el ex presidente Gonzalo Sánchez de Lozada y sus ministros José Carlos Sánchez Berzaín, Jorge Joaquín Berindoagüe y el Alto Mando de las Fuerzas Armadas, están imputados por los delitos de genocidio, lesiones graves, entre otros.

http://www.telesurtv.net/noticias/secciones/nota/80124-NN/evo-morales-propone-enjuiciar-al-fmi-por-descapitalizar-economia-de-bolivia/

miércoles, octubre 13, 2010

Contra la escritura letrada de Vargas Llosa




No creo que el Premio Nobel de literatura o los premios literarios en general tengan ninguna legitimidad. No me interesa por tanto discutir si el premio Nobel de literatura a Vargas Llosa es justo o injusto, es simplemente tan arbitrario como todos los demás. Lo que me interesa explorar es el modo en el que amplios sectores de izquierda parecen asumir explícita o implícitamente que Vargas Llosa es un intelectual orgánico de la internacional neoliberal conservadora, un esbirro del imperio y, al mismo tiempo, el autor de algunas novelas de indudable valor literario. Algunos son incluso más específicos y añaden que sus mejores novelas son aquellas que publica en su primera época, antes de su ruptura con la revolución cubana y de abandonarse a un tipo de escritura eminentemente comercial y oportunista. Esta concepción de la obra de Vargas Llosa asume sin discutirlo nunca que el estilo, la calidad literaria o la literatura en general están al margen de la realidad, au dessus de la mêlé. Pero la literatura, como cualquier otro discurso, está no sólo inserta en la realidad, sino que es un modo de construir, conocer y atravesar esa realidad. Por eso, no hay estilo inocuo ni estética literaria que no esté siempre ya determinada por todas las tensiones del poder: el fondo y la forma son inseparables y están abocados a producir efectos ideológicos.

En América Latina, nadie como Ángel Rama entendió las estrechas conexiones de la literatura con las estructuras de poder, dominación y explotación que constituyen la historia de la región desde la colonia a la formación de los estados modernos. Rama teoriza las relaciones entre escritura y poder a partir de la figura del letrado, una singular versión del intelectual orgánico gramsciano. Para el critico uruguayo, la escritura desempeña un papel fundamental en América Latina, porque desde la conquista en adelante, son sólo una minoría los intelectuales que tienen el privilegio de acceder a la escritura y lo hacen siempre en contraposición a las culturas orales precolombinas y sus particulares formas de entender el lenguaje y la historia. A partir de la independencia y con mayor ímpetu todavía con la llegada de la modernidad, el letrado latinoamericano se transforma en una suerte de mediador entre el Estado y las clases subalternas. El letrado es, por tanto, traductor y representante de las clases subalternas en su proceso de integración a los procesos de modernidad en América Latina. Esta particular singladura está en el corazón, por ejemplo, de toda la literatura indigenista del continente. El escritor indigenista está entre el Estado y las masas de indígenas tratando de imaginarles un lugar en el corazón de la patria tras siglos de invisibilidad, explotación y opresión. Esta importante y ambivalente posición de representantes de "los sin voz" que ocupan los escritores letrados en América Latina es crucial para entender la producción literaria y cultural.

En este sentido, cabe decir que Mario Vargas Llosa es un escritor letrado por definición y, no sólo eso, es un escritor letrado que siempre o casi siempre ha escrito a favor del poder de las clases dominantes, primero en América Latina y más tarde a nivel global. Esta adscripción al poder constituido se puede leer en novelas a priori tan alejadas de la política como La tía Julia y el escribidor (1977). La novela, escrita en clave autobiográfica, cuenta la historia de "Varguitas" un joven escritor latinoamericano que se inicia en la literatura y en el amor con una turgente tía suya, a pesar y contra los valores burgueses de su familia. Pero la novela es también la historia de Pedro Camacho, un “escribidor” boliviano de guiones de radionovela que inicia a “Varguitas” en la escritura. Al cabo de escribir tantos folletines, Camacho acaba volviéndose loco y produciendo un discurso delirante, donde el folletín, la realidad y la ficción se vuelven inoperativos. Por tanto, lo que esta en juego no es sólo la iniciación del joven escritor, sino la autoridad del letrado sobre la cultura popular oral, lo que la novela produce es la distinción entre el escritor letrado con capital simbólico y el escribiente popular sin capital cultural ni legitimidad, el otro abyecto.

Esta obsesión por ejercer y reclamar la autoridad del escritor letrado sobre las clases subalternas aparece en infinidad de novelas de Vargas Llosa y llega a su clímax con la publicación de El Hablador (1987), novela que vuelve a mezclar dos planos narrativos y dos voces, la del hablador y la del escritor letrado. El “hablador” es una figura clave en las culturas indígenas de la amazonía, porque es el encargado de preservar y actualizar la historia de la comunidad, una suerte de archivo oral andante. A medida que avanza la novela la contraposición entre oralidad y escritura se acentúa y se vuelve más violenta, hasta que descubrimos que, en realidad, el “hablador” es, Saúl Zuratas, un compañero de facultad del escritor/narrador. Zuratas, apodado “Mascarita” por una mancha oscura que le cubre la mitad de la cara y por su cabello endiablado y pelirrojo era famoso por su fealdad, era hijo de un judío y una criolla. Así de crudo y poco sofisticado: Zuratas se interesa en las culturas indígenas porque es feo. De hecho, la novela no es más una burda reactualización de la dicotomía civilización y barbarie que inaugura el Facundo del escritor argentino Domingo Faustino Sarmiento. Los indios, para Vargas Llosa, representan simplemente la barbarie y el atraso. Tal y como expresara con singular brutalidad en un artículo publicado en la revista norteamericana Harper’s: “Questions of Conquest: What Columbus Wrought and What He Did Not”, el precio que debe pagar Perú por el desarrollo y la modernidad es la extinción de sus culturas indígenas, porque éstas no son más que un lastre antimoderno e irracional.

Vargas Llosa, que seguramente es un lector ferviente de “Kafka y sus precursores”, sabe como Borges que todo escritor se inventa su propia genealogía literaria. Por eso, además de desplazar continuamente la oralidad, la cultura popular y el indigenismo, el escritor hispano-peruano, como lo llama El País , también está obsesionado por ejercer su autoridad y desplazar a otros escritores, sobre todo a aquéllos que han puesto su escritura a favor de la revolución y de los excluidos (los otros letrados). La guerra del fin del mundo (1981) es ejemplar en este sentido, porque se trata de una reescritura de la novela Os Sertoes (1902), del escritor brasileño, Euclides da Cunha. Las dos novelas cuentan la historia de Antonio Consejero, una especie de líder religioso-político de Canudos que forma una comunidad que suprime, entre otras cosas, el dinero y el sistema métrico decimal. Los rebeldes de Canudos, los más desposeídos y olvidados del Brasil, se resisten a la dominación del Estado liberal hasta que el ejército les aniquila. Sin embargo, mientras que Euclides da Cunha se esfuerza en intentar comprender Canudos como una forma de "cotrarracionalidad" y resistencia al Estado liberal, Vargas Llosa construye a los rebeldes como obstinados místicos milenaristas y transforma a da Cunha en un periodista ciego. Apoyar la revolución produce ceguera política.

Pero no sólo son da Cunha o García Márquez, ningún escritor inquieta y preocupa tanto a Vargas Llosa como José María Arguedas. Arguedas era quechuahablante y su literatura, al contrario que la de Vargas Llosa, se movió siempre en una tensión entre dos mundos, dos lenguas y dos historias; El Zorro de arriba y el zorro de abajo, como tituló su última novela. Arguedas, como José Carlos Mariátegui aunque de manera diferente, no vio en las culturas indígenas una rémora, sino la posibilidad misma del comunismo incaico, de una sociedad y una modernidad asentadas sobre el comunitarismo y no sobre el genocidio cultural y físico de los indígenas. Si, como Borges imaginó en “La biblioteca de babel”, todo libro tiene su contralibro, sin duda el contralibro de la Ciudad y los Perros (1962) es Los ríos profundos (1956). Mientras que La ciudad y los perros es el relato iniciático de la burguesía limeña, Los ríos profundos es el relato iniciático de un sujeto cuzqueño radicalmente mestizo y utópicamente bicultural; mientras que la Ciudad y los perros está escrita en el español de la clase media limeña, Los ríos profundos está escrita un español liberado de sus trabas por la sintaxis del quechua; mientras el protagonista de La ciudad y los perros se debate entre sus amores y su solidaridad con “el esclavo”, Ernesto, el protagonista de Los ríos profundos , se identifica con la rebelión de las indias chicheras contra la opresión neocolonial; mientras que Arguedas se pegó dos tiros para firmar su última novela, desesperado por las contradicciones de la modernidad andina, Vargas Llosa gana el premio Nobel de literatura.

A Vargas Llosa le preocupa tanto Arguedas que escribió un panfleto infame, La utopía arcaica, cuya única función es desplazar a Arguedas del canon literario peruano para ponerse él. Los ejemplos podrían multiplicarse, podemos pensar muchas cosas de Vargas Llosa, pero no podemos decir, si somos lectores serios y rigurosos, que su literatura se hizo al margen de las voluntades de los poderosos; podemos pensar que es buena literatura, pero no podemos ignorar que su literatura se construyó sobre el desprecio más absoluto a las clases populares latinoamericanas.

(Para Daniel Noemi, por las conversaciones de literatura latinoamericana hasta altas horas de la madrugada en Toronto y por tantos años de lecturas y aprendizajes compartidos).

lunes, octubre 11, 2010

BOLIVIA: ¿ES EL RACISMO LIBERTAD DE EXPRESIÓN?

Por Rafael Bautista S.

La polémica levantada por la prensa, en torno a la ley anti-racismo, no tiene, como fundamento, al derecho sino al cohecho. Porque cuando la propia prensa es cooptada por intereses privados monopólicos, entonces no es la libertad de expresión la que toma la palabra sino la privatización de ésta. Lo que es patrimonio público es raptado como propiedad exclusiva de los medios privados; este supuesto “derecho” es el que se pronuncia en contra del derecho de todos. Los medios no defienden la libertad de expresión: lo que defienden es la potestad absoluta que pretenden sobre ésta. Por eso aparece la intolerancia: exigen ser “consultados”, acusan de “violación a sus derechos”, hasta casi ordenan la derogación de dos artículos (que no les conviene); es decir, si de libertad de expresión se trata, no les interesa la expresión popular sino, exclusivamente, la suya; por eso exigen una “consulta” que ya tiene sentencia: si no se hace lo que exigen, resulta “violación a la libertad de expresión”.

Demandan la anulación de dos artículos que les incomoda, es decir: está bien estar contra el racismo, siempre y cuando se tenga carta blanca para decir lo que se quiera (o haciendo decir a otros lo que se piensa). El racista opina, precisamente, de ese modo, por eso nunca se confiesa: su confirmación necesita de la negación retórica de sus actos.

Una sociedad es racista no porque un desequilibrado profiera insultos en una radio, un periódico o un canal de televisión (quien se delata no es tan peligroso como se cree) sino porque está estructurada y atravesada política, económica y culturalmente, por el racismo. Si la propia clasificación social es, previamente, una clasificación racista, entonces hablamos de una naturalización de la dominación; que estructura las relaciones de poder como relaciones racistas de dominación. La naturalización de éstas es lo que produce su invisibilización; cuando las jerarquías sociales contienen clasificación racial, entonces parece “natural” esa distribución social. Si el precio del ascenso social es el desprecio (aunque sea disimulado) al supuesto “inferior”, lo que se evidencia, aunque nos duela en el alma, es el fundamento racista de nuestra propia subjetividad.

Hechos aparentemente inocentes nos muestran esto: teñirse el pelo no es un acto cosmético sino ético (como auto-negación), porque si el patrón de belleza que adopto no se corresponde a mi constitución biológica (que tiene su propia expresión cultural que no admito), entonces esa adopción se convierte en una negación de lo que, en definitiva, soy. Cosa curiosa, cuanto más oscuro es el cabello, más posibilidades de desarrollar las cualidades que hacen a un cabello sano (brillo, volumen, consistencia, etc.); pero si por mudar de color (siempre a más claro) debo quemarlo, lo que quemo, en última instancia, es la vida del cabello; es decir, por “verme bien” (según el patrón adoptado) mato algo en mí. La constante es cruel: para afirmar el patrón estético dominante (moderno-occidental) debo negar lo que soy (si lo que soy no se corresponde con lo “superior” entonces, por definición, soy “inferior”).

Una adopción estética no es inocente; es más, si el precio de esa adopción es mi negación, entonces mi apuesta no me honra sino me degrada. En este caso, el precio del racismo es la negación de la propia persona. Por eso el precio de la ignorancia es siempre la muerte, es el caso de nuestro ejemplo: para quemar el color del cabello no sólo quemo éste sino también neuronas cerebrales, porque los químicos que aplico atraviesan el cuero cabelludo, que es por donde respira el cerebro.

Para aceptar como “natural” esa cosmetología, debo aceptar como “mejor y más bueno” (“verse moderna”) el patrón estético que la sostiene (blanqueamiento como sinónimo de perfeccionamiento). En eso consiste el racismo: en la naturalización de las diferencias fenotípicas como superior e inferior; todo aquello que no coincide con el patrón blanco-moderno-occidental (euro-gringo-centrismo) es inferiorizado. Como consecuencia, el “verse bien” posee contenido moral, así como el “verse mal”; bien y mal quedan estetizados: el “bien” es blanco, el “mal” es negro. Se trata de una moral inmoral. Porque la imagen del “bien” le otorga legitimidad a la estética blanca (sinónimo de “pureza”); en cambio, toda otra estética es negada como “inferior”. Por eso se adopta lo blanco como “modelo de belleza” porque, previamente, lo que no es blanco, ha sido naturalizado como inferior, siendo su única “salvación” parecerse, lo más posible, a lo “superior, perfecto y bueno”. Por eso el racismo reordena a la humanidad a su imagen y semejanza. Ya no está hecho el ser humano a imagen y semejanza de Dios sino al contrario: Dios (lo infinito espiritual) tiene ahora hasta color; se parece a Santa Claus, es decir, un viejito ario, rubio y de ojos azules. El mismo Jesús, quien era semita (es decir, no era ario), es blanqueado para, de ese modo, “limpiar” su procedencia.

Ahora bien, ¿no tiene la comunicación actual el paradigma del lenguaje de la imagen? La imagen domina la televisión, la prensa y hasta la radio; por eso el lenguaje se va reduciendo a mero apéndice de la imagología dominante de los medios. Pero si el lenguaje mismo de la imagen se halla contaminado de racismo implícito, entonces se entiende la reacción de los medios. Su reacción no es impensada o accidental, fruto de la susceptibilidad o de la sospecha; es coherente con sus más hondos prejuicios. En eso son visionarios: si la discriminación y el racismo son combatidos legalmente, su accionar ya no puede ser omnímodo e impune. Su aparente inocencia queda descubierta como lo que es: operadores ideológicos de la naturalización de las relaciones de dominación.

Por eso la pregunta no es retórica. Es la pregunta que debe, siendo consecuentes, formulársele a una componenda mediático-periodística: ¿es el racismo “libertad de expresión”? La libertad también puede definirse en contra de ella misma; es cuando prescinde de toda referencia anterior y pretende fundarse a sí misma, en consecuencia, la libertad mía se opone a la libertad ajena. Esta aporía es insoluble; en la que se cae cuando se defiende la libertad por la libertad. Eso hace el díscolo.

Lo que define a la libertad es la responsabilidad; por eso la libertad no es un principio metafísico sino autoconciencia de la finitud humana. Somos libres porque somos finitos; por eso hay decisión, porque la libertad consiste en elegir, y uno elige porque la existencia no es infinita. Por eso, las verdaderas elecciones, no consisten en elegir esto o aquello, sino en elegir la posibilidad misma de toda elección, esto es, la vida. Si niego la vida del otro, niego la vida, porque ésta no se reduce a mi vida sino a la vida de todos. Por eso la libertad no se define metafísicamente sino políticamente. Expando mi libertad cuando trasciendo mi propio yo: las necesidades materiales de mi prójimo son necesidades espirituales para mí. Soy libre en la medida en que me hago responsable. Sin responsabilidad, mi libertad es pura inercia, y todo lo que se encuentra en su camino resulta un obstáculo o distorsión de su espontáneo desplazamiento. Esta concepción física de la libertad, llevada al ámbito humano, tiene consecuencias desastrosas. De ese modo se comporta el capricho pueril del mimado, que sólo está dispuesto a escuchar a los demás, si confirman su propio parecer. Si se pone a sí mismo como criterio absoluto de todo dictamen, entonces se entiende su oposición a toda regulación exterior (toda moral queda reducida a su moral). Quiere tener la potestad de juzgar, pero que no le juzgue nadie. Lo que no ve o no quiere ver es que su accionar tiene consecuencias públicas, y eso no puede evaluarlo él mismo, porque los afectados son también otros.

Las objeciones periodísticas que se escuchan, se escudan en la preservación de sus fuentes de trabajo; aunque la ley sólo estipule en casos extremos el cierre de medios, además de acuerdo a una normativa posterior (de consenso democrático, donde no sólo los periodistas sean los interlocutores sino la población en su conjunto). Pero esta objeción, si somos coherentes con una lucha contra toda forma de racismo y discriminación (que los periodistas alegan no estar en contra), no es legítima. Un ejemplo: si todos estamos en contra de las armas, ello supone eliminar su fabricación, lo cual conduce, inevitablemente, a la eliminación de empleos.

En el fondo se trata de la dignificación del empleo. No todo empleo es digno, por lo tanto, si no apuesto a su dignificación, su defensa es sinónimo de intransigencia. Ésta no es legítima, porque acabaría afirmando: estoy en contra del racismo, siempre y cuando no afecte a mis intereses; lo cual solapadamente quiere decir: soy capaz de tolerar el racismo porque no me afecta, es más, saco provecho de ello. Esa parece ser la bandera sarcástica de los humoristas que, ingenuamente, se brindan como escudo melodramático de los medios. Si el humor sólo sirve para burlarnos de otros, entonces el humor nos degrada; cuando un prejuicio es sañudo, los chistes se hacen venenosos, incluso para el que los profiere. Una cesación del racismo debiera ser un reto positivo para el humor boliviano, pues no hay nada más imaginativo que hacer del humor un acto pedagógico. De lo contrario, hasta con chistes, los medios preparan a una sociedad discriminadora, activando su descontento en explosiones de odio, despertando el racismo centenario que prescribe su subconsciente a la hora del insulto: “indio de mierda”.

En ese sentido, la “auto-regulación”, es un despropósito. Porque esto no significa otra cosa que auto-justificación. Uno no puede evaluarse a sí mismo si sus acciones van más allá de uno. Porque si de autocrítica hablamos, ésta es propia de un ser moral, autónomo, es decir, de alguien que responde por sus actos ante sí y ante los demás. Por eso la moralidad no es algo que abandono después que cierro la puerta de mi dormitorio; es algo que llevo y que me expone ante los demás como un ser responsable. Cuando los periodistas cuestionan todo intento de regulación pública de su actividad, actúan como los políticos y, de ese modo, inconscientemente, consagran la inmoralidad que tanto critican.

Por eso hasta el lenguaje degenera en los medios. Cuando ya no hay ética en el oficio, ninguna renuncia concedo de parte mía, ni siquiera por el bien común; si antes no garantizo mis intereses, el interés de los demás no me interesa, defiendo lo mío aunque vaya en contra del resto. Con el episodio de la tortura a un conscripto, ni los periodistas y menos los medios, son capaces de reflexión. Ellos mismos propician un debate sobre la obligatoriedad del servicio militar; es decir, se requiere una medida drástica ante semejante hecho, lo cual, inevitablemente, pone en entredicho la función misma de las fuerzas armadas. Pero esa misma argumentación ya no la usan los medios para sí mismos, aunque sirva también para el proceder de ellos. Extrañamente, no están dispuestos a medirse, ellos mismos, con la misma vara que miden a los demás.

Veamos un hecho: la masacre de campesinos en Pando. El 11 de septiembre de 2008, en medio todavía de la persecución y la masacre, los medios montaron, unánimemente, la retórica del “enfrentamiento”. Todos los titulares, de modo premeditado, sentenciaron el hecho. Ese sorprendente acuerdo tácito no dejó lugar a dudas. El “enfrentamiento” (que nunca fue “supuesto”, como el terrorismo que aun encubren como “supuesto”) nos colocaba en una situación moral o, más bien, inmoral: era un “enfrentamiento entre buenos y malos”. Si los analistas (invento mediático) pregonan que nada es o negro o blanco, que los matices cuentan; aquel día el acuerdo fue absoluto, sin matices que valgan. La retórica del “enfrentamiento” excusaba todo exceso; por eso las palabras del prefecto de Pando (amplificada por los medios), podían ser consentidas y hasta aplaudidas: se trataba de una apología del genocidio (por eso a los asesinos les llamaba “mártires”). El “enfrentamiento” servía para eso: se trataba de un guión que no sólo lavaba culpas sino –y esto es lo peor– nos convertía, a todos, en cómplices de un hecho flagrante. Admitir el “enfrentamiento” era admitir que aquel genocidio fue una “defensa”.

Hay químicos que limpian las manchas de sangre, pero no hay nada que limpie la conciencia del asesinato. Pero los medios creen que eso es posible. Por eso inventan figuras que devuelven la inocencia al culpable. El montaje espectacular de aquel 11, es sólo comparable al montaje de aquel otro 11 de septiembre, de 2001. Ambos realizan una demolición planificada. Lo que se demuele, en definitiva, son las coordenadas del bien y del mal: si el verdugo es la víctima y la víctima el verdugo, entonces nos hallamos ante una inmoralidad. Si, frente a ello, el público no tiene criterios para enfrentar semejante situación, entonces, lo que viene, es la descomposición social. Por eso no es rara la mezcolanza obscena que los noticieros prodigan sin asco (y hasta con auspicios apetitosos): el genocidio es seguido por un circo y la masacre es precedida por LG, “life is good”. Esta descomposición produce también contaminación; pero no se trata del medio ambiente sino de nuestra propia conciencia. Cuando esto se socializa, nos revuelve una paradoja: en la era de las comunicaciones, ésta es cada vez menos posible.

La comunicación no es un algo dado sino algo que se produce. Si se merma la posibilidad de esa producción, aparecen los síntomas de esa paradoja: el diálogo va desapareciendo de la convivencia humana y, con él, la propia convivencia. Entonces la política tampoco es posible; su única posibilidad es la guerra. Lo cual es ya común cuando la política es cooptada por los medios. Cuando los actores, en medio de algún conflicto, acuden a los medios, es cuando estos reducen todo a su lógica: no median nada sino, al contrario, imposibilitan cualquier mediación. Porque los criterios que guían el accionar mediático son mercadotécnicos y, dentro de ellos, lo que importa es el espectáculo; la verdad, el sujeto y la realidad son desplazados por exigencias comerciales. El formato de las telenovelas pasa a ser el formato noticiero, dejando al público en un permanente estado de tensión, sumido en la incertidumbre, pronunciando aquello que, de uno u otro modo, resulta una trampa que montan los propios medios: “ya no hay a quién creerle”. Quien dice esto ya no cree pero, curiosamente, cree en aquel que le ha inducido a no creer en nadie: los medios. Es decir, la incredulidad reinante es la más crédula afirmación de un público que le otorga, inocentemente, a los medios, la autoridad sobre sus creencias.

La nueva religiosidad que inaugura la globalización ya no necesita iglesias. Sus nuevos templos son los medios, adonde concurren los feligreses, cada día, para saber qué comer, qué vestir y, lo más grave, qué opinar. El periodismo aparece como el nuevo sacerdocio del mercado global, donde las grandes cadenas y los monopolios mediáticos cotizan en su propia bolsa de valores: el rating. Este índice le sirve al mercado global para reproducirse al infinito, a costa siempre de lo finito: el ser humano y la naturaleza.

Los medios no toleran regulación alguna, porque actúan según el mercado: éste no tolera ningún Estado (salvo el que le sirve) porque no tolera regulación ni ley, salvo la suya: ésta dictamina que todo es mercancía, que nada es verdad ni moral ni ético, tampoco justo o sagrado, que todo es ofertable, vendible; por eso, la única libertad radica en la libertad de vender y venderse. Esta libertad escupe su grito a los cielos cuando se pretende nacionalizar la riqueza o cuando se propone el respeto a la naturaleza; porque si no todo es vendible, entonces se puede poner límites al mercado. Es cuando los medios decretan el estado de excepción.

El 2002 el golpe a Hugo Chávez fue mediático. El 2008, el golpe cívico-prefectural tuvo, en los medios, el lugar de articulación y emanación del racismo citadino. Esto es posible porque la sociedad boliviana es constitutivamente racista; su carácter colonial no es sólo institucional sino subjetivo y aparece cuando se encienden los dispositivos que despiertan sus más hondos prejuicios. La nueva colonización opera de modo sofisticado y tiene, a los medios, como a los ejecutores de una nueva invasión: ya no se trata de la conquista física sino espiritual. Los bombardeos son, ahora, mediáticos y ocurren todos los días y en todos los ámbitos de la convivencia humana. En las actuales “guerras de cuarta generación”, los medios ocupan un lugar fundamental, provocando derrumbes de procesos democráticos, para garantizar la expansión del mercado global. El poder que cuentan no es sólo económico sino político y esto es, precisamente, lo que se denomina mediocracia.

Los medios se vuelven operadores políticos y, como tales, se otorgan, para sí, la potestad de la interpretación de los hechos políticos. Ya no se actúa como medio sino como un fin en sí mismo. La realidad se hace prescindible y, en consecuencia, la verdad innecesaria. Por eso la identidad entre realidad y hecho informativo es falsa, porque la noticia resultante es producto de una “composición” de la realidad; en la “edición” de la noticia es donde la realidad se construye a partir de prerrogativas ideológicas que, en el peor de los casos, cuando hay racismo de por medio, el resultante es lo que pasó el 11 de septiembre de 2008: una masacre.

La asonada mediática fue preparando, sistemáticamente, la figura del “enfrentamiento”; configurando estereotipos que despertaron hondos prejuicios afincados en una subjetividad citadina, maleducada y deformada, no sólo por una educación discriminadora sino por la presencia cuasi omnímoda que operan los medios sobre la sociedad. La naturalización de las relaciones racistas de dominación son activadas, por lo general, mediante dispositivos que encienden la disponibilidad del público a agredir a su prójimo, sin remordimiento alguno; porque el racismo opera precisamente para otorgarle inocencia al agresor: si se trata de un indio, se trata de una llama. Por eso el “enfrentamiento” era lo inmoral por antonomasia: el bando de los “buenos” eran “jóvenes”, “población pandina”, “autonomistas”, “cívicos” y hasta “mártires por la democracia y el IDH”; los “malos” eran “sicarios pagados por el gobierno”, “hordas masistas”, “collas”, “campesinos que venían a sembrar terror”, “indios armados hasta los dientes”. Bajo esta escenografía, la “defensa” estaba bendecida y merecía hasta la llegada del Cristo redentor. La memoria del asesino acudía a su pasado sacrificial y encontraba en las arengas de las cruzadas la razón que justificaba su sed de venganza ante el atrevimiento de la plebe. Nos hicieron tragar el “enfrentamiento” para decir amén a la “defensa”; sin siquiera preguntar lo más sensato: ¿qué clase de “defensa” persigue a los supuestos “malos” hasta acribillarlos abusivamente mientras escapan desesperados por un rio? Aquello arrojó una suma de muertes, perseguidos y desaparecidos que, más que una “defensa”, era una brutal ofensa.

Para los medios, la masacre no existió. Si ésta no existió, las víctimas tampoco existen, por tanto, Leopoldo Fernández está preso injustamente. Esta distorsión se hace argucia legal y reivindicación política del racista que tiene, en los medios, un espacio hasta familiar. Si la verdad es rehén de los medios, es decir, su propiedad privada, lo que aparece es un totalitarismo con cara de inocencia. Objetarle algo resulta ir contra la libertad de expresión; proponer una regulación es dictadura, plantear una ley es persecución política.

Pero la comunicación es un bien público y no puede ser patrimonio privado. No puede dejarse al lucro privado lo que es condición de la convivencia humana. Ante la objeción del derecho a la libertad de prensa (confundida con la libertad de expresión), la respuesta de la comunidad política no puede ser otra que la de afirmar un derecho anterior a cualquier “derecho” que puedan objetar los monopolios de la comunicación: el derecho a la verdad. Sin este derecho se abre la posibilidad de la demolición moral de la comunidad. La comunicación no puede ser un negocio, así como la verdad no puede ser mercantilizada. Otorgar el ejercicio de la comunicación a intereses privados, cuyo fin es el lucro, significa el suicidio de una comunidad. Por ello, la recuperación pública del ejercicio de la comunicación, forma parte de una política de nacionalización y de recuperación de la soberanía de un Estado.

Hay un curioso discurso del presidente Einsenhower, de enero de 1961: “La influencia total (de esta conjunción entre un inmenso aparato militar y la industria armamentista) en lo económico, político y hasta espiritual es percibida en cada ciudad, cada institución, cada oficina del gobierno federal. Tenemos que protegernos contra la invasión de influencias incorrectas, intencionadas o no, del complejo militar-industrial. No debemos nunca permitir que la fuerza de esta combinación ponga en peligro nuestra libertad o nuestro proceso democrático”.

Ahora sabemos que los norteamericanos perdieron esa batalla y, con ella, su libertad y su democracia; por eso acabaron siendo un público domesticado dispuesto a justificar las más grandes atrocidades de los afanes imperialistas de ese complejo militar-industrial que gobierna ese país. Allí se desarrollaron las ciencias de la comunicación o, más bien, ciencias de la manipulación, que no es más que la formalización cientificista de la propaganda ideológica que había producido el régimen nazi. Goebbels lo decía de este modo: “no nos interesa comunicar la verdad sino lograr un efecto”. El poder mediático consiste, de ese modo, en generar efectos premeditados; su propósito ya no es la verdad sino la negación de ésta, como solía repetir ese ministro de propaganda e información nazi: “una verdad debe construirse a base de mentiras”. En el reino de la mentira se produce el monopolio de las comunicaciones; las grandes cadenas de información ya no informan; su propósito es otro: la humanidad, el planeta y la naturaleza, son sólo la escenografía de un apetito que se expande a todos los rincones del mundo: el mercado global o imperio del capital.

El poder mediático influye en casi todos los ámbitos de la existencia humana; coloniza nuestras conciencias generando una nueva religiosidad: la idolatría del mercado. El público es amaestrado según las necesidades del mercado; es decir, ya no es sujeto de decisiones sino objeto de las decisiones de este nuevo ídolo, que reclama un nuevo holocausto, para así tener libre acceso a todos los recursos planetarios. Por eso le otorga poder a los medios, con la garantía, además, de Estados irresponsables. Aparece un nuevo poder: la mediocracia. Este poder es político y operador idóneo que usa el imperio para desestabilizar procesos democráticos. Actuaron como operadores políticos de una estrategia bélica de recaptura del poder el 2008; y son quienes preparan la masacre, preparando a los verdugos de aquel genocidio. Por eso el 11 de septiembre la invención del “enfrentamiento” no buscaba describir nada sino confirmar su credo: los indios alzados merecían un escarmiento.

Si toda información consiste en la mentira, la calumnia, el chisme, la burla, entonces la información ya no informa ni comunica la realidad, sino la desfigura, la manipula y la deforma. Una regulación de medios es necesaria incluso para bien del propio ejercicio periodístico. Una historia: una creyente confiesa haber pecado de calumnia, busca el perdón. Su confesor le dice: cuando despiertes sube a la terraza de tu casa y lleva contigo una almohada de plumas, destrózala y esparce las plumas al aire. Ella lo hace y regresa, preguntando: ¿estoy ahora perdonada? La respuesta es: todavía no. Ahora debes volver y recoger todas las plumas y rellenar de nuevo la almohada. Pero eso es imposible, replica. Exactamente, dice el confesor. Es imposible remediar aquello. La calumnia es como las plumas que esparciste, no podrás deshacer aquello.

Un analista de Panamericana, en referencia a la ley que está por aprobarse, decía: no soy de izquierda ni de derecha, soy católico y creo que con esta ley sólo nos resta acudir a Dios. Parece que este analista no lee su Biblia. Si el “no mentiras” es un principio de nuestra constitución, también lo es del decálogo. Y lo que hicieron y hacen los medios, continuamente, es mentir cínicamente. Ese analista habla, por supuesto, para quienes, como él, no creen en la igualdad humana. Los Salmos, llaman a estos, impíos: “No tienen parte en las humanas aflicciones y no son atribulados como los otros hombres. Por eso la soberbia los ciñe como collar y los cubre la violencia como vestido. Ponen su boca en el cielo y su lengua se agita por la tierra. Por eso el pueblo se vuelve tras ellos. Helos ahí son impíos, pero tranquilos constantemente aumentan su fortuna” (73:3-12). ¿Qué dice el Eclesiástico?: “El rico hace injusticias y se gloría de ello; el pobre recibe una injusticia y debe pedir perdón. Si el rico habla, todos le aplauden; aunque diga necedades le dan la razón. Pero si el pobre habla, le insultan, habla con moderación y nadie le reconoce. Habla el rico y todos callan. Pero habla el pobre y dicen: ¿quién es éste? Y si dice algo más, todos se le echan encima” (4:29).

No es raro que la comisión episcopal se oponga a la ley anti-racismo; pero si nos oponemos a ella, ¿qué hacemos con los principios cristianos? Lo que se nos pide es romperlos. Sólo nos resta decirles, lo que decía otro masacrado: “perdónalos Señor porque no saben lo que dicen”. La masacre continúa cada día que nos roban el derecho a la verdad. Las víctimas son doblemente asesinadas y nosotros, al consentir aquello, nos hacemos cómplices de esa ejecución continua. Hay que señalar: no se puede hacer desaparecer a los medios, ni al periodismo, pero tampoco se les puede otorgar una libertad de acción irrestricta, impune e inmune a toda legislación pública. Recordemos: “No debemos permitir que la fuerza de esta combinación ponga en peligro nuestra libertad o nuestro proceso democrático”. La comunicación es un bien público y no puede ser privatizado y menos monopolizado por el lucro. Recuperarlo no es desprivatizarlo sino nacionalizarlo (porque no es patrimonio privado sino público). Nacionalizar el ámbito de los medios significa devolverles su propósito original: servir a su propia comunidad, promoviendo la educación y el desarrollo cultural y nacional de la comunidad que les dio origen y a la que se deben.

La Paz, Bolivia, 27 de septiembre de 2010
Rafael Bautista S.
Autor de “LA MASACRE NO SERÁ TRASNMITIDA:

EL PAPEL DE LOS MEDIOS EN LA MASACRE DE PANDO”

viernes, octubre 08, 2010

MAPUCHE ASESINADO: MATIAS CATRILEO

Bolivia, el racismo y una ley

Indígena apaleado por racistas en Santa Cruz en el 2008

Prensa Latina


Pese a estar refrendado en la nueva Constitución Política del Estado, un proyecto de ley contra el racismo y la discriminación destapa hoy en Bolivia diversas reacciones de algunos sectores sociales.

El propio concepto fundacional de construir un Estado Plurinacional, vigente desde febrero de 2009 cuando se promulgó la ley de leyes, un mes antes sancionado en las urnas por el pueblo, parecía suficiente, pero no bastó.

A la hora de concebir la nueva norma, una suerte de acto de justicia por 500 años de ignominia con los originarios, sus impulsores, entre ellos el único diputado afroboliviano, Jorge Medina, explicaba a Prensa Latina que consultaron a más de 300 organismos e instituciones de la sociedad civil.

Ese tipo de sondeo se extendió además a los profesionales de la prensa, actualmente en protesta no contra la ley, según aseveran los máximos representantes del gremio, sino contra un par de artículos y un inciso en la introducción que amenazan la "libertad de expresión", opinan.

Este martes, el propio presidente boliviano, Evo Morales, recibió en Palacio Quemado a los líderes de esas agrupaciones sindicales, gremiales y de propietarios de medios de comunicación de todo el país.

En la cita, Morales dejó claro que la propuesta legislativa no atenta contra normas jurídicas establecidas y sólo trata de resarcir a los marginados de siempre.

También garantizó que su gobierno respetará la estabilidad laboral de los periodistas en una cita calificada de cordial y amena, al tiempo que descartó actitudes racistas por parte de los informativos, en general.

Sin embargo, mientras los dirigentes de los periodistas acudían al diálogo, en actitud contraria, varios reporteros organizados, según dijeron, por el diario nacional La Razón -de conocida postura opositora- se manifestaron en las afueras de la casa de gobierno, con carteles y consignas en rechazo a la promulgación de esa propuesta, sancionada antes en Diputados.

Entre esos profesionales, quizás pocos recordaron a Jorge Melgar, y aquel programa de Riberalta (Beni) en los días del intento de golpe de Estado de 2008, cuando a micrófono abierto, el supuesto comunicador llamó a asesinar al "indio y colla (del occidente) de mierda", en alusión al presidente Evo Morales.

El propósito de la ley, entre otros muchos capítulos, intenta evitar que los medios de comunicación exhorten a desmanes contra los originarios.

La Comisión de Derechos Humanos de la cámara baja (Diputados) que encabeza Marianela Paco, precisó además que la iniciativa está sustentada en convenios y tratados internacionales.

Paco agregó que desde el pasado 10 marzo se organizaron unos 22 foros, entre ellos reuniones con las víctimas del 24 de mayo (en Sucre), talleres de observación y complementación a la propuesta y audiencias públicas.

"El proyecto, remarcó, es de carácter preventivo, por ello prevé la inclusión en programas educativos, pero también sanciones a responsables de actos racistas", acotó.

Para articulistas como Vinicius Mansur, corresponsal del semanario Brasil de Fato en La Paz, las demandas de los periodistas y su amplio reflejo en los medios da la impresión de que es el único sector en el que incidiría esa ley.

El analista comenta que en editoriales y artículos, nadie cuestiona la lucha que es la razón primera de la medida, pero, paradójicamente, la prensa pone todo énfasis en el artículo 16 y nada refieren a los aspectos económicos, entre otros.

En ese sentido, señala que frente a tan poco compromiso en combatir la discriminación y delante de muchos ejemplos de uso de su propio espacio en defensa de su propio interés, los medios pierden credibilidad para reclamar para si mismos la responsabilidad de regularse.

El proyecto de nueva ley contra el racismo y todo tipo de Discriminación, pone en la mesa del debate de la sociedad boliviana uno de sus puntos más neurálgicos: aceptar que la igualdad llegó para quedarse.

http://www.prensa-latina.cu/index.php?option=com_content&task=view&id=226351&Itemid=1

jueves, octubre 07, 2010

Hermanos mapuches ¡los queremos vivos, para luchar!

!Solidaridad Mapuche!


Los presos políticos mapuches continúan dándonos una gran lección ética, social y política a los movimientos sociales, a los pueblos oprimidos y a los luchadores por los derechos humanos. Ha crecido la esperanza, ha renacido la solidaridad, se ha comenzado a pisar las calles nuevamente... Y esto está ocurriendo en uno de los países socialmente más atrasados y ajenos a los cambios de América Latina, en nuestro chileno reino del consumo y la falta de compromiso. En medio de aquello se expresa un movimiento poderoso que se ha venido forjando por décadas en luchas cotidianas y duras en las despojadas comunidades del sur, protagonizado por hombres cuya suerte está ligada a la tierra, hoy encarcelados, y por mujeres, que son la tierra, voceras de sus dolores.

Detrás de ellos y ellas, detrás de los presos y de sus madres, esposas y hermanas, se han alineado mapuches y cada vez más no mapuches, también hermanos en su lucha. De allí los logros. Así fue como el propio secretario general de las Naciones Unidas instó a Piñera a resolver el tema. Así es como el presidente de la Corte Suprema comentó públicamente que la ley antiterrorista no era propia de la democracia. Así es como el gobierno debió enviar al terreno a sus ministros dejando aun más en evidencia -por comparación- la indiferencia criminal de los gobiernos de la Concertación en el tema. Así también la jerarquía de la iglesia católica debió intervenir en un tema en el que hasta ahora estaba escandalosamente ausente. Y en la televisión, por primera vez aparecieron los mapuches como personas, dialogantes, capaces de discutir sobre sus demandas con la autoridad o sus detractores.


El debate sobre la ley antiterrorista y sus efectos en las luchas sociales ingresó a la agenda ciudadana, junto a las demandas mapuches por el fin de la criminalización de las comunidades. La reforma de la justicia militar finalmente se encaró. Los jueces están hoy en la mira respecto a los juicios a mapuches; hay otro contexto político y otro contexto mediático y esto es especialmente cierto a nivel internacional. Los fiscales han sido “tocados” y el reclamo de ilegalidad sobre su actuación con los testigos protegidos llega a la Corte Suprema. Esta protesta no violenta de quienes sólo podían ofrecer sus cuerpos para hacerse oír, deja en el país un nuevo escenario para las luchas populares y muchos desafíos. ¿Qué más se le puede pedir a una huelga de hambre y a los 14 comuneros algunos de los cuales iniciaron su ayuno el 26 de julio?

Por eso es que hoy también es posible y necesario hablarles para decirles, humildemente y reconociendo su indiscutible autonomía, que en cierto modo somos y nos sentimos también parte de la decisión que adopten porque es necesario tenerlos con vida a todos y cada uno de ellos, porque ésa es una decisión política que deberán adoptar considerando quién gana con la prolongación de la huelga.


El Primer Congreso Campesino de la CLOC/Vía Campesina de Chile, convocado por ANAMURI y Ranquil –que seguirá en Ecuador- discutió el 1 de octubre sobre la militarización de las luchas sociales y la ley antiterrorista, temas que antes no se habrían contemplado y ahora se analizaron al mismo tiempo que la lucha por la tierra y el agua como derechos humanos, la reforma agraria, o la soberanía alimentaria. El Congreso, que concluyó en La Victoria el sábado 2 de octubre, hizo un vibrante llamado a los huelguistas de hambre: “¡Hermanos, los queremos vivos, los necesitamos para luchar!” Esta invocación reconoce el valor de esa lucha y se compromete con ella. De allí su fuerza, que compartimos desde las organizaciones sociales y de derechos humanos -como la Comisión Ética Contra la Tortura- con las que hemos venido trabajando en el apoyo a la causa mapuche.



Nos dirigimos a ellos, la mayoría hospitalizados y en estado crítico:

Cárcel de Angol

Víctor Llanquileo Pilquiman, Fernando Millacheo Marin, José Queipul Huaiquil

Hospital de Victoria

Víctor Hugo Queipul, Felipe Huenchullan Cayul, Camilo Tori Quiñinao, Eduardo Osses Moreno, Alex Curipan Levipan, Carlos Huaiquillan Palacio, Waikilaf Cadin Calfunao.

Cárcel de Temuco

Hugo Melinao, Cristián Levinao, Sergio Lican Levio (los de Temuco comenzaron pocos días atrás pues fueron detenidos en septiembre)

Cárcel de Cholchol

Luis Marileo Cariqueo, menor de edad

Hermanos, los queremos vivos.

www.periodismosanador.blogspot.com

rCR

sábado, septiembre 18, 2010

"Evoconomista", las claves del caso de Bolivia


El gobierno de Evo Morales sorprende por sus logros

La Razón

Reservas récord, un prudente ahorro fiscal y un crecimiento sostenido en medio de la crisis... La Bolivia del presidente Evo Morales Ayma ha sorprendido a analistas de todo el mundo.

Terminaba 2009, el año de la mayor contracción económica mundial en décadas, y Bolivia, el país más pobre de Sudamérica, y gobernado por un presidente de retórica izquierdista, recibía los elogios del Fondo Monetario Internacional (FMI). Sí, leyó bien.

“Los directores ejecutivos felicitan a las autoridades bolivianas por su sólida gestión macroeconómica y una eficaz respuesta política para mitigar el impacto de la crisis global”, se lee en un informe que el consejo ejecutivo del FMI publicó en enero de 2010. “El crecimiento ha sido uno de los más altos de América Latina y la inflación ha caído significativamente”.

La lista de elogios es amplia y proviene de instituciones de tradición económica conservadora: una política fiscal sólida, una actitud favorable a algunas reformas y una flexibilidad en administrar una banda cambiaria móvil. En parte gracias a ello, la economía boliviana creció 3,4% en 2009, el crecimiento más alto de toda América. En 2008 registró un fuerte 6,1%.

Es porque la Bolivia de Morales se ha transformado en el alumno más aplicado del bloque de países que componen el ALBA (Alternativa Bolivariana para América Latina), el grupo de países liderado por la Venezuela de Hugo Chávez. Bolivia no sólo ha salido airosa de la crisis, sino también de los prejuicios políticos hacia un gobierno que, por su discurso de izquierda y tinte indigenista, no estaba precisamente entre los favoritos del establishment económico, ni tampoco de esta revista.

Pero el país que pelea por dejar el cetro de ser el más pobre de Sudamérica (algunos estudios señalan que habría sobrepasado a Paraguay en ingreso per cápita) ha tenido un sorprendente desempeño económico en el que se han combinado buena suerte, ingenio administrativo y un sólido manejo fiscal. “A nivel macro, Bolivia está mostrando resultados interesantes y, de hecho, destacables”, dice Gonzalo Chávez, un académico formado en la Universidad de Harvard que dirige la maestría para el desarrollo de la Universidad Católica Boliviana.

Las autoridades aún enfrentan un coro de críticas, especialmente respecto de la austeridad fiscal en un país donde más del 60% de la población está en la pobreza. Además, Bolivia no logra subir sus tasas de inversión (una de las más bajas del hemisferio), continúa con dificultades para atraer capitales foráneos y requiere mejorar su gestión administrativa, así como su infraestructura, una de las peores del continente. Pero el análisis de las bases económicas de Bolivia lleva a una conclusión: el horizonte luce hoy más promisorio que nunca para este país.

La apuesta fiscal

Cuando la economía mundial comenzó a tambalearse en 2008, Bolivia pudo colapsar. Los bajos precios de las materias primas eran una pésima noticia para un país que obtiene 80% de sus ingresos de estos bienes. Además, su segunda mayor fuente de recaudación son las remesas del extranjero, que siempre caen cuando hay recesión en los países desarrollados.

Uno de cada cuatro bolivianos vive fuera del país; enviaron 1.023 millones de dólares a sus familias en 2009. Una cifra equivalente a 5,8% del PIB, la proporción más alta de remesas en Sudamérica. La inestabilidad política en los llanos de la región oriental, controlada por la oposición, siguió afectando a un presidente popular en el resto del país, sembrando dudas acerca de la posibilidad de mantener siquiera algún nivel de inversión extranjera. Y ese mismo año Washington revocó las preferencias comerciales para Bolivia.

Sin embargo, la economía boliviana ha crecido sistemáticamente desde que Evo Morales llegó a la presidencia en 2006. El promedio de crecimiento bajo su gobierno ha sido de 5,2% anual, la tasa de expansión más alta de los últimos 30 años. Gran parte de ello se debe al auge en los precios de los commodities. Pero Bolivia también supo aprovechar mejor esta bonanza que otros países de la región. Parte de eso se consiguió con la nacionalización de la industria de hidrocarburos en mayo de 2006, una polémica medida que obligó a las petroleras que operaban en el país a renegociar las regalías que pagaban al gobierno, incrementando la participación del Estado en las utilidades del sector de 20% a 80%.

“Antes la plata se iba”, dice Luis Arce, ministro de Economía y Finanzas de Bolivia. “Ahora se queda acá”.


Entre 2004 y 2008 el Estado obtuvo ingresos de 3.500 millones de dólares, pasando de una recaudación per cápita de 58 a 401 dólares. Esto explica el grueso del aumento de los ingresos fiscales de los últimos seis años, que hoy representan 20% del PIB, contra un promedio de 18,7% del gobierno estadounidense en los últimos 40 años. Y el gobierno se ha dedicado a ahorrar gran parte de estos recursos. En 2008 las reservas internacionales equivalían a 41% del PIB y hoy ascienden a 8.400 millones, bordeando 47% del producto nacional. “Hoy Bolivia tiene reservas comparables a las de China”, afirma Gabriel Torres, analista de la agencia clasificadora de riesgo Moody’s. “Si Brasil tuviera un nivel comparable, sería del orden de 1 billón de dólares (un millón de millones)”.

Mark Weisbrot, codirector del Center for Economy and Policy Research Center, un think tank con sede en Washington DC, señala que Bolivia tomó la mejor decisión: “El gobierno ya había implementado un oportuno programa de obras públicas cuando estalló la crisis, lo mantuvo y agregó recursos adicionales para estimular la economía”. En 2008 se inyectó 6% del PIB en desarrollo de infraestructura, obras públicas, bonos de consumo y otras inversiones. En 2009, el gasto aumentó a 10,1% del PIB.

Después vino otra decisión macroeconómica que dio resultados. El gobierno tomó la decisión impopular de mantener un sistema híbrido de banda cambiaria móvil, que consiste en una tasa de cambio fija que se reajusta constantemente, aunque el público no necesariamente se entere. El gobierno trabajó para crear confianza en la moneda local (el boliviano) y se las arregló para convencer a los agentes económicos de “bolivianizar” sus activos financieros, lo que desdolarizó parcialmente las transacciones.

La inflación aumentó puntualmente en marzo de 2008, pero el gobierno resistió las presiones para reducir el crecimiento, apostando a que se trataba de un shock externo (debido principalmente al alza de los precios de la energía). Y ganó la apuesta: hoy la inflación está en 0,8% y la deuda bajó de 84% del PIB en 2003, a 37% en 2010.

Aunque no es fácil obtener cifras, en un país como Bolivia también hay que tomar en cuenta el sector informal. “Nuestra economía ha sufrido un proceso de informalización muy fuerte”, dice Chávez. Según este economista, al menos 800 millones de los 5.000 millones de dólares que el país importa anualmente son bienes de contrabando. Y a esto hay que sumarle el narcotráfico.

La producción de coca ha sido durante décadas una constante en la economía boliviana y el gobierno de Morales reconoce que se trata de una batalla continua.

Pese a que los cultivos de coca subieron este año 1%, un estudio de la ONU afirma que la política de control está mostrando resultados y que ésta ha llevado a una diversificación en los cultivos.

A pesar del impacto de los sectores informales, la mayoría de los analistas concuerda en que la economía marcha bien. “Inflación controlada, superávit fiscal, crecimiento moderado. Parece que están siguiendo las recetas del FMI, el Banco Mundial y otras instituciones, a pesar del discurso que tiene el presidente Morales”, dice Chávez, que se desempeñó en altos cargos económicos en los gobiernos anteriores a Evo Morales.

Incluso opositores acérrimos reconocen los logros de Evo Morales. “Considero que la economía boliviana pasa por su mejor momento: desde la crisis del año 2000, la economía ha tenido un crecimiento y auge sostenido”, dice Javier Leigue Herrera, diputado nacional por Santa Cruz de la Sierra, del partido Convergencia Nacional. Sin embargo, el diputado se lamenta de la falta de independencia y autonomía entre el Banco Central y las autoridades de gobierno. “Es el Ministerio (de Economía) el que dirige, controla y supervisa la economía nacional”.

¿Demasiado ahorro?

El ministro Arce tiene un secreto: “El verdadero motivo de nuestro crecimiento no es el boom de las materias primas”, señala con tranquilidad este economista, sentado frente a una gran mesa de reuniones, en el piso 19 de un edificio que domina el centro de La Paz. “Pensemos en este país como un avión. Antes tenía un solo motor, las exportaciones de materias primas, y nos habríamos estrellado al caer esos precios. Pero ahora tenemos otro motor: la demanda interna. Ése es nuestro secreto”.

Con un índice de pobreza que supera 60%, y la mitad de estas personas en la extrema pobreza, crear un mercado interno no es una tarea fácil. Pero la demanda interna está creciendo a un sólido 6% anual, por encima del 2% y 3% que había antes de que Evo Morales asumiera la presidencia. Varios indicadores reflejan la importancia de este crecimiento, pero Arce pone énfasis en las tendencias bancarias. En 2006 había unos 360 millones de dólares en depósitos, la mayoría en depósitos a plazo fijo y 20% en cajas de ahorro. En 2010, 36% de los depósitos estaban en cajas de ahorro. “Es una muestra de que la gente tiene excedentes para ahorrar y que hay confianza en nuestros bancos”, afirma el ministro.

Ese dinero adicional, dice Arce, es el resultado del llamado “nuevo modelo económico social productivo” que ha impulsado el gobierno y que incluye un programa de bonos de apoyo para adultos mayores, escolares, embarazadas y madres solteras para redistribuir la riqueza nacional.

El gobierno también ha estimulado al sector productivo. En 2007 creó el Banco de Desarrollo Productivo, que el año pasado ofreció pequeños préstamos, de unos 10.000 dólares en promedio, a unos 15.000 pequeños productores. También está la Empresa de Apoyo a la Producción de Alimentos (Emapa), que ofrece créditos sin interés, y que compra mercadería directamente a los pequeños y medianos productores, la que luego revende al resto de la población. El resultado ha sido un aumento de 17% en la superficie plantada por pequeños y medianos agricultores, y una mayor estabilidad en los precios del azúcar, arroz y otros productos de la canasta básica.

El nuevo oro.

El futuro dorado de Bolivia probablemente sea de color plata. El impresionante salar de Uyuni es la llanura de sal más grande del mundo y contiene la mitad de las reservas conocidas de litio, el componente principal de baterías para vehículos eléctricos. Es un mercado al que muchos le auguran un crecimiento exponencial en los próximos 10 años, y que podría resultar aún más significativo que el gas para la economía boliviana.

“Tenemos grandes esperanzas en el litio, porque pertenece al pueblo boliviano”, dice Marcelo Castro, jefe de operaciones de la planta piloto ubicada en los bordes del salar. Según la nueva Constitución boliviana, la explotación de litio no se puede vender a una empresa extranjera. La construcción de la planta está casi lista y se prevé que el próximo año comience a producir carbonato de litio, la materia prima de las baterías. “Pero ya no queremos ser meros exportadores de materias primas. Nos vamos a industrializar para asegurarnos de capitalizar plenamente las utilidades de nuestros recursos naturales”, dice Castro.

El gobierno aspira a producir los compuestos químicos de mayor valor agregado, como el litio metálico, y algún día incluso las baterías y los vehículos. Es un sueño de largo plazo y el país se lo ha tomado con calma. Las autoridades dicen que sólo trabajarán con empresas extranjeras dispuestas a asociarse con el Estado. Algunos economistas temen que esta actitud pueda espantar definitivamente a los inversionistas.

De momento el gobierno no ha firmado ningún acuerdo con empresas extranjeras, pero interés no falta.

Pero tanto o más importante que la mera exportación de litio, afirman los analistas, es la capacidad de Bolivia de diversificar su economía. El 83% de los trabajadores produce apenas 25% del PIB, mientras que 65% del producto proviene de sectores que emplean a sólo 9% de la fuerza laboral. “El gran desafío es desarrollar la industria agropecuaria, la industria forestal y la manufactura, mirando el mercado mundial”, dice Gary Rodríguez, ejecutivo del Instituto Boliviano de Comercio Exterior.

Pese al sorprendente desempeño macroeconómico de Bolivia, los inversionistas son muy cautos de poner su dinero en un país cuyo presidente tiene una retórica encendida, aunque muchas veces sus palabras sean más radicales que sus acciones. Tal vez ésta sea una de las razones por las que agencias como Moody’s aún le otorgan calificaciones pobres a la deuda boliviana, situándola en el rango B1 y B2: la fortaleza económica aún es débil, aún existe una fragilidad institucional y una alta vulnerabilidad frente a los riesgos coyunturales.

Pero el sostenido crecimiento está mostrando resultados. “Bolivia es cada vez menos un país de bajos ingresos y está entrando de a poco a la categoría de los países de ingreso medio”, dijo Felipe Jaramillo, director del Banco Mundial para Bolivia, Perú, Chile, Venezuela y Ecuador, a un medio local durante una entrevista reciente en La Paz.

Tercer productor de coca

Bolivia es el tercer productor de coca del mundo y las hectáreas destinadas al cultivo de la hoja de coca han aumentado desde que Evo Morales Ayma asumió. Sin embargo, el alza —que este año ha sido de 1 por ciento— es menor a la de Perú y Colombia, los mayores productores de coca del mundo.

El gasto debería ser mayor

Algunos critican que, con reservas por 8.000 millones de dólares, el gasto podría ser mayor. “Es mucha plata guardada para un país en que faltan caminos, hospitales y escuelas”, dice Chávez. Pero el ministro Arce afirma que la mentalidad de ahorro es de corto plazo: “El mediano es para deshacer reservas”.

Fuente: http://www.la-razon.com/version.php?ArticleId=117800&EditionId=2282&a=1